Comando alitas (II)
La conjura del margarita
Cócteles, corticoles y una aliada inesperada
Marina Lobo 21/07/2021
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Era un domingo en la tarde
fui a los coches de choque
(tiririri tiriri tiririri tirirí)
– Los Desgraciaus
Al final me ha dado tiempo a arreglarme para mi cita de las 22:00. Hemos quedado en el W, básicamente porque es uno de los locales de moda en Madrid y porque nadie sospecharía nunca de dos chicas ataviadas con sus mejores galas tomando margaritas a 15 pavos.
Me vibra el móvil. Es Iria que, como si no me conociera, ha llegado puntual.
Cari, cómo vas?
A 2 mins!!! –respondo mientras cojo el bolso y las llaves para salir de casa.
Como ya no estoy acostumbrada a asomarme a semejantes taconazos, camino a pasitos de hormiga, con la sensación de que todo es un sueño de esos en los que intentas correr para escapar de algo pero por más que te esfuerzas no consigues avanzar. En la calle me siento observada. Las fotos de la presidenta visten cada farola de la ciudad y, vayas donde vayas, siempre te topas con sus enormes ojos mirándote fijamente. En la foto de este mes, además, la presidenta sale sujetando uno de esos perros redondos color almendra tostada, más pelo que carne y que cuestan lo mismo que la entrada de un coche. En medio del cartel, la frase escrita en negro: “No adoptes; cómpralo, son más bonitos”.
Ya han pasado dos años desde que Ayuso ganó las elecciones. El lema de su campaña, “Ni comunismo ni comunisma”, le dio 192 escaños y Pedro Sánchez se retiró para cumplir por fin su sueño de la niñez entre luces de colores y canciones de Camela: ser dueño de un circuito ferial de coches de choque.
Lo primero que hizo la presidenta en cuanto tocó el poder fue ilegalizar el PSOE con el apoyo de Vox (que realmente no hacía falta, pero se lo dieron igual). Consciente del malestar que podría causar entre la población esta decisión, creó un ministerio: el Ministerio de la Superioridad Moral, con Errejón –que era el que mejor le caía– al frente. Esto contentó al electorado de izquierdas porque por fin sintieron que tenían un adversario digno: ellos mismos.
Lo siguiente fue crear el Ministerio de Familias Numerosas. Por cada hijo/a te dan un montón de corticoles y una tarjeta regalo para el Supermercado del Corte Inglés por valor de 60 euros al mes. A partir del quinto hijo la ayuda es el doble. Ahora la gente tiene hij@s sin parar. El país está lleno de bebés que se crían en pisos compartidos de alquiler, en los que l@s compañer@s se organizan para criarlos entre todos.
– Tía, yo te mato.
Iria, sentada en la mesa y juzgándome, sujeta su margarita que está ya por la mitad. Siempre me dice lo mismo cuando llego tarde. Es decir, siempre me dice lo mismo. Lo que no entiendo es por qué sigue insistiendo en llegar pronto. Supongo que pretende que yo cambie mi rutina en algún momento. Iria es así de perseverante y exigente, cosa que no se corresponde para nada con su físico; el pelo oscuro a cazón y su corta estatura la hacen parecer una niña pequeña muy mandona.
– Sorry tía, no soy capaz de andar con estos tacones.
– Como si cuando fueras en zapatillas llegaras pronto. ¿Todo bien?
– Bueno, Cantó se ha comido un cacho de su dedo.
– Tía lo he leído en Twitter, es flipante, ¿qué pasó? ¿Estabas ahí?
– Por lo que dijo justo antes de dar el mordisco, intuyo que fue por lo que dijo Garzón sobre las patatas bravas, que habría que hacerlas al vapor. Bueno, en teoría fue por eso, yo creo que es por el ayuno intermitente ese.
– Joder Garzón, sigo flipando con que esté de ministro.
– Ya ves, lo que ha aguantado.
– Buenas noches, ¿sabe lo que va a tomar? –un camarero sonriente apareció.
– Sí, un margarita.
– ¿De limón, de fresa, de maracuyá, de mango o de paraguaya y mango?
Me quedo unos segundos pensando. Tengo claro que el de paraguaya y mango es un experimento nuevo, la trampa. Pero tampoco quiero ser la básica que pide el de limón.
– Pues yo creo que de maracuyá.
– Estupendo. Aquí les dejo la cartita por si quieren pedir algo.
Iria y yo escaneamos el QR. El sitio, mitad coctelería mitad gastrobar con música demasiado alta para establecer una conversación inteligente, ideal por tanto para una primera cita Tinder, huele a cachimba de cereza y a ambientador de frutos rojos de marca blanca.
– Tía, no me apetece ni comer. Esto de ser madre es la puta muerte.
Con las prisas no me había fijado, pero es verdad. Iria tiene aspecto de cansada. Ni siquiera el corrector impide que le vea las ojeras desde aquí y ha bostezado ya un par de veces desde que me he sentado:
– Es verdad, ¿cómo lo llevas?
– Pues mal, pero me compré mi piso, así que alguien tenía que heredar la hipoteca. La tengo firmada hasta 2077, así que 25 años yo y 25 años el niño.
– Sigo flipando con que ahora se pueda hacer eso.
– Bienvenida a 2027 –Iria le da un sorbo a su margarita, se encoge un poco de hombros, mira a los lados y se acerca– Y ahora, lo importante... Tengo a un contacto que está dispuesto a ayudarnos desde dentro.
Llevo dos días sin dormir esperando esta noticia. Iria es una de las médicos de la Casa Real, así que es la figura clave de nuestro grupo. Hija del jefe de los servicios médicos del Real Madrid, quien se hizo famoso por aparecer en los audios de Florentino –que le llamó lerdo y cansaalmas–, es una republicana convencida, la oveja negra de la familia. Nos conocimos poco después de las elecciones en clases de spinning, actividad que no tardamos en abandonar para dedicarnos a quedar para tomar cañas y porque a mí un día me dio un chungo en mitad de la clase y me da vergüenza volver.
Poco a poco, Iria me fue introduciendo a algunas amigas de su círculo: Bea, la community manager del caballo de Abascal, Cris, la periodista que sacó a la luz el Caso Aceituna, por el que condenaron a Teodoro García Egea (aunque después le absolvieron) y Jimena, una de las pocas personas que queda en Unidas Pudimos, y nuestros ojos y oídos en el ámbito político. Evidentemente, cada una hemos ido haciendo diferentes contactos, hay much@s activistas que apoyan la causa, pero nosotras somos el núcleo y las que tenemos toda la información. Ahora, según parece, va a haber una quinta.
– Bueno, ¿y quién es? Dímelo ya.
– Está entrando ahora mismo, impaciente.
Me giro rápidamente para mirar a la puerta.
– ¿La de negro?
Iria asiente, emocionada.
La mujer que viene hacia nosotras parece algo más mayor, así que sería la primera no millennial del grupo. Muy delgada, con pelo negro hasta la cintura y gafas de sol. En silencio, se sienta en la mesa.
– Wow, te queda genial. Deberías pensar en quedarte ese look – bromea Iria.
– Me he tirado dos horas entre peluca y maquillaje, espero que sirva – a la mujer no parece haberle hecho mucha gracia el comentario. Se quita las gafas y muestra unos bonitos ojos marrón claro.
– Que sí mujer, que no se te nota nada.
Iria me mira. Está disfrutando su momento de gloria.
– Bueno, vamos con las presentaciones: Alba, esta es Ana, aunque tú seguramente la conozcas como... Letizia.
– ¿¿¿Cómo???
Era un domingo en la tarde
fui a los coches de choque
(tiririri tiriri tiririri tirirí)
Autora >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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