Samuel, gallego, 24 años, homosexual, golpeado hasta la muerte por un grupo de personas en una calle de A Coruña al grito de maricón. Fue una agresión homófoba, denuncian los amigos de Samuel, presentes en la escena. No nos precipitemos, repiten los medios, siempre prudentes. Siempre sensatos y responsables, no vayamos a estar aventurándonos poniendo el foco en el lugar que no es. Quién sabe si los golpes al grito de maricón que causaron la muerte de Samuel eran en realidad un nuevo baile de Tik-Tok o una propuesta de disciplina olímpica para los Juegos de Tokio. Quién sabe si nos precipitamos con la muerte de Lorca y los dos tiros por maricón en medio del campo fueron una cuestión de lindes. A propósito. ¿Se han fijado en que cuando hay atentados islamistas, desafíos independentistas o dictaduras comunistas, todo ello es presentado y definido por la característica del autor –islamista, independentista, comunista– pero que si el atentado es fascista –el tipo de atentado más extendido a día de hoy, según el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo– se define el asunto con un atributo de la víctima? Homófobo si la víctima del atentado es homosexual, racista si la víctima es de otra raza… Lo que haga falta con tal de no nombrar lo innombrable, de no mirar de frente el problema. En el caso de Samuel, ni atentado homófobo por el momento.

Mientras, la policía de Marlaska parece la policía de Ortega Smith y carga contra quienes protestan por el asesinato de Samuel, el PP esconde la bandera arcoíris donde puede para no molestar a sus socios ultraderechistas y Vox amenaza con denunciar a todo hijo de vecino que ose relacionar este asesinato con sus discursos de odio. Claro, ¿qué mente enferma podría ir por ahí diciendo que claro que existe relación entre los discursos que señalan al peligroso lobby LGTBI y que piden sacar la homosexualidad de espacios públicos como los colegios y una agresión como esta, en un espacio público y al grito de maricón? ¿En qué cabeza cabe que este 15M fascista que vivimos podría estar facilitando enormemente que la homofobia se envalentone decidiendo atacar al diferente a golpes? Lo de Samuel, no lo olvidemos, es un conflicto por el espacio público. A Samuel le costó la vida estar en él. Ser quien era en ese espacio público compartido con quienes odian. La excusa para matarlo a golpes al grito de maricón, llámese confusión con un móvil, llámese como quiera llamarse, es lo de menos. En el momento de escribir estas líneas, los únicos detenidos por el caso Samuel son manifestantes que protestaban por el crimen y recibieron cargas policiales. ¿Se imaginan que una decena de personas golpeasen hasta la muerte a un tipo al grito de español de mierda y, tras tomarles declaración, volviesen a su casa mientras la gran prensa pide no precipitarse y la policía golpea y detiene a quienes protestan por la muerte? Que este país está dando pasos agigantados hacia el asco absoluto lo sabe hasta Abascal.

La Audiencia Provincial de Madrid resuelve que aquellos carteles electorales de Vox en los que se criminalizaba a los 269 menores extranjeros de la Comunidad de Madrid forman parte del legítimo argumento político. La sentencia va más allá y considera que, aunque el cartel mintiese, esos 269 niños suponen “un evidente problema social y político” en una comunidad con 7 millones de habitantes. También dice la sentencia que hay argumentos políticos peores que el de Vox. El juez ponente del texto que defiende la libertad política de Vox a la hora de señalar a niños que quizá, quién sabe, un día serán atacados a golpes, el juez Eduardo de Urbano Castrillo, tuvo, eso sí, la decencia de no acabar el auto pidiendo el voto para nadie. Algo es algo.

Que España tiene un grave problema de fascismo institucional tolerado se demuestra cada día y en todos los ámbitos de poder. Pablo Casado equipara en la casa de la democracia española, el Congreso de los Diputados, el golpe de Estado franquista con la legalidad democrática que derribó a base de muerte. Un discurso, el de Casado, que a día de hoy sólo se puede escuchar de la boca de partidos de Gobierno como el PP en países como Eslovenia, Hungría o Polonia. Potencias mundiales del neofascismo hacia las que nos dirigimos si es que no estamos ya entre ellas. Un país en el que parte de la judicatura apesta a otro tiempo, en el que la mitad del espectro político abandona los valores democráticos y en el que la prensa no lo cuenta, es un país en peligro grave. Lo sabe hasta Abascal.