
Georgina Rodríguez posa con Cristiano Ronaldo y sus hijos junto al edificio Burj Khalifa de Dubai iluminado con su rostro para celebrar su cumpleaños.
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Atentos, me presento:
Soy politólogo, por lo que tengo la necesidad (y el deber) de sobreanalizar todo lo que me rodea desde un prisma insoportable. También soy estudiante de máster, y no hay momento más bajo en la vida de un estudiante universitario que el final de enero. Además, me encanta lo que la gente con complejo de superioridad denomina telebasura. Este viernes, estos elementos de mi vida convergieron: todos los trabajos recién acabados, sin planes, necesidad de encefalograma plano y una notificación que decía: “Soy Georgina ya disponible en Netflix”. La tormenta perfecta.
(Advertencia: voy a hablar un poco al pedo de la serie, mis recuerdos son vagos y el parecido con los capítulos está sujeto a la poca atención que le presté).
Cabe decir que el fútbol me provoca profunda indiferencia, sabía de pasada quién es Georgina Rodríguez, y Cristiano Ronaldo no me cae bien, poco más. Antes de animarme a escribir esto he echado un vistazo a alguna crítica publicada en prensa sobre la serie. En todas se mencionaba en las primeras líneas que es ‘la novia de…’, y me da la sensación de que le han prestado menos atención que yo. Sí, lo es y, de hecho, si no lo fuese –seguramente– no la conocería nadie, pero que en una producción audiovisual que involucra a una de las personas más famosas del planeta esta quede opacada quiere decir que estamos ante una verdadera personalidad.
La serie es (como Keeping up with the Kardashians o Real Housewives of Beverly Hills) una oda al consumismo, la estética, el lujo obsceno, las relaciones personales tóxicas y al cero seso. Si Maria Antonieta hubiese tenido un documental en Netflix, se parecería bastante a este.
Voy a describir una escena del primer episodio: una madre llega por la tarde a su casa después de un día de trabajo, abraza a sus hijos, les pregunta qué tal les ha ido el día, saca de su bolso unos dulces mientras los niños saltan de alegría. Conmovedor, bonito, incluso te puedes sentir identificado con esa escena. Ahora bien, la madre es una de las personas con más seguidores en Instagram, y su jornada de trabajo pasaba por coger en el día un vuelo privado ida y vuelta París-Turín, hacer unas compras y una acción publicitaria con alguna marca de lujo. Ya no resulta una escena tan cercana, provoca rabia, eat the rich. “El jet me facilita mucho la vida”, pues claro hija, a quién no. Los capítulos están llenos de viajes exprés en aviones privados, idas y vueltas, yates, coches, consumismo, etc. Para que luego me den una pajita de cartón, tócate los pies. La huella de carbono de los eventos reflejados en esta serie supera con creces a la que emitiremos todos los aquí presentes juntos en nuestra vida.
Aun con todo, Georgina me ha caído extremadamente bien. Es una persona súper simpática que trata con total cercanía a la gente que trabaja para ella. Demasiada cercanía en los momentos en los que se refiere a su agente, estilistas, fotógrafos y otros, como “mi amigo X”. Que no te digo que no sean majos, pero fundamentalmente trabajan para ti, no lo hacen porque sean simpáticos. Eso sí, Rodríguez no se pone una mascarilla en toda la serie ni de milagro.
Una cosa que me pareció graciosa: Georgina afirma jugar como loca a todas las loterías: “Estoy segura de que un día me va a tocar”. ¿¡OTRA VEZ!? De la noche a la mañana pasaste de vender bolsos a vivir en una mansión, tronca, deja algo para los demás.
Mantiene su amistad con todos sus amigos de A.C. (Antes de Cristiano) y los ha incorporado a su séquito. Se los lleva de viaje, les invita a eventos y a su villa privada vacacional en Mallorca; me siento completamente identificado. Si Ferrari me invitase a ver el Gran Premio de Montecarlo desde un yate, lo que más me apetecería sería meter ahí a mis colegas, yendo a racanear hielo a los príncipes de Mónaco. Con lo que no me identifico tanto es con su afán de hacer cosas. En su lugar, habría preferido pasar más desapercibido y tener una vida menos activa y trabajosa –muerte al trabajo–. Georgina, en cambio, ha decidido abrazar completamente la fama, vive por y para ella, se machaca en el gimnasio, aparece en todas las portadas, está presente 24/7 en Instagram y se presenta en alfombras rojas y eventos sin que le tiemble el pulso. Tampoco me identifico con la relación medio tóxica de poder que se crea con sus amigos, glups.
En uno de los capítulos se hace un repaso a sus orígenes, su vida de pequeña en Jaca y uno de sus primeros trabajos en un hotel en Graus. Otra descripción de escena: Georgina pasea junto a su hermana por Jaca rememorando momentos de su niñez: la tienda en la que compraba chuches, la juguetería, su academia de baile, los picnics con su madre… Una conversación muy emotiva que se rompía por la muchedumbre de gente que les rodeaba sacándoles fotos y pidiendo autógrafos. A Georgina se le notaba algo molesta por la ruptura de la catarsis del momento. ¿Por qué harían esos bárbaros algo así?, me pregunté a mi mismo. Ampliamos el foco: imaginen a dos personas caminando por la calle principal de su pueblo, rodeadas de un equipo de grabación de Netflix, tres guardaespaldas y una de esas dos personas estuvo hace una semana en la alfombra roja de Cannes. Ahora yo formaría parte del tumulto también, ¡déjenme ver a la famosa de la tele!
La serie culmina con Georgina recibiendo un premio por sus labores solidarias de manos de Antonio Banderas y un discurso sobre lo importante que es para ella ser solidaria. Oh vaya, aún quedaba una conversación con J Balvin sobre lo identificada que se siente con una letra porque a ella también le iban a buscar al trabajo en Bugatti. Uy, y una escena recortada en la que dice: “Fui camarera, fui limpiadora, fui dependienta y ahora soy la puta ama”. Georgina tía, no me estás ayudando, me caía mejor la chica humilde que compraba longaniza en Graus.
La serie es lo que es: una persona multimillonaria exhibiendo su vida de ídem. El documental es muy gracioso sin querer serlo, es una ventana a una realidad que el 99,99% de la población no podemos llegar ni a imaginar, una imagen de las peores depravaciones del capitalismo (politólogo alert). Pero si tienen un domingo de resaca, un viernes por la noche después de una semana agotadora o simplemente quieren sentirse un poquito mejor consigo mismos, denle una oportunidad.
El postre. El documental se estrenó el viernes 28 de enero, coincidiendo con el 28 cumpleaños de Georgina. Para celebrarlo, su novio encendió el rascacielos más alto del mundo con una foto de Georgina. El equivalente millonario y hortera de dedicar una pintada en el barrio. Quién pudiera.
Atentos, me presento:
Soy politólogo, por lo que tengo la necesidad (y el deber) de sobreanalizar todo lo que me rodea desde un prisma insoportable. También soy estudiante de máster, y no hay momento más bajo en la vida de un estudiante universitario que el final de enero. Además,...
Autor >
Fernando Gijón Torres
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