Sangría Fría (Y VI)
Sobre el final de un verano horrible y un entrometido
Seis escenas de verano de dos señoras perplejas
Carlos García de la Vega 20/08/2021
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MARI. ––¿Seguro que no quieres que prepare un poco más de sangría?
CONCHA. ––Bueno, mujer. Hazla. Total, qué más da. Si se ve que te apetece mucho.
MARI. ––La verdad es que sí. (Y renqueante se levanta, sube la pequeña escalera, rodea la mesa y la cortina de tiras la engulle en la cocina con su movimiento pendular.)
CONCHA. —(Para sí.) A mí no es que no me guste beber, es que me trae a la cabeza situaciones muy feas. Tenemos tan asociada la bebida a estar contentos, que no nos damos cuenta de que de una manera que casi no notas, a la chita callando, va deformando cómo percibes la realidad. Acaba con la alegría que se supone que busca el que bebe. Porque en realidad no busca alegría. El que bebe mucho esconde penas. Yo lo sé bien por mi marido. Y sabe Dios que jamás pasó nada, ni me hizo nada por beber. Su borrachera era muy mansa. Tan mansa como él. Pero esa tristeza en los ojos. Esa actitud derrotada. Le fui cogiendo manía a ver cómo en los cumpleaños o en Navidad utilizábamos para celebrar el alcohol. El mismo alcohol que entre semana, supongo que en bares, porque en casa no lo hacía, no me devolvía a mi marido, sino a una especie de sombra de quien él era. Era como usar veneno en los buenos momentos. Un contrasentido. ¿Qué bebería en el bar? Nunca me atreví a preguntárselo. Tampoco sé cuánto se gastaría. Pero hacerlo, lo hacía. Y nunca nos faltó de nada. A lo mejor no podía soportar verme deprimida, a lo mejor no sabía cómo ayudarme. Como no hablábamos de nada que no fuese práctico, no me atreví a preguntárselo. No me atreví a decirle que veía que estaba mal. Que qué le pasaba. Me daba vergüenza. Qué tontería tener vergüenza con tu marido. He podido empezar a beber otra vez, un poquito, cuando encarta como hoy, cuando ya se me ha olvidado la sensación de fracaso que traía a la casa día sí y día también. Le tenía rabia, le tenía manía, pero yo no podía ayudarle, además de todo lo demás… Qué pena, en realidad.
MARI. ––(Gritando desde la cocina.) ¿Qué dices, Concha, que no te oigo desde aquí?
CONCHA. ––(Gritando también.) ¡Nada, nada! (Se sonroja). La Virgen, (de nuevo para sí) creía que no me oía. A ver si la sangría me tiene piripi y no controlo bien. Será este calor insoportable… En fin, no sé yo… Esta vida sería mucho más fácil haberla vivido dos veces. Una para equivocarse y encerrarse en una misma Y la otra, para, sabiendo dónde te has equivocado, ser capaz de hacerlo todo de nuevo y poder afrontar las cosas sin ningún tipo de miedo ni censura… Al final el alcohol fue entre nosotros como una especie de distancia muy, muy grande que se formó y que yo no tuve fuerza de recorrer. No podía. No quería avergonzarle.
(Concha calla cuando ve salir a Mari de la cocina con otra jarra llena de sangría muy fría. Hace el recorrido de vuelta con la misma torpeza que ha hecho el de ida. Sirve las dos copas y se vuelve a sentar.)
MARI. ––A mí no me avergüenzas en absoluto, eh, que yo ya sé que me he vuelto un poco borracha. Y lo mismo que tú acabas de decir, yo solo me he permitido serlo ahora, sola, sabiendo que no puedo poner en un compromiso a nadie. Que, a ver, tampoco es que me ponga como una cuba. Pero esa especie de gasa blanca que hace que todo sea un poco más fácil… pues me gusta, sí.
CONCHA. ––¿Has estado escuchando lo que decía?
MARI. ––Mujer, ¿no me lo estabas contando a mí?
CONCHA. ––Bueno, pues que se quede en el patio, Mari. Que no me gusta que se sepan estas cosas de mi marido.
MARI. ––Claro que sí, mujer.
CONCHA. ––Tengo ganas de que se acabe ya este verano. No han dejado de pasar cosas espantosas.
MARI. ––Una detrás de otra. Es como una película de catástrofes.
CONCHA. ––¿Es esto lo que nos espera de aquí en adelante? ¿O parará en algún momento?
MARI. ––Hubiese preferido imaginarnos en un verano en el que solo hubiese habido en la tele, como lo llamaban antes, culebras de verano. Que hubiésemos estado las dos despreocupadas de todo el horror y que estuviésemos en una piscina de esas hinchables, a remojo, con dos sombreros de paja de ala muy ancha, bebiendo tequila bueno y cerveza.
CONCHA. ––¡Qué cosas tienes!
CGDLV. ––(Asoma la cabeza por encima del muro colindante un hombre calvo y con barba.) ¿Cómo sabe eso, señora?
MARI. ––Pero, ¿usted quién es?
CGDLV. ––Me llamo Carlos, soy amigo de Marta P., la vecina. Hemos tenido una barbacoa aquí al mediodía, ahora se han quedado todos dormidos.
MARI. ––Ah, Marta. Qué chica más salada. Anda que no habéis metido follón ni nada y la música tronando como en una discoteca. Que a mí me da igual, pero cualquier día le denuncia alguna otra vieja amargada de por aquí.
CGDLV. ––¿Cómo sabía usted lo de las dos mujeres hablando en una piscina con tequila y cerveza? Esa escena la viví este verano con Mara y Cecilia en una casa de las afueras de Madrid.
MARI. ––No sé de quién me hablas. Pues se me acaba de ocurrir. Será casualidad, hijo.
CGDLV. ––Pues vaya puntería, señora.
MARI. ––¿Cuánto tiempo llevas escuchando lo que decimos?
CGDLV. ––Todo el rato… Estaba mirando Twitter en el móvil y de repente empezaron a hablar y no pude dejar de prestar atención. De pequeño me pasaba, me encantaba escuchar las conversaciones de los mayores.
MARI. ––En vez de jugar… Debes de ser más raro que un perro verde. ¿Quieres sangría?
CGDLV. ––No, muchas gracias. He bebido ya de sobra por hoy.
CONCHA. ––Pero, ¿a ti esto te parece normal, Mari?
MARI. ––A mi ya no me sorprende nada.
CONCHA. ––Es que no doy crédito.
MARI. ––Oye, Carlos, ¿tú nos podrías decir qué está pasando en Afganistán? No entiendo de dónde han salido, de repente, los talibanes.
CONCHA. ––No hacía falta que le preguntaras a este, Mari. Te lo explico yo. Pues resulta que el presidente de los Estados Unidos anunció nada más tomar posesión que el 11 de septiembre se retirarían las tropas del país después de 20 años. Fueron allí cuando pretendían pescar a Bin Laden. Durante este tiempo han gastado una barbaridad de dinero con el objetivo de intentar dotarles de todo lo necesario para tener un Estado funcional con administración y ejército, pero ahora el carcamal del presidente dice que no. Todo en balde. Todo ese dinero ha ido a parar a la corrupción. Al empezar a replegarse el ejército de los Estados Unidos, ha desertado mucha gente del ejército que se suponía que habían formado y se ha comprobado que estos veinte años no han servido de nada ¡Veinte años! Bueno, ha servido sí, para beneficiar, como en Iraq, a las empresas contratistas americanas que han hecho negocio. Los talibanes, que estaban más o menos replegados esperando a que algo así pasase, están tomando, de una manera más o menos escandalosa, el poder fáctico de ciudades y ya han llegado a la capital. El pueblo está aterrorizado. Se están subiendo a los aviones por fuera para escapar y se caen al vacío. Es helador. Me repugna que una noticia de un país de Asia en realidad sea una vez más una noticia sobre norteamericanos sin escrúpulo ni decencia.
MARI. ––Si ya te digo que está siendo un verano horrible.
CGDLV. —–¿A ustedes les importaría salir en CTXT?
MARI. ––¿En dónde?
CGDLV. ––En una revista digital donde a veces colaboro. Mora nos ha pedido series de verano y no se me ocurre nada.
MARI. ––¿Quién es Mora?
CONCHA. ––Mujer, pues será el director.
MARI. ––A mí me da igual. Quién va a querer leer lo que nosotras tengamos que decir.
CONCHA. ––A mí también me da igual. Pero si lo haces nos cambias los nombres, que no quiero que nadie sepa lo de mi marido.
MARI. ––¿Y dónde se compra esa revista?
CGDLV. ––No se compra, está en internet.
MARI. ––Ah, qué moderno. Pues como no me ponga el móvil bajo la lupa de leer, creo que no voy a poder comprobar lo que te inventas de lo que hemos dicho.
CGDLV. ––Cuando vaya saliendo se lo hago llegar yo impreso en letra grande. ¿No les importa de verdad?
MARI. ––No, haz lo que quieras. Si a ellos les parece bien, a nosotras nos da igual.
CGDLV. ––¿Cómo han sabido lo de Mara y Cecilia?
MARI. ––Y dale, chico. Que no lo he sabido, solo me he imaginado que si mi amiga y yo pudiésemos entrar y salir sin caernos, hubiese sido agradable estar este ratito en una piscinita de esas charlando, como dos estrellas de cine.
CGDLV. ––Un poco lo son, ustedes.
MARI. ––¡Y tú un cotilla! Anda, déjanos tranquilas.
CGDLV. —Vale, vale, perdón. Por cierto, ¿qué libro de su marido está leyendo ahora?
MARI. ––Eso no te lo voy a decir. Que todo quieres saberlo.
MARI. ––¿Seguro que no quieres que prepare un poco más de sangría?
CONCHA. ––Bueno, mujer. Hazla. Total, qué más da. Si se ve que te apetece mucho.
MARI. ––La verdad es que sí. (Y renqueante se levanta, sube la pequeña escalera, rodea la mesa y la cortina de tiras la engulle en la cocina con...
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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