Sangría fría (II)
Sobre la violencia callejera, mediática e institucional
Seis escenas de verano de dos señoras perplejas
Carlos García de la Vega 23/07/2021
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CONCHA. ––Estoy helada.
MARI. ––¿Cómo vas a estar helada, Concha, con el bochorno que hace? ¿Te has fijado que hay como niebla?
CONCHA. ––Es calima, qué cosa rarísima que haya eso aquí. Pero no estoy hablando del tiempo.
MARI. ––Entonces algo te pasa.
CONCHA. ––¿No te parece que todo se ha vuelto feo de repente? El nivel de agresividad que hay me pone muy tensa.
MARI. ––¿En la Sexta Noche?
CONCHA. ––No, mujer, en la calle. La gente está enfadada, agresiva. Es como si se estuviera cociendo algo muy feo. Tengo como el presagio de que todo está a punto de saltar por los aires.
MARI. ––Concha, por favor. Ni lo nombres.
CONCHA. ––Mira ese chico de diecinueve años con Asperger que han apuñalado por la espalda en Madrid. Qué cosa miserable. O el chico de La Coruña: quince minutos de paliza, arrastrándolo doscientos metros por el suelo. Qué pena más grande. No hay explicación posible. Solo maldad, saña y cobardía.
MARI. ––Ah, mujer. Claro que estoy espantada. Me pongo mala. Me dan sudores fríos de pensar en el sufrimiento de esas familias. Pero, sobre todo, me enferma imaginar la agonía de esos dos muchachos: su sufrimiento gratuito, tener que sentirse morir en el suelo de la calle.
CONCHA. ––¿Crees que todo esto es por la pandemia, que está la sociedad traumatizada?
MARI. ––Sabes perfectamente que, si me preguntas, te voy a decir que esa gentuza de Vox, con sus sonrisas de hiena, su calma agresiva y su actitud de agente inmobiliario faltón, ha ido caldeando el ambiente hasta que ha roto a hervir. Han azuzado a los perros y los perros se han envalentonado. Pero bueno, supongo que la neurosis por este año y medio no ayuda tampoco.
CONCHA. ––Ya tuvo que salir Vox, como si los demás políticos no tuviesen también su parte de culpa en crisparnos a todos.
MARI. ––No te digo que no, Concha. Pero a mí nadie me había vuelto a traer a la memoria la Sección Femenina, toda esa parafernalia tétrica y angustiosa de la que, por suerte, pudimos escapar. Yo no estoy de acuerdo con muchas cosas de hoy en día. Aunque, en realidad, lo que me pasa es que no entiendo bien lo que pasa. Pero la capacidad de sentir me funciona perfectamente y te digo yo que esa gente de Vox no quiere nada bueno para nadie salvo para sí mismos. Y, ¿sabes lo qué es lo peor? que lo hacen a costa de señalar al diferente. A mí me dan pavor.
CONCHA. ––El otro día entrevistaron al padre de uno de los seres que mataron al chico de La Coruña. Decía que estaba muerto en vida… (Se miran fijamente.) ¿Cómo tiene que ser haber criado a alguien capaz de semejante barbaridad?
MARI. ––No quiero ni pensarlo (se le inundan los ojos de lágrimas.)
(Beben un buen trago de sangría mientras dejan que la emoción se diluya. Cada una gira la cabeza para un lado distinto, porque saben perfectamente que si se miran volverán las lágrimas. Silencio.)
MARI. ––No soporto a Ana Rosa. Es un mal buitre.
CONCHA. ––No te creas que la otra no es mucho mejor: se ha envilecido con el tiempo. Antes parecía una chica normal, pero desde que le robó al gachó ese de la crónica negra se ha vuelto como ella. ¿Te puedes creer que con lo de la Coruña pasaron horas y horas intentando convencernos de que aquello había sido un crimen sin más y no una agresión porque el chico era mariquita? Es que vamos a ver, si las amigas escucharon que gritaban “maricón de mierda, te vamos a matar”, algo tendrá que ver que el chico lo fuera o al menos lo pareciera, digo yo. Es que Mari, que alguien se crea con el derecho de pegar o matar a alguien por ser distinto, (muy indignada) ¿pero esto qué es? Y la Griso erre que erre con que había sido un crimen sin más, la muy innoble.
MARI. ––No sé qué interés puede tener nadie en que pensemos que fue simplemente una pelea.
CONCHA. –Ya sabes eso que dicen en latín que ahora no recuerdo.
MARI. ––Desde luego. Eso mismo. Qué razón tienes.
(Se quedan pensativas y vuelven a beber. Ninguna de las dos está segura de lo que ha entendido la otra, aunque intuitivamente las dos saben que, por una vez, están de acuerdo. De nuevo, un silencio largo.)
MARI. ––Si te has fijado, tanto en un caso como en el otro, son grupos de hombres comportándose como cafres. No lo hacen solos, lo hacen en grupo. Se atreven porque, de entrada, la situación está desequilibrada.
CONCHA. ––Eso es, y están muy ufanos de poder sentirse más hombres demostrándose los unos a los otros hasta dónde son capaces de llegar.
MARI. ––Es lo mismo que le pasó a la chica de Pamplona hace unos años. Le hicieron todo lo que le hicieron para jactarse unos con otros de su repertorio sexual, qué asquerosidad. Es como si estar en grupo potenciara su salvajismo.
CONCHA. ––Tienes razón.
MARI. ––Madre mía, Concha, me tienes loca con que estemos tan de acuerdo.
CONCHA. ––Es que tú conmigo tienes un prejuicio muy grande, Mari. Tu crees que soy un poco facha y no es verdad, hija.
MARI. ––No, si yo no pienso nada, solo que nunca habíamos hablado de gais, y me sorprende que seas tan capaz de ponerte en su lugar. ¿No estarás viendo que alguno de tus nietos va a salir así?
CONCHA. ––¡Ay, por favor, qué cosas tienes! Son muy pequeños todavía. (Suspiro.) Pero vamos, que también te digo que si eso pasara le querría igual. No, le querría más. Porque tendría mucho miedo de que sufriera más que los otros.
MARI. (Sonríe.) –– Me acaba de venir a la cabeza el coro ese de la zarzuela Gigantes y Cabezudos: (canta) “si las mujeres mandasen, si las mujeres mandasen, en vez de mandar los hombres…”
LAS DOS. (Cantando). –” Serían balsas de aceite, los pueblos y las naciones, ¡los pueblos y las naciones!, si las mujeres mandasen.” (Ríen a carcajadas).
MARI. ––Ahora me dices que estás de acuerdo con la Yolanda en lo de hablar de matria en vez de patria y ya me dejas de pasta de boniato.
CONCHA. ––Bueno, bueno, qué dices, de esa comunista cualquier cosa. No habrá cosas más importantes en este país que inventarse palabras que no existen.
MARI. ––Ya vuelves a ser tú, menos mal (ríe).
CONCHA. ––No te burles de mí, que sigo helada. (Mira su copa vacía y comprueba que tampoco queda sangría en la de Mari. Se levanta con mucho esfuerzo y llena las dos. Posa la jarra en el carrete de madera y se vuelve a dejar caer en su tumbona.) “En las largas tardes de verano ya regadas las puertas, ya pasado el vendedor de jazmines, aparecían ellos, solos a veces, emparejados casi siempre”.
MARI. ––Qué dices, Concha.
CONCHA. ––Es Cernuda, lo recitaba mi amigo Manolín, del pueblo, y se me quedó grabado: “Ufanos de algo que solo ellos conocían, pareciendo guardarlo secreto, aunque el placer que en ese secreto hallaban, desbordaba a pesar de ellos sobre las gentes. [...] Eran unos seres misteriosos, a los que llamaban los maricas” * (Mira al suelo.) Antes de conocerte a ti, Manolín fue la persona con la que más había hablado en toda mi vida. Le quería tanto… Pero no sé nada de él desde que me casé. Con esto del niño Samuel no puedo dejar de pensar si habrá estado bien, si ha conseguido ser feliz… (se le llenan otra vez los ojos de lágrimas.)
MARI. ––Estoy segura de que sí, Concha. Estoy segura de que sí (y se levanta lo más rápido que puede a cogerle una mano a su amiga).
*Luis Cernuda: Ocnos (1942): El escándalo.
CONCHA. ––Estoy helada.
MARI. ––¿Cómo vas a estar helada, Concha, con el bochorno que hace? ¿Te has fijado que hay como niebla?
CONCHA. ––Es calima, qué cosa rarísima que haya eso aquí. Pero no estoy hablando del tiempo.
MARI. ––Entonces algo te pasa.
CONCHA. ––¿No te parece que...
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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