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México: ‘variaciones’ de la juventud de Luis Cernuda
El poeta recorrió los barrios de la capital mexicana. Conoció Veracruz, el Golfo de México, Acapulco. Le gustaba la catedral de Puebla, porque le recordaba al Escorial. En aquel país fue encontrando otra versión de España
Liliana David 28/07/2021
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Quien busque los rastros de la vida y muerte en México de Luis Cernuda habrá de encontrarse pronto con las investigaciones hechas por el hispanista James Valender, cuyo nombre figura junto con el de Octavio Paz y Ramón Xirau en la edición-homenaje que, en 1998, el Colegio de México le rindió bajo su sello a otra gran pluma como fue la de María Zambrano. Y fue precisamente a la dama peregrina, exiliada entonces en París, a quien Luis Cernuda se dirigió en una carta fechada en 1952 para transmitirle la noticia de que por fin había logrado instalarse en la Ciudad de México. Desde ahí, Cernuda escribió: “Con todos mis defectos, inconvenientes y fallos, tengo la excelente cualidad, adquirida y madurada en años tardíos, de poder vivir en el momento presente de dicha plena y enteramente, sin pensar en lo que luego venga”. Con estas honradas palabras, en cuya gracia se escucha el ritmo de un lejano verso, se filtraba ya algo de aquel cálido clima, del amor y de la lengua materna. Los poros de la sensible piel del poeta, que se habían bañado en las aguas del mar de Acapulco, evocaban a través de ellas el recuerdo de un paraíso distante: el de su añorada Andalucía.
Envuelto por la atmósfera del mítico país de Quetzalcóatl, Cernuda también se había inspirado en los viajes esporádicos que había hecho a México desde Estados Unidos entre 1948 y 1952. De las anotaciones de esa especie de diario de viaje que surgió de ellos, nació su obra Variaciones sobre tema mexicano, uno de los libros menos conocidos del poeta español, según sostiene James Valender en nuestra entrevista. Dicha obra reapareció durante el pandémico 2020 en dos ediciones diferentes: una a cargo de la editorial Cátedra y otra bajo el sello Alianza. En ambos casos, los editores habían reunido el conjunto de textos escritos por Cernuda en México y los habían colocado junto con su obra de poemas en prosa Ocnos. Previamente, en 2014, había aparecido en Sevilla, a cargo de la editorial Renacimiento, un volumen titulado Ocnos seguido de Variaciones sobre tema mexicano. A través de tales ediciones es posible acercar sendas obras de Cernuda al lector y ofrecerle un pretexto para ahondar en su prosa poética, ya que para el autor del libro Luis Cernuda y la crítica mexicana, los mentados escritos “habían quedado un tanto marginados con respecto del vasto universo cernudiano, por la tendencia generalizada a pensar que los poemas en prosa son inferiores”.
Un juicio que, sin embargo, no ha logrado alcanzar al poemario Desolación de la Quimera, que Cernuda escribiría en su exilio mexicano en 1956. En esa obra, el poeta logró volcar toda su coherencia estética y moral, llena de una enorme potencia y fuerza estilísticas, renuente a las concesiones con las modas, las condecoraciones y los halagos. No en vano, la poderosa voz poética de Cernuda fue reconocida por el ensayista y crítico literario estadounidense Harold Bloom, quien lo nombró uno de los grandes genios de la literatura contemporánea. Pero ¿cómo fue que Luis Cernuda se convirtió en ese gran poeta y por qué se enamoró a primera vista de México? Tal vez, las respuestas a estos interrogantes podamos encontrarlas en los textos de su prosa poética y en los vestigios que ofrecen de su evolución como autor.
El terruño mexicano fue la posibilidad de huir del doble extrañamiento de su exilio: el de la geografía y el de la lengua
“En Ocnos –puntualiza James Valender– el poeta vuelve a su nostalgia por Sevilla, lugar desde el que traza todo el curso de su propia vida, permitiendo entrever los distintos elementos que contribuyeron a hacer de él un auténtico poeta. Mientras tanto, en Variaciones sobre tema mexicano, el poeta capta algunas bellísimas características del paisaje y se deja asombrar por las expresiones vitales de aquellos remotos pueblos del otro lado del mundo”. Asimismo, Valender expresa que, en esas dos obras, algo marginadas y mal distribuidas durante su aparición en México, podemos advertir la continuidad que existe entre la poesía de la primera época y la fase de su exilio mexicano, algo que nos abre un camino para conocerle en una dimensión estética todavía poca explorada, es decir, en la prosa poética de sus Variaciones sobre tema mexicano. En ella sobresalen las imágenes evocadoras de su tierra natal, surgidas de los recuerdos que México le despierta de España y, en particular, de aquellos sonidos familiares de su lengua materna que le permitieron experimentar un renacimiento a través de la palabra recobrada en el idioma de la infancia.
“Llevaba más de diez años viviendo en países de lengua inglesa, países de una cultura muy distinta a la suya. Fue algo muy importante para él llegar a un país donde se hablara su idioma, pues no escuchar ni estar en contacto con su propia lengua fue realmente difícil para Cernuda. Hay poemas muy íntimos donde habla de la dificultad de continuar su obra poética en circunstancias semejantes como esas”. Es por ello que México supuso para Cernuda el abandono de un profundo sentimiento que él mismo describió como un “vivir sin estar viviendo”. El terruño mexicano fue la posibilidad de huir del doble extrañamiento de su exilio: el de la geografía y el de la lengua, puesto que “la lengua del poeta no solo es materia de su trabajo sino condición misma de su existencia”, como él mismo escribió en uno de sus poemas.
A pesar del silencio que hubo inicialmente en torno a esta parte de la obra de Cernuda, como me confirma James Valender, debido al contexto del México nacionalista de los años 50 en que se publicó, hoy es considerada como una obra destacable que hace cohabitar dos arraigadas temáticas: la de la Colonia y la de la Conquista, expuestas por él en una gigantesca elipsis histórica y poética, según escribe Bernard Sicot, catedrático de literatura española en la Universidad de París X Nanterre, en su libro Exilio, memoria e historia en la poesía de Luis Cernuda. En él, este autor apunta que Luis Cernuda escenificó en Variaciones sobre tema mexicano la dualidad abrupta, el amalgamiento de dos mundos a la vez emparentados y antagónicos, pues Cernuda sabía abrazar los contrarios sin suprimirlos, como había dicho también de él su cercano amigo Octavio Paz.
Su relación de amor con México fue un gran estímulo para Cernuda, aunque le duró poco, pues retornaban al poeta sentimientos de amor y odio que le hacían incompresible
Convocados por los ecos cernudianos, hay lectores que han quedado atrapados en el reflejo de su propia imagen y en la mirada que el poeta puso sobre la tierra mexicana. Caso ejemplar es el del reconocido poeta mexicano Vicente Quirarte, quien escribió sobre Cernuda, el mexicano. En ese texto, Quirarte habla de la necesidad que tuvo el poeta de apropiarse de una tierra cercana a su universo geográfico sevillano y de revivir los deseos eróticos de la juventud. Por ello, en el amor sincero hacia México, donde el poeta sería enterrado, tuvo que ver el boxeador Salvador Alighieri. En esa apetencia y enamoramiento, fue el cuerpo moreno de este hombre mexicano quien realmente lo llevó a tomar la decisión de instalarse en el país, afirma el profesor Valender, quien agrega: “Inspirado en ese amor por Salvador, debió enfrentar la realidad de ganarse la vida. Así que, con el dinero que trajo de Estados Unidos, alquiló un apartamento en el centro de la ciudad. Después, fue acogido por Concha Méndez, que tenía una casa en Coyoacán (por aquel entonces, un pueblecito cercano a la Ciudad de México). Gracias a su amistad con Octavio Paz, consiguió también un trabajo en la UNAM y, apoyado por Alfonso Reyes, obtuvo una beca del Colegio de México. Con estos ingresos salió adelante. En la casa de su amiga Concha Méndez encontró un pequeño nido familiar. Era un lugar donde se sentía muy a gusto, pese a que él tenía la leyenda de ser una persona fría y distante”.
Su relación de amor con México, así como con el paisaje edénico del país, fue un gran estímulo para Cernuda, aunque le duró poco tiempo, pues retornaban al poeta sentimientos enfrentados de amor y odio relativos a ciertas situaciones, lugares y seres que terminaban por hacer de él un hombre de incompresible carácter ante los demás, entregado a un persistente espíritu de nomadismo, el cual atravesó toda su vida y obra, tanto en lo geográfico como en lo moral y poético. “El nomadismo es un término que podría acercarnos a Cernuda. Es mi manera de verlo –dice Valender– pues en su poesía se halla un nomadismo en el sentido más amplio, en lo ético y estético. Él no se satisfacía con nada, iba constantemente en busca de cosas nuevas, deseaba romper cualquier lazo. Hay un lado corrosivo en él para destruir, y otro para construir algo completamente nuevo”.
Sin duda, la mayor prueba de la originalidad que alcanzó en ese estado fue su última obra, Desolación de la Quimera, publicada en México por el Fondo de Cultura Económica en 1962 y en la que ofrece una notable muestra de su evolución como poeta. “No llegó con una obra y se quedó ahí, repitiéndose. Creo que Cernuda tomó fuerza del daimon, pues mucha de su poesía entraña una lucha con ese espíritu de negación; un diálogo con el demonio que lo lleva a cuestionar normas estúpidas, incluidas algunas estéticas y también éticas. Todo el tiempo está transgrediendo espacios que muchos consideran que no debería haber franqueado, pero esa es su gran fuerza, una fuerza creadora que nace en él, en lo que escribe, bajo el imperativo terrible de tener que decirlo”, considera Valender, quien se confiesa un devoto lector de su obra poética.
Todo lo anterior terminó de consolidar la grandeza cernudiana, su irrefutable genio poético, pero también la gran soledad que padeció el hombre: un desterrado del mundo que, en los últimos días de su vida, se resguardaría en su poesía, bajo la cual se agrandó su último latido. En el momento de morir, Luis Cernuda tenía muy pocas pertenencias consigo, pues no había podido retirar el dinero ahorrado durante su trabajo en California, el cual había quedado en una cuenta bancaria en Estados Unidos. Portaba con él, a los 61 años –cuando la muerte lo vino a buscar–, únicamente su extensa obra poética, repartida ya en varias publicaciones, revistas y periódicos, y que tras su deceso alcanzaría una amplia recepción y un mayor conocimiento. De ahí que, para James Valender, quien ha sido investigador incansable de la vida del poeta sevillano, no debamos ceder a la lectura o escritura de biografías que ponen los ojos de manera excesiva en sus correspondencias íntimas, pues desde ellas se dibuja muchas veces una imagen muy negativa del hombre, prestándose a malas interpretaciones sobre el verdadero poeta. En esos retazos no se hace justicia a un individuo que apostó su vida entera a la perduración de su poesía. Y es, justamente, en esa monumental obra poética donde los lectores y futuros poetas deben mirar, ya que ese era el mayor deseo de Cernuda, como él mismo expresa en estos versos:
Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
bajo sus clasificaciones y sus fechas,
disgusto a uno por frío y a los otros por raro,
y en mi temblor humano hallan reminiscencias
muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
el mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
para que mi palabra no se muera
silenciosa conmigo…
El poeta había hecho dos viajes iniciales a México, pero fue el tercero, que duró de junio a noviembre de 1951, siendo este una feliz repetición de los dos primeros, el que determinó su estancia final por aquellas tierras. Tanto en el transcurso de estos viajes como de su estancia definitiva en el país, Cernuda recorrió los barrios de Ciudad de México, conoció Veracruz, el Golfo de México y Acapulco, que tenía hermosas playas que le recordaban a las de Málaga. También fue a Puebla a conocer los conventos, las iglesias; le gustaba en particular la catedral de Puebla, porque le recordaba al Escorial. En México fue encontrando otra versión de España. Así lo cuenta Valender en una de sus investigaciones más conocidas, Luis Cernuda en México, publicada en 2002 por el FCE, a 100 años del nacimiento del poeta. A propósito de esta publicación, solicité al investigador de origen inglés, aunque radicado en México desde hace años, esta entrevista. En nuestra primera comunicación me sorprendió su intriga ante las razones que motivaban mi petición, pues él creía que en España ya se habían saciado las ganas de Cernuda desde hacía tiempo. Le respondí que a ciertos poetas era necesario reavivarlos en su palabra para que no se olviden, para que nunca mueran. A fin de cuentas, como afirmó, rotundo, el poeta José Ángel Valente, otro poeta español sensible al genio poético de Cernuda: “Mientras pueda decir/no moriré…”.
Quien busque los rastros de la vida y muerte en México de Luis Cernuda habrá de encontrarse pronto con las investigaciones hechas por el hispanista James Valender, cuyo nombre figura junto con el de Octavio Paz y Ramón Xirau en la edición-homenaje que, en 1998, el Colegio de México le rindió bajo su sello a otra...
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Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
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