ALMA COLCHONERA
De trencillas, feos y ambiente estival
Celta de Vigo 1- Atlético de Madrid 2
Ennio Sotanaz 16/08/2021
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Sin que todavía hayamos superado la mitad del mes de agosto, en plena ola de calor, cuando uno está en ese momento del año en el que, como decía Woody Allen, lo más emocionante que ofrece la vida es comer sin tener acidez, resulta que empieza la Liga. Y no lo entiendo muy bien, la verdad. No entiendo que el balón comience a rodar cuando se siguen negociando fichajes y cuando la mayoría de los jugadores de muchos equipos, entre ellos los del Atlético de Madrid, acaban de incorporarse a los entrenamientos y tienen un estado de forma parecido al mío. Pero así es este fútbol español que se desangra agarrado a la inmediatez de creerse lo que no es. Y así ocurre también en el resto de ligas europeas, así que tendrán razón. Qué sé yo.
Aunque hayan pasado ochenta y tantos días y hayamos tenido que desayunar, comer y merendar todo este tiempo a base de fichajes galácticos que “desgraciadamente” no vienen y de otros que “desgraciadamente” se van, resulta que el Atlético de Madrid es el actual campeón de Liga. Y sí, puede que alguien haya tenido dudas al respecto, pero juro por la gloría de Pichichi que es así. Uno no termina de asimilar los desaires provocados por las supuestas reglas del mercado, pero creo que es mejor no pararse en cosas que no suman. Como decía Einstein, la vida es como una bicicleta y hay que mantenerse constantemente en movimiento para no perder el equilibrio.
La primera parte de este Celta-Atleti ha tenido el ritmo de competición que se le supone a un partido de Liga y eso es de agradecer. La precisión en el juego era irregular (totalmente comprensible) y había algunos desajustes poco habituales, pero la intensidad era tan alta como la velocidad de la pelota. El equipo vigués, más rodado en el apartado físico, intentó aumentar las revoluciones para llevar a su rival a un terreno en el que probablemente fuese superior, pero los de Simeone lidiaron bastante bien a base de rigor táctico y velocidad en la circulación de balón; algo que el año pasado dio alegrías a la parroquia colchonera y que parece que se ha convertido en santo y seña de este ‘nuevo’ Atleti.
El exceso de celo en el empuje celtiña, algo absolutamente lícito, estuvo sin embargo muy mal gestionado por parte del colegiado, que sacó muy pronto la primera tarjeta (para el Atleti, evidentemente) y que después decidió cambiar el criterio para juzgar al rival. Y claro, como le ocurre a los enamorados que dudan o a los toreros con miedo, se le fue de las manos.
La posesión celeste, que esencialmente era inofensiva, se estrellaba en unos Kondogbia y Saúl que destacaban sobre sus compañeros. Cada vez que los de Simeone salían triangulando transmitían más sensación de peligro que el oponente, aunque tuvo que ser Correa, otra vez, el encargado de traducir sensaciones en realidad. El argentino, que sigue en estado de gracia, redondeó una buena jugada de Hermoso y Lemar para abrir el marcador de atinado disparo.
La segunda parte comenzó de la misma forma que había terminado la primera: con un Celta que se disipaba en la zona de tres cuartos y con un Atleti que, sin mostrar una versión particularmente poderosa, parecía tener dominado el partido. Hasta que llegó el punto de inflexión del show de Munuera Montero. Un balón suelto en el área golpeó en el cuerpo de Llorente y después en su mano. Es decir, un ejemplo perfecto de lo que los árbitros han decidido que no sea penalti esta temporada. Es decir, una situación similar a la que se dio ayer en Vitoria, con el Real Madrid de por medio, y que efectivamente no fue penalti. Pero en Vigo las reglas deben aplicar de manera diferente. El arbitraje español, alérgico a la autocrítica, al igual que los cuñados risueños o los malos periodistas, sigue empeñado en ser protagonista de algo que, técnicamente, no deberían protagonizar. Ocurre con el VAR y sin el VAR, porque el problema no es la batuta sino quién la maneja.
El ‘penalti’, transformado por Aspas, espoleó las esperanzas gallegas, pero también las de los rojiblancos, que no tardaron en enganchar una gran jugada. Un pase lateral de Saúl acabó en otro remate certero de Correa y los rojiblancos volvieron a ponerse por delante. En ese momento, con el resultado a favor y las sensaciones de dominio recuperadas, Simeone decidió colocar a De Paul, Luis Suárez y Trippier de una tacada. Parecía buena idea. No lo fue. La mala forma de los que dentro de unas semanas serán titulares mezcló mal con el cansancio de los que estaban en el campo. El equipo se derrumbó como un castillo inflable al que le hubiesen quitado el fuelle. Afortunadamente, se desinfló de forma ordenada y eso fue suficiente para sobrevivir, no sin antes tener que agradecer a la Virgen del Carmen (y a las vicisitudes del inicio de temporada) que Aspas marrase una ocasión a puerta vacía.
Pero faltaba el giro final. El trencilla, incapaz de administrar con justicia las tarascadas celestes y las pérdidas de tiempo colchoneras, decidió prolongar su demostración de impericia alargando el partido en siete minutos que acabaron siendo más de diez. En ese tiempo acabó expulsando a personajes secundarios de los banquillos y consiguió que una criminal entrada de Hugo Mallo desencadenase una tangana en la que Aspas le metió el dedo en el ojo a Hermoso y este último fue el que salió expulsado (acompañando a Hugo Mallo, eso sí).
En fin, que estamos de vuelta y que el Atleti tiene tres puntos que valen lo mismo que los de la última jornada. Siéntense, ármense de paciencia y también de ilusión. Esto ya no para hasta mayo y tengo la intención de estar aquí para contarlo. Intuyo que vienen curvas y que nos vamos a divertir.
Sin que todavía hayamos superado la mitad del mes de agosto, en plena ola de calor, cuando uno está en ese momento del año en el que, como decía Woody Allen, lo más emocionante que ofrece la vida es comer sin tener acidez, resulta que empieza la Liga. Y no lo entiendo muy bien, la verdad. No entiendo que el balón...
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