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Testigo de cargo (y X)

Muerte de un comunista

A Moncho Reboiras le disparó la policía tres tiros por la espalda cuando tenía 25 años, en 1975. En 2009, en virtud de la Ley de la Memoria Histórica, fue declarado oficialmente víctima de la dictadura franquista

Xosé Manuel Pereiro A Coruña , 16/10/2019

<p>Acto de homenaje a Moncho Reboiras el 12 de agosto de 2017.</p>

Acto de homenaje a Moncho Reboiras el 12 de agosto de 2017.

Oscar Valadares / Galiza Foto

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Su asesinato no tuvo demasiada repercusión fuera de Galicia porque aquellos meses, los últimos de vida de Franco, el dictador, sus instituciones y sus seguidores se encargaron de llevarse por delante, por lo civil o por lo militar, a todos cuantos pudieron. Un año antes habían ejecutado a Salvador Puig Antich en Barcelona y dos meses después fusilarían en Hoyo de Manzanares (Madrid) a tres militantes del FRAP y a dos de ETA. Pero en el caso de Ramón Reboiras Noia no hubo ningún juicio, ninguna excusa tipo “en España nadie es condenado por su ideología política sino por sus actividades delictivas”, que dijo Antonio Iturmendi, ministro de Justicia español en 1951. A Reboiras se lo cargaron a tiros por la espalda en una calle de Ferrol. 

Eran tiempos tan confusos que en una primera plana la muerte de Reboiras compartía espacio con la noticia de que dos comandos japoneses habían entrado en España para liberar a los presos del FRAP y del GRAPO, según el diario ‘Arriba’

Germán Man Castro (Esmelle-Ferrol, 1944) cubrió todo tipo de informaciones. Entre las de sucesos, recuerda aquella en la que un hombre había matado a puñaladas a su mujer antes de tirarse por la ventana –“lo que entonces se llamaba un crimen pasional”– y el policía que estaba de plantón en la puerta del piso les dijo a los periodistas, “¿queréis pasar a verlo?”. “Pasamos, pero la imagen de aquella chica joven con el pecho ensangrentado todavía me estremece”. Man Castro también dio la exclusiva, en noviembre de 1980, de la fuga del Rainbow Warrior, el buque de Greenpeace, que llevaba cinco meses retenido por la Marina acusado de atentar contra la industria ballenera. “Pero creo que el que suceso que más me impresionó fue el asesinato de Ramón Reboiras. Por una parte, porque llevaba solo algunos meses en Ferrol Diario [un periódico que existió entre 1969 y 1981] y aquello fue una prueba de fuego. Por otra, porque en las circunstancias en las que se podía trabajar en un tema así determinaron que no pudiésemos informar de lo que realmente había pasado”. Aquella jornada de trabajo de Man Castro empezó al modo clásico: con el timbre del teléfono. “Me llamó el director a casa a las ocho de la mañana. Un policía municipal había avisado de que había ocurrido algo muy grave en la rúa da Terra. Yo no vivía muy lejos, y me acerqué rápido. Había un remolino de gente y manchas de sangre en un portal”.  

Aquella mañana era el 12 de agosto de 1975, pero se tardó tiempo en conocer qué había pasado en aquel número 27 de la rúa da Terra, entonces José Antonio Primo de Rivera en pleno centro histórico de lo que en aquel tiempo era El Ferrol del Caudillo. Ramón Reboiras Noia, Moncho, era un chico de 25 años natural de la aldea de Imo, parroquia de San Xoán de Laíño, en tierras de Rosalía de Castro, que se había criado en Vigo. Su padre estaba embarcado y él ayudaba en el bar a su madre, alternándolo con algún trabajo esporádico en la construcción, mientras estudiaba bachillerato. A finales de los años 60, Vigo era un emergente hervidero político y social, en principio hegemonizado por el PC, pero con una cada vez mayor contestación por su izquierda. De aquel rechazo a lo que consideraban reformismo surgieron, por ejemplo, Xosé Humberto Baena, uno de los miembros del FRAP que sería fusilado en Hoyo de Manzanares, y gran parte de los GRAPO. 

Reboiras, que al acabar el bachillerato había estudiado Ingeniería Industrial, escogió otra vía: en 1969 ingresó en la Unión do Pobo Galego (UPG), el partido comunista nacionalista fundado cinco años antes. Él fue uno de los artífices de convertir un partido creado por intelectuales, de militancia muy escasa, en una organización con presencia en muchos ámbitos. Miembro del Comité Central y del Ejecutivo, fue el encargado de coordinar en una organización común –clandestina– las numerosas asociaciones culturales existentes. Empezó trabajando en los astilleros de Vigo, participó en las huelgas de 1972, le quitaron la beca y recorriendo empleos en fábricas por toda Galicia, fue también uno de los fundadores de los primeros sindicatos nacionalistas. Pero en el imaginario colectivo ha quedado como el responsable de la creación de un grupo paralelo a la UPG, armado, que tenía como objetivo conseguir fondos y medios para la organización. Eran tiempos en que comprar un paquete de mil folios era ya motivo de sospecha. 

“Estábamos dedicados al tema otro redactor, Andrés París, que tenía el cometido de tirar de la lengua a la policía, y yo, que hacía calle. No era muy gratificante ninguno de los dos trabajos. La policía no decía nada, y mucho menos emitía notas, y todo eran rumores, sobre todo el de que el muerto tenía relación con ETA, o intoxicaciones como la de que se había suicidado. No habían pasado un par de horas de los hechos, y los vecinos del edificio todavía estaban asustados por los tiros que habían oído, y no querían hablar. Ni ellos ni nadie. Había mucha confusión y mucho miedo. Y la verdad, aunque hubiésemos sabido algo, no lo hubiésemos podido publicar. Aquellas eran noticias de una única versión, incontrastable, pero con el inconveniente de que no había siquiera versión oficial. Tuvimos que llenar sobre todo con un reportaje fotográfico”, recuerda Man Castro. Eran tiempos tan confusos que en una primera plana la muerte de Reboiras compartía espacio con la noticia de que dos comandos japoneses habían entrado en España para liberar a los presos del FRAP y del GRAPO, según el diario Arriba.

Los tiros asustan en cualquier parte, pero los ferrolanos además no los confundían con petardos. Tres años antes, en las huelgas del 72, la policía había disparado contra una manifestación de trabajadores del naval, había matado a dos y herido de diversa consideración a medio centenar. Todas las empresas cerraron, el cuartel de la policía sufrió varios intentos de asalto, el Gobierno clausuró las comunicaciones telefónicas y un buque de la Armada se situó apuntando al puente de As Pías, la vía de acceso a la ciudad. Tampoco era novedad que la información oficial fuese escasa y mala. “La nota oficial nos llegó días más tarde, y hacía mención a ETA-UPG. Nosotros no teníamos ningún tipo de claves para ver lo que había detrás o no”, señala el veterano periodista. Las versiones contrastadas posteriores tampoco fueron bien recibidas: ya en 1981, el historiador Francisco Carballo fue condenado a seis meses de prisión por injurias a la policía por escribir que Reboiras había sido asesinado, y el director de A Nosa Terra, fue procesado en base a la Ley de Defensa de la Constitución por publicar el relato de lo que pasó según las víctimas. 

Tres años antes, en las huelgas del 72, la policía había disparado contra una manifestación de trabajadores del naval, había matado a dos y herido de diversa consideración a medio centenar

Reboiras era responsable de un comando que no llegaba a la media docena de integrantes. Cometieron un par de atracos a bancos y un asalto a la comisaría de Lugo en la que obtuvieron miles de DNIs en blanco (ya en los 80, uno de los integrantes, sin saber qué hacer con ellos, los devolvió a un gobernador civil que conocía). Tenían contactos con ETA (pm), que resultaron ser un regalo envenenado, porque entre los enviados a Galicia estaba Mikel Lejarza, El Lobo, el infiltrado en la cúpula de la organización vasca. Moncho estaba ya en la clandestinidad cuando llegó a Ferrol, a un piso en el número 53 la calle Concepción Arenal, en el que residían dos militantes de la UPG (pero no del grupo armado), Elvira Souto y Lois Ríos. Sobre las dos de la madrugada del día 12, los tres escucharon ruidos en la calle, frente al portal. Por la ventana observaron un gran despliegue policial (después se sabría que participaron unos 200 agentes). Reboiras, el único armado, decidió huir por los tejados para distraer la atención de los perseguidores, mientras sus dos compañeros encontraron refugio en casa de una anciana vecina, que no les delató ni cuando la policía fue revisando el edificio. 

A Moncho Reboiras lo olfatearon los perros nada más salir del portal del número 45, y la policía le disparó –al aire, según la versión oficial habitual– en cuanto emprendió la huida. Alcanzado en la espalda por tres balas, consiguió recorrer unos 250 metros hasta refugiarse en el portal del 27 de la Rúa da Terra, donde morirá desangrado. La policía no entrará hasta casi dos horas más tarde, después de ametrallar la puerta y lanzar gases lacrimógenos dentro. Todo ocurrió a un centenar escaso de metros de la casa donde había nacido Francisco Franco Bahamonde. Echando mano de su archivo de Ferrol Diario, Germán Castro recuerda la razón de que la intensidad informativa del asesinato bajase rápidamente. El 14 de agosto, dos días después, el ya achacoso dictador y su señora arribaban a la ciudad en el Azor, con el consiguiente despliegue de focos, autoridades y primeras planas, para asistir a una demostración naval en la ría y después orar en el santuario de la Virgen de Chamorro, según las crónicas. 

La UPG y otras fuerzas políticas han celebrado siempre el aniversario de la muerte de Reboiras, pero quizás el más emotivo fue el trigésimo cuarto. El 12 de agosto de 2009, en virtud de la Ley de la Memoria Histórica, Ramón Reboiras Noia era declarado oficialmente víctima de la dictadura franquista.

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Autor >

Xosé Manuel Pereiro

Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias

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3 comentario(s)

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  1. Manuel

    Xose Manuel, sobre el fantasma de Mikel Lejarza lee un articulo reciente de Xabier Makazaga. Parece que fue un muerto converto en policia.

    Hace 4 años 4 meses

  2. Manuel

    Xose Manuel, sobre el fantasma de Mikel Lejarza lee un articulo reciente de Xabier Makazaga. Parece que fue un muerto convertid en policia.

    Hace 4 años 4 meses

  3. Moinante

    Pregunta 1ª: ¿Como salieron Elvira Souto y Lois Rios de la casa sin que 200 policías no se percataran? Pregunta 2º: ¿Como 200 policías conociendo que Moncho Reboiras tenía contactos con ETA, que en aquellos años actuaba a toche y moche, dejó sin registrar la casa de la anciana? Por favor, quien conozca como era la policia en aquellos tiempos con los anti-franquistas, que dejasen de hacer de cumplir su función, no se lo cree nadie.

    Hace 4 años 4 meses

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