En primera persona
La mentira de comparar Rodea el Congreso con el asalto al Capitolio de EE.UU
No, no es lo mismo quien pide igualdad de derechos que quien ha trabajado toda la vida para que no pudieras conseguirlos
Carlos Paredes 8/01/2021
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Toda esta gente, tan próxima ideológicamente a Trump, que, desde la ocupación del Capitolio, ha venido a decir poco menos que ha sido lo mismo que la manifestación de Rodea el Congreso. Gente para quienes la verdad es lo de menos; cuyo éxito profesional y político se ha basado históricamente en el engaño. Esta gente, tan propia de la España de caciques en blanco y negro, que dice defender la unidad del país alimentándose del odio –cuando no es ETA, son los catalanes (lo dicen así, con brocha gorda) y cuando no, el comunismo– llenándose sus bolsillos con el sangrar de las heridas; de facto, dividiéndonos. Ellos, y sus escisiones; el que por escrito ansiaba la unidad del país a golpe de añorado fusilamiento, y quienes ocupando un escaño dijeron “ese es uno de los nuestros”.
Toda esta gente de la España “Unida”, a la que le sobran los españoles homosexuales, las personas trans, o que directamente no es como ellos. Toda esta gente de la España “grande”, que vive de alimentar el odio interno. La gente que mete en la cárcel a titiriteros pero defiende la corrupción que tienen dentro. Esa gente que se lleva el dinero de los impuestos a empresas privadas de su entorno, mientras deja la sanidad y educación públicas en paños menores. Esa gente que si tienes un seguro médico te lleva de la residencia al hospital (privado), y si no, te deja morir dentro. Esos, de guante fino, que dicen que los ladrones son los demás, que te señalan al de enfrente, al distinto, al extraño, ese que no es como ellos, diciendo que va a venir a quitarte lo poco que tienes, mientras son ellos los que vacían la hucha de las pensiones.
Toda esa gente, que necesita banderas gigantescas, para tapar con ellas la gigantesca vergüenza de los hechos.
Toda esa gente, tan allegada a Trump y sus métodos, que compara lo que pasó en el capitolio, con ‘Rodea el Congreso’.
Se producía de facto, el nuevo cambio de gobierno en Estados Unidos, ya saben, lo que viene después de la “fiesta de la democracia”, algo que, cuando no sale uno de ellos, por lo visto es siempre una estafa, como expresaba Trump, negándose a dejar el gobierno. Sabemos mucho de eso aquí, de cuando los atentados de Atocha, sin ir más lejos. Esas élites acostumbradas a ejercer su voluntad, que en algunos círculos todavía se piensan con derecho divino para mandar sobre el resto; siempre en contra de que nadie pueda tener los derechos que tienen ellos. Los que se oponen al aborto, pero se pagan el viaje para abortar en otros países. Son los mimos que aquí trataban de impedir que puedan casarse dos personas del mismo sexo, y lo pelean hasta el Supremo. Los del matrimonio para toda la vida a sangre y fuego. Aquellos a quienes chirría que el voto de un blanco heterosexual, valga lo mismo que el de una persona trans, o que el de un negro, especialmente cuando no sirve para darles poder a ellos.
Racistas (ahora llamados supremacistas blancos), xenófobos, homófobos, y gentes de mucha Biblia, tan aficionada a las armas para que sea sencillo saltarse el primer mandamiento; esos, asaltaron la sede del poder legislativo estadounidense para impedir el cambio de gobierno.
Y aquí... aquí, sus semejantes políticos desde la intimidad o desde el púlpito no han tardado en compararlo con la manifestación de Rodea el Congreso.
Yo estuve en Rodea el Congreso. Yo, personalmente vi las cargas de la policía por los andenes de Atocha, obedeciendo las órdenes que dieron ellos.
A Rajoy se le invistió en diciembre de 2011, y la manifestación de ‘Rodea el Congreso’ tuvo lugar el 25 de septiembre de 2012. No fue en su investidura como dicen esta gente tan acostumbrada a la impunidad del engaño al prójimo. La manifestación fue motivada por los recortes de su Gobierno. Pueden darse una vuelta por las UCIS para saber lo que significan estos días los recortes en sanidad de entonces.
La manifestación fue una concentración escrupulosamente pacífica en la glorieta de Neptuno. Ni entró en la Carrera de San Jerónimo donde se encuentra el Congreso (totalmente vallado) ni asaltó ningún edificio. Es que aquí, cuando esta gente ocupaba el poder, no te dejaban ni acercarte al Congreso. ¿No recuerdan ustedes la doble hilera de vallas a uno y otro extremo de la calle y los furgones de antidisturbios que había dentro? Estuvieron ahí prácticamente un año, como si fuera una fortaleza, cuyas vallas se abrían tímidamente para dejar un estrecho paso cuando no había manifestación.
Cuando ‘Rodea el Congreso’, Cristina Cifuentes, delegada de Gobierno en Madrid, se preocupó mucho de menoscabar el derecho de protesta, acotando el derecho de reunión como no se ha visto hasta el actual estado de alarma. Esa es la libertad que pregonan. Cada vez que se hacía un corro de gente en el Retiro, para discutir sobre la manifestación, la policía venía a identificarlos porque, al parecer, para sentarse en la hierba, si eran más de once, hacía falta autorización del gobierno.
El 25 de septiembre de 2012, viernes para más señas, la policía nacional, cuyo director general era Cosidó (acusado de montar su propia CIA), nombrado por Jorge Fernández Díaz (sí, al que pusieron escuchas en el despacho), ministro de Interior de Rajoy, acordonó todas las salidas del Paseo del Prado (la calle donde se concentraba la manifestación) hacia el barrio de las Letras, mientras cargaba contra la multitud. Como si el objetivo fuera masacrarlos.
Pedían sanidad y educación públicas, para que no pasara lo que pasa ahora. Pedían igualdad de oportunidades. Pedían que se salvaran las pensiones. Pero así son ellos. Cuando pides igualdad de oportunidades, te comparan con unos nazis, o con ETA, o con vete tú a saber qué, porque los del supremacismo (de clase social, de condición sexual, de género, que no están dispuestos a perder) son en realidad ellos.
Yo estaba allí, había niños, ancianos.... y mucha policía. No les dejaban ir por el Paseo del Prado hacia arriba, tampoco salir huyendo por las calles de los lados. Cargaron indiscriminadamente. Algunos se refugiaron en la cafetería Prado. Me pillaron las cargas intentando alcanzar la estación de Atocha. Corrí hacia Embajadores, para coger el tren. Cargaron por la Ronda de Atocha, arrasaron sobre la cola que había para entrar en el Circo Price.
Pude coger el tren que pasaba por Embajadores para irme a casa... y al llegar el tren a la estación de Atocha, la policía, a sus órdenes, las del partido de Casado, cargaba por el andén de la estación haciendo el armadillo y disparando bolas de goma al aire, mientras corría la gente, viajeros y no viajeros.
Cuando mi tren arrancó, la persona que estaba sentada frente a mí, que sin más iba de viajero, se levantó exaltado al verlo, y de pura impotencia, pegó un puñetazo al cristal, al borde del llanto. La gente iba corriendo por las vías, huyendo de la policía, mientras los trenes iban pasando. Con un nudo en el estómago, me fui a casa ese día, pensando que al encender la tele, vería en las noticias que había habido muertos.
Esta gente tan próxima a las ideas de Trump, que compara ambas manifestaciones, son los que hubieran asaltado el Capitolio, no los que protestaban en el Congreso.
Me sangra en lo más hondo la odiosa comparación, o que burdamente pretendan atribuirle a Pablo Iglesias aquella manifestación. Un Pablo Iglesias que ni estaba, ni se le esperaba, ni conocía nadie en aquel momento.
No, no es lo mismo quien pide igualdad de derechos que quien ha trabajado toda la vida para que no pudieras conseguirlos. Si quieren saber quiénes eran los del Capitolio, no tienen más que echar un vistazo a quienes han hecho tan hiriente comparación con ‘Rodea el Congreso’. Todavía hay tiros de bala en el techo de ese edificio, disparados por quienes expresan simpatías con ellos.
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Carlos Paredes, exportavoz de Democracia Real Ya.
Toda esta gente, tan próxima ideológicamente a Trump, que, desde la ocupación del Capitolio, ha venido a decir poco menos que ha sido lo mismo que la manifestación de Rodea el Congreso. Gente para quienes la verdad es lo de menos; cuyo éxito profesional y político se ha basado históricamente en el engaño. Esta...
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Carlos Paredes
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