TRABAJADORES ESENCIALES (V) Rosa María Araujo, Alcaldesa de Tamurejo
“Estamos logrando que nuestros hijos reviertan aquí lo que aprenden en las universidades. Eso es el futuro”
Gorka Castillo 16/08/2021
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El mensaje que emite la asfixiada Tierra es que ya no admite vuelta atrás: hay que regresar a la naturaleza, a la vida en el campo donde aún quedan opciones de prosperar. Así lo entiende Rosa María Araujo (Tamurejo, 1964), alcaldesa socialista de su pequeño pueblo natal, un municipio con 215 habitantes enclavado en el corazón de la Reserva de la Biosfera de La Siberia, un territorio verde de Badajoz con falsas reminiscencias a estepa rusa. “Hay que cambiar el paradigma del debate y pensar en lo pequeño”, asegura con convicción esta mujer que se ha propuesto situar a esta vasta comarca pacense en el mapa del mundo. “Es urgente dotar al campo de los recursos digitales que tienen los grandes municipios para adaptarnos así a la realidad del siglo XXI. Yo defiendo la llegada de la fibra óptica, del 5G”, dice. Y lo reclama con ardor, por los 20.000 vecinos de Baterno, de Esparragosa de Lares, de Garlitos, de Siruela, de Talarrubias, de Tamurejo y del resto de localidades que conforman La Siberia extremeña, el pequeño milagro natural. “Uno de mis hijos estudia ingeniería de energías en la Politécnica de Madrid con sus ojos puestos en regresar a nuestra comunidad. Esta es la siembra que está haciendo mucha gente de la comarca de cara al futuro porque así reforzamos nuestra identidad local”, añade con cierto recato durante una larga conversación telefónica. Rosa María Araujo sabe de lo que habla. Recuerda que la España rural sostuvo a la urbana durante la pandemia con su trabajo diario, de sol a sol, y evitó su desabastecimiento. Ahora ha llegado el momento de cobrarse la deuda contraída y seguir adelante con sus sueños. “Es de justicia”, concluye.
Tamurejo está enclavada en la comarca pacense de La Siberia que ni es fría, ni seca ni pobre sino boscosa y con un mar interior que acumula más agua que Castilla-La Mancha. ¿De dónde procede ese nombre tan gélido?
Unos dicen que el duque de Osuna consideró que estas tierras eran un paraje inhóspito y lejano a las dos Castillas y le puso ese sobrenombre por un paralelismo al aislamiento de la Siberia rusa que él conoció. Pero nuestra comarca no es ni gris ni oscura, sino verde y azul. Son 2.900 kilómetros cuadrados de extensión regados por cinco grandes embalses que nutren de agua a la vega alta del Guadiana y nos aporta una gran potencialidad hídrica para la producción de energía eléctrica, pese a que nosotros la pagamos al mismo precio. Somos 17 pequeños municipios que juntos sumamos 23.000 habitantes –apenas siete habitantes por kilómetro cuadrado–, lo que convierte a esta zona en un lugar extenso y con paisajes muy variados. La paradoja es que tardamos más en llegar a Badajoz que a Madrid. ¿Qué más quiere que le diga?
El número de habitantes de la comarca es casi idéntico al que tenían en 1591. Entonces había 19.260 personas.
Es curioso, sí. Pero lo más interesante es que la huella humana está integrada en el desarrollo sostenible de todo el territorio. Los valles, los montes y los bosques han sido moldeados a lo largo de los siglos por una agricultura y una ganadería tradicional. A nosotros nos ha tocado sumar una pequeña industria turística que no nos hiciera perder la esencia de nuestros pueblos. Y creo que lo estamos consiguiendo. La declaración de Reserva de la Biosfera en 2019 ha contribuido mucho a una convivencia sostenible entre el pequeño turismo y el sector primario. Esta relación equilibrada nos permite conservar este paraje natural sin alterar el modo de vida que tuvieron nuestros padres y nuestros abuelos.
El mundo rural ha ejercido el papel de servicio esencial durante la pandemia. Ahora, creo que la sociedad está en deuda con nosotras
Habla de La Siberia extremeña con pasión.
Es que estoy enamorada de mi tierra. De verdad que quien nos visita se sorprende de lo bella que es esta comarca de Badajoz.
En 2018, se presentó un exdirectivo de Disney decidido a invertir 13.000 millones de euros en un megaproyecto, Elysium City, un parque acuático con hoteles, casinos, un campo de golf, puerto deportivo y hasta un estadio para 20.000 personas. ¿En qué quedó esa iniciativa?
Ha quedado un poco aparcada. No lo conozco en profundidad, pero el proyecto inicial se ha ido modificando a medida que los promotores fueron conociendo el territorio virgen y empezaron a derivarlo hacia una especie de agroturismo y lugar de descanso familiar. Pero como le digo, está un poco aparcado.
Para las comunidades rurales, la desertización demográfica conduce a la desaparición de pueblos y de proyectos personales. ¿Cómo luchan contra esto?
Cuando buscábamos herramientas para impulsar la comarca teníamos claro que nuestra apuesta debía ser la sostenibilidad. Estuvimos un tiempo dando algunos bandazos, sin saber realmente qué era lo que podíamos hacer con lo que teníamos. Hasta que hicimos partícipes a todos y a todas. Y creo que la participación ciudadana, en este sentido, ha resultado fundamental. Durante cinco años hemos trabajado con empresarios turísticos y de los sectores productivos de la comarca, con cooperativas, con asociaciones, con todos los ayuntamientos, con la diputación de Badajoz, la Junta de Extremadura, la confederación hidrográfica y el Gobierno de España. Y, poco a poco, hemos logrado abrir el camino. Al final, la vía que encontramos fue la calificación de la Siberia como Reserva de la Biosfera por la Unesco, lo que nos ha permitido armonizar una industria sostenible con nuestros usos y costumbres tradicionales, con la agricultura y la ganadería que siguen siendo nuestro motor económico. Producimos el 10% de la miel de todo el país y un excelente aceite de oliva, entre otras cosas. Y lo más importante: estamos logrando que nuestros hijos reviertan aquí, en los recursos endógenos de esta tierra, los conocimientos que aprenden en las universidades. Eso es el futuro.
La España vacía busca soluciones y proyectos sostenibles.
Exactamente. Este plan de acción tiene que devolvernos la ilusión en los próximos diez años. Lo más importante que tiene esta comarca y la reserva de la biosfera son las personas que viven en ella. Lo tenemos muy claro. La comarca no nos pertenece. Nosotras la recibimos de nuestros padres para que la protegiéramos y para que nuestros hijos puedan disfrutarla.
Vaya alcaldesa tiene Tamurejo. Es usted la revolución personificada.
Sí, a veces me lo dicen (risas). Soy la alcaldesa del municipio más pequeño de la región, pero me resisto a pasar por esta vida sin dejar sembrado algo bonito para mis hijos y para los hijos de mis hijos. Intento trabajar para los 11.000 vecinos de las localidades que están dentro de la reserva y para los 23.000 de los 17 pueblos que componen la comarca.
¿Cuál es la mayor necesidad que tienen en estos momentos?
Es urgente dotar al campo de los recursos digitales del siglo XXI para adaptarnos a la realidad actual. Yo defiendo la llegada del 5G a Tamurejo. Es de justicia. Necesitamos que el mundo rural cuente con las mismas herramientas y posibilidades que los municipios con más de 20.000 habitantes porque solo así podremos alcanzar la igualdad. Hay que cambiar el paradigma del debate territorial y pensar en lo pequeño. El mundo rural ha ejercido el papel de servicio esencial durante la pandemia porque no paró de trabajar para evitar el desabastecimiento de las ciudades. Ahora, creo que la sociedad está en deuda con nosotras. La solidaridad se devuelve implementando políticas que incentiven nuestro desarrollo. Si queremos evitar la despoblación debemos ofrecer condiciones. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. No es justo ver cómo se cierra una casa cada día, cómo cada año hay menos niños en el cole o cómo les cuesta tanto subsistir a los pequeños comerciantes. Damos lo mejor de nosotras mismas pero siempre nos quedamos atrás.
¿Y las comunicaciones? La mejora del transporte es una de las reivindicaciones históricas de toda Extremadura.
Ya que no tenemos tren, es cierto que necesitamos carreteras adecuadas. Para trasladarnos y para atraer a la gente que nos quiera visitar. Tenemos transporte a demanda para ir a la capital de la comunidad, a Mérida, que está a unos 140 kilómetros. De Badajoz estamos a 200 kilómetros. A nivel de asistencia médica, la Junta siempre se ha preocupado. En Tamurejo recibimos consulta dos horas diarias y tenemos hospitales de alta resolución, es decir, centros sanitarios que cubren las necesidades de la comarca que están conectado con el hospital matriz de Don Benito para los casos más urgentes. En Herrera del Duque contamos con una unidad medicalizada. En este sentido, creo que hay buena sanidad. Por eso insisto que la mayor autopista que requerimos, la mejor asistencia que necesitamos, es la que nos permita navegar por Internet como lo hace cualquier territorio poblado del resto del país.
La digitalización de la España vacía.
Creo que es urgente afrontarlo ya. Lo que queremos es que nos entre la fibra óptica de la misma manera que nos llega el agua a chorro procedente de los embalses. Acabamos de tener una reunión con el director general de la agenda digital. Y le dije que necesitamos ya la red de 5G porque somos un territorio emergente. Necesitamos que la gente se quede a vivir aquí pero también que vengan a visitarnos. Es una reivindicación clara y justa. Sé que el Gobierno está haciendo un gran esfuerzo para desplegar la fibra hasta el último rincón del país antes del 2025, pero no podemos perder más tiempo. Tiene que ser en 2022 o en 2023. Tenemos que dar respuesta a quien, después de la pandemia, ha visto la ocasión de venir a vivir a un pueblo pequeño como Tamurejo o a una comarca pequeña como La Siberia.
Ha llegado la hora de dejar atrás el lamento histórico del campo. Hoy somos un mundo lleno de posibilidades
Muchos proyectos y sueños. ¿Cómo se organizan?
Invirtiendo mucha energía, muchas horas y conformando un equipo comprometido con el desarrollo de la comarca. Es el caso de la Asociación Centro de Desarrollo Rural (Ceder) La Siberia. Empezamos siendo cuatro personas y ahora somos ocho. Y yo soy la mayor. El resto es gente joven. La clave es trabajar juntos, ir de la mano a todos los sitios con nuestros sectores económicos y sociales. Es la única manera de conseguir proyectos como la de Reserva de la Biosfera que es generadora de un importante desarrollo para la comarca. Nuestra filosofía es sumar. Acabamos de llegar a un acuerdo de cooperación para la conservación biológica y cultural con municipios de Portugal. Participamos nueve grupos de la parte portuguesa y dos de la extremeña, de La Serena y La Siberia. Por eso digo que lo más importante es sentarse en una mesa para que cada uno plantee sus problemas y ver cómo los solucionamos entre todos. Ha llegado la hora de dejar atrás el lamento histórico del campo. Hoy somos un mundo lleno de posibilidades.
El arte del compromiso y la negociación es encontrar soluciones a los problemas que, sin ser perfectas, satisfagan al mayor número de personas.
Nuestro objetivo es generar oportunidades a la gente que vive aquí a través de la formación y la capacitación. Sabemos que la comarca no es solo un pueblo sino 17, así que nos pusimos a pensar juntos para identificar nuestras fortalezas y combatir nuestras debilidades. El proyecto de la Reserva nos ha aportado un conocimiento potentísimo de unos hacia otros que nos está sirviendo para firmar convenios con empresas y así rentabilizar nuestros productos como marcas de calidad. El primero de todos, el agua. Esta fórmula es un imán para muchos de nuestros jóvenes, que ya no tienen la necesidad de buscar oportunidades en otro sitio y quieren quedarse aquí. Yo tengo tres hijos. Uno de ellos está estudiando ingeniería de energías en la Politécnica de Madrid con sus ojos puestos en regresar a nuestra comunidad; el otro cursa ingeniería agrónoma en la Universidad de Extremadura porque quiere trabajar en el sector agroalimentario. Esta es la siembra que está haciendo mucha gente de la comarca de cara al futuro porque así reforzamos nuestra identidad local.
Como hicieron en Tamurejo los herederos de la Hermana Antonia, que no era monja sino panadera.
Como los herederos de la Hermana Antonia, efectivamente. Tenemos la costumbre de llamar a nuestros mayores “hermana o hermano”, no señor ni señora. Ella fue mi tía abuela, hija del hermano Manuel, que era panadero y tuvo cinco hijas y un hijo. Antonia era la más pequeña. Se quedó viuda muy joven y heredó la panadería con la que pudo dar de comer a sus cinco hijos. Ahí trabajó toda su vida, horneando el pan con leña de jara. Cuando ya se hizo mayor, siguió una de sus hijas, Juana, que lo mantuvo otro montón de años hasta su fallecimiento. Ahora lo lleva su nieta Carmen que al principio tuvo algunas dudas. Un día me senté con ella y le dije: “Carmen, hija mía, no lo dejes que es una fuente de riqueza para el pueblo. Tu, con tus manos, tienes que hacerlo”. Y la convencimos. Ahora nos reímos mucho. Pero fíjese cómo es Tamurejo de artesanal que con 215 habitantes había dos obradores. La de la Hermana Antonia y la del Tío Felipe. Pero hay muchas más cosas en la comarca. Está la mermelada de Victoria en Valdecaballeros, los quesos de Honorio en Castilcerro, el único queso de vaca extremeño en Puebla de Alcocer. Y la miel que producimos. Ummm. Es exquisita.
El mensaje que emite la asfixiada Tierra es que ya no admite vuelta atrás: hay que regresar a la naturaleza, a la vida en el campo donde aún quedan opciones de prosperar. Así lo entiende Rosa María Araujo (Tamurejo, 1964), alcaldesa socialista de su pequeño pueblo natal, un municipio con 215 habitantes enclavado...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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