Hoy, en los recuerdos de Instagram me han salido unos vídeos del 21 de diciembre de 2019, exactamente de hace un año. Eran los vídeos del concierto Contrapunto en el que Ivan Ferreiro y Zahara compartieron repertorio junto a otros artistas invitados. Éramos unas 7.000 personas, todas cantado a voz en grito en el IFEMA. Nunca podríamos haber imaginado que ese lugar se convertiría pocos meses más tarde en un hospital de campaña, ni tampoco lo peligroso que resultaría hoy esa cantidad de gente y sus respectivas gotículas. 

Hoy, al ver esos vídeos, la voz del gallego no es lo único que pone los pelos de punta.

Y luego está Raphael. 

El concierto más numeroso desde el inicio de esta pesadilla ha acogido a unas 5.000 personas (no quiero ni saber la edad media), que es efectivamente el 30% del aforo total del WiZink Center. 

“Si la incidencia acumulada fuera preocupante, de aquí en adelante se suspenderán estos eventos porque es lo único que queda”, ha declarado nuestra querida Isabel Díaz Ayuso entre gritos de “no a la Ley Celaá” (estaba en una protesta contra la nueva reforma educativa).   

En fin, presidenta, en un mes hemos pasado de tener la incidencia más baja de España a tener la segunda más alta y has tenido que reducir las cenas de navidad a 6 personas; llámenme loca, pero diría que eso es preocupante o que bueno no es. Y de todas formas, del 30% al 10% hay una diferencia de más de 3.000 personas y Raphael podría conformarse con una pizca menos de taquilla, tampoco seamos drásticos. 

Los que piensan que la indignación por el evento es absurda porque cumplía todas las medidas de seguridad pueden tener razón; sin embargo, quizás valdría la pena plantearse si lo absurdo son estas medidas. En Cataluña, por ejemplo, los eventos se reducen a un tercio del aforo y se prohíben actos con más de 1000 personas.

Si algo hemos aprendido en estos tiempos tan raros es que la ventilación es un arma útil contra el bicho. Entonces, ¿por qué la presidenta o el alcalde, que tan comprometidos dicen estar con la cultura, no adaptan sitios al aire libre para eventos culturales? –por ejemplo, en Nueva York en septiembre los coles estaban dando clases en el exterior– . Supongo que un techo de plástico y unas estufas son demasiado para su presupuesto; se ve que preferimos gastarlo en un puente para que Alejandro Sanz toque tres canciones (no es nada personal) o en luces de navidad rojigualdas.

Para qué mentir: en realidad, lo que molesta es que se autorice un evento de ese calibre a una celebridad con tanta pasta mientras otros artistas se dejan sus pocos ahorros en hacer pancartas que reclaman algún tipo de ayuda por parte de las autoridades del Estado.

No me malinterpretéis, sé que hay que vivir,  ir al cine, al teatro y a los conciertos, y a tope con la #culturasegura, pero es que me encanta la polémica social.

Creo que en este caso la polémica da poco de sí. Quienes habéis criticado ciegamente el evento puede que simplemente os choque ver a mucha gente junta tras tanto tiempo de confinamiento, como a mí me chocan los vídeos de hace un año, o que no os parezca justo que no podáis ser 10 en casa en navidad pero sí 5.000 en un concierto. Pensad que si os dejasen ser 10, probablemente seríais 10 o 12 y entonces consejos venderíais que pa vosotros no tendríais.

Dicho esto, salud, república y feliz navidad.