Cómo se nota que no tienen que pagar ellos la factura. A las 9 de la mañana en el hemiciclo ya hace más calor que en cualquier vivienda con calefacción central. Debe ser que Abascal, al ser de Bilbao, no soporta bien las altas temperaturas, porque hoy no ha venido al Congreso. Resulta curioso que no acudas a una sesión de control, cuando precisamente estás exigiendo que el Gobierno comparezca cada 15 días para rendirte cuentas. “¡Abascal no ha venido porque le escuece todavía!” Se ha gritado hoy cuando se ha mencionado la fracasada moción de censura de la semana pasada.

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Al lío. Arranca, como siempre, Pablo Casado, con una petición a Sánchez: que la duración del estado de alarma dure ocho semanas. Ya hablamos en semanas como si fuera esto un embarazo. Pedro Sánchez le ofrece revisar el estado de alarma en cuatro meses –16 semanas– y que, si es necesario, se prorrogue dos meses más, hasta el 9 de mayo. Antes de que Sánchez haya terminado su intervención, los coros del “no” se deslizan en cascada desde lo alto de la bancada popular. 

Como siempre, les ahorraré los detalles que ya habrán visto en redes sociales y medios de comunicación: los grandes hits han sido 1) Gabriel Rufián sacando los colores a l@s presentes en el “el botellón del IBEX 35 con Pedro J.” –en referencia a la fiesta de El Español–, y Macarena Olona diciendo que “esto ya no es el congreso de los ratones, esto es el congreso de las focas. Sigan aplaudiendo como focas”. Es curioso, porque antes de que la diputada de extrema derecha pronunciara esas palabras yo tenía aquí apuntado que “los que aplauden más fuerte son los de Vox, que incluso se ponen en pie para llamar más la atención”. Dudo que sea casualidad. 

Lo que no ha especificado en ningún momento la diputada de Vox es a qué tipo de focas se refiere. No es lo mismo ser foca monje que foca leopardo. La foca monje se alimenta de peces y moluscos, es un animal tranquilo y, por ello, las orcas o los tiburones de mayor tamaño pueden predar sobre ella… Es una de las especies más amenazadas de todo el mundo. Por el contrario, las focas leopardo están en el segundo puesto en la cadena trófica antártica, precedidas sólo por la orca. Comen pingüinos –incluso, en ocasiones, otras focas– y son terriblemente agresivas.

Illa ha reconocido hoy que acudir a un evento de un centenar de personas mientras en toda España se toman medidas cada vez más drásticas a causa de la covid-19, igual no fue lo más acertado: “Me fui, no me quedé a cenar. Quiero decirles a los ciudadanos que tienen razón”. No ha sido un perdón explícito ni muy emocionante ni muy extenso. Lo ha hecho, eso sí, acabadas las preguntas, cuando muchos de los parlamentarios que habitualmente abuchean y jalean ya se habían ido. El ministro, hoy más serio que enfadado, ha hablado del invierno y de lo peligrosa –más aún– que se vuelve la expansión del virus según nos acercamos al frío. Imposible no escuchar banda sonora de fondo y recordar la frase “Winter is coming”.  

A Illa le ha interpelado un diputado de Ciudadanos, Guillermo Díaz Gómez, y ambos han estado un largo rato intercambiando diferentes visiones y propuestas sobre cosas que podrían ayudar a paliar esta segunda ola: se ha hablado de luchar contra la desinformación y los movimientos antivacunas, de la posibilidad de hacer una campaña sobre la vacuna de la gripe… en definitiva, se ha empezado a debatir en positivo por primera vez en casi tres horas que llevábamos ya de sesión y por primera vez desde que vengo semanalmente. Si me llego a traer el rimmel waterproof se me hubieran saltado las lágrimas de la emoción. 

“Le quiero felicitar”, “tomo nota de sus recomendaciones y propuestas”, “estoy a su disposición”… frases poco comunes estos últimos días dentro de estas paredes, más aún si las pronuncian un ministro del Gobierno y un parlamentario de la oposición (y de un partido que, especialmente durante la última campaña electoral, protagonizó un discurso tan inconsistente que ahuyentó a la mayoría de sus votantes). Palabras que han pillado por sorpresa a más de uno, despertados abruptamente del letargo de la crispación y dejando a un lado por un momento su cuenta de Twitter para atender a lo que estaba ocurriendo.

“La crítica sin propuesta nos convierte en tertulianos y en comentaristas de la actualidad”, apuntalaba Díaz Gómez. Acumular horas de polarización, de conflicto y de agresividad no resuelven nada, ni hay un ranking para ver quién ha dicho la mayor burrada sin cometer un delito –esto no lo tengo comprobado ni descarto que exista alguna porra en algún grupo parlamentario–; solo sirven para alejar a los ciudadanos y ciudadanas de un debate político en el que rara vez se habla de sus necesidades. Precisamente creo que, por eso, cuando se habla hay que contarlo. Porque la crítica sin propuesta convierte también en focas leopardo y, curiosamente, la vida de las focas leopardo, tan agresivas y voraces, tan depredadoras y tan solitarias, se agota mucho antes que las de las focas monje.

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