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Pachucos: “Ni de aquí, ni de allá”
Un colectivo de artistas mexicanos afincados en Madrid revive la leyenda de esta cultura transfronteriza para crear un proyecto artístico y social con un aire de mexicanidad que apenas ha empezado a fundirse con este otro lado del mundo
Liliana David 19/08/2021
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Un colectivo de artistas mexicanos ha reavivado en Madrid la leyenda de los pachucos, aquellos mexicanos que habían nacido –otros emigrados– más allá de la frontera norte de México, alrededor de los años treinta del siglo pasado. En aquella década, en el país del American Dream, los pachucos intentaron distinguirse y reafirmarse culturalmente por su forma de vestir y hablar, reivindicándose al mismo tiempo como seres que no eran ni de un lado ni del otro de la frontera que separa a México de Estados Unidos: “Ni de aquí, ni de allá”.
En la singularidad que crea toda circunstancia y zona fronteriza, los pachucos de principios y mitad del siglo XX crearon su propia jerga. Sin embargo, el estilo del colectivo Pachucos, agrupación mexicano-madrileña integrada por Teniente, Manu y Ernesto, no imita las expresiones del spanglish, propias de esa subcultura, ni tampoco la vestimenta que caracterizó al emblemático personaje Tin Tan, el pachuco por antonomasia al que diera vida el actor mexicano German Valdés. Más bien, en estos otros pachucos, extraña palabra sin significado preciso –como pensaba Octavio Paz– y cargada, como todas las creaciones populares, de una pluralidad de significados, puede percibirse un aire de mexicanidad que apenas ha empezado a fundirse con este otro lado del mundo.
La referencia a los pachucos ha sido el pretexto para dar vida al proyecto artístico y social de este colectivo, en cuya obra plástica y visual se percibe la influencia colorida del arte popular mexicano, además de la del kitsch, el pop art, el abstraccionismo, el collage o el surrealismo. Así lo manifestó Teniente, admirador de Kandinsky y Jackson Pollock, en la entrevista que sostuvimos cerca del centro social La Tabacalera, ubicado en el barrio madrileño de Lavapiés. Fue justamente en ese espacio donde en 2019 expusieron junto con otros artistas mexicanos y quince invitados más procedentes de Colombia, Argentina, Perú, Italia y Francia. Aquella fue la primera ocasión en que se presentaron al público bajo el nombre de Pachucos. “Somos un colectivo proto-punk que trata de recordar a las tribus chicanas, que no se sienten ni muy gringas ni tampoco muy mexicanas, aunque nos asumimos como unos outsiders. No usamos los pantalones tumbados, pero nos identificamos con ese concepto de lo fronterizo”.
En el lenguaje de estos artistas sobresalen los elementos extraídos de la conciencia colectiva mexicana que reconoce a los diablitos, las calaveras y las catrinas como símbolos propios
Asimismo, este grupo de artistas visuales se identifica con el nombre del grabador, ilustrador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada, creador del personaje conocido como La Catrina. El colectivo incluyó en aquella exposición quince piezas originales traídas desde México por Agustín Sánchez González, el historiador mexicano que mejor conoce la vida y obra de Posada, que sigue ocupando un lugar preeminente como exponente del arte popular mexicano. “De hecho, es el arte popular mexicano lo que nos hizo coincidir –confiesa Ernesto-. Yo uso mucho las cartas de la lotería, los santos, me apropio del kitsch mexicano y le doy mi toque pop, lo transformo”. Mientras, Manu destaca que, a raíz de sus estudios en el Taller de la Gráfica Popular, fundado en México por el mismo José Guadalupe Posada, su obra hace siempre un guiño a la mirada satírica y con trasfondo de crítica social que puede observarse igualmente en las estampas de folclor y muerte creadas por Posada. “La muerte es un símbolo muy potente en nuestra cultura, pero para alguien que no es mexicano es complejo de entender, porque la mayoría piensa que nosotros hacemos fiesta cuando alguien muere, cosa que no es verdad. Tenemos una familiaridad con la muerte porque en México esta se vive cotidianamente y de muchas maneras”, reflexiona Manu.
Por ello, en el lenguaje visual que caracteriza a estos tres artistas sobresale un entramado de elementos extraídos de las tradiciones mexicanas, del imaginario visual, de una conciencia colectiva que reconoce en los diablitos, las calaveras y las catrinas símbolos propios de la cultura popular. De este modo, lo popular y lo pop se funden en su quehacer creativo. Un ejemplo de ello es el cartel hecho a mano por Ernesto Muñiz para la presentación oficial de la segunda temporada en Netflix de la serie Narcos México. Con esta obra, realizada con la técnica de collage, obtuvo dos premios OBIE 2021, otorgados a la creatividad y diseño en publicidad exterior, y del que fue jurado el diseñador gráfico y artista Shepard Fairey.
Asimismo, los otros dos integrantes del colectivo reconocen el trabajo de su colega Ernesto quien, en el inicio de la pandemia, pegó en las calles de Madrid un cartel titulado Coronavirgen, una imagen que ya fue incluida en el libro Street art in the time of Corona, de Xavier Tapies. La intervención retrata a una peculiar virgen, con el mundo como si fuese su nimbo. La virgen, que tiene puesta una máscara antigás usada en la Primera Guerra Mundial, llora y se lamenta por el virus que vive dentro ella. Delante de su manto se observa una semicorona de rosas que evoca el Día de los Muertos en México. Esta obra ha sido difundida mediáticamente tanto en televisión y prensa mexicanas como en España, Francia, Italia y Alemania.
Sin duda, Ernesto, al ser el veterano del colectivo, lleva la voz cantante del grupo. En su opinión, el arte contemporáneo tiene un promisorio futuro en las calles, en el metro y en los espacios barriales. “Hay que volver a la acción callejera porque la gente ya no quiere ir a las galerías, ni ahora tampoco a los museos, ya que en muchos de ellos sigue habiendo restricciones por la pandemia”, coincide también Manu, a quien, por cierto, le censuraron una pieza en una galería, por considerarla demasiado escabrosa. En ella retrataba a uno de los estudiantes de Ayotzinapa, a quien la policía torturó, arrancó los ojos y desolló el rostro. El joven Julio César Mondragón fue uno de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” acochinados por la delincuencia organizada. A él y a su memoria, Manu Ramírez dedicó su obra censurada.
Finalmente, durante el encuentro con Ernesto y Manu en el barrio de La Latina, decidí preguntarles sobre el combate actual entre un arte comercial y otro más comprometido con las reivindicaciones sociales. Al respecto de este asunto, Manu no dudaba en posicionarse por un arte más contestatario que fuese en contra de ciertos cánones de lo políticamente correcto y que criticase los intentos de embellecer la realidad social mexicana por medio de un México mágico (frase que aparece debajo de una de sus obras y que hace referencia directa a los llamados Pueblos Mágicos, pertenecientes a los itinerarios turísticos del país) detrás del cual se oculta la complicada situación de una sociedad carcomida por la corrupción política así como la violencia del narcotráfico. Son los contrastes sociales entre aquellos que viven el México profundo y aquellos otros que solo tienen en cuenta el México imaginario, siguiendo la tesis planteada por el reconocido antropólogo Guillermo Bonfil Batalla.
En torno a todos estos rasgos, se han encontrado en Madrid tres artistas mexicanos, cuyas respectivas y disímiles trayectorias no les han impedido formar el colectivo Pachucos, nombre con el que están creando una historia en común, una historia desde donde se distingue mejor su mexicanidad, esa que les permite diferenciarse del resto del mundo, no por una identidad fija, sino por el sello particular que le imprimen a su creación artística: ni de aquí, ni de allá.
Un colectivo de artistas mexicanos ha reavivado en Madrid la leyenda de los pachucos, aquellos mexicanos que habían nacido –otros emigrados– más allá de la frontera norte de México, alrededor de los años treinta del siglo pasado. En aquella década, en el país del American Dream, los pachucos intentaron...
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Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
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