Rodrigo Cuevas / Músico y agitador folclórico
“Hay una disidencia sexual mucho más potente en Miguel de Molina que en unas cuantas divas del pop juntas”
Carlos H. de Frutos 29/04/2021
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Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) vive en Vegarrionda, una pequeña aldea de apenas 15 habitantes del municipio asturiano de Piloña. La decisión de alejarse de la ciudad la tomó hace casi 15 años, cuando tras terminar sus estudios en la Escuela Superior de Música de Cataluña encontró en el campo la autenticidad que ha nutrido una propuesta musical única. “Todo lo que me interesa artísticamente está en el pueblo: la música tradicional, el baile, las historias… Está todo aquí”.
Con la libertad creativa que le dispensa la autoetiqueta de agitador folclórico, este ovetense de 36 años ha construido durante casi una década una identidad artística a través de la que ha logrado llevar el folclore asturiano a un registro sonoro intransitado de la mano del productor Raül Refree (Rosalía, El Niño de Elche, Silvia Pérez Cruz, etc.), junto al que firma su último trabajo Manual de Cortejo.
De recorrer con su espectáculo de cabaret unipersonal los bares y tabernas de su tierra, a llenar el pasado mes de marzo dos noches seguidas el Palau de la Música Catalana. La de Cuevas es una carrera de fondo en la que se permite el lujo de disfrutar del trayecto. Una apuesta alternativa por la música de raíz con un directo inclasificable que reivindica la “celebración de los derechos innegociables: querernos, ser poéticos y vivir en un mundo bello y justo para todos”.
¿Cómo se percibe y se vive la pandemia desde una aldea de 15 habitantes?
Quizá en el pueblo todo es más liviano, más fácil. Pero se nota, sobre todo en las interacciones sociales. En los pueblos las relaciones son muy estrechas y a mí es lo que me da la vida aquí. Ahora son un poco más frías, más distantes, no puedes hacer todo lo que quisieras con los vecinos. Yo estaría todo el día metido en sus casas, aprendiendo un montón de cosas, y ahora como mucho nos tomamos un café a distancia en la puerta. Yo viajo mucho y no quiero exponer a la gente.
¿Qué le aporta el mundo rural?
Aquí noto más autenticidad que en las ciudades, en las que hay una eterna búsqueda de ella, pero donde no la hay por ningún lado. En la ciudad es todo como muy de postín, mientras que en el pueblo creo que las relaciones humanas son mucho más reales, más intergeneracionales, y todo eso a mí me alimenta mucho.
Es un gran defensor del papel de lo rural en la lucha contra el cambio climático. ¿Cree que es un actor de preservación del medioambiente a veces poco valorado o tenido en cuenta?
Sí. Yo creo que, aunque el movimiento de activismo ecologista sea eminentemente urbano, realmente los grandes ecologistas son la gente del campo, incluso aunque muchas veces renieguen del ecologismo. Aquí no puedes hablar de ecologismo porque sienta fatal, pero los grandes ecologistas para mí son los ganaderos. Ellos son los que llevan gestionando estos bosques desde tiempos inmemoriales, y así están de guapos.
Creo que hay muy poco reconocimiento de la labor que se hace desde la ganadería y la agricultura en el mantenimiento no solo del campo y del paisaje, sino también de la biodiversidad.
¿Cree que esta tendencia de vuelta a lo rural en tiempos de covid se consolidará una vez pasado lo peor de la pandemia?
Yo creo que sí. De hecho, ya hay mucha gente que se está quedando aquí a vivir. Es cierto también que la visión que se tiene de lo rural desde lo urbano muchas veces es muy idealizada, como si esto fuera un parque temático o un polideportivo gigante donde puedes hacer fiestas y actividades al aire libre y no hay que respetar nada.
Cada vez se está notando más ese choque que muchas veces se da con la gente que viene de la ciudad, y habrá que poner un poco de empeño en eso. Es una cuestión de códigos no compartidos y de choque cultural. Por supuesto que hay que animar mucho a la gente a que venga al campo, pero también a que se integren, a que busquen cómo vivir en el campo y no que lo modifiquen, porque lo guay es lo que tenemos.
¿Cómo llega al mundo del folclore? ¿Qué es lo que le atrapa?
Lo primero que descubrí fue a Mercedes Peón y a Coetus. Fue una época en la que además recuerdo que acudí a un congreso de etnomusicología en Palma de Mallorca. Ahí escuché cantar tonada mallorquina y me flipó. No sabía que teníamos una forma tan primitiva de cantar, tan auténtica, tan preciosista. Me enamoré, y dije: yo quiero estudiar esto.
Siempre comenta no sentirte cómodo con la etiqueta de transgresor, ni con la de renovador del género del folclore. Sin embargo, ha optado por adoptar el término de agitador folclórico.
Es una etiqueta fácil y sencilla, que me permite explicar lo que hago y no limitarme mucho. Efectivamente, la palabra renovación es algo que se utiliza mucho y no me gusta. Algo se renueva cuando está viejo y roto, y para nada es el caso.
A mí siempre me fascinó la gente graciosa, me enamoro de la gente graciosa, me quedo embobado. Yo siempre quise ser así y nunca lo conseguí
El camino natural del folklore es ese hacer las canciones que te transmitieron oralmente y hacerlas con lo que se tiene a mano. Antes eran panderos de pieles de cabra y madera, cucharas, morteros, parrañuelas, latas de pimientos, parches de piel, lo que había… Si ahora tengo muchas más cosas (sintes, pedales de voz, etc.), pues lo normal es que los utilice.
Hablemos de su nuevo show, Trópico de Covadonga, que procede del disco Manual de Cortejo que publicó el año pasado, y que está empezando a retomar poco a poco tras el parón por la pandemia. ¿A qué responde esta decisión de presentar el directo como una propuesta diferente al disco, ya incluso desde el propio título?
La idea procede de que antes solía preparar primero el directo y luego coger las partes que más me interesaban musicalmente y llevarlas al disco. Entonces me costaba mucho reflejar en el directo todo lo que yo quería transmitir. Porque no solo es música, hay muchos detalles, muchas historias, mucha performance, y no sabía cómo hacer para llevar eso al disco. En este trabajo sin embargo sí que lo conseguí, pero igualmente creo que el directo tiene una entidad propia, hay mucho más, y por eso le pongo otro título.
¿Qué importancia tienen aspectos como lo performativo y el humor en tu obra y en concreto en este show?
Es un poco como cuando vas a un concurso de talentos y sacas todo lo que tienes. Siempre me ha gustado utilizar lo físico, el cuerpo, bailar. De hecho, hice muchos años de danza contemporánea. Me gusta que no haya solo música si no también algo de teatro.
En cuanto al humor, me parece básico en la vida. A mí siempre me fascinó la gente graciosa, me enamoro de la gente graciosa, me quedo embobado. Yo siempre quise ser así y nunca lo conseguí. Con el tiempo me di cuenta de que encima del escenario sí era capaz de serlo y ya me enganché. Creo que sin el humor no hubiera llegado tanto mi mensaje, ni la música que hago, por eso intento mantenerlo, aunque me sale solo.
Me gusta la naturalidad, incluir todos los fallos que ocurren y convertirlo en algo favorable. Yo eso lo agradezco mucho cuando voy a un espectáculo. Es más bonito que no todo sea perfecto, reírse de uno mismo y asumir los errores. Creo que nos hace falta.
En Manual de Cortejo vemos una cierta evolución hacia una vertiente más reflexiva e introspectiva, quizá algo alejada del tono festivo y cabaretero de anteriores trabajos. ¿Por qué este giro?
A veces el humor tiene ese doble filo. Puede ayudar a transmitir más, a llegar a más gente, pero el mensaje puede quedar un poco diluido: se corre el riesgo de parecer superficial. En este directo no reniego del humor, pero sí quería dar un golpe sobre la mesa y transmitir que hay mucho más. Que hay seriedad en todo lo que trato, aunque sea con humor, que yo todo esto me lo creo en serio.
El músico y productor Raül Refree firma con usted este Manual de Cortejo. ¿Qué tiene de especial la forma de trabajar de Raül para terminar involucrándose en los proyectos hasta el punto de que los artistas sintáis la necesidad de ponerle en primer plano?
Raül es muy comprometido con el trabajo que está haciendo a nivel artístico, le gusta involucrarse mucho desde el principio. En mi caso, lo que hicimos fue desnudar las canciones. Dejamos solamente las voces y las percusiones y empezamos desde cero la producción, lo cual siempre es mucho mejor. Creo que puede que sea eso lo que le pase con todo el mundo. Si tienes el tiempo y las ganas de comprometerte con un proyecto al final es difícil que no pase eso.
Refree es alguien que está acostumbrado a trabajar con estilos muy distintos, muchos de ellos vinculados a la música tradicional y de raíz, pero se trataba de su primera incursión en el folclore asturiano. ¿Cómo afrontasteis este proceso creativo?
Decidimos hacernos un viaje por aquí, por mi tierra, grabando a señoras que tocasen y cantasen. Ahí nos dimos cuenta de que debíamos partir de lo que realmente es la música tradicional asturiana: la voz y la percusión. Aquí prácticamente la armonía no aparece hasta el siglo XX. Había muy pocos instrumentos armónicos, y esa vía nos facilitó mucho las cosas a nivel conceptual para, a partir de ahí, trabajar en el estudio, en Barcelona.
¿Es el folclore asturiano más flexible o tolerante con estas agitaciones que otros géneros como, por ejemplo, el flamenco, donde la reacción ante propuestas como la del El Niño de Elche o Rosalía ha sido en ocasiones muy vehemente?
En el folclore asturiano también pasa. Por ejemplo, con la tonada, que es un canto folclórico de alto nivel, difícil de cantar. Todavía hay mucho conservadurismo que dice lo que es tonada y lo que no, y mucha gente que se ofende porque cantes una tonada de otra forma.
Todavía hay mucho conservadurismo que dice lo que es tonada y lo que no, y mucha gente que se ofende porque cantes una tonada de otra forma
A mí me ha pasado, pero bueno… pues es que me da igual. No creo en los exámenes ni en los concursos de cazatalentos como para que alguien pueda decirme si lo que hago es una cosa u otra. No es lo que pretendo. Simplemente canto canciones que me gustan y punto, y las hago como me gustan. No me interesan esas clasificaciones.
En Manuel de Cortejo dedica uno de los temas a recordar la figura de Rambal. ¿Quién fue Rambal?
Rambal fue un personaje de Cimadevilla. Un barrio de Xixón marinero, de pescaderas y de cigarreras, muy pobre, muy rojo y muy organizado socialmente. Nació en el año 29 y se crió en ese ambiente siendo, como dice la Tarabica, una de esas pescaderas, maricón de nacimiento.
Era abiertamente maricón, él se definía así en una época muy difícil, en pleno franquismo. Le gustaba mucho cantar, travestirse, disfrazarse, hacer sus shows en todos los bares que había por Cimadevilla. Y todo el mundo le quería.
Lo asesinaron en el año 76, en su propia casa. Hubo un entierro masivo, una auténtica manifestación. La gente quedó muy dolida, nadie se lo esperaba. Nunca se supo realmente quién asesinó a Rambal, no hubo un juicio justo, nunca se cerró el caso, está abierto. Por hacerle un poco de justicia poética, ya que no hubo una justicia real, escribí esta canción.
¿De qué manera el activismo social y la defensa de los derechos LGTBI impregnan su obra?
Es algo me gusta que esté en mi obra. Me gusta demostrar que en el mundo antiguo había maricones, que no es como nos lo pintan. A veces pensamos que la gente de antes vivía en burbujas y no se enteraba de nada, o por lo menos yo pensaba eso, hasta que empecé a tratar con gente mayor y pensé: qué tonto soy, qué manera de juzgar a la gente.
La gente mayor migró, volvió, está de vuelta de mil historias y pasó muchas más cosas que nosotros. Por eso me gusta también reflejar esas realidades, que los subterfugios y las periferias existieron siempre.
A la hora de encontrar referencias LGTBI en la música solemos pensar en música pop, fundamentalmente. ¿Es en otros géneros, y en particular en la música de raíz, algo menos frecuente o simplemente más invisibilizado?
En el mundo del folclore también hay muchos referentes LGTBI. Pero claro, la cultura del pop está muy ligada al mundo LGTBI. Yo como nunca fui muy popero, pues no me llegaron tanto, la verdad. Pero sí me llegaron otros referentes de la copla o del cuplé, incluso.
Todas esas disidencias sexuales las encuentro más en ese mundo. Las veo más reales, más disidentes de verdad. No como en el pop, en el que es todo como más light, más superficial y happines. Creo que, en el mundo de la copla, un personaje como Miguel de Molina es una figura mucho más potente que unas cuantas divas del pop juntas.
Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) vive en Vegarrionda, una pequeña aldea de apenas 15 habitantes del municipio asturiano de Piloña. La decisión de alejarse de la ciudad la tomó hace casi 15 años, cuando tras terminar sus estudios en la Escuela Superior de Música de Cataluña encontró en el campo la autenticidad que ha...
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Carlos H. de Frutos
Es periodista.
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