COMANDO ALITAS (V)
Un mal canapé
Un evento multitudinario, la División de los Ex y una muerte
Marina Lobo 10/08/2021
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Allí me colé
y en tu fiesta me planté
Coca-Cola para todos
y algo de comer
(Mecano- Me colé en una fiesta)
He cogido un canapé por disimular y porque, a mi lado, Cantó ya lleva tres bandejas. Hasta ahora, ningún plato de jamón ha sido capaz de traspasar nuestra fila. El traje negro hecho a medida empieza a estirarse tanto que dudo que sea capaz de sacárselo cuando llegue a casa; no descarto que se asfixie dentro de él.
Hemos repasado tantas veces el plan durante las últimas 48 horas que prácticamente se me había olvidado que incluía un evento multitudinario: representantes de todos los ministerios, jueces, el equipo al completo de Idealista… Nadie se quiere perder la vigilia por el antiguo rey Juan Carlos. O, mejor dicho, nadie quiere que la presidenta perciba su ausencia en una ceremonia tan solemne. Filas y filas de gente, tod@s vestidos de negro, llenan el antiguo estadio Santiago Bernabeu, ahora rebautizado como Florentino Codere. Para la ocasión, han traído a Juancar con el respirador y todo. A su alrededor, varios médicos –incluida Iria– le revisan las constantes vitales cada dos minutos, comprueban que el respirador está bien puesto y, cuando grita ¡No puedor, no puedor!, le responden: ¿Te da cuen? y el emérito automáticamente deja de dar la patadita al aire y su pierna cae a peso muerto otra vez sobre la cama. Y vuelta a empezar.
Cras-cras-cras. Cantó mastica por encima de la música ambiente. Se ha metido en la boca, a la vez, un cóctel de gambas, un canapé de foie y queso y un rollito de salmón ahumado a las finas hierbas. Ensimismada en su ritual de engullir, he cogido el primer canapé que ha pasado por mi lado y ni siquiera he escuchado al camarero cuando decía “canapé de cangrejo con soja, lima y jengibre”. Yo solo quería una croqueta.
– ¿Qué tal el dedo? –le pregunto, por sacar un tema de conversación y por no darle un bocado a aquel mejunje que yo misma había escogido.
– ¡De puta madre! –responde–. ¡Ya no me duele nada. Si lo sé, le echo ketchup y me como otro! –dice riendo mientras mira su dedo vendado. Lo peor es que no tengo claro si es un chiste o si se lo está pensando de verdad.
Por suerte, el himno ya ha empezado a sonar.
Letizia camina decidida mientras saluda y sonríe. Ya en el escenario, hace el gesto secreto para indicarnos que el plan sigue adelante según lo previsto; se acerca a Juan Carlos y le da un beso en toda la calva. Nosotras le habíamos dicho que con que se tocara el pelo valía, pero ella insistió en hacer eso mientras miraba fijamente a cámara para mandar un mensaje a su suegra en plan: iré a por ti, motherfucker.
Miro a mi alrededor para comprobar si hubiera algo raro en el ambiente, como si yo pudiera percibirlo. Yolanda Díaz me había insistido en que mantuviera los ojos abiertos, en una llamada un tanto perturbadora a las dos de la mañana en la que me repitió que no se terminaba de fiar de Letizia. “Intuición gallega, carallo”, me dijo. “Polo pan baila o can” (por el pan baila el perro) fueron sus últimas palabras antes de colgar porque no tenía cobertura.
La División de los Ex está por todos lados, implacable: camisa azul, pantalón beige y náuticos color camel. Fue una de sus promesas electorales: si alguna vez te encuentras a tu ex de fiesta por Madrid y das el aviso, le ficharán automáticamente para servir al Estado. Son los ojos y oídos de la presidenta, y, por ello, los más peligrosos. Todos hombres, jóvenes y no tan jóvenes, encantadores, serviciales, ubicados estratégicamente en cada grupo, en cada conversación; todos con pinganillo y listos para delatar a quien tenga un mal gesto o una mala palabra sobre el evento, la presidenta o el puto cuidado del césped.
Al fin sale la presidenta vestida, como siempre, de rojo. Ahora que no hay comunidades, la antigua bandera de la Comunidad de Madrid nos representa como sede del Estado Central, y se intercala con la de España para los actos institucionales. Se barajó dejar solo una bandera, pero muchos alegaron que si cabe una en el balcón, caben dos. Aplaudimos mientras avanza por la alfombra camino del escenario, con un cachorrito de perro con un collar también rojo en los brazos. A juego con su traje de pantalón y chaqueta, con blusa blanca debajo. A mitad de camino, se inclina y le da el perro a una niña rubia monísima, de unos cinco años, que la mira con lágrimas en los ojos y coge el perro sin pensarlo. “Para que tengas por mí la lealtad que este perrito tendrá por ti”, le dice la presidenta a la niña, acariciándole el pelo, absorta. Con paso firme, sube al escenario, se pone frente al micrófono, mira a todos los asistentes con una media sonrisa, se coloca tras la oreja un mechón que se le ha escapado de la coleta y arranca su discurso, que retumba en los altavoces como si fuera el Súper de Gran Hermano.
“Queridos súbditos:
Gracias por acudir, como siempre, a la llamada de España”.
– ¡¡¡ESPAÑA!!! –gritamos todos a coro.
“En estos momentos tan delicados para nuestro país, con la vida de nuestro rey emérito pendiendo de un hilo por intentar defender su patria con la valentía y el honor que siempre le ha caracterizado y que tanto tenemos que agradecerle…”.
En ese momento, la presidenta hace una pausa para mirar al emérito, tendido en la cama con los ojos cerrados, el suero goteando poco a poco. El equipo de medios de la presidenta había intentado lavar la imagen de Juan Carlos difundiendo el bulo de que el emérito estaba llegando a Ceuta para una misión diplomática cuando fue atacado por unos jóvenes de origen marroquí, pero todos sabemos lo de la hostia imitando a Chiquito porque, entre otras cosas, ha salido en todos los medios internacionales.
– ¡No puedor, no puedor! –interrumpe inconscientemente Juan Carlos.
– Él siempre tan campechano –dice la Presidenta sonriendo, y los aplausos y vítores del público envuelven el ambiente.
“La vida puede ser injusta. Por suerte, vivimos en un país en el que no nos falta de nada y en el que, sobre todo, tenemos libertad. Nuestro rey, Felipe, quiere aprender chino para sumarlo a los 20 idiomas que ya habla y debemos respetarle: puede que sea el siguiente Amancio Ortega”.
Amancio, ministro de Trabajos para los que de verdad quieren trabajar, suelta una carcajada sonora desde la primera fila.
“Por suerte, en estos momentos tan duros para España…”
– ¡¡¡ESPAÑA!!! –volvemos a gritar. Es un ejercicio que pone en práctica todos nuestros sentidos y, a estas alturas del juego, estamos sincronizadísimos.
“… hemos contado, por suerte, con el apoyo de la reina Letizia, que ha demostrado durante estos días su compromiso, su tesón y su respeto por la institución a la que representa”.
La presidenta mira a la reina, a su lado, estira la mano y, sonriendo, coge la suya y se la aprieta antes de seguir.
“Tenemos…”
– ¡Pecador de la praderar! ¡No puedor, no puedor! ¡Duodeno sersuá! Te da cuen? CUENNNN CUENNNNN CUENNNNNNNNN
Juan Carlos ha entrado en colapso. Tumbado en la cama, golpea al aire como puede con piernas y brazos. El equipo de médicos se apresura y le rodea. Puedo intuir desde aquí la cara de Iria, completamente paralizada, y la de Letizia, que no ha movido ni un músculo. La presidenta observa con incomodidad mientras el equipo médico intenta calmar a Juan Carlos, y el rumor de los cuchicheos suena cada vez más alto.
– ¡NOOOOO PUEDORRRRRRRRRRRR! O SIIIIII, SIIIII PUEDORRRRRRRRR!
Varios de seguridad se acercan para levantar la cama y llevárselo directo a la ambulancia, pero Juan Carlos se sienta, ante el estupor de todos, y mira fijamente a Letizia. Durante unas milésimas de segundos, se hace el silencio.
– ¡¡Le voy a jasé un número nuevoooorl!! –grita y, acto seguido, se desploma. Se escucha un pitido intenso, proveniente de una de las máquinas a las que Juan Carlos aún está unido. Un médico se apresura e intenta reanimarlo. No se mueve, ya no grita, no hace nada. Juan Carlos ha muerto.
– Hostia puta –dice Toni Cantó mientras se zampa mi canapé.
Allí me colé
y en tu fiesta me planté
Coca-Cola para todos
...
Autor >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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