Literatura en Galicia: un año normal
Informe razonado sobre la literatura gallega en 2020
Eva Moreda 22/01/2021
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¿Resulta tópico, a la hora de enfrentarse a la tarea de hacer un balance literario del 2020, hablar de nueva normalidad? Allá por marzo, abril, primeras semanas de mayo, más de una vez perdí alguna hora de sueño pensando en cuál sería la nueva normalidad de la literatura gallega una vez que arreciase lo peor de la pandemia. Dos panoramas catastróficos se me presentaban. El primero consistía en la casi total devastación de nuestro ya precario sistema editorial. ¿Cómo iban a sobrevivir las editoriales –me preguntaba – sin las presentaciones, que el novelista Manuel Veiga describió hace ya años como una forma de mecenazgo que ejercen los amigos y conocidos de los escritores y escritoras? ¿Cómo iban a sobrevivir sin la labor de los pocos libreros y libreras que ponen a la vista y promocionan libro gallego, en un país en el que la inmensa mayoría de los libros que se venden están en castellano? ¿Sin las lecturas recomendadas en los colegios e institutos, que no es ningún secreto que generan unas cifras de ventas nada despreciables que tiran de todo el sector? ¿Acabaríamos todos en las galeras de la autopublicación de Amazon? En efecto, durante la primavera alguna entrevista con cabezas visibles del sector editorial en la (escasa) prensa cultural gallega abría las puertas a pensar en lo peor.
El segundo panorama dantesco me preocupaba incluso más. En los últimos años –y debido en buena parte a la dependencia de la enseñanza que mencionaba–, la actualidad literaria gallega (las obras más premiadas, las obras más visibles) ha tendido a privilegiar la literatura con mensaje, la que vale tanto para una lectura obligatoria de instituto como para satisfacer a un público adulto que tiende a estar más comprometido políticamente y más escorado hacia la izquierda que otros públicos lectores del entorno inmediato. En este contexto –pensaba yo– la covid podía causar estragos: ¿cuántas novelas de tesis ambientadas en el confinamiento tendríamos que leer? ¿Cuántas novelas distópicas –un género que ha tenido bastante fortuna en la literatura gallega reciente– ambientadas en un mundo post-humanista devastado por un virus letal?
A finales de año, resulta casi un alivio que ninguno de los dos escenarios de nueva normalidad se haya materializado del todo, al menos de momento. Aún más: en el contexto en el que nos movemos, es alentador que la nueva normalidad se parezca bastante a la vieja normalidad, por más que esta última tenga aspectos que podrían mejorarse. Empiezo por el segundo de estos escenarios: como tal vez sea inevitable si comparamos con otros sistemas literarios, ya se han escrito, se han premiado e incluso se han publicado unas cuantas obras inspiradas por la pandemia, aunque no muchas: tal vez el caso más significativo sea el del premio de poesía Miguel González Garcés, otorgado ex aequo en octubre a Lupe Gómez y Daniel Asorey por sendos poemarios pandémicos. También resulta inevitable pensar en los acontecimientos de los últimos meses al leer el reciente fallo del último premio Xerais (quizás el único premio de narrativa que continúa teniendo un impacto directo en el mercado) a María Marco por Coidadora.
En este contexto –pensaba yo– la covid podía causar estragos: ¿cuántas novelas de tesis ambientadas en el confinamiento tendríamos que leer?
¿Y qué hay del primer escenario apocalíptico? Una vez pasados los meses más estrictos de confinamiento, las editoriales han vuelto a poner libros en el mercado a un ritmo no demasiado diferente al de siempre: media docena de libros al mes las dos editoriales grandes (Galaxia y Edicións Xerais), uno o dos cada varios meses las editoriales más pequeñas. Algunos autores y autoras se han apresurado a cantar las alabanzas de las presentaciones virtuales: tal vez se trate simplemente de hacer de la necesidad virtud, pero lo cierto es que esta tendencia resulta perfectamente coherente con la forma en que la literatura gallega viene haciendo uso de las redes sociales desde hace ya más de diez años, para crear redes (“de afectos”, que se dice ahora) y visibilidades en un contexto en el que la prensa cultural tradicional es precaria o insuficiente. Aunque el sistema literario gallego ha demostrado una rapidez y capacidad de adaptación bastante admirables en este sentido, tal vez algunas obras individuales hayan sufrido las consecuencias de publicarse en el momento equivocado, recibiendo menos atención de la que podrían haber merecido, como Virtudes (e misterios), la epopeya migratoria de Xesús Fraga, premio Blanco Amor en 2019. O tal vez la pandemia no tenga nada que ver, porque en el sistema literario gallego, por desgracia, hace ya varios años que ni siquiera haber recibido un premio tradicionalmente prestigioso garantiza la visibilidad.
Muchas de las editoriales han continuado apostando por sus marcas de fábrica: Xerais, por ejemplo, con sus autores estrella Suso de Toro (Un señor elegante, curiosa mezcla de ficción y biografía) y Manuel Rivas (el manifiesto Zona a defender), prácticamente los únicos en la literatura gallega capaces de generar expectación e interés considerables fuera del círculo de los fieles. Junto a estos han seguido publicando también una serie de autores veteranos, fiables, capaces de ofrecer novelas sólidas que se desvíen de lo meramente comercial sin ser tampoco pasto exclusivo de minorías selectas (Todas as vidas, de Xosé Ramón Pena; Lara e Sabela, de Ignacio Vidal Portabales; Os incurábeis, de Antonio Tizón).
Me quedo con dos detalles: el anuncio de la publicación de las obras completas de la poeta Chus Pato y la dedicatoria del Día das Letras Galegas de 2021 a otra poeta, Xela Arias
También hay continuidad en el catálogo de Galaxia, con las novedades centradas en nombres ya conocidos: Xabier Queipo (Corazón de manteiga) Antón Riveiro Coello (O paraíso dos inocentes, que apunta un cambio de tono un tanto sorprendente), Inma López Silva (O libro da filla, publicado casi simultáneamente también en castellano, lo que parece ser una vía cada vez más transitada por aquellos autores gallegos con más proyección exterior), Berta Dávila (Illa decepción, poco más de un año después del éxito de Carrusel). Xina Vega (O estado intermedio) y Lara Dopazo Ruibal (O axolote e outros contos de bestas e auga) aparecen como nuevos fichajes: una novelista ya experimentada y otra novel (aunque con una trayectoria poética considerable) que dan cuenta de la diversidad de voces de autoría femenina en la literatura gallega actual. A estas últimas cabría añadir también Teresa Moure, que reaparece en la nueva editorial Cuarto de Inverno con Sopas New Campbell.
Es significativo también que Edicións Positivas, seguramente la más contracultural de las editoriales gallegas, haya vuelto a publicar a uno de sus autores fetiche, el dramaturgo Raúl Dans con Só un home bo. Las editoriales especializadas en traducciones han seguido asimismo manteniendo un nivel considerable de actividad; se trata de editoriales que, si bien se dirigen a una minoría dentro de una minoría, cuentan con un prestigio sólido debido a la importancia que el sistema literario gallego ha dado en las últimas décadas a la traducción como puerta de acceso a la realidad literaria global, como una forma más de estar en el mundo (literario). Aparte de Deshonra, de J.M. Coetzee, Rinoceronte ha apostado por el retrato de la Australia profunda que Kenneth Cook ofrece en O canguro alcohólico y por la poesía vanguardista de la japonesa Chika Sagawa. Hugin e Munin también ha traducido del japonés (O carangueixeiro, de Takiji Kobayashi), así como del serbocroata (Noventa anos despois, de Milovan Glišić). Irmás Cartoné, la más pequeña de estas tres editoriales, ha continuado con su empeño de ofrecer clásicos poco conocidos con E agora que, homiño?, de Hans Fallada. Nuevamente, quizás tampoco ninguna de estas obras –así como algunas de las que he nombrado en párrafos anteriores– haya merecido la atención que sería deseable: parecería que, a pesar de las apelaciones a crear redes, la escena literaria ha vuelto a caer en la inercia de publicar libros –algunos de ellos muy apreciables y otros menos–, despacharlos a todos con críticas más o menos positivas, si acaso celebrar un poco más uno o dos por su potencial de mensaje más que por sus cualidades literarias y repetir la operación cuando salga la nueva remesa de libros al mes siguiente.
Sin embargo, a poco menos de un año desde del inicio del desastre, casi podemos celebrar que las cosas no hayan cambiado. O que no hayan cambiado tanto y que 2020 haya sido un año que nos haya dejado unos pocos textos memorables: igual que todos los años, en realidad. Incluso estoy dispuesta a darles una oportunidad a todos esos libros pandémicos que me imagino que acabarán apareciendo este año y el próximo: como todas las modas en la literatura gallega (memoria de la Guerra Civil, Vigo noir), seguro que acabará por dar dos o tres obras que compensen al resto. Me quedo con dos detalles que podrían anunciar una nueva normalidad, una en la que nos relacionamos con nuestro canon de forma diferente. Uno es el anuncio de la publicación de las obras completas de la poeta Chus Pato en Euseino?, una editorial poco convencional, que ha comenzado este año con m-Talá en su vigésimo aniversario. Y el otro es la dedicatoria del Día das Letras Galegas de 2021 a otra poeta, Xela Arias (1962-2003), una de las grandes renovadoras de la poesía de los ochenta.
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Eva Moreda ha publicado varias novelas en lengua gallega. A Veiga é como un tempo distinto (Edicións Xerais, Premio Terra de Melide 2010) fue traducida al castellano (Pulp Books, 2013) y recientemente al inglés (Francis Boutle Publishers, 2019) tras recibir el premio PEN Translates de English Pen. Su última novela es Para toda a vida (Aira Editorial, 2020). Fuera del ámbito literario, Eva es profesora de musicología en la Universidad de Glasgow y ha publicado varios trabajos sobre la música española durante el Franquismo y en el exilio, así como sobre la historia de las grabaciones sonoras.
¿Resulta tópico, a la hora de enfrentarse a la tarea de hacer un balance literario del 2020, hablar de nueva normalidad? Allá por marzo, abril, primeras semanas de mayo, más de una vez perdí alguna hora de sueño pensando en cuál sería la nueva normalidad de la literatura gallega una vez que...
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