EL PITO DEL SERENO
El capitalismo se echa a dormir
El cambio de ciclo político, consagrado con la segunda victoria de Trump, ha demostrado que las empresas se limitaban a responder a determinados estímulos. Ahora responden a otros. El caso más sonado ha sido el de Meta
Elena de Sus 18/01/2025
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En medio del ruido informativo que nos persigue, nos empuja y nos intenta agarrar, hay argumentos cuya falsedad se demuestra sola. Basta con esperar el tiempo suficiente. Ni siquiera suele ser mucho.
¿Alguien recuerda toda la saliva, tinta y electricidad que se malgastó en argumentar que Israel no podía haber sido responsable del lanzamiento de un misil a un hospital en Gaza en octubre de 2023? Bueno, solo ha pasado un año y medio desde entonces.
Algo así ha sucedido con la idea de que la promoción del ecologismo, el feminismo, el antirracismo o los derechos LGTBIQ+ formaba parte de un plan procedente de las élites económicas para debilitar la civilización occidental o confundir a la clase obrera, según el tono parduzco de quien lo dijera.
El cambio de ciclo político, consagrado con la segunda victoria electoral de Donald Trump, ha demostrado que las empresas se limitaban a responder, dentro de sus márgenes y muchas veces con trampas, a determinados estímulos por parte de las instituciones, los mercados y el público consumidor. Ahora responden a otros.
Las empresas se limitaban a responder a determinados estímulos por parte de las instituciones y el público
El caso más sonado ha sido el de Meta. La empresa de Mark Zuckerberg, propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp, ha anunciado cambios en su política de moderación. Entre otras cosas, elimina el fact checking en sus plataformas, por ahora en Estados Unidos, al considerarlo “inútil” y políticamente sesgado. Sus nuevas normas comunitarias permiten llamar enfermas mentales a las personas LGTBIQ+. Se trata de una excepción expresa, es decir, no es que ahora se permita llamar enfermo mental a cualquiera, es que no se permite salvo que te refieras a las personas LGTBIQ+, “dado el discurso político y religioso sobre transexualidad y homosexualidad”.
Zuckerberg ha aparecido en el podcast de Joe Rogan defendiendo la necesidad de más “energía masculina” en las empresas. Ha incluido en la junta directiva de Meta a Dana White, el dueño de la UFC (donde pelea Topuria), cercano a Trump. Existe un vídeo de White agrediendo a bofetadas a su esposa, Anne White, en público.
En lo personal, Zuckerberg se ha puesto fuerte, ha empezado a practicar artes marciales y le ha dado por el Imperio romano. En lo económico, se comenta que no le viene mal la ayuda de la Administración Trump contra las investigaciones por monopolio en Estados Unidos, la regulación europea y la competencia china. Cada cual puede fijarse en la faceta que más le interese, pero el caso es que, por muy poderoso que sea el individuo Zuckerberg (el tercero más rico del mundo), esto forma parte de una tendencia, al menos, en Estados Unidos.
Meta ha anunciado el fin de sus programas de diversidad, inclusión y equidad para su fuerza laboral, pero también han hecho anuncios similares empresas con una cantidad de personas empleadas mucho mayor, como Amazon, Walmart o McDonald’s.
La prensa económica lleva un par de años dándole vueltas a si hemos alcanzado el peak woke, el techo de la conciencia social, por así decirlo. Un artículo reciente de The Economist argumentaba que esto había sucedido en Estados Unidos entre 2021 y 2022 y lo acompañaba de cifras como un descenso del uso de palabras como “privilegio blanco” en el New York Times; del porcentaje de la población que piensa que las diferencias raciales se deben a la discriminación, o de las menciones a la diversidad, equidad e inclusión en las ofertas de trabajo. Cabe destacar que todas estas posturas woke habían crecido de forma espectacular desde 2015, debido en gran parte, según la propia revista, a los movimientos Me Too y Black Lives Matter y siguen siendo mucho más populares que hace diez años. Además, estas posturas están mucho más presentes en la gente joven.
La prensa económica lleva un par de años dándole vueltas a si hemos alcanzado el peak woke
Si hemos alcanzado algún tope en lo woke, el activismo de la extrema derecha ha tenido algo que ver en ello. Desde denuncias en los tribunales contra los programas de inclusión, alegando que son discriminatorios, a pollos mediáticos contra cualquier empresa que lanzara una campaña publicitaria de apariencia inclusiva.
A quienes leemos esta revista quizás nos resulte difícil de asimilar, pero Larry Fink, CEO de Blackrock, la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, accionista de todo lo que te puedas imaginar y más, lleva años siendo duramente atacado por ser woke en espacios como el programa de Fox de Tucker Carlson. Las administraciones públicas de los estados de Florida y Texas, bajo control republicano, han retirado inversiones de Blackrock.
El motivo es que Fink ha defendido los criterios de inversión ESG y en 2020 osó declarar que “el cambio climático es un riesgo financiero”. Los criterios ESG, promovidos por la ONU, se popularizaron a partir del Acuerdo de París en 2015. La teoría es que las inversiones en sectores como las energías renovables serían más rentables a largo plazo, debido a la necesidad de adaptarse a la crisis climática, y que las empresas más diversas presentarían una mayor fortaleza en el escenario global. Obviamente, esto ha dado lugar a múltiples engaños, hipocresías y greenwashing. Sin embargo, en el fondo, está ampliamente reconocido que el cambio climático es un factor a tener en cuenta, por eso cada vez es más difícil y caro asegurar una vivienda en Florida o California, por ejemplo.
Blackrock ha pasado de votar a favor de los criterios ESG en el 40% de las juntas de accionistas en 2021 a solo el 8% en 2023, siguiendo la tendencia general de los inversores estadounidenses, pero de forma más acusada. En 2023, Fink anunció que dejaría de usar el término ESG porque se ha “politizado” y la compañía triplicó la partida asignada a seguridad para su CEO. Este 10 de enero Blackrock se ha retirado de la alianza de gestores de fondos por el Net Zero (de emisiones de carbono), impulsada por la ONU, y esta ha procedido a suspender sus actividades.
En el sector del entretenimiento, el CEO de Disney, Bob Iger, declaró en 2023 que “los creadores perdieron de vista cuál debería ser su objetivo número uno… lo principal es entretener… esto no va de mensajes”. Estos días hemos visto reflexiones similares en la industria de los videojuegos.
El dibujante Mauro Entrialgo, en un ensayo reciente, identifica y describe una tendencia que él llama “malismo”. Una actitud chula y autoritaria, de matón, que detecta en el estilo comunicativo de políticos como Trump o Ayuso, en la publicidad o incluso en los nombres de los restaurantes de Madrid. De forma intuitiva, Entrialgo atribuye parte de su éxito a las redes sociales. Considera que las redes han servido para introducir, a través de los trolls, estos discursos irrespetuosos y agresivos en la esfera pública y comprobar su potencial.
“Me siento liberado”, le confiesa un banquero de inversión de forma anónima al Financial Times, “podemos decir ‘retrasado’ y ‘gallina’ sin miedo a que nos cancelen… Es un nuevo amanecer”.
No sé si echaremos de menos el greenwashing y el pinkwashing. Como hemos visto ya muchas veces, en el entorno actual, para una persona o institución sometida a presiones por las diferencias entre el discurso y los hechos, es más práctico cambiar el discurso que los hechos.
Es muy probable que nada de esto tenga un gran impacto en la vida de la persona que está leyendo esto, pero en este proceso salen perdiendo mujeres, personas racializadas, LGTBIQ+, personas con discapacidad o, en general, personas que no sean hombres blancos heterosexuales normativos. Esas que, precisamente, han liderado el resurgir sindical en Estados Unidos. El mercado, simplemente, sigue a lo suyo.
En medio del ruido informativo que nos persigue, nos empuja y nos intenta agarrar, hay argumentos cuya falsedad se demuestra sola. Basta con esperar el tiempo suficiente. Ni siquiera suele ser mucho.
¿Alguien recuerda toda la saliva, tinta y electricidad que se malgastó en argumentar que Israel no podía...
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Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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