Superación
Cincuenta lagos, infinitos sueños
Después de un viaje de seis meses en furgoneta por Europa del Este y una pandemia mundial, llega a la gran pantalla ‘7 lagos, 7 vidas’, un documental dirigido por Víctor Escribano para dar visibilidad a la ELA
Karla Ferrera Sánchez 22/07/2021
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“Una de las cosas que he sentido es que cada día ejercitaba un músculo diferente. La enfermedad avanza pero viajar ayuda a que los músculos que todavía funcionan enseguida se ejerciten”. Dabiz Riaño es una persona cercana y contundente. Es científico, investigador emérito del CSIC, concretamente. Tiene casi 47 años. A los 34 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA en adelante), una enfermedad degenerativa en la que las neuronas motoras dejan de enviar mensajes a los músculos. Vivía en Estados Unidos. Ya era licenciado en Ciencias Ambientales, se había doctorado en el uso de imágenes de satélite para aplicaciones ambientales y había obtenido una beca fulbright postdoctoral para seguir investigando en la Universidad de California-Davis.
En 2018 decidió volver a España y a pesar de que notaba que la enfermedad seguía su avance, no quiso renunciar a viajar, a flotar (una de sus habilidades extraordinarias) y a soñar. “Si en tu día a día mantienes una vida muy sedentaria, los músculos te dejan de funcionar. No por el avance de la enfermedad, sino porque los dejas de usar”, explica Riaño. Por ello, este investigador, de origen burgalés y madrileño de acogida, decidió buscar aliados y aliadas para emprender un largo viaje: recorrer Europa del Este durante seis meses en furgoneta para bañarse en, al menos, siete lagos.
Riaño reconoce que su idea inicial “era ir de San Diego, donde vivía, a Nicaragua y de ahí a Chile”, pero decidió reconvertir la aventura en una más sencilla. “Europa del Este no lo conocía y tenía interés en saber cómo vive la gente, qué le gusta, qué come, qué bebe, qué le preocupa”, siempre con el objetivo dar visibilidad a la ELA y de inspirar “no solo a personas con habilidades extraordinarias como las mías, sino a todo el mundo a que cumpla sus sueños”, afirma.
El viaje
La aventura comenzó en junio y terminó en diciembre de 2019. De Madrid salieron Dabiz, Rubén (Or) y Serigne (Capi) en una furgoneta adaptada. Según pasaban las semanas iban yendo y viniendo varias personas: amigos, familiares, ayudantes como Leticía (Ría), Víctor Escribano (el director del documental) e incluso el hijo del productor. “Siempre estuvimos tres. A veces cuatro o cinco”, recuerda Capi. Él y Dabiz hicieron el viaje completo.
En más de seis meses pasaron por una docena de países (Polonia, Croacia, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Albania, Eslovenia, Italia, Hungría, Suiza, Estonia, Finlandia y Letonia) y se bañaron en 46 humedales (lagos, bahías, termas, playas, piscinas, canteras). Dabiz reconoce que se tomaron “metafóricamente lo de los 7 lagos. Nos bañamos casi en 50 lagos, charcas, mares, etc. Recordamos cada uno de ellos, todos son diferentes y especiales”. Si hay uno del que se acuerdan todos es el lago italiano Fusine. “Yo siendo de Burgos me puse el neopreno y Dabiz no se lo quiso poner”, rememora Ría. “Hacía frío y había mucha nieve por todos los lados. Lo disfrutamos pero también sufrimos”, recuerda entre risas Capi.
A Dabiz le encanta poner apodos y llama a Serigne “Capi” porque “es el verdadero capitán del barco, el que manda”, afirma con rotundidad. “Su historia personal es más interesante que la mía y si no fuera por él nunca hubiéramos podido ir al viaje. Habla poco pero dice mucho”. Sin embargo, a Capi no le gustan los halagos: “Siempre dice lo mismo pero yo no soy el protagonista, yo soy un ayudante. No quiero fama ni cámaras, me ponen nervioso”.
Dabiz reconoce que los ayudantes que han ido al viaje “son todos unos héroes” y que han hecho un esfuerzo tremendo. “Estábamos siempre haciendo cosas y pegándonos un baño cada dos o tres días de media. El preparativo para eso es fuerte”. De hecho, Capi aprendió a nadar para iniciar esta aventura: “Antes tenía miedo a ahogarme. Ahora floto. Yo soy de cemento, no de agua, pero ahora puedo ir a un lago o bañarme en el mar”.
Los ayudantes como Capi, Ría u Or conducían, asistían a Dabiz y le facilitaban que pudiera hacer distintos trabajos. “Yo me imaginaba un excel en su cabeza. Con todas las cosas que teníamos que hacer, él iba organizando”, recuerda Ría. Se levantaban a las nueve de la mañana y se acostaban a la una de la madrugada. La furgoneta en la que viajaban y vivían estaba muy bien acondicionada pero no dejaba de ser un espacio cerrado.
Ría cuenta que “la experiencia fue muy bonita pero muy dura también. Al final son 70 días dentro de la furgoneta, todo el día en el trabajo porque no desconectas.” Estuvo más de dos meses en el viaje. En Burgos coordina un centro de día para lesión medular y neurológica y forma parte de una asociación de ocio inclusivo.
“Cuando vino Ría el equipo estaba muy enfrentado. Creo que aportó una gran inteligencia emocional para intentar la cohesión y seguir teniendo ilusión por las cosas que estábamos haciendo”, afirma Dabiz. A Ría, por su lado, le ha servido esta aventura para visualizar las barreras que percibe en su día a día mientras trabaja pero que desaparecen cuando vuelve a casa: “Vivir con una persona que está constantemente luchando contra esos límites me ha ayudado a entender mejor mi trabajo y cuál tiene que ser mi posición”.
El documental
El apodo de Víctor Escribano, el director del documental, es Neutrinov. Durante las cuatro semanas y media que estuvo en el viaje, Víctor les pidió que hicieran como si no existiera. “Como Dabiz es científico me apodó como la partícula que no tiene masa con la uve al final de Víctor y jugando con que estábamos en Europa del Este”, recuerda. “La idea era todo lo contrario de cualquier cosa que estuviera guionizada” y “lo que ha salido es algo mucho más espontáneo, más ligero y más valiente. Hay que atreverse y por suerte teníamos a Dabiz”. Todo empezó cuando el investigador se presentó en la productora de José Luis López Linares y este le prestó dos cámaras para que probara suerte.
Víctor reconoce, entre risas, que al final del viaje se juntaron con más de 600 horas de bruto: “Dabiz no para. Ha habido que decirle que deje de grabar”. Gracias al confinamiento ha podido editar lo que hoy es 7 lagos, 7 vidas, su primer largometraje de 104 minutos. “Como tiene esa mentalidad de investigador y es tan riguroso, Dabiz me hizo una hoja de excel con todos los hitos y a mí me sirvió para hincarle el diente”, sostiene.
Ría recuerda que “Víctor lo ponía todo muy fácil” y describe la relación entre director y ayudante de producción como “pura sinergia”. Víctor rememora cómo vivir con Dabiz es “una mezcla de muy lento y muy frenético. Él inevitablemente tarda para hacer las cosas pero es físicamente exigente”.
El pasado 8 de junio presentaron en el Festival de Málaga la road movie. “Casi no nos hemos dado cuenta de lo que hemos hecho hasta que vimos el documental”, afirma emocionado Dabiz. Por su parte, Víctor reconoce que José Luís López Linares –escritor, director y productor de cine– está tranquilo: “Tiene varios Goyas y ha estado en muchos festivales. Yo he trabajado en grandes producciones pero no eran responsabilidad mía. Verme en Málaga y que se estrene en los cines… Estoy contentísimo y superado. Casi sin tiempo para procesarlo”.
El 22 de julio se preestrenará en los cines de Madrid y Barcelona y a partir del 23 se presentará en Mallorca, Santiago de Compostela, Valencia, Córdoba, Zaragoza, Sevilla y Donostia. Como diría Dabiz: “el Komando Tullido ha llegado a la gran pantalla”.
Pero el reto no acaba aquí. En agosto, Dabiz viajará, junto a Capi y su primo Urko durante cuatro meses a Japón para investigar sobre lo suyo: “Estimación de la humedad de la vegetación a partir de imágenes de satélite en relación con el peligro de incendios forestales”.
“Una de las cosas que he sentido es que cada día ejercitaba un músculo diferente. La enfermedad avanza pero viajar ayuda a que los músculos que todavía funcionan enseguida se ejerciten”. Dabiz Riaño es una persona cercana y contundente. Es científico, investigador emérito del CSIC, concretamente. Tiene casi 47...
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Karla Ferrera Sánchez
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