Revisión
Chochos en la Filmoteca
El Cine Doré celebra durante meses un ciclo sobre el director Paul Verhoeven. En la convocatoria figura ‘Showgirls’, la cinta profundamente erótica que pasó a la historia como el gran fracaso del autor
Francisco Pastor 18/01/2022
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Domingo por la noche. La cola a las puertas del Cine Doré, la sala de proyecciones de la Filmoteca Española, rebosa con más salud que en otras ocasiones. Sí, a pesar de la temida sexta ola de la pandemia. En la fila, alguien le espeta a su acompañante: “¿Cómo es que no la has visto aún? Si es una película de culto”. Se refiere a Showgirls, el largometraje que Paul Verhoeven firmó en 1995, y que fue abatido por la crítica desde la primera proyección. La cinta ganó cuatro premios Razzie, dedicados a condecorar las producciones más decepcionantes del año. Se alzó con las menciones a peor película, dirección, guion y actriz principal –Elizabeth Berkley–. Verhoeven se convirtió en el primer director de cine en acudir a la ceremonia de los Razzie, recoger en persona los galardones y aguantar las carcajadas. Con todo, ¿qué ha ocurrido para que un largometraje así acabe, décadas después, proyectado en un templo del cine, como la Filmoteca?
“Yo vi la película cuando se estrenó, hace más de 25 años. Y me dejó muy escéptico. Pero con los años ha ido ganando muchísimo, desde una postura posmoderna. Hay una distancia tremenda con lo que se cuenta. Creo que esa distancia es intencionada”, afirma Carlos Reviriego, director de programación del Doré. En realidad, los pases de Showgirls en la sala están enmarcados en un largo ciclo de cine sobre Verhoeven. Durante cerca de tres meses, y coincidiendo con el estreno de Benedetta (2021), la última cinta del director, allí se verá toda su filmografía. El equipo de la Filmoteca pasó cinco años tratando de poner en marcha este maratón, y hasta pusieron en la mesa traer a Madrid al director. Parte del público de la sala, asevera Reviriego, había pedido con sus comentarios y sugerencias que esta dedicara un tiempo a Verhoeven. Y en la pantalla, a muy pocos minutos de empezar la proyección, empiezan a asomar los desnudos –integrales los femeninos, muy tímidos los masculinos– y unas secuencias de sexo alborotado, circense y epiléptico.
También mucha droga, claro. Showgirls es la historia de una joven que viaja hasta Las Vegas y sueña con ser bailarina. Aunque su camino, muchas veces, se acabe confundiendo con el de la prostitución. “Para mí, es una película aún más interesante que El padrino (1972) o Ciudadano Kane (1941), obras tan maestras que no dejan ningún hueco a la interpretación. Aquí hay margen para una reflexión sobre el capitalismo, la sociedad del sexo y el dinero. La película va creciendo con los años porque también crece la mirada del espectador. Disfrutamos al sentirnos superiores a lo que se nos muestra”, sostiene Reviriego. El público ríe y hasta aplaude en algunas de las secuencias, y rompe con el silencio absoluto que suele habitar la Filmoteca durante las proyecciones.
“Fui a verla en su día, por el morbo de que allí saliera desnuda Elizabeth Berkley. Ahora no la veo de esa forma, claro. Pero aún no sé si la película me gusta o no. Tiene muchos elementos para decidir que es un desastre”, reflexiona Gerard Cassadó, del equipo editorial de Filmin. En esta plataforma, los espectadores españoles podemos ver el documental You don’t Nomi (2019), llamado así en honor al personaje principal de la pieza. Al verlo, queda claro que la película se había conformado, con el tiempo, como una obra de culto. Ahora, este trabajo más reciente deja la pregunta principal sin respuesta. ¿Quién pone la distancia en Showgirls? ¿El mismo Verhoeven, de forma voluntaria, como sienten en la Filmoteca? ¿O es mala, irresistiblemente mala, como parece a primera vista, y para el deleite de un público más desenfadado? El documental ni siquiera es el primer trabajo, al menos con un cierto recorrido, que reivindica esta ficción. En 2014, el crítico de cine Adam Nayman publicó el libro It doesn’t suck. Showgirls.
Como mostraría el documental, Berkley tardó años en reconciliarse con la película, y apenas se pronunciaba en las entrevistas cuando le preguntaban por ella. Finalmente, cuando décadas tras el estreno el largometraje volvió a las salas, y se empezaron a conmemorar los aniversarios de la pieza, decidió acudir a una de las proyecciones para presentarla. Visiblemente emocionada y con un gran cariño hacia el público. Aquel personaje que interpretó bailando desnuda, y con apenas 23 años, sería su primera y única protagonista en el cine. “De forma intencionada o no, la película nos habla del machismo y las relaciones de género. Es un ovni que está esperando una lectura feminista. Quizá por eso ahora se está resignificando. No es una película de tetas y sexo. Tiene mucho más”, apunta Cassadó.
“En aquel momento la crítica cultural no era tan política como lo es hoy. Si piensas que estábamos en los tiempos de Pretty Woman (1990), en la que una prostituta se pliega a su cliente, pues claro que Showgirls resulta feminista, aunque se trate de una obra menor. Verhoeven suele mostrar, con un punto siempre provocador, a mujeres muy fuertes”, reflexiona María Guerra. Ella estaba empezando a trabajar como periodista de cine cuando se estrenó aquel largometraje, que solo recaudó la mitad de los 45 millones de dólares que había costado. No ha vuelto a verlo desde entonces, ni cree que lo haga: “El director siguió dándole a la misma manivela del sexo, del escándalo, que le había funcionado en Instinto básico (1992). Pero faltaba la magia de esa otra, ese giro que le dieron al cine negro. Showgirls es una película mala. Un festín de pornografía y labios entreabiertos, por mucho tiempo que pase, y aunque el público ahora tienda a revisarlo todo, a estudiar el cine como si fuera un deporte”. A la salida de la Filmoteca, uno de los asistentes se jacta de haber disfrutado el largometraje dos veces en menos de un mes. Las dos, en aquella sala. “Cada vez que la veo, me gusta más. El trabajo que realizan las actrices es tremendo. Y no me extraña que la proyecten en el Cine Doré. Es el lugar adecuado, porque da a esta película la dignidad que se merecía desde un principio”, comenta.
Después de Showgirls, Verhoeven volvió a entregarse al cine de acción, como había hecho al llegar a Hollywood, cuando rodó Robocop (1987) y Desafío total (1990). La sorpresa llegó en 2016, al volver a la Europa en la que creció como artista y lograr que Isabelle Huppert protagonizara su Elle, una cinta de autor y completamente alejada de las taquillas y las palomitas. La pieza ganó el Goya a mejor película europea y dos premios César. Parece que al director, al contrario de como le ocurrió a Elizabeth Berkley, la crítica y la industria sí le perdonaron.
Domingo por la noche. La cola a las puertas del Cine Doré, la sala de proyecciones de la Filmoteca Española, rebosa con más salud que en otras ocasiones. Sí, a pesar de la temida sexta ola de la pandemia. En la fila, alguien le espeta a su acompañante: “¿Cómo es que no la has visto aún? Si es una...
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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