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Paula Rego pintó mi primer aborto porque, aunque nunca he abortado, he abortado infinitas veces. Gracias a sus lienzos, entré en contacto con el sufrimiento silencioso de las personas que a lo largo de la historia han tenido que abortar. Digo que Paula Rego pintó mi primer aborto porque hasta entonces nadie se había atrevido a hacer caer el velo que escondía la vergüenza, la humillación, la soledad y la muerte. Gracias a la obra de Paula Rego entendí que esas mujeres de sus pasteles y grabados estaban ahí dando testimonio. Me abrieron los ojos y vi la luz.
Nunca jamás, nadie me habló del aborto. Nadie jamás me habló de que quizá me vería en una situación tan desesperada que tendría que lanzarme a las calles para buscar una solución. En el colegio religioso en el que estudié el aborto era un pecado horrible y los vídeos con los que intentaban adoctrinarnos estaban llenos de sangre, de coágulos extraños que descansaban en papeleras. Mis amigas y yo nos mirábamos incrédulas, asqueadas, asustadas también. Pienso en los silencios y en la oscuridad que ha rodeado siempre la manera en la que nos dijeron cómo teníamos que vivir y, en ese silencio vergonzante, nuestros cuerpos fueron los primeros damnificados.
Hace tan solo unos meses coincidió el final de la primera temporada de I May Destroy You (Michaella Coel) con mi lectura de El acontecimiento, de Annie Ernaux. Esta frase se me quedó clavada y me dolió: “Me limito a designar con sus iniciales a la primera mujer que me ayudó, la primera de esas mujeres cuyo saber, gestos y eficaces decisiones me ayudaron a superar, lo mejor posible, la prueba”.
Una de las obras de Paula Rego sobre el aborto clandestino.
Algo parecido siento al contemplar la obra de Paula Rego, siento que fui capaz de comprender, siento que adquirí una empatía y una visión que me permitieron salir al mundo solidaria y fuerte. Gracias a aquellos lienzos me siento poseedora de una comprensión amplia e infinita del mundo. Paula Rego fue esa primera mujer cuyo gesto me ayudó a comprender.
En la miniserie I May Destroy you, uno de los pilares fundamentales es la amistad. La relación de Arabella con Terry es de una contundencia arrolladora. Están la una para la otra, todo el tiempo y desde siempre. ¿Pero estuvo Terry cuando Arabella abortó? Yo no recuerdo haber tenido amistades así y desde luego no he sido esa amiga incorruptible. La primera vez que supe que a una amiga la habían violado tenía 17 años y no le dimos muchas vueltas. Nos pareció mal, pero no estuvimos porque no sabíamos cómo estar. No nos habían dado ninguna herramienta y desde luego no fuimos para nada las mujeres-las amigas-las personas, en definitiva, que hoy hubiéramos querido ser. Vivíamos y sufríamos en la oscuridad.
Imagen de la serie I may destroy you. // Fuente: Youtube
A veces siento que, gracias a las ficciones que se desarrollan en aquel pasado –mi pasado–, estamos siendo las personas que debimos ser, pero que probablemente nunca fuimos, o que ni siquiera supimos que debíamos ser. Últimamente series y películas comparten discursos con una perspectiva que me hace pensar mucho en lo necesitadas que estamos de artefactos que hablen de cómo somos ahora porque entonces no fuimos las mejores. Me da terror pensar que a veces las ficciones están olvidando la cadencia histórica, la forma en la que todo se ha desplegado. Me hace sentir mal, muy mal, no verme reflejada en la pantalla. No era la perfecta feminista, pero estaba en proceso de serlo, de hecho, eso es lo máximo a lo que creo que puedo aspirar, a seguir revisándome y ser mejor. Sin duda, estas ficciones me hacen sentir muy mal, porque me gustaría ser esas mujeres, haber sido esa amiga, tener esa amiga y aunque no sufrí jamás un aborto y nunca supe de ninguna amiga que lo sufriera, nadie me contó, pero lo entendí, cuando vi por primera vez los cuadros de Paula Rego: que aquella era también mi lucha y si había sufrido o no un aborto, ya no importaba tanto.
Entiendo, por lo tanto, que nuestros feminismos, nuestro apoyo mutuo, nuestra sororidad, se fraguaron primero experimentando en completa soledad, traumas y dolores. Únicamente después nos hemos encontrado las unas con las otras. Paula Rego, igual que Arabella/ Michaela Coel o Annie Ernaux convierten el trauma en un artefacto con el que contar una experiencia, abrirse a los otros, y cambiar el mundo, como demuestran las pinturas de Rego: no es tan solo una ilusión.
El aborto clandestino, según Paula Rego.
Rego inauguraba en 1999 una exposición en la que denunciaba la humillación y el sufrimiento que padecían muchas mujeres portuguesas que recurrían al aborto clandestino. La serie está hoy de actualidad, no solo por la coyuntura histórica que estamos viviendo (en muchos países hay un recorte de libertades y se están cuestionando derechos que estaban consolidados) sino también porque nos obliga a reflexionar sobre un acto que no ha sido representado en el mundo del arte.
La serie está llena de dolor, de sufrimiento y de soledad. Una serie sin título que consta de once pinturas y seis grabados, y que surgió como respuesta al fracaso de la ampliación del referéndum sobre el aborto en Portugal. En los lienzos de Rego, las mujeres están a punto de someterse a la intervención. Sus rostros nos cuentan un relato, quiénes son, y cuáles son sus circunstancias: una joven estudiante, lo sabemos por el uniforme que viste, una mujer adulta, probablemente ya madre, una mujer trabajadora. La vergüenza y el miedo destacan en sus rostros. Nuestros ojos recorren los lienzos con pudor. Las miradas se desvían hacia ese objeto que obscenamente les roba protagonismo a las mujeres: el cubo de plástico que en pocos segundos estará lleno de sangre. El cubo más que toda esa galería de rostros nos anuncia que las mujeres en las pinturas podrían morir.
Untitled 1, de Paula Rego.
En Untitled 1, una mujer nos mira directamente, su pelo sujeto en un pañuelo, sus manos agarrando fuerte sus piernas y nuestra mirada se desplaza hacia su pelvis. Su cara es fuerza, pero también miedo; es estoicismo y, a la vez, tremenda soledad. En otro de esos pasteles, la protagonista no nos mira, hunde su cara contra la sucia camilla en la que descansa su cuerpo. La mandíbula se contrae con fuerza por el dolor. Su abdomen está expuesto y sus piernas destrozadas. Esta serie marca un antes y un después para el mundo de la Historia del Arte, pues por primera vez el tabú, lo que no puede ser pintado es desvelado y mostrado. El aborto deseado deja de estar oculto y deja de ser un estigma.
Toda la obra de Rego está enfocada a las mujeres, a sus placeres, sus dolores y sus triunfos. La obra de la artista portuguesa ha revolucionado la forma en la que las vidas y los relatos de las mujeres son traspasados al lienzo en toda su dimensión visual. Elena Crippa que fue la comisaria de la exposición en la Tate, destacaba que la pintura de Rego nos lleva hacia lugares incómodos, a las sombras que nosotras, las mujeres, conocemos bien. Aunque Frida Kahlo pintó un aborto espontáneo que tuvo en 1932, y Tracy Emin lo hizo en 1997 y 1998, Rego es la primera que representa el deseo de las mujeres de abortar, en una dimensión completamente nueva a la que le añade el compromiso político y de denuncia.
Cuadro pintado por Frida Kahlo después de su aborto en 1932.
La importancia de la serie de Rego reside en hacer visible lo invisible, el sufrimiento de mujeres que querían abortar, y esto es lo más importante, en las peores condiciones. No existían imágenes de mujeres queriendo abortar hasta que Paula Rego decidió darles forma, aunque en las ficciones que hablan de nuestro pasado intentemos que sí. En retrato de una mujer en llamas, Celine Sciamma nos ofrecía imágenes terriblemente bellas en las que se practicaba un aborto. En la estancia tristemente iluminada por el fuego, tres mujeres abortaban: una sangraba, la otra sostenía sus manos y otra lo pintaba. No fue así en el pasado, o quizá sí, pero nos sirve y alienta porque es una forma de crear una genealogía de las mujeres en los márgenes de la Historia y de insertarnos en ella.
Imagen de la película Retrato de una mujer en llamas. // Fuente: Youtube
La serie de Rego está compuesta por imágenes de confrontación. Son puro choque. Es un despertar. Cuando hoy se habla de la serie de Paula Rego se habla de lienzos que cambiaron el mundo. Durante la presentación de la última retrospectiva dedicada a la pintora en la TATE se destacó el valor político y social de su obra. El efecto de la serie fue tan poderoso que se le atribuye el mérito de haber ayudado a influir en la opinión pública durante aquel segundo referéndum en 2007. Las pinturas de Rego remarcan esa idea de que restringir el acceso de una mujer al aborto no previene el aborto, sino que simplemente conduce a más abortos inseguros.
Termino con las palabras de Annie Ernaux: “Porque por encima de todas las razones sociales y psicológicas que pueda encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros”.
Paula Rego pintó mi primer aborto porque, aunque nunca he abortado, he abortado infinitas veces. Gracias a sus lienzos, entré en contacto con el sufrimiento silencioso de las personas que a lo largo de la historia han tenido que abortar. Digo que Paula Rego pintó mi primer aborto porque hasta entonces...
Autor >
Deborah García
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