Francia
¿Quién es cómplice de quién? Las libertades académicas en peligro
Para el gobierno francés, atacar a los académicos es una forma de desviar la atención de sus propias deficiencias: un profesor ha muerto y se atribuye la responsabilidad a otros profesores...
Éric Fassin 14/11/2020
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Como profesor que soy, hoy estoy bajo amenaza de decapitación. Continúa la ofensiva contra los musulmanes mediante ataques al pensamiento crítico, que es acusado de ‘islamo-izquierdista’. Dichos ataques los difunden desde algunos usuarios de las redes sociales hasta el ministro de Educación, desde las revistas hasta el presidente de la República para redundar en el cuestionamiento de la libertad académica… ¡en nombre de la libertad de expresión!
Yo soy profesor. El 16 de octubre decapitaron a un profesor. Al día siguiente, recibí esta amenaza en Twitter: “Te he puesto en mi lista de imbéciles a decapitar el día que todo esto estalle. La lista es larga, pero paciencia: te llegará el día”. Fue en respuesta a un tuit mío que retomaba un post anterior que se publicó tras los atentados de noviembre de 2015: “Para combatir el terrorismo, no basta (aunque sea necesario) luchar contra los terroristas. Sobre todo debemos demostrar que sus acciones son ineficaces y que, por lo tanto, no logran imponernos una respuesta política”. En definitiva, “no podemos desear lo que desean nuestros enemigos”. Si los terroristas buscan provocar un “choque de civilizaciones”, debemos evitar a toda costa caer en su trampa.
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No es la primera vez que recibo amenazas de muerte. En las redes sociales, desde hace años, me acosan los trolls: los insultos son diarios; las amenazas, ocasionales. En 2013, por Navidad, recibí una carta anónima en casa. Era la transcripción de unos artículos islamófobos que acusaban a la izquierda de “traición” y reproducían un panfleto de la Resistencia; bajo una horca, aparecían estas palabras: “Dondequiera que estén, hagan lo que hagan, los traidores serán castigados”. Lo analicé en Libération: “Esto es lo que significa para mí el correo recibido en casa: sabemos dónde vives y, cuando llegue el momento, te encontraremos”. Sin embargo, añadí: “La extrema derecha sigue avanzando enmascarada, aún no se atreve a decir su nombre”. Pero esto ya no es así. Hoy, las amenazas están firmadas por un conocido rostro del movimiento neonazi. De modo que presenté una denuncia. Se dirigen a mí como académico; mi universidad me otorga protección funcional.
Así se envalentona la extrema derecha. El 29 de octubre, Action Française desplegó impunemente una pancarta en la Place de la Concorde: “¡Decapitemos a la República!”. Fue unas horas después de un nuevo atentado islamista en Niza, pero también de una tentativa neofascista fallida en Aviñón. Antes de recibir un disparo, el hombre amenazó a un comerciante magrebí con una pistola. Afirmó ser de Génération Identitaire y lucía una chaqueta con el eslogan “Defiende Europa” que justifica las acciones del grupo en el Mediterráneo o en la frontera franco-italiana; un testigo incluso habló de un saludo nazi. Sin embargo, el fiscal quiere enviar un mensaje tranquilizador: “Es francés, nacido en Francia y no tiene nada que ver con la religión musulmana”. Y concluye: “Estamos más ante un desequilibrado, que parece muy relacionado con la extrema derecha y que ha estado ingresado en psiquiátricos. No hay reivindicación”. “Como en el caso del atentado a la mezquita de Bayona perpetrado por un excandidato del FN en octubre de 2019”, apunta Mediapart, “la fiscalía nacional antiterrorista no ha querido seguir el caso”. Este fascista era un loco, se nos dice, no un terrorista islamista: por lo tanto, el ataque en Aviñón pasó casi desapercibido.
Si los identitarios se ven a sí mismos a las puertas del poder, es también porque ciertos medios han allanado el terreno. En las portadas la islamofobia se alterna con la denuncia de académicos antirracistas (allí me señalan regularmente). Más grave aún, la extrema derecha se siente alentada por nuestros gobernantes. El propio presidente de la República, que decidió hace un año hablar sobre el comunitarismo, el islam y la inmigración en Valeurs Actuelles, se inspira en sus redes sociales y sus revistas. “El mundo universitario es culpable. Ha fomentado la división étnica de la cuestión social creyendo que era un buen filón. Sin embargo, la salida solo puede ser secesionista”. Según Le Monde del 10 de junio de 2020, Emmanuel Macron apunta aquí al “discurso racializado o de interseccionalidad”. En Les Inrocks preocupaba este antiintelectualismo: “Sofistas que corrompen a la juventud: ¿para cuándo la cicuta?” Puede que estemos ahí.
El “islamo-izquierdismo” no es sino la versión actual del “judeo-bolchevismo” agitado por la extrema derecha en el periodo de entreguerras
Porque del separatismo ahora pasamos al terrorismo. Efectivamente, le toca al ministro de Educación Nacional atacar el 22 de octubre, en Europe 1, “el islamo-izquierdismo” que “hace estragos en la Universidad”; y denunciar a “los cómplices intelectuales del terrorismo”. “¿A quién apunta?, le pregunta Le Journal du dimanche. Para el ministro, “hay una batalla por librar contra una matriz intelectual proveniente de universidades estadounidenses y tesis interseccionales, que quieren reducir a un arquetipo comunidades e identidades, en las antípodas de nuestro modelo republicano”. Esta ideología habría “corrompido a una parte significativa de las ciencias sociales francesas”; “algunos lo hacen conscientemente, otros son tontos útiles para esta causa”. En realidad, la interseccionalidad permite analizar, en su pluralidad, lógicas discriminatorias que contradicen la retórica universalista. La crítica de esta atribución a lugares racializados se basa, por tanto, en un principio de igualdad. Sin embargo, según el ministro, sería “una visión del mundo que converge con los intereses de los islamistas”. Lo que provoca el separatismo no sería, por lo tanto, la segregación, sino su denuncia…
Si Jean-Michel Blanquer considera “cómplices” a quienes, con el concepto de interseccionalidad, analizan la racialización de nuestra sociedad para combatirla mejor, los neofascistas hablan más bien de “colaboradores”; pero los trolls que me acosan empiezan a tomar prestadas sus palabras. En Francia, mientras el ministro del Interior se pone sistemáticamente de parte de la policía, el ministro de Educación Nacional hace política a expensas de los académicos. Marion Maréchal puede felicitarse: este último “retoma nuestro análisis acerca del peligro de las ideologías ‘interseccionales’ de izquierda en la Universidad”. Además, el “islamo-izquierdismo” no es sino la versión actual del “judeo-bolchevismo” agitado por la extrema derecha en el periodo de entreguerras. Sin embargo, no se conoce ningún vínculo entre Abdelhakim Sefrioui, imputado por “cómplice de asesinato” en la investigación del ataque de Conflans, y la izquierda. Sin embargo, el ministro no dice una palabra sobre la extrema derecha, pese a las revelaciones de La Horde y Mediapart sobre los vínculos del imán con allegados de Marine Le Pen. En el debate público, nunca se habla de islamolepenismo, aunque la extrema derecha y los islamistas tienen en común la política del “choque de civilizaciones”.
Sin duda, para nuestros gobernantes, atacar a los académicos es una forma de desviar la atención de sus propias deficiencias: un profesor ha muerto y se atribuye la responsabilidad a otros profesores... Asimismo, es una oportunidad para debilitar la resistencia a una Ley de programación de la investigación que precariza aún más la Universidad. Además, el 28 de octubre, el Senado aprobó una enmienda a su artículo 1: “Las libertades académicas se ejercen desde el respeto a los valores de la República”, “a cuya cabeza se encuentra el laicismo”. En otras palabras, ya no es solo el código penal el que definiría los límites de la libertad de expresión de los académicos. Hay colegas que, deseosos de resolver de esta manera las disputas científicas y políticas, apoyan este ataque pidiendo en Le Monde la creación de un “organismo responsable de denunciar directamente los casos de violación de los principios republicanos y la libertad académica”... ¡y lo hacen en nombre de la “libertad de expresión”! En resumen, como anuncia tristemente el blog Academia, es “el principio del fin”. Frédérique Vidal, ministra de Educación Superior e Investigación, lo confirma sin rodeos: “Los valores del laicismo, de la República, no se pueden discutir”. Sin embargo, en democracia, debatir el sentido que queremos darle a estas palabras, ¿no es el desafío político por excelencia?, ¿quién impondrá la definición?, ¿seguiremos teniendo derecho a criticar a los “falsos devotos del laicismo”?
¿Por qué atacar a los aliados blancos de minorías discriminadas si no es para evitar una solidaridad que desmiente acusaciones de separatismo?
Pero eso no es todo. ¿Por qué atacar a los aliados blancos de minorías discriminadas si no es para evitar una solidaridad que desmiente acusaciones de separatismo? Esto es exactamente lo que buscan los terroristas: un mundo binario, en blanco y negro, sin una “zona gris”, donde los musulmanes se unan a los islamistas contra un bloque mayoritario islamófobo. Lo escribí en este texto que me ha convertido en el blanco de amenazas de decapitación: nuestros líderes “están trabajando para dar a los terroristas todas las razones para empezar de nuevo”. El objetivo de estos últimos es, de hecho, la guerra civil. Entonces, ¿quiénes son los “cómplices intelectuales” del terrorismo islamista? ¿Y quiénes son los “tontos útiles” del neofascismo?
Actualmente, en Francia, los derechos de las minorías, religiosas o no, de los refugiados y de los manifestantes son violados regularmente; y cuando los ministros atacan al mismo tiempo a una asociación que lucha contra la islamofobia, a los académicos, pero también a la Unef (después SUD Éducation), a La France Insoumise y su líder, o bien a Mediapart y su director, todos culpables de abogar “por los musulmanes”, debemos afrontar los hechos: a la democracia le han amputado sus libertades fundamentales. Paradójicamente, la Francia republicana de Emmanuel Macron empieza a parecerse, a pesar de las gesticulaciones, a la Turquía islamista de Recep Tayyip Erdogan, que persigue, al mismo tiempo que a la minoría kurda, a académicos, sindicalistas, medios libres y partidos de la oposición.
Para reclamar la libertad de expresión no basta con exhibir caricaturas; el espíritu crítico debe poder hacerse oír en los medios de comunicación, en las calles y en toda la sociedad. De lo contrario, el homenaje a Samuel Paty sería pura hipocresía. Debemos luchar por la libertad de pensamiento, de compromiso y de investigación. Por consiguiente, es importante defender la libertad académica, tanto frente a las amenazas de las redes sociales como frente a la intimidación del gobierno. En un momento en el que nuestros líderes responden al terror con una política del miedo, hay motivos para temer por la democracia.
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Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a las numerosas personas que me han mostrado su apoyo aquí, en las redes sociales o a través de mensajes personales. ¡Movilicémonos juntos por las libertades académicas y por todas las libertades!
Traducción de Paloma Farré.
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Como profesor que soy, hoy estoy bajo amenaza de decapitación. Continúa la ofensiva contra los musulmanes mediante ataques al pensamiento crítico, que es acusado de ‘islamo-izquierdista’. Dichos ataques los difunden desde algunos usuarios de las redes sociales hasta el ministro de Educación, desde las revistas...
Autor >
Éric Fassin
Sociólogo y profesor en la Universidad de Paris-8. Ha publicado recientemente 'Populismo de izquierdas y neoliberalismo' (Herder, 2018) y Misère de l'anti-intellectualisme. Du procès en wokisme au chantage à l'antisémitisme (Textuel, 2024).
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