El domingo puse la tele creyendo que iba a aprender algo. El día de la esperada entrevista a Iván Redondo había llegado. Redondo es lo más parecido a Steve Bannon que tenemos en España: un hombre que ha visto el poder desde dentro, que ha movido los hilos políticos del Gobierno de Pedro Sánchez, que supuestamente ha tomado decisiones que repercuten directamente en nuestras vidas. Entended que eso, para los apasionados de la política, tiene, por lo menos, un poco de morbo. El caso es que no vimos nada de esto: ni poder, ni hilos, ni morbo. 

Para quien no quiso ver la entrevista o apagó la tele a los tres minutos, os cuento brevemente. 

La nada. No respondió ni a cuántas veces habla con el presidente. Las intervenciones de Redondo fueron una especie de vomitona de anglicismos y tecnicismos que seguramente no entiende ni él, creyéndose, como twitteó Javier Durán, un personaje de El Ala Oeste de la Casa Blanca pero pareciendo un secundario de Vota Juan. 

Es una pena que alguien que podría explicar a los ciudadanos cómo funcionan las cosas desde dentro (dentro de lo permitido), quizá despertándoles algo de curiosidad por la política, se limite a fanfarronear y a aplicar técnicas de distracción obvias y malas. 

El caso es que Iván Redondo iba de todopoderoso hasta que Évole, muy hábilmente, le sacó los colores con el vídeo xenófobo que dirigió hace unos años para el Partido Popular en Badalona. Pillao con el carrito del helao. “Si yo en realidad no tengo tanto poder como se cree”. ¿En qué quedamos, spin doctor?

Para quien no haya seguido la trayectoria del ex asesor del presidente, el guipuzcoano Iván Redondo se graduó en Humanidades y Comunicación en la Universidad de Deusto y luego creó una consultora de marketing político. 

En 2007 empezó su etapa pepera, primero fichó como mano derecha de Xabier García Albiol en las municipales de 2007 y de 2011 bajo el eslogan, propio de Vox, Limpiando Badalona, que le llevó a la alcaldía. Luego, en 2009, fue director del Gabinete de la Presidencia de la Junta de Extremadura asesorando a José Antonio Monago. 

En 2017 entró a trabajar con Sánchez para preparar las primarias del PSOE, y hay que admitir que ahí se lució. Pedro Sánchez, defenestrado el año anterior, resurgió de entre los muertos. A partir de ahí, fue viento en popa. Ganan la moción de censura contra Mariano Rajoy y se van a la Moncloa. Iván Redondo se convierte en director del Gabinete de la Presidencia del Gobierno y empieza el mito. Mito que el domingo se esfumó. 

Evidentemente entiendo la necesidad de pagar facturas y que para un asesor político trabajar para el Partido Popular pueda resultar, digamos, atractivo. Pero la ausencia de principios éticos chirría. Pese a que no tuviera especial aprecio personal a Redondo, sí le tenía algo de estima profesional y sobre todo, mucha curiosidad. Si para mí, freaky de la política, la entrevista fue aburridamente aburrida, no me imagino lo que fue para una persona sin especial interés por lo que pasa en las instituciones. Incluso sufrí por Jordi Évole, temí que se quedara dormido, y no precisamente por uno de sus ataques de cataplexia. Debe ser muy frustrante como periodista encontrarse ante esa situación. Conseguir entrevistar a uno de los grandes gurús en la sombra y recibir a un vendehumos escudado con un ego y un lenguaje incomprensible. In my opinion, Iván Redondo llegó al plató a colocar el relato de que él se había ido, que no le habían echado, y se fue dejándonos como único buen recuerdo la promo de Pablo Iglesias.