Reportaje
“Hay que respetar al otro, saber que tú no eres sin el otro y lo otro”
Relato de los sistemas de gestión asamblearios de los pueblos de la Sierra Norte de Oaxaca frente al coronavirus y la discriminación histórica
Ángel Melgoza San Pablo Guelatao (Oaxaca) , 13/07/2020
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“Unos resistieron y pudieron continuar enseñando lo aprendido;
otros tuvieron que esconderlo en los secretos de la noche
y de los lugares alejados, a otros les tocó la violencia más dura
y por la fuerza abandonaron y olvidaron todo lo propio.”
Floriberto Díaz.
–¡Tiempo fuera, señores y señoras! Veintisiete segundos en el reloj. Quince catorce arriba el equipo de Yuvila. La diferencia es de un punto ¡vamos a veeeer! –el público grita. En las bocinas el narrador sigue describiendo el juego de básquetbol. Son los partidos de la Copa Benito Juárez que este año se lleva a cabo en la que por muchos años fue la cancha principal de San Pablo Guelatao, un pueblo en la Sierra Norte de Oaxaca (México).
En las gradas hay por lo menos trescientas personas. Es 21 de marzo de 2020. Desde el sistema de sonido tres narradores y algunos invitados toman la palabra y comparten sus saludos o comentarios por los altavoces. Uno agradece que no se haya cancelado la copa: “El coronavirus es un invento de los ricos. No nos dejemos engañar”. Para este día las cifras oficiales en España, Italia y Estados Unidos registran un poco más de 25 mil, 53 mil y 25 mil casos confirmados de personas enfermas de covid-19 respectivamente. En México apenas se tenían 200 casos.
Bajo el techo de lámina que cubre la cancha nos tapamos del sol. Es un espacio abierto, grande y alto, cuando el viento sopla se deja de sentir el calor del mediodía. Un hombre me pregunta por el marcador, está emocionado. Quiere saber de qué categoría son. Libre varonil, digo; y cuántos partidos hay hoy, no estoy seguro, creo que son trece. Usa una pulsera de Morena, el partido político de Andrés Manuel López Obrador. Cada vez que hay un revuelo en la entrada del pueblo –desde el punto de las gradas donde nos encontramos se alcanza a ver– los dos volteamos instintivamente. Volteamos nosotros y varias decenas de personas más que nos rodean. Todos esperamos ver la llegada del presidente de México.
El 21 de marzo se conmemora el nacimiento del único presidente indígena que ha tenido el país, Benito Juárez García. El ‘Benemérito de las Américas’. En la narrativa oficial, el restaurador de la República y uno de los padres del Estado mexicano moderno. Juárez nació en este mismo pueblo en 1806. Ha sido el estandarte de López Obrador. Por ello sus visitas a San Pablo Guelatao han sido recurrentes desde hace años y ahora que asumió su cargo como presidente constitucional ha prometido venir cada 21 de marzo, con o sin pandemia.
Ahora sí ya llegó, dice. Un montón de gente se aglomera en la entrada del pueblo, muchos abuchean, otros le entregan documentos, folders, un tapete. Maestros o personal del sindicato nacional de la CNTE gritan consignas. En redes sociales hay mucha polémica por la actividad pública del presidente. Se pide que acate las medidas de prevención de contagios, que deje de hacer sus giras de cada fin de semana, que use el gel antibacterial dispuesto en sus conferencias matutinas.
Esta mañana solo un grupo reducido de los habitantes de Guelatao y representantes de los pueblos vecinos pudieron entrar al evento. Una barricada metálica bloqueó la calle principal. Un grupo de soldados y personal de seguridad hizo visitas previas y cercó la zona. La noche anterior un grupo de personas rociaron un líquido desinfectante por la cancha donde ahora se juega la Copa Juárez.
¿Quieres?, me dice el joven de Morena acercando una bolsa de papas fritas. El evento dura poco, no más de una hora y media. Mientras estamos en la cancha de básquetbol el presidente municipal de Guelatao, Federico Hernández Ramírez, le pedirá al presidente de México que su visita sea un acontecimiento singular: “Tal como en su tiempo fue la del general Lázaro Cárdenas del Río”. Es uno de los presidentes mejor recordados, junto con Juárez. También le dirá que a los guelatenses se les educó sabiendo ser cuidadosos y transparentes con el manejo de recursos y por ello, en nombre de toda la comunidad, le propuso: “La creación de un fondo autónomo depositando confianza en nuestras manos”.
López Obrador, después de una extensa exposición sobre la relevancia histórica de Juárez, afirmó que visitaba el pueblo para nutrirse de la fortaleza espiritual del presidente zapoteca y terminó diciendo:
–Quiero dar una respuesta al presidente municipal de Guelatao. Vamos a cumplir con esa petición –se escuchan aplausos de quienes presencian el evento–. Vamos a entregar directo los fondos al gobierno. ¿Por qué hacemos esto? Por muchas razones. No solo es un acto de justicia, o algo que se haga porque esta tierra vio nacer al mejor presidente de México. No solo por tratarse de Guelatao, sino porque en Oaxaca hay una organización comunitaria ejemplar. Aquí hay democracia comunitaria. Es la asamblea la que elige a las autoridades. No se andan promoviendo como candidatos los que se convierten en servidores públicos. Aquí es la asamblea la que decide quién debe de gobernar y todos los miembros de la comunidad están dispuestos a dar servicio. ¡No se cobra! Esto es único. No solo en México, ¡en el mundo! Y reitero el compromiso, todos los años, 21 de marzo, voy a estar aquí. Siempre. Voy a venir aquí, a nutrirme, a fortalecerme, a llenarme de principios, de ideales, para seguir luchando por la cuarta transformación de la vida pública de México: ¡Que viva Guelatao! ¡Que viva Oaxaca! ¡Que viva el presidente Benito Juárez García! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!
En la cima de un pequeño cerro con vista a la plaza cívica donde se lleva a cabo el evento del presidente, Jaime mira, escucha y sonríe. Él, que en otros tiempos tuvo los reflectores encima, no solo por ser un famoso cantante de trova sino por ser la cabeza de una lucha de los pueblos de esta región del mundo, ahora contempla a la distancia. Jaime Martínez Luna considera ésta una victoria para la comunidad, para comenzar a forjar lo que él llama la Comunomía, la autonomía de la comunidad:
–Guelatao es un escenario político. Donde se conjugan intereses estatales, intereses federales, y se tejen con lo creado por Juárez… La república. Yo ahora estoy en contra de eso.
***
“Se han escrito miles de libros sobre la vida de nuestros ancestros
y mucho más sobre nosotros. Desde frailes abanderados con la cruz
hasta antropólogos abanderados con la ciencia. ¿Y nosotros?”
Jaime Martínez Luna.
“Mexicanos: obreros, campesinos, estudiantes, profesionistas honestos,
chicanos, progresistas de otros países, hemos empezado la lucha
que necesitamos hacer para alcanzar demandas
que nunca ha satisfecho el Estado mexicano”.
El Despertador Mexicano, órgano informativo del EZLN
México, No.1, diciembre 1993
La casa tiene unas ventanas grandes, está hecha de adobe, techo de teja, acogedora como el terruño propio. Sentado frente a la mesa de su comedor, fuma un cigarrillo, sonríe. Hace unos cincuenta años, en la fiesta de cumpleaños del director del internado de educación primaria que fundó Lázaro Cárdenas en Guelatao, Jaime Luna tuvo su primer encuentro con dos conceptos que lo acompañarían el resto de su vida; cursaba el último año de la preparatoria en la capital de Oaxaca, después de haber pasado la secundaria en la Ciudad de México. El director de la escuela lo invitó, entre otras cosas, para que conociera al coordinador regional del instituto de asuntos indígenas, un antropólogo:
–Perdón, pero ¿qué es un antropólogo? –le preguntó Jaime.
–Pues un antropólogo es el que estudia las sociedades indígenas.
–¿Y qué son las sociedades indígenas?
–Pues sociedades como ésta... tú eres indígena.
– ¿¡Qué!? ¿¡Yo indígena!?
“Y yo por dentro como diciendo ‘sácate a la chingada’, ¿no?”, me cuenta Jaime. Oaxaco era el insulto más peyorativo que él había recibido, pero indígena sonaba simplemente a un error, algo extraño, ajeno.
–Bueno, nada más dime una cosa. Si yo estudio eso, ¿voy a poder regresar a mi pueblo? –fue la pregunta final de Jaime.
–¡Claro! –dijo el antropólogo que por las tardes escuchaba canciones de trova y que colgaba imágenes de líderes revolucionarios en las paredes–: Pues gentes como los antropólogos son los que se necesita aquí para tratar todos sus asuntos.
Jaime Martínez Luna ahora se refiere a sí mismo como un natural de la Sierra Juárez o Sierra Norte de Oaxaca, no como un indígena: “Porque asumirse así tendría una sumisión colonizada, y no, no lo acepto. Acepto ser de origen zapoteco, pero me sentiría más como natural de la Sierra”. Pero en aquellos años Jaime Luna era el joven de voz suave, hábil con la guitarra y sonrisa empática que tres noches por semana llevaba serenata a las amigas y parejas de sus maestros y compañeros de la preparatoria.
Habiendo sido jefe de grupo y jugado en el equipo de básquetbol, todo le aparecía como una suma de privilegios. Después de aquel encuentro con el antropólogo y otros más con profesores destacados de la capital de su estado que, entre borracheras, casi le rogaban que se fuera a otro lugar a estudiar, decidió que viajaría a Veracruz para entrar a Antropología. Sin saberlo se inscribió en una maestría y por error la Universidad Veracruzana inscribió a un alumno recién graduado del bachillerato en un posgrado. Así Jaime iría construyendo un camino que le permitiría no solo volver a Guelatao sino trabajar con otros municipios de la Sierra Norte de Oaxaca.
417 municipios oaxaqueños se rigen por sistemas normativos indígenas, reconocidos en la Constitución después del llamado Levantamiento Zapatista de 1994
En 1980 nacería la organización de pueblos Odrenasij (Organización en Defensa de los Recursos Naturales y Desarrollo Social de la Sierra Juárez) en medio de una asamblea de pueblos convocada por las autoridades de Guelatao unas semanas antes del 21 de marzo. Con Jaime como secretario general, la organización lograría, cuatro años después, echar abajo la concesión que otorgaba el Gobierno Federal a la empresa Fábricas de Papel Tuxtepec para la explotación de los bosques de la Sierra. En el proceso Jaime formaría parte de varios proyectos, entre ellos la creación de la primera radio comunitaria de Oaxaca Xeglo: La voz de la sierra, conformaría el grupo musical Trova Serrana y la asociación civil Fundación Comunalidad.
Fue por aquellos años –no recuerda bien cómo, en qué momento o cómo lo enunció– que comenzó a hablar y a escribir sobre la comunalidad. Tanto Jaime Luna como el difunto Floriberto Díaz son quienes empezaron a plasmar este concepto que no solo engloba la política o la gestión de la vida pública desde una visión de los pueblos originarios de Oaxaca, sino que está implicada en la forma de ser y estar con la tierra.
Durante cientos de años los indígenas han practicado, en palabras de Floriberto: “No la democracia que se nos predica”, sino la comunalidad. “Tan vieja y tan joven como la misma humanidad: la que permite disentir, pero buscando siempre que los aportes de los disidentes complementen la palabra de la mayoría”.
Es un viejo alto que recorre las calles con pasos lentos y alargados. Después de ver el póster de la película Tío Yim que hizo su hija Luna Marán, cada vez que veo a Jaime detenidamente pienso que sí, que es como un árbol, como una pieza más del bosque de la sierra.
–Para entender la comunalidad, ¿es necesario vivir en una comunidad? –le pregunto.
–No nada más vivir en una comunidad propia, natural como ésta, comunómana diría yo. No solamente eso, es tener una actitud comunal, ¿qué es una actitud comunal? Es en principio respetar al otro, saber que tú no eres sin el otro y lo otro. Porque hasta las sillas están vivas, no se digan los árboles, las plantas, las flores, todos tienen vida. Por eso nuestra cosmovisión, nuestra filosofía o nuestro razonamiento integra al todo como una entidad viva.
Los principios de la comunalidad que expone Jaime Luna son tres: respeto, trabajo comunitario y fiesta
Podríamos decir que hay dos formas de aproximarnos a la comunalidad, si lo vemos como una forma de gobierno, ésta se constituye principalmente en una serie de cargos (alcalde, presidente, síndico, tesorero, secretario, regidores, mayor, topil e integrantes de los distintos comités) que se deben de cumplir si la asamblea de ciudadanos (conformada por toda la ciudadanía mayor de 18 años, hombres y mujeres) te elige. Esos cargos se cumplen sin cobrar un sueldo. Además las principales decisiones y la rendición de cuentas se le hacen al máximo órgano que es la asamblea. También hay una serie de obligaciones y derechos que forman parte integral de la vida comunal, la más representativa es el tequio o trabajo colaborativo al que todos los ciudadanos están obligados.
La otra aproximación a la comunalidad es la espiritual o metafísica. Los principios que expone Jaime Luna para explicarlo son tres: respeto, trabajo comunitario y fiesta. El respeto se refiere a una actitud frente a los otros y lo otro; si yo piso esta tierra, como de esta mesa, respiro este aire, saludo a esa mujer o admiro el vuelo de aquel pájaro, es porque todo eso también está en mí, yo soy lo que me rodea y lo que me rodea soy yo; y tanto mi interior como mi exterior merece ser respetado. El trabajo comunitario, o tequio, es la labor, el movimiento natural que uno hace como medio de sustento y que a la vez lo hace en comunión con los otros, con nosotros. El tercer elemento es la integración de los dos anteriores, derivado del respeto y el trabajo llega la fiesta, la celebración: “Si tú no gozas la presencia del otro en un evento, lo desprecias, no eres más que un individuo cosificado, pero si tú gozas de que llegue a tu casa, y compartes, eso es practicar comunalidad”.
Oaxaca es un estado compuesto por 570 municipios, una quinta parte de todos los municipios del país (2.464). Después del llamado Levantamiento Zapatista en 1994, una reforma constitucional a nivel nacional reconoció la organización política de los pueblos originarios denominándolas “usos y costumbres” en 1995. Ahora se llaman “sistemas normativos indígenas” y 417 municipios oaxaqueños se rigen por ellos.
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“Las ideologías y prácticas políticas de las sociedades y
estados-gobiernos occidentales se oponen a nuestro proyecto histórico,
y si ha habido triunfos para los indios dentro de ellas, éstos no han sido gratuitos
sino a cambio de muchas vidas de mujeres, hombres, niños y ancianos”.
Floriberto Díaz
“Si ni agua les puede dar, ni agua, ¿entonces para qué sirve el gobierno?”
Salvador Camarena
En todo el pueblo resuena una voz... “La autoridad municipal de Guelatao de Juárez da a conocer las siguientes recomendaciones de alimentación para fortalecer nuestras defensas inmunológicas: uno, todos los días consume cítricos como naranja, mandarina, guayaba…”. Es martes 24 de marzo. El mensaje es reproducido en los altavoces del pueblo, su medio de comunicación oficial.
En otra región de la Sierra Norte se encuentra una mujer en su patio, mira a sus conejos, cuida su huerto. La mujer se llama Yásnaya Elena Aguilar, es mixe, uno de los quince pueblos o naciones indígenas con presencia en Oaxaca.
“Políticamente soy indígena porque el pueblo mixe no formó un Estado y quedó encapsulado dentro del Estado mexicano”, me dice Yásnaya. Los pueblos originarios de México tienen muchos más años siendo mixes, zapotecas, mixtecas, etc. que siendo indios (500 años) o indígenas (200 años): “Es una condición política, histórica, pero no una condición cultural”.
El pueblo de Yásnaya está en medio de las montañas, los bosques rodean sus casas y la carretera federal 179 que cruza la población. Se llama San Pedro y San Pablo Ayutla Mixe, y a pesar de la rica historia mixe o de la hermosa flora y fauna de la región, desde hace tres años el tema principal de la comunidad es la carencia de agua.
Los pueblos originarios de México tienen muchos más años siendo mixes, zapotecas, mixtecas, etc. que siendo indios (500 años) o indígenas (200 años)
Grupos armados que presumiblemente comercian con la amapola, en conjunto con pobladores de Tamazulápam del Espíritu Santo (el municipio vecino), tomaron posesión de un conjunto de predios (unas 100 hectáreas según habitantes de Ayutla Mixe) donde se encuentra un manantial del que el pueblo se abastecía de agua y detonaron el sistema hídrico. En su lucha por recuperar el manantial ha muerto una persona, seis más resultaron heridas de bala y cuatro mujeres fueron “agredidas física, emocional y sexualmente” en hechos ocurridos el 5 de junio de 2017.
La lucha por recuperar el agua llevó a Yásnaya a emprender una campaña de activismo mediático denominada “Agua para Ayutla ya”. El gobernador del estado, Alejandro Murat Hinojosa, presumió que con su intervención se había firmado, en mayo de 2019, una solución histórica al conflicto del agua: “El primer paso es la conexión de forma inmediata para conducir el agua a sus respectivas cabeceras municipales, simultáneamente y por gravedad”.
En una entrevista para el periódico El Universal el comunero Joaquín Galván señaló que el derecho fundamental de Ayutla estaba siendo sujeto de negociación, es decir, que el gobierno estaba cediendo al chantaje del grupo armado que había despojado tierras, asesinado y cometido los abusos antes relatados. Además la noticia se daba sin haber reconectado el manantial a la comunidad por lo que se corría el riesgo de que se tratara de “una estrategia mediática para apaciguar la presión social nacional que se ha ejercido”.
–La pandemia, las medidas sanitarias, ¿han cambiado tu cotidianidad? ¿Te ha llevado a cambiar alguna percepción sobre lo que has expuesto en tu trabajo?
–Algo que ha cambiado radicalmente mi realidad es la falta de agua –responde Yásnaya en una entrevista telefónica que mantenemos el 20 de abril del año 2020–. Fíjate que me cuesta tener conclusiones, siento que la realidad es muy densa ahora. En general en cuanto a los pueblos lo que veo es que necesitamos las redes comunitarias, yo sé que aquí solo nos vamos a tener a nosotros porque no habrá respuesta del Estado, si no puede garantizar ni el agua... No hay nada, Oaxaca es terrible.
Se han cumplido y rebasado los tres años sin acceso al agua en Ayutla Mixe. En su texto Un México sin nosotros, Yásnaya escribe que la mayor parte de los problemas que enfrentan los pueblos indígenas en la actualidad se relacionan con los proyectos estatales en los que se encuentran inscritos, esto aplica para las extracciones mineras o las concesiones de territorio para generación de energía, pero pienso, ¿puede ser que el mayor violador de derechos sea el propio Estado mexicano?
–Estamos conscientes de que hay más precariedad porque el Estado ha generado condiciones de mayor precariedad, pero también sabemos que la única respuesta que tenemos, y que se ve también en las comunidades de la Sierra que se han encerrado, es la de medidas comunitarias –Yásnaya hace una pausa y termina diciendo–. El virus desnuda que todo el mundo está interrelacionado y saltan a la vista los privilegios, desnuda al capitalismo que estaba disfrazado de normalidad.
Normalidad. Nueva normalidad. ¿Será que hemos estado perdidos en nuestro mapa de lo que realmente debería de ser normal? Explotar la fuerza de trabajo, concentrar las ganancias, erosionar la tierra, habitar la ficción del capital, ¿para qué? ¿Nos han robado también nuestra capacidad de imaginar un mundo distinto? ¿De luchar por él?
Yásnaya escribía que los pueblos indígenas han reclamado el derecho a la autonomía y a la libre determinación como naciones sin Estado: “Los Estados modernos han mostrado en general una gran resistencia a reconocer la autonomía y el derecho a libre determinación de los pueblos indígenas. Para el Estado mexicano en particular, el ‘problema indígena’ se lee como el fracaso del proyecto de incorporación”.
–¿Será que esta ficción que se ha contado de la necesidad del Estado Nación es la misma del capitalismo?
–Exacto, casi te plantean que sin capitalismo no hay tecnología, y sin Estado tampoco porque sin capitalismo no hay Estado ¡y no es cierto! –responde Yásnaya–. Esa idea de que el Estado ya lo totalizó todo todavía no es cierto. Hay espacios que están en las periferias carcomiendo el Estado. En ese sentido no hay ningún Estado que vaya a soltar la soberanía, porque nos reconocen autonomía en ausencia de soberanía. Tenemos que pensar de una forma más internacional, crear redes solidarias con estos otros espacios que carcomen a los Estados. Fortalecerlos, hablar de esto y empezar por lo menos en la imaginación… Lo que es muy interesante es que la mayor parte de la historia de la humanidad ha transcurrido sin la existencia de los Estados nacionales como ahora los conocemos. Llevan a lo mucho unos 300 años y es increíble que no podamos imaginar el mundo sin ellos.
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“El ser trovador no es simplemente manejar una guitarra y algunas que otras rolas, el ser trovador también es conquistar, disuadir, es capacitar”.
Jaime Luna.
“Los pueblos indígenas no son pueblos minoritarios sino minorizados y la aparente mayoría mestiza es en realidad población desindigenizada por el proyecto estatal”.
Yásnaya Elena Aguilar.
Aquella cancha donde se jugó el orgullo de las comunidades mixes, zapotecas y chinantecas en los partidos de la Copa de Básquetbol Benito Juárez hoy luce distinta. Alrededor hay varios puestos de verduras, frutas, pan. Quienes atienden los puestos y quienes compran usan cubrebocas; una larga fila se extiende desde la entrada del espacio deportivo hacia el interior del pueblo. Principalmente las mujeres comienzan a llegar desde las seis de la mañana, a las siete se abre el acceso a este mercadito municipal, una de las medidas que se han implementado en Guelatao para prevenir el contagio del coronavirus.
Desde hace semanas se colocó un filtro sanitario en la entrada principal del pueblo, el resto fueron clausuradas. No se permite la actividad turística ni la presencia de personas ajenas a la comunidad: comuneros, ciudadanos y avecindados. Más recientemente se inició un grupo de Whatsapp donde la gente promueve la venta de productos regionales. Pienso en las implicaciones políticas, económicas y sociales de la promesa que hizo el presidente López Obrador para el pueblo de Guelatao: la entrega directa de un fondo económico para los proyectos que decida la asamblea.
–Si logramos el fondo ya no necesitamos de diputados, la asamblea va a decidir qué hacer cada año o cada dos años o cada tres años y va a vigilar que lo que decida se haga y que se administre bien. Es la comunomía completa –dice Jaime Luna.
Cuando Jaime comenzó a estudiar antropología, y a leer ciencia política, llegó a los teóricos del comunismo. Al leerlos pensó en su pueblo, pensó en la forma de vida que él conocía desde niño y creyó que realmente ellos habitaban y coexistían con un esquema al que muchos aspiraban. Si alguien ve en esta forma de vida comunal una utopía, en esta organización horizontal, de consensos, trabajo colectivo, cargos públicos, y su consiguiente cosmovisión, de la madre tierra, la vida integral y la celebración de ese conjunto de elementos, si ésta es la utopía de cientos de comunidades en Oaxaca, ¿cuál es la utopía de la utopía?
–Tomar conciencia. Porque vivimos conducidos por la importancia de resolver la necesidad. Y como normalmente somos una sociedad que ha sido manejada, siempre nos hemos desvalorado, menospreciado, es decir, nunca sentimos la seguridad de estar haciendo chingonerías andando. ¿Cuál es el reto? Que todos valoren lo que están viviendo.
Abro los ojos al escuchar el sonido de mi despertador. El sol aún no se asoma, pero ya puedo escuchar el canto de los gallos. Si pongo atención puedo oír a los perros ladrar. Al salir de casa y caminar unos metros se escuchan los borregos de mis vecinos. Unas manchas negras se recortan al fondo, son las montañas de la sierra. A veces pienso si sería deseable –antes de comenzar a pensar que sea posible–retroceder la urbanización de la vida. En México bastaron 60 años para que las poblaciones rurales (aquellas con menos de 2.500 habitantes) pasaran de ser mayoría a una minoría alarmante: en 1950 el 57% de la población vivía en una comunidad rural, en 2010 solo el 22% las ocupaba; este año, el 2020, se realizó un nuevo censo nacional. Esperamos el procesamiento de los datos para confirmar la tendencia.
Si la estructura del Estado mexicano no puede dar respuesta a una comunidad que señala el robo de cientos de hectáreas de su territorio y el bloqueo en el acceso al agua, ¿para qué sirve?
–Yo creo que es importante reconocer lo que se ha perdido, saber de dónde venimos, qué está pasando, y el reconocimiento de que esto fue construido sobre el borramiento masivo de lo indígena –dice Yásnaya refiriéndose a la violencia que utilizó el poder y en este caso el Estado mexicano para borrar a las naciones indígenas vivas y preservar un recuerdo falso, añejo, de vitrina, del mundo prehispánico–. Yo creo que reconocer el papel del Estado en nuestros cuerpos, en las historias de nuestros padres, de nuestras madres, creo que eso puede ayudar a pensar de otras maneras y a organizarnos.
–Entonces hablar de una nación mexicana es un error.
–Sí, porque no es una, en realidad no existe. Es una idea creada por el Estado, pero lo que es un hecho es que no hay una nación, hay muchas naciones con territorio, historia propia, lengua propia. Eso apunta a la idea del Estado plurinacional, que es muy distinto a la Nación multicultural que es hacia donde apunta el Estado.
Trazos simples. Pocas palabras. Nada tan contundente como la claridad. Es una idea muy sencilla pero poderosa me dice Yásnaya al explicarme que el poder y el establecimiento del Estado mexicano tenía a principios del siglo pasado un objetivo: “Crear una nación monolingüe, mestiza y monocultural; para eso pues hay que diluir la existencia de los pueblos indígena”.
Cuatro amigos nos dirigimos al sur del pueblo por la carretera. Son las cinco de la mañana con cuarenta minutos. Llegamos a un paraje natural, sacamos machetes, mochilas, un termo con café… Alguien prende una bocina y suena reguetón. Empezamos a chaporrear. Ahora busco la palabra en internet. Chaporrear: “Palabra que alude a la acción de realizar un trabajo de campo, que consiste en cortar un cierto espacio de maleza con cierto instrumento llamado machete”. Sí, eso hacíamos. Una nueva actividad de pandemia que esta mañana decidimos bautizar como “chaperreo”. En medio de los días de contingencia sanitaria decidimos pedirle prestado a Jaime Luna un terreno de Fundación Comunalidad para sembrar. Casi sin restricciones nos permite trabajarlo. Ahora estamos aquí, chaperreando.
–Creo que hay muchas preguntas que nos hacen las personas, pero después de todo yo nací y crecí en un pueblo que tenía una estructura ahí ensayada de 500 años, con sus problemas, sus retos, fuertes, pero ahí está. A veces a mí me cuesta responder porque no hay receta. Me siento muy privilegiada de estar aquí en Ayutla, aquí lo que más me afecta es esta conjunción entre lo del agua y la pandemia, genera mucha ansiedad no saber, piensa en todas las posibilidades y qué vamos a hacer sin agua. Me genera mucha preocupación –dice Yásnaya.
Y es que si la estructura supra-comunal, es decir, la del Estado mexicano y sus gobiernos tanto el nacional como el estatal, no pueden dar respuesta a una comunidad que señala el robo de cientos de hectáreas de su territorio y el bloqueo en el acceso al agua, ¿para qué sirve? Si el agua de los ríos cada día es más escasa y ahora la cascada entre Juanacatlán y El Salto es un velo de espuma y hedor, ¿para qué sirve? Si la vida y lucha de ejidatarios que defienden sus tierras de la explotación minera en El Bajío, Sonora, vale menos que los intereses económicos del multimillonario Alberto Baillères, ¿para qué sirve?
–Pero ¿tú crees que esta forma de asambleas, con su rotación en los cargos cada año y medio, con los tequios, pueda ser escalada a un nivel mayor como para serle útil a una sociedad urbana?
–Las ciudades tienen que comunalizarse para lograrse. Porque se requiere respeto, después la acción, el trabajo. Tú vas a trabajar con alguien, pero con base en un acuerdo que tengan ambos. Si vives en una calle, puedes juntar a los habitantes de esa calle, y resolver los problemas de seguridad, de mantenimiento, de todo lo que pasa en esa calle –responde Jaime Luna.
Luna Marán llega exhausta, el cuerpo molido, ojeras, parece que tiene una semana sin dormir. Pero no, acaba de salir de más de doce horas de asamblea municipal. Nos cuenta algunos detalles. No es difícil imaginar las dificultades de gestionar la vida común, de deliberar con tus vecinos, de navegar las aguas de los problemas familiares y sociales en un ambiente de toma de decisiones. Con la gente que te ha visto crecer. Con la gente a la que has visto envejecer. Con la gente.
Me quedo pensando en que hay mucho que se puede mejorar, y sin embargo esta es quizás una de las formas más horizontales de organizarse, tal vez una más difícil, menos cómoda. Pienso en si será posible llevar esta forma de tomar decisiones a las macro-estructuras urbanas, no lo sé, pero creo que en el ejercicio mismo de intentarlo se puede ganar mucho más de lo que seguimos perdiendo.
“Unos resistieron y pudieron continuar enseñando lo aprendido;
otros tuvieron que esconderlo en los secretos de la noche
y de los lugares alejados, a otros les tocó la violencia más dura
y por la fuerza abandonaron y olvidaron todo lo propio.”
Floriberto...
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Ángel Melgoza
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