COMANDO ALITAS (IV)
Brunch ibérico
Resaca, huevos benedictinos, aguacate y una resurrección
Marina Lobo 3/08/2021
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Me gustaría ser el perro de un perro
Que fuera él quién me sacara a pasear
Que me comprara pienso caro sin complejos
Y en un cazo me sirviera agua mineral
(Rigoberta Bandini- Perra)
Mierda, llego tarde. Ni siquiera Marta Sánchez ha sido capaz de despertarme. Abro los ojos en mi cama y miro a mi alrededor: estoy sola y he atinado a ponerme el pijama, así que la noche no ha ido tan mal como pensaba. No recuerdo cómo llegué a casa ni qué hora era, pero por los intensos pinchazos en la sien, el dolor de estómago y la pastosidad de mi boca deduzco que serían más de las tres de la mañana, fijo. Me toca trabajar y encima el jefe estará de bajón después de haberse comido su dedo. Raro será que no nos mande hoy a hacer inspección de bravas para ver si algún bar está usando tomate de bote.
Aunque llego un poco tarde, voy andando al trabajo. Ya se sabe que resaca y metro no son una buena combinación. La brisa que refresca mi cara de camino al curro me está sentando bien y, poco a poco, voy rememorando la que cada vez tengo más claro que fue una de las noches más raras de mi vida. No sé si algún día me quitaré de la cabeza la imagen de Letizia calva. A nadie le queda bien ser calvo. Sin pelo, descubres que todas las cabezas son imperfectas, algunas con baches, lunares, manchas o todo junto. El pelo nos hace parecer mucho más guap@s, por eso los perros son tan bonitos y adorables hasta que los bañas y te das cuenta de que tu pomerania parece una rata. Lo mismo pasó cuando Andrés Velencoso se quedó sin pelo. Nadie se libra. Mi melena hoy no tiene su mejor día. No me ha dado tiempo a ducharme y empiezo a notar cómo mi pelo se va poniendo lacio por la parte de arriba, aunque las puntas están encrespadas. Y, en general, todo huele a una mezcla de colonias, alcohol y sudor, mucho sudor.
Porque perreamos lo más grande. De hecho, la noche estaba siendo bastante divertida hasta que intentamos entrar en el último bar (que cerraba en media hora) cuando ya estábamos visiblemente afectadas. Evidentemente no nos querían dejar entrar alegando que no nos daba tiempo ni siquiera a pedir una copa y Letizia se puso farruca. “¡En media hora me bebo yo dos copas mías y una tuya!”, le dijo al puertas, que la miró con indiferencia y le volvió a decir que no. Finalmente conseguimos convencer a Letizia de que la noche había terminado y ella se fue a regañadientes, jurando y perjurando que iba a comprar el pub al día siguiente y que Iria y yo beberíamos gratis el resto de nuestra vida. “¡Y Froilán de portero!”, gritaba mientras la acompañamos al taxi.
Al menos me acordaba de lo importante: el plan. No es que tuviera una memoria prodigiosa, resistente al alcohol, sino que, en un arrebato de lucidez, me dio por ir transcribiendo lo que hablábamos en las notas del móvil, como si escribirlo fuera a hacer todo aquello más tangible o menos peligroso. La nota del móvil decía así:
COMANDO ALITAS
(Así era como habíamos decidido llamarnos, tras una breve discusión en la que una alegaba que las alitas eran grasientas y que prefería el gazpacho y la otra argumentaba que comando sonaba a guerra. Yo intenté sin éxito que la palabra comando fuera con K, “komando”, pero Letizia nos contó que, según un estudio encargado por Felipe para la Casa Real, el uso de la letra K ponía nervioso al 35% de la población).
Iria: La cabeza pensante. Al trabajar como médico para la Casa Real, entre ella y Letizia pueden enterarse de si algo se mueve o de si algún miembro sospecha algo...
Cris: nuestra periodista de confianza. Llegado el momento, ella será la encargada de que no silencien nuestro plan. Lista para publicar cuando le digamos.
Bea: redes sociales. Tiene un equipo de confianza con los dedos preparados para tuitear en cuanto ella les diga qué, porque no les dirá de qué va la vaina hasta que actuemos. Posible hashtag: #LaRepúblicaHaVuelto,Zorras .
(Yo insistí en la coma, pero creo que al final va a ir sin).
EL plan: alkhdhwkewkhdkehfkenlmflkm asjkd pozdok dwkjiuf99999
Bueno, creo que es obvio que esto fue después del tercer jäggerquila, así que mejor lo explico yo. Este jueves (es decir, pasado mañana) se celebra una vigilia por el rey Juan Carlos I, a la que acudirán todos los ministros y ministras, empresarios importantes, gente del mundo de la cultura (la poca que queda), etc. Solo habrá dos intervenciones durante el acto, tremendamente solemne: la de la presidenta y la de Letizia, por ese orden.
Letizia llevará un vestido negro de manga larga, por debajo de la rodilla, sin nada de escote, con unos zapatos color crema terminados en punta y con algo de tacón. En su discurso hablará de la muerte, de cómo la situación de su suegro les ha hecho reflexionar a ella y a su marido (que la única reflexión que está haciendo ahora mismo es la de comer torreznos en la playa, una manía que por lo visto tiene desde pequeño), de la apertura de una ventana que traerá nuevas oportunidades (lo de las ventanas y las puertas les flipa, por lo visto, a los neoliberales), de que las instituciones tienen fecha de caducidad y de que los últimos años la monarquía no ha sabido recoger las necesidades de los ciudadanos, y de que la Iglesia (a la que hay que hacer un guiño para no ponérsela en contra de primeras) sí que se ha conseguido actualizarse mejor. Se hará la maja con la presidenta, a la que le agradecerá su colaboración y comprensión, como si ella ya estuviera informada de este giro de los acontecimientos, para que dé la sensación de que todo le hubiera sido consultado. De hecho, Letizia tiene hoy un encuentro formal con ella. Ha organizado un brunch en el palacio para que las vean juntas comiendo huevos benedictinos con aguacate (y jamón serrano, porque la presidenta ha dicho que si no era poco español).
En algún momento, el tono solemne de Letizia se volverá un poco más emocional, porque a los republicanos les gusta mucho que les arenguen. “Es el momento de que nos volvamos a poner a la cabeza como país”, dirá Letizia mientras se quita el vestido, debajo del que llevará una falda vaquera y una camiseta negra en la que se leerá, con letras rojas sobre un fondo blanco:
“POR LO MENO NO SOMOS FRANSESE”.
Una camiseta que Malacara, el extuitero y ahora entrenador del Betis B, nos ha preparado para esta ocasión especial, y que probablemente lo pete en las horas siguientes. Automáticamente, después de que la reina muestre su nuevo look, tod@s empezaremos a aplaudir y sonará Perra, la canción de Rigoberta Bandini. La idea es que todo esto dejaría a la presidenta en una situación muy comprometida, puesto que todo el mundo daría por hecho que era algo acordado, algo que ha llevado muchas reuniones y trabajo por España, y porque, aunque ya tenga unos añitos, a todo el mundo le sigue flipando la canción de Rigoberta.
Lo más importante en todo esto es que Cris actúe rápido. La presidenta controla los medios de comunicación hasta tal punto que, si ella quisiera, nada de esto saldría jamás a la luz; confiscarían los móviles, se llevarían a la reina y la harían cambiar de opinión en unas horas, probablemente amenazándola de forma sutil con algún trapo sucio que tengan por ahí. Además, todos los invitados al acto son gente de su más absoluta confianza y, estén o no de acuerdo con ella, no lo sabremos nunca, porque hay algo que hace que nadie le lleve la contraria: el miedo. Sin embargo, Iria y yo confiamos plenamente en Cris. Ella y su novio, informático y twitchero profesional, forman un buen tándem. El año pasado hackearon las redes y webs de varios de los medios de comunicación más importantes del país solo para meter un meme de un gato.
– Chiqui, ¡que te están llamando!
La señora amable me está mirando desde su mesa mientras se come un puñadito de almendras. Ni siquiera he encendido el ordenador, llevo media hora aquí sentada mirando fijamente a la pantalla apagada y reflexionando sobre toda esta locura.
– ¿Sí? –respondo
Al otro lado del teléfono, se escucha ruido de viento, de exterior. Parece como si hubiera interferencias.
– Hola, riquiña, menos mal que cogiste
Por un momento, me quedo callada. Me esperaba esta llamada menos que la borrachera con Letizia.
– ¿Dónde estás? –contesto, intentando no exteriorizar mi nerviosismo para que la señora amable no me atosigue a preguntas después.
– ¿Dónde voy a estar? ¡En la tierriña! Solo he llamado para decirte que no te fíes, he tenido que subirme al campanario del pueblo para coger cobertura. No hagas nada antes de que te llame otra vez
– Pero, ¿a quién te refieres? –la interrumpo esperando que me dé una respuesta rápida.
– ¡Luego te llamo!
Ha colgado. Creía que, después de la investidura de la presidenta, no íbamos a volver a saber nada de Yolanda Díaz.
Me gustaría ser el perro de un perro
Que fuera él quién me sacara a pasear
Que me comprara pienso caro sin complejos
Y en un cazo me sirviera agua mineral
(Rigoberta Bandini- Perra)
Mierda, llego tarde. Ni...
Autor >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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