En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Cosa curiosa, esto de la comunidad. Apenas has nacido y ya perteneces a varias comunidades; la de tu familia, la de tu barrio y ciudad, la de tu nación. No sabes hablar y ya te han bautizado en una comunidad religiosa que marcará tu vida. Poco después, padres fervorosos te darán de alta en la comunidad de su equipo de fútbol y te buscarán compañeros de juegos y educación para que hagas comunidad con las amistades adecuadas. Luego creces y descubres que, en este juego de comunidades superpuestas, perteneces a comunidades muchas veces no buscadas. Que resulta que tu color de piel, tus rezos o tu procedencia son motivo de exclusión en comunidades más amplias o que manifestar algunas condiciones de vida te incluyen, quieras o no, en una comunidad que borra a muchas otras. Así, resulta que convertirte en Antonio “el maricón” borra a Antonio el ingeniero, el del Atleti, el vecino, el del club de lectura... Como diría alguna insigne política, “te colectivizan”.
BACK FREEDAY. Olvídate de mercachifles. Dona lo que puedas y formarás parte de la comunidad de CTXT un año. Desde 10 euros.
Nada extraño en todo ello, en realidad. Somos seres sociales. Varias cosas nos hicieron humanos, pero ninguna como reunirnos alrededor de una hoguera a contarnos cuentos, a reírnos, a compartir nuestros dolores, a darnos cariño y comprensión, a plantearnos retos y planes. Es lo que explica todo lo que somos, nuestros grandes éxitos y también nuestras limitaciones y fracasos. En el corro de una comunidad decidimos en su momento que nadie del grupo quedara atrás, estableciendo un ideal de fraternidad por el que llevamos luchando varios milenios. No conozco un monumento más claro a la humanidad que el cráneo de “Miguelón” en el Museo de la Evolución Humana en Burgos. La prueba fósil de un humano neandertal que vivió durante años sostenido por su comunidad pese a no poder desplazarse o siquiera masticar la comida cazada por el clan. En el seno de una comunidad concebimos nuestros sueños más excelsos y también planeamos nuestros crímenes y guerras más abyectas; junto a “Miguelón” también están los restos de las víctimas de canibalismo. Hemos aprendido que, como comunidad, poseemos una capacidad de trabajo, de construcción y de destrucción que supera los límites naturales. La construcción de comunidades nos ha librado del hambre, del frío y ha retrasado nuestra muerte. También nos ha colocado al borde de destruir el medio natural y, más de una vez, cerca del exterminio, desde que una comunidad, la científica, nos entregara la bomba atómica.
Nuestra primera opción de ocio es siempre reunirnos con otras personas. No hay nada que nos guste más ni a lo que tengamos mayor tendencia. No importa si es para el café de las once, el partido del domingo o la asociación por la templanza y la castidad. Necesitamos el roce, la mirada directa a los ojos, cumplir con los ritos de reconocimiento mutuo, otorgarnos una posición y sentirnos parte de una comunidad. Algunas tribus ancestrales lo comprendieron muy bien y practicaron la eliminación cruel de sus ancianos por el procedimiento de ignorarlos y excluirlos del corro comunitario. En toda la humanidad, no es casualidad que las penas para castigar las transgresiones a la convivencia sean las de cárcel, la exclusión de la vida comunitaria, la construcción forzosa de una comunidad de malditos. Es por eso por lo que el pasado confinamiento ha sido un duro castigo para todos nosotros. Las huellas de ese aislamiento aún nos acompañan.
Pero también, crecer en sociedad te permite descubrir las comunidades deseadas, las que representan tu opción de vida. Las familias del corazón, los grupos con los que anhelas compartir tu tiempo, los que te enriquecen y aquellos a los que aportas tu esfuerzo. Hoy me han pedido que escriba una carta a una extraña comunidad, una comunidad de lectores. La verdad, no tengo muy claro cómo terminé involucrada en esta comuna de Contexto. Creo que se debió a una inocente invitación de ese escritor genial y humano llamado Luisgé Martín, y sin duda a las arteras maniobras de Miguel Mora, Merlín que mueve el caldero, conspirador idealista, digno descendiente del Eugenio de Aviraneta de Baroja y estratega de esta comunidad de locos que pretenden ofrecer pensamiento, debate y lectura para todos, sin cobrar a quien no pueda pagar y con la conmovedora intención de llevar los ideales de progreso a nuestra sociedad. Hace años, mientras tomaba un té con un derviche giróvago en un caravanserai en el centro de Turquía, este me explicaba que ellos eran una comunidad de locos inspirados por Dios. En un mundo de locuras terribles, ellos habían encontrado la locura del éxtasis por el baile, de promover la alegría de vivir y la visión de la paz. Miguel, Mónica, Vanesa, Adriana… y no sigo, concibieron un sueño fiel a sus raíces en el periodismo político. Una comunidad de periodistas, escritores, filósofos, activistas, políticos, soñadores y sobre todo, lectores, orgullosa de llegar tarde a los debates pero con el sueño de llegar bien y más allá. Un lugar en el que poder disfrutar de análisis profundos y mordaces, de epistemologías vertiginosas, relatos y sucesos, denuncias y propuestas. Una comunidad en la que informarte, formarte, indignarte, activarte y pensar, siempre con el ideal de que podemos transformar nuestro mundo en algo mejor, porque sabemos que somos motores activos de nuestra pequeña historia y nunca las piezas pasivas que mueve la corriente. Estoy orgullosa de pertenecer a esta comunidad de locos inspirados por el ideal de humanidad y de tener la oportunidad, cada mañana, de disfrutar con el reto de unas lecturas que me otorgan el beneficio de no tratarme como si fuera tonta, de informarme, de discutirme y de retarme a mejorarme a mí y a este país. Y aún más orgullosa de esa comunidad de lectores que lo hace todo posible con su apoyo y con el mayor índice de permanencia en lectura de toda la prensa digital. ¡Si es que hasta es posible que usted haya llegado al final de esta carta!
Cosa curiosa, esto de la comunidad. Apenas has nacido y ya perteneces a varias comunidades; la de tu familia, la de tu barrio y ciudad, la de tu nación. No sabes hablar y ya te han bautizado en una comunidad religiosa que marcará tu vida. Poco después, padres fervorosos te darán de alta en la comunidad...
Autora >
Marina Echebarría Sáenz
Es catedrática de Derecho Mercantil.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí