La visión en el oído
De ritos, mitos y duelos (a propósito de un libro de Byung Chul-Han)
El mito de la sociedad capitalista es el infinito cuantitativo: crecimiento ilimitado, progreso indefinido, conquista de la naturaleza
Amador Fernández-Savater 29/01/2022
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En las primeras páginas del Manifiesto comunista, Marx describe cómo el capitalismo disuelve lo más sagrado –creencias, valores, costumbres– en “las aguas heladas del cálculo egoísta”. Estaba ya muy claro para Marx, hace 150 años, que el capital no tiene nada de conservador, que lo único que conserva es la forma vacía del valor de cambio.
Al mismo tiempo, Marx se burla de los reaccionarios que lamentan la decadencia y caída del antiguo régimen, un mundo que idealizan y falsifican. Para él, hay una salida a la alternativa entre destrucción y reacción: la lucha por el comunismo como “asociación de productores libres e iguales”. Un nuevo mundo de creencias, valores y costumbres.
Hoy, dos siglos de tentativas revolucionarias después, el capital prosigue su depredación del mundo, pero el comunismo ya no es una referencia viva en los imaginarios de cambio. La izquierda, en la derrota y la impotencia política, se vuelve conservadora y melancólica, nostálgica de un “antiguo régimen” –las identidades de clase, el mundo popular, el pasado– también idealizado y falsificado.
El rito sin mito
Así leo el lamento de Byung Chul-Han sobre la desaparición de los rituales, fagocitados por las lógicas de consumo e interacción abstracta-digital. Lo que los rituales hacían sólido y estable, hoy se disuelve en el aire. Licuefacción generalizada de todos los valores en la trituradora del valor de cambio. Contra la obsolescencia programada de las cosas y las relaciones, la propuesta es restaurar los rituales perdidos.
Sin mitos activos, los ritos sólo son formas vacías, cortezas sin savia. Nos juntamos, repetimos una serie de ademanes, pero no pasa nada
Pero, ¿qué es un rito? Un mito en acto. El mito de la sociedad capitalista es el infinito cuantitativo: crecimiento ilimitado, progreso indefinido, conquista de la naturaleza. Los ritos que acompañan ese mito no pueden ser otros que la traducción de todo –lugares, bienes, procesos– en dinero. La práctica del consumo en un mundo concebido como supermercado. ¿Cómo podríamos restaurar rituales colectivos sin nuevos “mitos”, es decir, sin nuevos focos de creencias, valores y costumbres?
Sin mitos activos, los ritos sólo son formas vacías, cortezas sin savia. Nos juntamos, repetimos una serie de ademanes, pero no pasa nada. Cenas de navidad entre familiares que se han vuelto extraños. Donde había vida y energía, sólo quedan fachadas y muecas. Según Freud, lo familiar que se vuelve raro e inquietante es lo “siniestro”. Todos los reclamos actuales de “regresar a los valores tradicionales”, vengan de la derecha o de la izquierda, tienen algo de siniestro.
Prácticas de transformación
Sin ritos, no podemos sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos, ni hay transmisión entre generaciones. Hasta ahí de acuerdo con Chul-Han. El problema es que desde la melancolía se piensa el ritual de modo reaccionario, oponiendo hogar a intemperie, comunidad a singularidad, repetición a diferencia, identidad a alteridad, sentido a sinsentido. Es un pensamiento conservador de las formas.
Las formas nos permiten inscribir las intensidades vitales –amores, pasiones, creencias– en la duración y en el mundo. Pero las intensidades no piden ser conservadas, sino renovadas. La forma fetichizada es una forma detenida, sin atención a las nuevas energías que piden paso y nos exigen una metamorfosis. Pensemos en cualquier conmemoración oficial: la forma se repite en modo automático, el pasado no dialoga con el presente, el recuerdo no pasa.
El rito, pensado más bien como una operación de paso, abre un espacio para la traducción de las energías. No opone la estabilidad a la inestabilidad, sino que va dando formas al movimiento que es la vida, a la alteridad que es el tiempo. No opone lo viejo a lo nuevo, sino que recrea, revitaliza, regenera, rehace y relanza. No opone la tradición a la innovación, sino que las piensa como un mismo flujo. Cuando se actualiza el sentido, hoy es tan nuevo como ayer.
Festejar, leer y curar
Recién leo una colección de estudios sobre el pensamiento judío. ¿Cómo pudieron los judíos, sin Estado ni terruño sobre el que replegarse, en la dispersión y el exilio, perseguidos por todas partes, sobrevivir durante milenios como pueblo? Las prácticas que lo permitieron no fueron conservadoras, sino de transformación.
Pensemos en el shabbat: no celebra simplemente un acontecimiento histórico, sino que actualiza una dimensión de la promesa mesiánica. La magia de la fiesta es que nos hace contemporáneos de los hechos pasados. Es otra temporalidad, ni conservadora ni progresista, circular o lineal, sino una especie de espiral donde todo vuelve y a la vez todo cambia.
¿Cómo pudieron los judíos, sin Estado ni terruño sobre el que replegarse, perseguidos por todas partes, sobrevivir durante milenios como pueblo? Las prácticas que lo permitieron no fueron conservadoras, sino de transformación
Pensemos en la lectura de la Torá o el Talmud: se permite y alienta la capacidad de interrogar al texto y dejarse interrogar por él. “Leer es torcer un texto”, dice la tradición judía. Esa exégesis constante es lo que mantiene viva la capacidad de interpelación de las escrituras sagradas.
Pensemos incluso en el psicoanálisis (¡ciencia judía!): la curación del sujeto no es cuestión de reparación o normalización, sino de transformación. El psicoanálisis es un “ritual” o una “ceremonia” que, como sabe cualquiera que haya pasado por uno, es siempre igual y siempre distinto. Está abierto a la singularidad del cada uno, del cada vez.
El duelo necesario
Oponer a la fuerza que disuelve una resistencia inmóvil es arar en el mar. La trampa donde está cautiva la izquierda del antiguo régimen, la izquierda melancólica. En la melancolía, explica Freud, el sujeto queda enganchado al fantasma de lo que fue y ya no es, preso de una ausencia. Hay que llevar hasta el final el ritual del duelo, mediante el cual despedimos como se merece algo que fue importante y nos abrimos de nuevo al presente. El deseo se regenera, volvemos a estar presentes.
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* Artículo publicado originalmente en La nueva carne.
En las primeras páginas del Manifiesto comunista, Marx describe cómo el capitalismo disuelve lo más sagrado –creencias, valores, costumbres– en “las aguas heladas del cálculo egoísta”. Estaba ya muy claro para Marx, hace 150 años, que el capital no tiene nada de conservador, que lo único que...
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Amador Fernández-Savater
Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.
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