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El fútbol es un deporte distinto cuando se disfruta en directo. Uno que no se vive solamente mediante la vista. Después de año y medio sin poder pasar la tarde junto a un terreno de juego, los sentidos de la afición rojiblanca parecían tan vírgenes y expectantes como los de un recién nacido. Las caras eran las de ese familiar que vuelve sin que realmente se hubiese marchado; la de ese sol que sale después de muchos días de tormenta; la de ese amigo al que puedes volver a tocar, aunque tenga que ser con mascarilla. En el aire del Metropolitano se mezclaba el olor a comunión con el sonido de la alegría y en esa macedonia de cosas, créanme, el partido fue casi lo de menos.
Después de año y medio sin poder sentirlo en la piel, tardé poco en recordar que en el estadio la mirada de uno se posa exactamente en el lugar en el que quieres que se pose y no en el que quiere el realizador. Eso lo cambia todo, porque hace que el partido se construya en tu cabeza y no en la de los demás. Tú eres el que recoge la información y la analiza, convirtiendo la experiencia en algo personal y genuino. Tanto, que creo que se acerca mucho más a la realidad.
Fue emocionante volver al Metropolitano después de ese infierno del que todavía estamos intentando salir, pero fue mucho más emocionante hacerlo en calidad de Campeón de Liga. Aplaudiendo a los responsables de la hazaña. Admirando esa copa tan merecida que brillaba junto al escudo. Llorando por esos 379 colchoneros que se han ido y que el Atleti homenajeó con 379 flores rojiblancas y el precioso himno interpretado al violín por el genial Pablo Navarro. Un acto de celebración breve, creíble y muy emotivo que hay que agradecerle al Club.
Antes de empezar el partido asistimos también al gesto de nobleza de un Elche CF que no tuvo reparos, ni la soberbia de otros, para hacerle pasillo al campeón. Un gesto deportivo que engrandece a la institución ilicitana y que ensancha su categoría tanto como empequeñece la de los que viven permanentemente enfadados.
El partido, como decía, fue casi lo de menos. El equipo de Fran Escribá, viejo conocido de la casa, saltó al campo con la misma buena pinta que el año pasado. Muy bien trabajado tácticamente, generoso en lo físico y tan compacto que apenas dejaba espacio en el que poder jugar. Eso provocó que la circulación de los de Simeone, que fueron los que inicialmente intentaron llevar la batuta, resultase básicamente estéril. Superado el empuje inicial, el juego evolucionó a una especie de entente cordialeen la que el Atleti movía la pelota con la lentitud del que sigue de vacaciones y el Elche cerraba espacios con la tranquilidad del que sabe que no habrá sorpresas. Hay que reconocer, eso sí, que los 35 grados que había en el ambiente no facilitaban mucho la labor.
Hasta la bendita pausa de hidratación lo más destacable fue observar algunos retazos de un De Paul que poco a poco intenta encontrar su sitio en el equipo y que transmite la impresión de ser un gran futbolista. Saúl volvió también a dejar buenas sensaciones (sin tirar cohetes) y destacaron algunas acciones del carrilero izquierdo del equipo alicantino, Mojica. Es interesante subrayar igualmente el éxito del enésimo experimento de Simeone, que colocó a Kondogbia en la tripleta de centrales y que salió mucho mejor de lo esperado. El centroafricano, que físicamente parece un punto por encima de sus compañeros, ha comenzado muy bien la competición.
Y entonces, otra vez, apareció Correa. Un gran pase al hueco de De Paul se alió con una salida en falso de Kiko Casilla para que el 10 colchonero rematase a portería como los ángeles y consiguiese el único gol del partido. El argentino –que, como bien recordó Simeone, ahora juega en su posición natural– está en modo estrella. Su estado de confianza es tal que le sale todo lo que intenta. Pero es interesante recordar que siempre lo intentó y que tuvo la valentía de hacerlo cuando no le salía y el resto de los compañeros se escondían. Eso, lejos del reconocimiento a los valientes, le ocasionó más de una sonora reprimenda malsonante por parte de la yihad histérica. Conviene recordarlo ahora que se ha convertido en uno de los jugadores determinantes del Atlético de Madrid.
El dibujo del encuentro no varió mucho en la segunda parte. Giménez de cabeza primero y Carrasco con el pie después (tras otro gran pase de De Paul) pudieron poner distancia en el marcador, pero no lo hicieron, y eso dio pie al clásico momento de terror al final del partido. Las vicisitudes de esta pretemporada tan rara empezaron a notarse según se acercaba el final y el equipo se vino físicamente abajo. Los jugadores parecían exhaustos y además se les notaba, lo que nunca es buena señal. Escribá olió la sangre y rejuveneció el equipo con un puñado de cambios que hicieron que su combinado ganara en frescura y capacidad de presión. Eso provocó muchas dudas en la defensa colchonera, que se olvidó del balón y se limitó a defender por acumulación de piezas. La entrada de Luis Suárez (que se llevó una ovación espectacular), Trippier o Lodi no ayudaron a que cambiase mucho el panorama, pero es cierto que el Elche apenas disfrutó de alguna oportunidad clara.
Al terminar, después de un mal partido, conscientes de que el Atleti no está ni al 70% de su capacidad, la afición colchonera abandonó el Metropolitano con una sonrisa evidente. ¿Por qué? Pues porque estaban de vuelta en casa y porque habían conseguido tres puntos. ¿Qué más se puede pedir?
El fútbol es un deporte distinto cuando se disfruta en directo. Uno que no se vive solamente mediante la vista. Después de año y medio sin poder pasar la tarde junto a un terreno de juego, los sentidos de la afición rojiblanca parecían tan vírgenes y expectantes como los de un recién nacido. Las caras eran las de...
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