COMANDO ALITAS (Y VI)
El montadito de la reconciliación
Un boca a boca, una traición y la lluvia de una aldea gallega
Marina Lobo 17/08/2021
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Mierda, mierda, mierda. Ahora qué. La repentina muerte de Juan Carlos pone en peligro todo el plan, aunque he de admitir que, como muerte, ha sido bastante espectacular. Rápidamente a la División de los Ex y la seguridad del estadio empiezan a sumarse varios coches de policía, cinco ambulancias y un helicóptero. En un brote de histeria colectiva, todo el mundo quiere obrar el milagro de resucitar a Juan Carlos: una señora, esposa de un diplomático de alto rango, sale al escenario asegurando que su técnica del boca a boca es infalible, que la aprendió en un curso de primeros auxilios en Benidorm por si alguno de sus nietos se ahogaba. Con su moño rubio, sus perlas que le tiran hacia abajo de las orejas y sus labios pintados de rojo escarlata y perfilados de marrón, se sube la falda y se coloca encima de Juan Carlos, a horcajadas. Ante el estupor de todos los allí presentes, la señora se tira 15 minutos pegada a la boca inerte del emérito, sin que esta sufra la más mínima variación, más allá de que ahora parece el Joker.
Ya es evidente: está muerto del todo. Automáticamente todos los invitados se ponen a llorar a coro, como si estuviéramos protagonizando una secuela de Midsommar. Más que impresión, la escena provoca terror. Los sollozos, los lamentos y algún “¡larga vida al rey!” se suceden mientras nos miramos los unos a los otros con desconfianza; nadie quiere ser acusado de traición. Te pueden caer fácilmente 20 años de cárcel si no te muestras “especialmente afectado/a” tras un acontecimiento que dañe a la presidenta, la monarquía o la unidad de España, los tres pilares fundamentales de nuestra sociedad. La ley entró en vigor después de que Bertín Osborne se quedara mudo de repente mientras entrevistaba a María Pombo en la última temporada de En tu barco o en el mío. Nadie del equipo lloró ante un acontecimiento que, según alegaron después, afectaba a “la unidad de España” y ponía en riesgo “los valores tradicionales masculinos de nuestro país”. El equipo entero fue condenado a prisión y, además, estuvieron emitiendo conciertos antiguos de Bertín durante cinco días, lo que, según el Instituto Nacional de Españolismo, aumentó la masculinidad un 15%.
Mientras intento acordarme de mi perro muerto para ver si me sale alguna lágrima en medio de esta locura, cojo el móvil para mirar el Whatsapp. Tengo como 10 mensajes de Iria, pero todos vienen a ser lo mismo:
TF
WTFFFF
QUÉ HACEMOS
JODER
MIERDA
JAJAJAJA LA SEÑORA EL MORREO QUE LE ESTÁ PEGANDO NO VEASSSS
(sticker de Lydia Lozano con cara de asco)
Supongo que se acabó nuestra oportunidad. Imagino que, con semejante percal, el evento se da por finiquitado, aunque los camareros siguen inmóviles con sus bandejas de canapés esperando instrucciones mientras Toni Cantó llora y les mira de reojo. En el escenario han tapado ya el cadáver y se lo van a llevar en helicóptero. Como todo el mundo está intentando acercarse desesperadamente para tocar al que fuera su rey, sacarlo de allí en ambulancia resulta ahora mismo imposible.
Isabel Díaz Ayuso, agazapada en una esquina, reza –o habla sola, quién sabe– mientras mira al cielo y se le desliza por la cara una lágrima grande, lenta y oscura porque arrastra el eyeliner. Letizia, en un movimiento muy inteligente, se ha tapado la cara con las dos manos, presupongo que para evitar los titulares y vídeos sobre “las expresiones de Letizia: no lloró lo suficiente” o “Letizia: sumamente conmocionada tras la muerte de su suegro”.
Realmente desconozco el tipo de relación que tenía Letizia con Juan Carlos. Hace tiempo leí en una revista (cuando aún había revistas) que Juancar le pidió a Felipe que se divorciara, pero vete a saber. Siempre se ha dicho que Letizia nunca fue del todo bien recibida en la Casa Real por su condición de plebeya, sea eso lo que sea. Sin embargo, parecía que las cosas habían cambiado desde la vuelta de Juan Carlos, al que la presidenta perdonó todas sus conductas anteriores a cambio de que concediera una entrevista en prime time a Bertín, que el monarca aceptó con gusto porque total, como Bertín estaba mudo tampoco le iba a hacer ninguna pregunta incómoda. Lo más desagradable del programa fue cuando Bertín le hizo un gesto que claramente indicaba que tenía hambre (se tocó la barriga con cara de pena) y Juan Carlos lo entendió mal y se tiró un pedo histórico. Total, que desde que Juan Carlos volvió a España ha vivido con su hijo Felipe y con Letizia. Como Felipe se pasa las horas estudiando chino y viendo series de anime, Letizia y Juan Carlos se hacían compañía.
El escenario ya está prácticamente vacío. La presidenta, que se había retirado un momento para recomponerse, vuelve a subir y se acerca al micrófono, plantado aún en medio del escenario. La gente deja de llorar automáticamente.
“Lo que acabamos de vivir es muy difícil de explicar”, dice la presidenta, visiblemente conmocionada. “Pero esto es un evento en honor al rey Juan Carlos, y lo va a seguir siendo”.
Los asistentes, que hace un minuto estaban llorando y gritando de dolor, aplauden ahora eufóricos. Miro a Iria, que está en las escaleras del escenario, inerte, mirándome a su vez fijamente. Abro el Whatsapp:
Qué hacemos
Abro mucho los ojos con el móvil en la mano para que Iria entienda que le he escrito a ella. Coge su teléfono apresuradamente y se queda mirando fijamente a la pantalla, pensando.
Lo que haga Letizia. Nosotras la seguimos
Miro a la reina. No veo nada. Ni un gesto, ni una expresión que nos dé una pista de lo que se propone. Ni siquiera está mirando a la presidenta, sino al frente, al infinito. ¿Qué estará pensando? ¿Será capaz, después de la traumática muerte en público de su suegro, de quitarse el vestido y ponerse a bailar? La cárcel empieza a parecerme la mejor de las salidas a este entuerto.
– Señorita, unos percebes –me dice, a mi lado, una camarera–. Cuando la miro, extrañada porque se gasten tanto dinero en el catering, veo que es Yolanda Díaz. Casi emito un gritito.
– ¿Qué haces aquí?
– Hija, no me lo iba a perder –me dice, sonriendo como si fuera lo más normal– He venido en el AVE desde Galicia, he tardado dos horiñas. ¡Qué maravilla!
“Antes de continuar, voy a dejar que la reina, si puede, diga unas palabras”, anuncia la presidenta, apartándose del micrófono y haciéndole un gesto a Letizia para que se acerque.
Letizia da un paso al frente, esboza una media sonrisa de forma casi automática y hace un silencio extremadamente largo antes de hablar:
“Como sabéis, han sido unos días muy difíciles para el país, pero nadie, ni en la peor de las pesadillas, esperaba que todo acabara de esta forma. Juan Carlos ha sido un referente para la monarquía no solo de España…
– ¡¡¡ESPAÑA!!! –gritamos. Joder, no se nos escapa ni una
… Sino para todas las monarquías del mundo. Su bondad, su espontaneidad y su trabajo estoy segura de que serán reconocidos en todos los libros de historia y en los mejores documentales de Netflix.
Sin embargo, tenemos que anticiparnos. Esto pone a la monarquía española en una situación aún más delicada. Como saben, mi marido quiere dedicarse a seguir formándose para ser el hombre más preparado del mundo y yo he estado sustituyéndolo este tiempo intentando, por todos los medios, que el país no notara su ausencia”.
Madre mía, lo va a hacer. Miro a Iria, que me devuelve la mirada emocionada. Qué pasará a partir de aquí es un misterio, pero es increíble lo que hemos logrado juntas. Sea como sea, las cosas van a cambiar y, desde que vivimos en esta nueva sociedad, jamás me he sentido tan viva y tan útil. El corazón me late a toda velocidad, me va a explotar la pulsera de actividad.
“He tomado una decisión que nos afecta a todos pero que, tras meditarla mucho, estoy segura de que supondrá un gran paso hacia la modernización de nuestro país y de la imagen que tienen de nosotros en el exterior…”
Estoy segura de que mañana saldremos en todos los medios internacionales, ya me imagino los titulares: “España proclama la república”, “Un grupo de mujeres consigue la república en España”... ¿Sabrán de la existencia de nuestro Comando alitas? ¿Tendremos que salir a la luz?
“Por eso, hoy quiero anunciarles que, a partir de este mismo momento…”
Ahí va. Me tiemblan las manos. Cierro los ojos y cojo aire.
“Froilán tomará las riendas de nuestro país”.
– ¡¡¡VIVA FROILÁN!!! –comienza a corear el público.
Suena la nueva de Bad Bunny. Se abre una trampilla del suelo del escenario y Froilán se alza, vestido con un chandal negro de Channel y gafas de sol doradas, saludando al público eufóricamente.
– Alba, ¡tenemos que salir de aquí!
Yolanda me saca del shock. Una decena de hombres de la División de los Ex nos ha localizado ya entre la multitud y no tardará en llegar hasta nuestra fila para apresarnos. Aterrada, miro al escenario, pero solo veo a un montón de tipos de seguridad y no encuentro a Iria.
– ¡VAMOS! –Yolanda tira de mi mano.
– ¡Espera! Si te vas a ir, llévate esto –me suelta Toni Cantó, que creo que no se ha enterado de qué va la vaina porque se ha pasado los últimos 20 minutos echándole la bronca a un camarero porque la cerveza está un grado más caliente de lo que debería, me extiende la mano y me da una bolsa de plástico.
Suena la nueva de Bad Bunny. Se abre una trampilla del suelo del escenario y Froilán se alza, vestido con un chandal negro de Channel
Yolanda y yo corremos más rápido de lo que jamás lo he hecho en mi vida. Se ve que ella en Galicia compite en triatlones y aguanta que no veas. Nos dirigimos directamente a la salida del servicio, que ella ha fichado antes de entrar. Miro hacia atrás y los 10 hombres del escuadrón de los Ex ahora ya son 50.
¿Cómo ha podido traicionarnos, cómo no lo vimos venir? Nunca debimos creer en lo que nos decía. ¿Qué será ahora del resto de las chicas? ¿Habrán apresado ya a alguna? ¿Iria habrá conseguido escapar? Nosotras sí que parece que lo vamos a conseguir. Es lo que tiene jugarte la vida, que de repente eres capaz de correr más rápido que cualquiera.
– Te lo dije –me recuerda Yolanda mientras salimos del estadio, todavía corriendo– “Polo pan baila o can”.
“Por el pan baila el perro”, pienso mientras nos alejamos de esa trampa. Y una reina siempre será una reina, por muy republicana que haya sido en otra vida.
Cuando nos distanciamos lo suficiente del estadio, paramos un segundo a tomar aire. Aún tengo agarrada, con todas mis fuerzas, la bolsa que me ha dado Cantó. Tendría que haberla mirado antes por si contiene algún tipo de chip para localizarnos. Abro la bolsa para salir de dudas, y me llega el olor a aceite y a pan recién hecho. Es un montadito de jamón, envuelto en una servilleta en la que pone: “Nadie de mi equipo se queda sin cenar”. De repente, me echo a reír, en una mezcla de nervios, desesperación y miedo. Yolanda me agarra del hombro:
– No te preocupes, hoy mismo nos vamos a una aldea de Galicia. Ya habrá otra oportunidad.
Miro en la dirección de la que venimos. Hace solo unos minutos parecía que el mundo estaba a nuestros pies, que montaríamos una república y que, con un poco de suerte, acabaríamos con la tiranía de la presidenta. Ahora me voy a exiliar con Yolanda a una aldea en Galicia, con lo que detesto la lluvia, el frío y el campo, más cuando va todo junto, y lo único que me llevo de mi antigua vida es un montadito de jamón. Agarro fuerte el montadito y le doy un mordisco mientras miro a Yolanda y le digo, muy seria:
– Antes de irnos, deberíamos comprarme un chubasquero.
Mierda, mierda, mierda. Ahora qué. La repentina muerte de Juan Carlos pone en peligro todo el plan, aunque he de admitir que, como muerte, ha sido bastante espectacular. Rápidamente a la División de los Ex y la seguridad del estadio empiezan a sumarse varios coches de policía, cinco ambulancias y un helicóptero....
Autora >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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