LECTURA
¿Platón feminista?
Fragmento del capítulo ‘La totalidad del bello sexo’. Los autores reflexionan sobre si la experiencia del mundo desde un cuerpo de hombre o de mujer afecta al pensamiento
Francisco Caballero / Maite Larruari 11/04/2021
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Nos conocemos desde hace más de treinta años y hemos trabajado juntos, dando clase, escribiendo o en diferentes cursos y seminarios. Aunque nunca hemos perdido el contacto, hacía unos años que no habíamos desarrollado ningún proyecto juntos. Una serie de coincidencias favorables, algunas personales –¡ahora somos un par de profesores jubilados!– y otras intelectuales –la lectura de un mismo libro–, nos han llevado a emprender este ensayo a dos voces que lleva por título Un sujeto inesperado. Diálogo sobre filosofía y feminismo (Los Libros de Fronterad, 2021). Decidimos escribir el libro a modo de diálogo, porque el asunto es controvertido y porque la amistad entre nosotros lo permitía. Las líneas que ahora presentamos están transcritas del capítulo 2, “La totalidad del bello sexo”, páginas 42-50.
Paco.- [...] se me ocurre también que, del mismo modo que algunos filósofos han sido tachados de misóginos o de machistas, sin muchas contemplaciones y sin más matices, ¿se puede haber actuado al contrario en otros casos? Por ejemplo, he leído (sin ir más lejos en los libros de texto que se usan en los institutos) que Platón fue un filósofo feminista, ya que consideraba a hombres y a mujeres como iguales. Yo mismo, al explicar el libro VII de la República a los grupos del último curso del bachillerato, me detenía siempre en este texto del final:
“—¡Has hecho completamente hermosos a los gobernantes, Sócrates, como si fueras escultor!
—Y a las gobernantes, Glaucón; pues no pienses que lo que he dicho vale para los hombres más que para las mujeres, al menos cuantas de ellas surjan como capaces por sus naturalezas.”
De esta afirmación de Platón (representado por Sócrates) se ha deducido en ocasiones que, ya que el papel de gobernante es el más importante que se puede ejercer en la polis, el filósofo no hace distinción entre los sexos y se le puede considerar sin remilgos feminista o al menos un precursor, una especie de feminista avant la lettre.
Maite.- Definitivamente está de moda el feminismo, cuando se hacen esfuerzos por poner en ese terreno a pensadores como Platón.
Como tú bien recuerdas, Platón, en el libro VII de la República afirma que las mujeres también pueden ser gobernantes. Aparentemente es una afirmación a favor de la igualdad de los sexos en lo que respecta al gobierno de la polis. La totalidad de nuestros bachilleres en algún momento se enfrentan a la lectura de estas páginas de la República, y de entre ellos un 50% más o menos son chicas. Me puedo imaginar los comentarios que pueden acompañar la lectura de este texto: Platón, como dices tú, “adelantado a su tiempo”, el “platonismo como feminismo”.
Valdría la pena que leyeran o conocieran con detenimiento qué ha pasado, antes de llegar a esas afirmaciones de igualitarismo. En el libro V, se aborda la cuestión más amplia de si hombres y mujeres poseen la misma naturaleza o no, y si la ciudad ideal debería clasificar a sus ciudadanos teniendo en cuenta la diferencia sexual.
El libro V comienza con la premisa fundamental de que las mujeres son, en todo lo que hacen, más débiles que los hombres. Se trata de una afirmación a priori, asumida por todos los participantes en el diálogo, que Platón no va a poner en duda en absoluto. Pero al mismo tiempo quiere sostener que las mujeres, en su conjunto, no poseen una diferencia de naturaleza que pudiera llevar a la conclusión de que su lugar social tiene que ser diferente del de los hombres.
Por tanto, Platón quiere una sociedad organizada según un principio de eficacia (gobernantes, soldados y trabajadores) y no según un principio de diferencia sexual. Se enfrenta al sentido común de la época, diciendo, por ejemplo, que hay mujeres cuya organización mental las hace superiores respecto de otros hombres con menos capacidades intelectuales: puede haber mujeres cuya mente las haga aptas para ser gobernantes y serán superiores a los hombres que solo pueden ser soldados. Ahora bien, entre hombres y mujeres soldados, o entre hombres y mujeres gobernantes, siempre serán más fuertes los hombres que las mujeres. No hay diferencia cualitativa entre hombres y mujeres, sino diferencias cuantitativas. Todo lo que hagan los hombres en la polis ideal lo harán con más eficacia que las mujeres destinadas a realizar la misma tarea.
Platón calcula la distancia que hay entre su propuesta y las costumbres de su sociedad contemporánea, y sale al paso de posibles objeciones. Por eso, en los primeros párrafos del libro V se refiere a lo que en una sociedad se considera ridículo. Considera que la risa es algo históricamente determinado, y que, por eso, a los griegos antiguos les parecía vergonzoso ver a los hombres desnudos en la palestra y sin embargo ahora (en el presente del diálogo) no. En la misma lógica, añade Platón, también les parecerá ridículo pensar que, en la polis ideal, las mujeres, que seguirán un proceso de educación igual que el de los hombres, también tendrán que hacer gimnasia desnudas.
Todos, hombres y mujeres, pueden ser educados por igual según su mente, es decir que los hay más aptos para unos estudios o para otros, pero no en función del sexo. Ahora bien, en todas estas actividades que pueden ser practicadas por ambos sexos, puesto que las mujeres son más débiles que los hombres, se les tiene que asignar la parte más ligera de esas funciones.
Platón quiere una sociedad organizada según un principio de eficacia (gobernantes, soldados y trabajadores) y no según un principio de diferencia sexual
Platón quiere justificar la igualdad mental de hombres y mujeres y desafía a los participantes en el diálogo a que encuentren en la sociedad alguna ocupación en la que las mujeres, en su conjunto, fueran claramente superiores a los hombres. Si la encontraran, quedaría demostrado que la superioridad de unos (hombres) u otras (mujeres) se debe a una diferencia cualitativa y que la mente humana posee un dimorfismo sexual. ¿Hay algo que separe claramente, funcionalmente, a hombres y mujeres?
Paco.- Parece evidente: las mujeres tienen hijos y los hombres no. Esa es una diferencia muy significativa que Platón no puede negar y que es imposible no tener en cuenta. ¡Incluso Platón nació de una mujer!
Maite.- Ese obstáculo ya lo ha despejado Platón casi de entrada. Es verdad que las mujeres dan a luz, pero los hombres en el proceso de la fecundación tienen su papel, por lo que, tanto monta, monta tanto, cada uno tiene su participación activa en la reproducción. Y no se hable más.
Dejando pues de lado la diferencia sexual basada en la procreación, viene este párrafo que voy a citar textualmente:
“Ahora bien, ¿conoces alguna de las actividades que practican los seres humanos donde el sexo masculino no sobresalga en todo sentido sobre el femenino? ¿O nos extenderemos hablando del tejido y del cuidado de los pasteles y pucheros, cosas en las cuales el sexo femenino parece significar algo y en la que el ser superado sería lo más ridículo de todo?”
Este fragmento es muy interesante. Porque sí que hay ocupaciones que las mujeres hacen mejor, a saber, tejer y cocinar, pero porque solo ellas las realizan, porque sería ridículo que también los hombres las realizaran y compitieran con las mujeres para hacerlo mejor. La conclusión es que querer superar a las mujeres en cuanto a cocinar y tejer es ridículo porque esas tareas no valen nada. Y eso explica que los hombres no las realicen, que sean tareas exclusivamente femeninas.
Así pues, para poder proponer que las mujeres tengan un papel social como el de los hombres, Platón ha tenido que minimizar el papel de las mujeres en la reproducción, haciendo equiparable estar embarazada y dar a luz con la fornicación necesaria para que el proceso sea posible; y después ha tenido que considerar ridículas las tareas exclusivas de mujeres (en las que ellas son excelentes y superiores) como cocinar y tejer, sin opinar en este caso que la risa podía estar históricamente determinada.
Todos los estudiantes deberían conocer estos pormenores de la argumentación de Platón, entre otras cosas no solo para no decir a la ligera que Platón es feminista, sino también para entender algunas cosas de hoy en día. ¿No te parece que la historia ha superado ese ridículo con el que eran vistos los trabajos de cocinar y tejer? Pero es curioso que se cambien las denominaciones: las mujeres cocinan hoy como también cocinaban ayer, pero los hombres que cocinan no son “cocineros” sino “chefs”. Como si el que una tarea la lleve a cabo un hombre la colocara en un plano superior.
Quizá hasta estos últimos tiempos no hemos sabido ver que la irrupción de las mujeres como sujetos en el mundo del saber exige un análisis que no habíamos hecho antes
¿Y no crees que cuando se habla de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, algo de esto también está presente? Porque las feministas han dicho en múltiples ocasiones que el origen de la desigualdad salarial no estriba en que trabajos denominados con la misma palabra sean pagados mejor a los hombres que a las mujeres, sino en no menospreciar trabajos de características iguales, aunque denominados con palabras diferentes. Por ejemplo entre limpiar cristales y limpiar suelos en una empresa, o entre colocar elementos embellecedores del interior de los coches y ocuparse de las tapicerías.
Se podría decir que la actual ley española sobre la igualdad retributiva (Real Decreto del 13 de octubre del 2020) juzga los trabajos realizados desde una subjetividad feminista capaz de cuestionar el valor asignado, y postulando el principio de que la retribución debe ser igual “por trabajos de igual valor”. La cuestión es esta: ¿quién establece el valor de un trabajo? Si lo hacen Platón y sus seguidores actuales, ya conocemos el resultado.
Paco.- En cualquier caso, ¿no convendría que dejemos claro, a modo de conclusión provisional, qué queremos demostrar con el caso de Platón? No creo que queramos demostrar que la filosofía es fruto de un cierto contexto inexorable, es decir, que los filósofos y todo lo que pensaron y escribieron son fruto de una perspectiva de sexo, de cultura, de historia. Si llegáramos a esa conclusión, estaríamos afirmando que no debe enseñarse la filosofía, o que debería enseñarse como la física de Aristóteles: como un saber determinado históricamente, y por tanto superado, que informa de la visión de una época pasada, pero cuyas teorías nada tienen que decirnos en la actualidad.
Por el contrario, hemos sido entusiastas docentes y seguimos leyendo filosofía apasionadamente. Hemos comprobado cuánto interpela y cuánto interesa la filosofía a todo el mundo que quiera acceder a ella. Pero quizá hasta estos últimos tiempos no hemos sabido ver que la irrupción de las mujeres como sujetos en el mundo del saber exige un análisis que no habíamos hecho anteriormente. Seguramente habíamos dado por sentado que la filosofía era universal, que hablaba a todos y a todas por igual.
Maite.- Creo que los filósofos y las filósofas son visionarios en muchos sentidos. Como si vieran la trama del envés de un bordado, (ese envés del que Walter Benjamin se enamoraba a medida que se hacía cada vez más enredado). Sus escritos ponen en entredicho las evidencias, y son un ejemplo práctico de lo que significa pensar: vuelven una y otra vez sobre problemas que se van presentando con matices nuevos cada vez, pero que parecen unidos por el mismo eje. La imagen que me sugiere la historia de la filosofía no es la de un círculo en la que siempre se vuelva a los mismos asuntos, sino la de una espiral que en efecto gira, pero en cada vuelta se encuentra en un punto diferente del punto de partida.
En la lectura y estudio de la filosofía, hay conceptos, ideas, teorías con las que me quedo y otras que sobrevuelo y a las que presto poca atención. No son declaraciones machistas o misóginas las que me llevan a rechazar los escritos de un filósofo. Porque he entendido que los filósofos son de carne y hueso, tienen cuerpo –tú decías antes que hasta Platón tenía cuerpo y había nacido de mujer– y ojos en la cara.
Cuando Kant declara que las mujeres no pueden dejar de estar tuteladas, cuando Rousseau solo piensa en los deseos naturales de los hombres y ni se plantea saber si los de las mujeres son los mismos, cuando Platón se ríe de ciertas tareas tradicionalmente femeninas, no están viendo la trama del envés sino que se quedan con el dibujo del bordado.
Otro asunto diferente y complicado es saber si la experiencia del mundo desde un cuerpo de hombre o de mujer afecta al pensamiento. O sea que lo difícil es reconocer si en la visión intelectual de la trama que hay por debajo del dibujo, persiste la marca de los ojos corporales del pensador.
Nos conocemos desde hace más de treinta años y hemos trabajado juntos, dando clase, escribiendo o en diferentes cursos y seminarios. Aunque nunca hemos perdido el contacto, hacía unos años que no habíamos desarrollado ningún proyecto juntos. Una serie de coincidencias favorables, algunas personales –¡ahora somos...
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