TECETIPO
Pablo Casado contra ‘The Real Thing’
El clasismo opera en todas las esferas. No sólo es sentirte superior y con más derechos que el inmigrante o el trabajador, sino también que tu propio jefe si este no pertenece a la élite
Gerardo Tecé 5/11/2021
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Hay dos cosas que me hipnotizan en este mundo. La primera son los niños que hablan como adultos. Ayer mismo me crucé con uno de ellos en el autobús. Un señor de unos siete u ocho años comentaba con su madre la brusquedad del conductor a la hora de tomar las curvas: “Ay, dios mío, este hombre nos va a matar, ¿el carnet dónde se lo han dado, en una tómbola?”. Anda, coge un rato mi móvil, le propuso la madre ante mi mirada fascinada y supongo que incómoda. El mismo nivel de hipnosis me provocan los adultos que se comportan como niños. Me maravillan los pijos. Si estoy en un bar y en la mesa de al lado se sienta un grupo de pijos de pura cepa, mi acompañante sabe que puede ir olvidándose de mí el resto de la comida. Un buen sommelier de pijos sabe que la impostura es relativamente habitual en este campo y que es frecuente cruzarse a quien, pretendiendo hacerse pasar por uno de ellos, no lo es. Vestir camisas que cuestan un salario mensual, pulseras con banderitas, relojes del tamaño del Big Ben o llevar colgando del hombro un Luisvi es lo de menos. Como diría Dante en Martín Hache, son las mentes.
Cuando la noble calle madrileña de Núñez de Balboa salió a quejarse de las restricciones pandémicas al grito de libertad, golpeando señales de tráfico con lo primero que sus asistentas les pillaron del armario, encarándose con la policía con sus larguísimos apellidos compuestos, dieron una clase magistral al respecto. Lo pijo tiene que ver con ese ADN. Un ADN que les marca que el mundo es su felpudo, que todo cuanto les rodea está ahí para servirles. Una naturaleza que obliga a conquistar, como Vasco Núñez de Balboa, nuevas porciones de tarta cuchillo en mano, sin importar que para lograrlo haya que destrozar el cumpleaños. Hay que tener claro esto para entender la apasionante guerra interna desatada en el PP de Madrid.
En plena luna de miel de la derecha capitalina, con la izquierda noqueada y el Ayuntamiento y la Comunidad atados y bien atados, con Pablo Casado superando en las encuestas a Pedro Sánchez, el PP se parte en dos por el control de un sillón que ni siquiera conlleva gestión de lo público. Qué más da. Es un trozo de tarta al fin y al cabo y el Puerto Hurraco es inevitable. La Junta Directiva Nacional del PP, encargada de marcar el calendario de los asuntos internos del partido, no le concedió a Isabel Díaz Ayuso su petición de adelantar el próximo congreso en favor de sus intereses. Por supuesto, la no concesión de un privilegio fue entendida como un ataque. Esto funciona así en los ámbitos de pura cepa. Por eso esta gente es apasionante. Pablo Casado, que llegó a Madrid como estudiante admirando los ambientes pijos de los que consiguió formar parte de prestado, creyó hace un mes que la presencia de la presidenta madrileña en uno de sus mítines suponía la firma de la paz y por tanto la aceptación de una jerarquía interna en la que él manda. Pobre. Se nota que no es uno de ellos. Más allá de bloqueos en whatsapp entre compañeros de partido, de pullitas en público, de pulsos por el calendario o del formato del Congreso madrileño, para entender la situación hay que acudir a gente pura cepa como doña Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta Ramos. En defensa de los intereses de Díaz Ayuso, la marquesa de Casa Fuerte denuncia que dentro del PP hay quien está atacando al PP. El salvar España de toda la vida aplicado en este caso al plano doméstico. Es cuestión de tiempo que Casado sea acusado de comunista. A su forma, también doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, otra de las grandes valedoras de IDA y estandarte de la élite de la capital, explicó hace unas semanas lo que está pasando. No es otra cosa, según la condesa consorte de Bornos, que al frente del PP hay una serie de “niñatos y chiquilicuatres”. Es decir, impostores de tres al cuarto venidos de provincias ocupando un lugar que, por derecho divino le corresponde a otros: a la élite, a The Real Thing. Lo dicho, esta gente es apasionante.
El clasismo opera en todas las esferas. No sólo es sentirte superior y con más derechos que el inmigrante o el trabajador, sino también que tu propio jefe si este no pertenece a la élite. A Pablo Casado, siempre impostor, siempre cabalgando apariencias que le llevan a ser hoy político de centro moderado y mañana socio de la ultraderecha, le espera un calvario hasta las próximas elecciones generales. Que cruce los dedos para llegar vivo a ellas, para que los vecinos de Núñez de Balboa no acampen frente a la sede del partido que preside gritando libertad y acusándolo de traidor a la patria. The Real Thing, la pura cepa, el ADN madrileño auténtico se lo va a intentar cenar. Con un buen vino que él no sabría apreciar, dirán ellos.
Hay dos cosas que me hipnotizan en este mundo. La primera son los niños que hablan como adultos. Ayer mismo me crucé con uno de ellos en el autobús. Un señor de unos siete u ocho años comentaba con su madre la brusquedad del conductor a la hora de tomar las curvas: “Ay, dios mío, este hombre nos va a matar, ¿el...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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