In memoriam
Todo el mundo es un escenario
Apuntes para despedir a John Le Carré
Pablo Muñoz 18/12/2020

John le Carré en el Zeit Forum Kultur de Hamburgo en 2008.
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De todas las anécdotas que acumula en su libro de memorias el recientemente fallecido David John Cornwell, también conocido como John Le Carré, hay dos que considero reveladoras. La primera aparece al comienzo del libro, evocando la figura de un espía escocés. Cornwell cuenta cómo el espía estaba frustrado con Graham Greene y su novela Nuestro hombre en la Habana, porque lo que contaba “era muy bueno” pero consideraba que habría que llevarlo a juicio. Sorprendentemente, el MI6 no denunció a Greene y con ironía Le Carré sentencia que “Greene les pagó su acto de clemencia con El factor humano, que les retrataba no solo como idiotas sino también como asesinos”.
Le Carré se tomó profundamente en serio a su viejo maestro y después de su paso por el MI6 su venganza fue similar, y logró parecidos resultados artísticos. La primera creación memorable del escritor fue un espía que contrariaba las imágenes viriles típicas de las década de los cincuenta, de espías tan violentos como cualquier detective. Era un señor gris, lleno de pequeñas miserias llamado George Smiley. Con un talento para los detalles que no perdió ni siquiera en sus peores novelas, Le Carré nos lo presenta como alguien que “sin haber ido a una buena escuela, sin padres importantes, sin glorias militares, ni profesión conocida, sin ser rico ni pobre, viajaba sin etiquetas en el furgón de equipajes del expreso social”.
El segundo detalle que aparece en las memorias es la recurrencia de un padre mentiroso, aficionado al engaño barato, un trauma que no me parece interesante para explicar biográficamente la literatura de Le Carré sino, al contrario, como episodio que estimuló lo mejor de su imaginación. De todas sus novelas, acaso las mejores sean la llamada Trilogía de Karla y de esas tres, la primera, El topo, todavía me parece la mejor de todas cuantos he leído.
El Topo es una novela llena de duplicidades, cuya trama se urde a partir del enfrentamiento entre los servicios secretos soviéticos, que lidera el enigmático Karla, y los británicos, encargados de descifrar a un traidor entre sus filas. Sin embargo, los pasajes más conmovedores de la novela tienen, como toda la obra de Le Carré, una tristeza más bien patética, que no olvida que aunque todo el mundo sea un escenario, no todos los papeles son gratos.
El topo de la novela es Bill Haydon, un espía al que Le Carré no concede ningún rasgo tópico. Lejos de ser el codicioso mentiroso, sediento de dinero, o el ingenuo seducido por una otredad maligna, Haydon es un mentiroso experto desde su juventud. Su única razón para traicionar a su país es el resentimiento ante su caída. Ante razones tan prosaicas y triviales, el último descubrimiento de la novela tiene una fuerza trágica muy difícil de igualar: el asesino de Haydon no ha sido ningún soviético, sino su discípulo y alumno, Jim Prideaux.
Criado por un padre estafador, acostumbrado a llevar a cabo todo tipo de delitos y mentiras financieras, el joven Le Carré fue engañado desde niño, cuando su padre le contó que su madre, que había huido con un agente inmobiliario, había fallecido repentinamente. El interés de esta vida no es el morbo o la explicación psicológica, sino lo que Le Carré pareció vislumbrar en cada novela: que aunque el mundo es un escenario, tras las mentiras no hay verdades épicas, apenas vidas tristes y en ocasiones desencajadas, peleas donde la crueldad solo depende de la fuerza que se dispone. Por eso mismo, la vulnerabilidad más profunda de George Smiley, no es una inteligencia ajena y comparable, como sucede con Moriarty respecto a Sherlock Holmes, sino toda la miseria conyugal de un amor no correspondido que puede contener un simple encendedor.
De todas las anécdotas que acumula en su libro de memorias el recientemente fallecido David John Cornwell, también conocido como John Le Carré, hay dos que considero reveladoras. La primera aparece al comienzo del libro, evocando la figura de un espía escocés. Cornwell cuenta cómo el espía estaba frustrado con...
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Pablo Muñoz
(Mataró, 1988) Ha escrito sobre cine para Blog de cine y El Español. Ha publicado 'Padres ausentes' (Alpha Decay, 2011) y ha participado en libros colectivos como 'CT o la Cultura de la Transición' (Debolsillo, 2013).
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