Genocidio
81 años bajo el centro de gravedad permanente
Sus asesinos los enterraron en dos fosas de seis metros de profundidad. Les tenían miedo pese a su muerte. La ARMH ha exhumado los restos de 34 republicanos en el cementerio de Manzanares. Aún quedan otros 250
Willy Veleta 12/06/2021
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Los lanzaron a plomo desde un carro a una fosa del cementerio, a seis metros de profundidad. La mayoría, tras ser fusilados en una tapia cercana; otros, todavía vivos, y fusilados dentro de la fosa. Caían de pie, iban rebotando en las paredes calizas; algunos, boca abajo; y otros han aparecido en posición fetal, como protegiéndose de los proyectiles de máuser.
Ocurrió en el cementerio de Manzanares (Ciudad Real) en los veranos de 1939 y 1940. Por la profundidad de las fosas 1 y 4 de la zona de extramuros cabe imaginar que fue cavada por picapedreros de la zona, expertos en hacer norias para regar. Picapedreros a punta de pistola, mano de obra barata, falsos autónomos del fascismo. Sin saberlo, estaban construyendo el centro de gravedad permanente para unos socialistas y anarquistas que creían en un mundo más justo. Luego, gracias a la lucha de dos nietas de uno de los fusilados y a voluntarios y voluntarias de una asociación díscola, la permanencia fue de solo 80 u 81 años.
Que las fosas midiesen seis metros de profundidad no fue un calentón de un día, huele a premeditado. Durante los casi tres años de guerra, la CNT colectivizó parte de la comarca –al pueblo de Membrilla se le llegó a llamar La pequeña Rusia– y demostró que las cosas marchaban cuando el señorito no estaba abriendo y cerrando las compuertas de la subsistencia. Todo funcionaba como un reloj y nadie murió de hambre en esos años. Pero la mente de los fascistas de la zona ya estaba diseñando en su cabeza ese centro de gravedad permanente, de permanente gravedad. Cuanto más hondo, mejor, pensarían. Les tenían tanto miedo, que mandaron excavar a seis metros de profundidad, fosas perfectas, inaccesibles para algún familiar despistado o con ganas de “abrir heridas”. Porque si esa gente fue capaz de darle la vuelta a la historia, al campo, a la vida, quién les decía que no podrían darle la vuelta a una fosa y salir de ella arrastrándose para seguir cambiando el mundo.
En los 17 días que pasé en el cementerio no hubo ni uno en el que no me engullera el vértigo y la pena al asomarme a las fosas 1 y 4, donde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) buscaba los restos de 30 fusilados –terminaron encontrando 34–. Te acercabas, mirabas hacia abajo, resoplabas y decías entre dientes: “Madre mía”. Me pasó a mí, le pasó a la bisnieta de uno de los fusilados que vino desde Sevilla, le pasó a una diputada de ERC, a una nieta de otro fusilado y, seguramente, le pasó a los mismos verdugos si no iban demasiado borrachos.
Imaginé varias veces lo que cruzó por la cabeza de 21 hombres al asomarse a la fosa 1 esa madrugada de junio de 1939. Por momentos, lo pensé de una manera muy irreal.
–Oye, rojo de mierda… te vamos a tirar ahí abajo, no ves el fondo porque es de noche, pero son seis metros de caída vertical, te vas a golpear la cabeza contra las paredes de la fosa, te vamos a alumbrar con una lamparita y te vamos a rematar.
–Vais a estar a las puertas del infierno, llamad, llamad.
Y las víctimas preguntando el porqué, imaginé.
–¿Vosotros creéis que podéis llegar aquí y cargaros 300 años de historia? Colectivizar, dar de comer a todo el mundo, alfabetizar a la gente, no ir a misa, bailar, leer…
Pero no sucedió de esta manera. Un pelotón de fusilamiento asesinó en una tapia, situada a escasos 100 metros de la fosa, a los 21 compañeros de la fosa 1 y a los nueve de la fosa 4, que no confesaron su fe, ni la de nadie.
Alguno seguramente, medio vivo o medio muerto, pudo apreciar la profundidad mientras caía y escuchar los gritos de sus compañeros despeñándose. Muchos fueron arrojados boca abajo, para que les costara más salir. ¿Salir? El centro de gravedad era permanente, pero, cuando se trata de héroes, siempre queda la duda.
No salieron en 81 años, los sacaron sus nietas. Sus hijos e hijas no pudieron. Lo hizo la Agrupación de Familiares de Manzanares. El centro de gravedad quedó atado y bien atado, respetado por siete presidentes de gobierno, tres de ellos de un partido en el que militaban un tercio de los muertos en las cunetas y las fosas. Paradojas de la muerte.
En estas ocho décadas han muerto varias veces más. Murieron el día que Hitler perdió la guerra y los aliados le dieron la espalda a los republicanos españoles. Murieron los que estaban en las fosas y los que sobrevivieron famélicos a Mauthausen-Gusen. Fueron fusilados de nuevo el día en que el genocida murió en la cama, ni cautivo ni desarmado. Los remataron durante la engañosa Transición, llena de amnistía para los verdugos. Los fusilados de la fosa 1 y 4 se giraron y miraron hacia arriba en el 79, y en el 82… Estuvieron a punto de llamar al centro de gravedad mundial para cancelar su permanencia, pero nadie les hizo caso.
Al final, un verano de 2021, un grupo de voluntarios, unos colectivizadores del siglo XXI, se unieron a dos hermanas que habían nacido en ese pueblo maldito y habían huido a Cataluña y empezaron a excavar a dos metros, a tres metros… Resoplaron… siguieron bajando, entibaron, pusieron andamios, se cagaron en Dios al hacerse un esguince en el tobillo por tropezar con uno. Y cuando llegaron al fondo y sacaron al último fusilado… Aplaudieron las nietas, aplaudió una bisnieta. Y el minero entibador y el voluntario del esguince se fundieron en un abrazo.
Yo miré al fondo de la fosa por última vez e imaginé el run run que hubo durante las exhumaciones.
– Compañero, nos están sacando, te lo dije… Algún día saldremos, dio igual cómo nos lanzaran, estamos saliendo, veo la luz, veo caras sonrientes, no veo camisas azules…
– Nunca pensé que sería tanto tiempo, ¿tan abajo estábamos? ¿Cómo es posible que nadie supiera que estábamos aquí?
– Esa señora lleva una camiseta con mi foto, mi hija no es, será mi nieta, tiene mi nariz.
(Las hermanas que movieron Roma con Madrid y Berlín para sacar a los 30 de Manzanares llevaban una camiseta con la foto de su abuelo Alfonso Fontiveros, uno de los jefes de la CNT en la zona).
– Entramos en verano y salimos en verano, no encuentro mis gafas… Me duele todo, quiero ver a mi mujer, o al menos a mi hija, ¿tendré nietas?
– Ya no estoy boca abajo, ya veo el cielo… ¿por qué tanto tiempo? ¿Por qué? Esto merece un pitillo, no encuentro la caja de cerillas, a ver si alguien arriba me da lumbre.
En la fosa 1 se encontraron unas gafas con montura circular y una caja de fósforos alicantinos. Varios de los fusilados pasaron por el puerto de Alicante en un intento de huir del país; luego volvieron a su pueblo al escuchar las palabras de Franco: “Al que no tenga las manos manchadas de sangre no le pasará nada.”
Pero les pasó. Juicio sumarísimo, un par de meses de cárcel. Noches entre rejas obligados a comer arenques mientras les cortaban el agua. Culatazos de máuser en la cara, violaciones a las mujeres, risas de los verdugos sobre el destino que correrían.
Se le puede llamar centro de gravedad permanente o genocidio. Escojan ustedes.
––––––
P.D.: Solo en este cementerio de Manzanares quedan unos 250 fusilados más por exhumar en la parte “católica”. 250 centros de gravedad permanente con permanencia en vigor. Se podría decir que España, en cuanto a gravedad se refiere, es un país centralista. Faltan unos 115.000 compañeros y compañeras por exhumar. ¡Viva Franco, Battiato!
Los lanzaron a plomo desde un carro a una fosa del cementerio, a seis metros de profundidad. La mayoría, tras ser fusilados en una tapia cercana; otros, todavía vivos, y fusilados dentro de la fosa. Caían de pie, iban rebotando en las paredes calizas; algunos, boca abajo; y otros han aparecido en posición fetal,...
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Willy Veleta
Es nuestro reportero multimedia, en Lou Grant hubiera sido "Animal". Donde hay una manifestación por la Sanidad Pública, por l@s pensionistas o contra los fondos buitres allí estará micrófono en ristre. Ha trabajado en todos los canales de TV privados de este país (e incluso en la CNN en Atlanta). Confiesa que en CTXT se siente como en casa. No sabemos si es por la pizza de los miércoles. Todavía estamos esperando que le den un premio de Periodismo por sus coberturas en CTXT sobre memoria histórica.
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