“Caos global en 2020” es lo que predijo hace 10 años Peter Turchin, un científico especializado en evolución cultural que ha ganado extenso reconocimiento en todo el mundo justamente por predicciones como estas. Aunque aparentemente alocadas, las predicciones y modelos de Turchin podrían ayudarnos a entender qué ocurre en Cataluña y qué nos traerá la mesa de diálogo entre el Gobierno y las fuerzas independentistas: ¿lograremos esa estabilidad ansiada por muchos o servirá para ahondar la fractura social, como sueñan otros?

Según este autor, uno de los motores más importantes de los periodos de intensa inestabilidad social es la competencia entre élites, ese conocido 1% de la población que acumula el poder social o, en otras palabras, la capacidad de influir en el comportamiento de los demás. A su vez, la competencia entre élites sería el producto tardío de periodos de prosperidad, que generan nuevos y ambiciosos personajes ‘aspirantes a élite’ que luchan por conseguir las codiciadas plazas que ocupan las élites del momento. Este modelo parece muy general, pero ¿puede ayudarnos a entender las dinámicas que se han creado alrededor del independentismo en los últimos años?

La lucha entre élites

La clave del análisis de Turchin está en que estos nuevos candidatos a élite, en ciertas circunstancias, elegirán el camino de la rebelión para conquistar el poder al que aspiran: crearán movimientos ‘revolucionarios’ en contra de las élites establecidas. Así, un buen día se erigirán como contra-élites que, con su influencia, subvertirán las normas sociales, salvaguardadas por las élites establecidas, en su intento por reunir apoyo entre las bases de la sociedad. Una parte seleccionada de estas bases terminará apoyando su candidatura, expuestas a un volumen suficiente de propaganda elaborada meticulosamente para inducir una identificación inmediata con la causa. Otros candidatos a élite de signo contrario y las mismas élites establecidas también podrán explotar esta situación en su beneficio: élites y contra-élites, en plena competencia por la hegemonía, buscarán aumentar la fractura social con el fin de ensanchar las bases y afianzar el apoyo incondicional entre aquellos a quienes puedan influir. Este apoyo incondicional en las bases es el que más tarde permitirá a élites y contra-élites recurrir a medidas antidemocráticas, si es necesario, en su afán de consolidar su poder, desde saltarse leyes o ilegalizar partidos políticos a llevar a cabo golpes de Estado armados, contando con una amplia tolerancia social y relativa impunidad.

El ejemplo del procés

Son muchos los movimientos que se pueden analizar con el modelo de competencia entre élites a nivel nacional e internacional en 2020, el año del caos global. En este caso, por su cercanía y relevancia en nuestras vidas, hemos analizado el movimiento independentista en Cataluña, partiendo de una encuesta realizada por YouGov Spain (financiada por ARTISInternational) a una muestra representativa –género, edad, provincias– de 1.112 residentes en Cataluña lanzada en octubre de 2019.

En la sociedad catalana, como muchas otras, la distribución de la riqueza es desigual. Nuestros datos indican que solo el 3% de los hogares ingresan más de 6.000 euros netos al mes. Además, el perfil de ingresos varía con respecto a la lengua materna: en los tramos con menos ingresos predominan las personas de habla castellana, en los tramos con más ingresos, las de habla catalana, y en los tramos más altos (por encima de 6.000 euros) vuelven a predominar los castellanohablantes (Figura 1). Para más complejidad, aquellos que han crecido hablando en catalán piensan, de forma predominante, que Cataluña debería ser un estado independiente (entre un 60 y un 70%), mientras que solo un 20% de quienes han crecido hablando en castellano comparte esta opinión. Así, el apoyo a la independencia está estrechamente vinculado a la lengua materna.

Figura 1

Las élites en el procés

Si fuera cierto que la competencia entre élites de Peter Turchin ha tenido algún papel en la deriva independentista en Cataluña, cabría esperar un mayor nivel de apoyo a la independencia entre aquellos que se encuentran en los estratos sociales más altos. Desde esta perspectiva, el movimiento independentista serviría de plataforma para que los nuevos aspirantes a élite, esta contra-élite revolucionaria de la que hablábamos, afianzaran su posición de poder y serían justamente aquellos más conectados con las élites los que defenderían la independencia con más fervor.

Analizando nuestros datos, vemos que, a primera vista, no se aprecia una relación clara entre el nivel ingresos y el apoyo a la independencia (Figura 2). Sin embargo, cuando nos fijamos en si estos mismos individuos estarían dispuestos a renunciar a la independencia a cambio de concesiones en materia económica, observamos claras discrepancias entre los estratos sociales (Figura 3). Sorprendentemente, aquellos con mayores ingresos entre los catalanohablantes se muestran más reticentes a renunciar a la independencia de Cataluña, por muy altas que fueran las concesiones. Hasta un 70% de catalanohablantes que ingresan más de 6.000 euros mensuales rechazarían cualquier oferta del gobierno español en materia económica a cambio de la independencia. Por contra, solo el 20% de los catalanohablantes que ingresan menos de 900 al mes estaría dispuesto a rechazar estas ofertas. Así, mientras la mayoría de los catalanohablantes situados en estratos económicos humildes consideraría justo aceptar concesiones en materia económica por parte del gobierno español, los estratos más acomodados hacen una apuesta férrea por la vía independentista.

Figura 3

Si la motivación de las élites independentistas fuera puramente ideológica, ¿por qué no vemos el mismo fervor en los estratos sociales más humildes de catalanohablantes? Cabría pensar, entonces, que existe otra motivación subyacente a esta ideología, una motivación específica para los estratos más altos que podría ser de raíz económica o social. ¿Sería el aspecto económico un incentivo convincente para las élites independentistas, o se están jugando su estatus social? Décadas de investigación sobre conflictos entre grupos y valores innegociables, como lo es la independencia para estas élites, apuntan a la naturaleza social de estos conflictos, que difícilmente responden a un incentivo económico. Más que el producto de complicados cálculos económicos a largo plazo, por otro lado, poblados de incertidumbres, la estrategia de las élites independentistas podría provenir de su preocupación por cómo son percibidos y cuál es su sitio en este mundo.

Estas tendencias encajan con el modelo de competencia entre élites de Turchin, dejando entrever una cara quizás menos visible de las élites: la de sus aspiraciones personales en cuanto a su reputación y estatus social. Mientras que el hecho de que Cataluña fuera independiente no tendría mucha repercusión para la mayoría de los catalanes en cuanto a su lugar en la sociedad, las élites independentistas podrían estar en la cumbre. Parte de las élites catalanas parecen estar dispuestas a invertir buena parte de su capital para colmar este sueño. En este escenario, el destino de la mesa de diálogo estará marcado por la capacidad de estas élites de mantenerse en la idea de independencia como única vía de autorrealización o, por el contrario, la capacidad de sus interlocutores de encauzar estas aspiraciones.

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Clara Pretus es investigadora en neurociencia social de la Universidad Autónoma de Barcelona.