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Creo que fue Di Stéfano el que, siendo entrenador del Valencia, le dijo a su portero algo así como que no le importaba que no parase los balones que iban a portería, pero por favor no metiese dentro las que se marchaban fuera. Pues algo así es lo que me sale decirle hoy al Atlético de Madrid. Sí, porque haciendo uno de los partidos más preocupantes y descorazonadores de lo que llevamos de Liga, y mira que tenemos para elegir, lo que han conseguido los rojiblancos es resucitar a un equipo que necesitaba respiración asistida y al que ahora va a tocar perseguir. Sí, porque no hay nada más triste en esta vida que perder sin pelear. Que te regañen por algo que no has hecho. Sí, porque ya no vale soñar con que esto, lo que sea, es circunstancial. Esto, lo que sea, me temo, es lo que hay. Asumámoslo. El Atleti de la presente temporada, ya lo intuíamos, se parece poco al Atleti que tenemos en la cabeza. El Atleti de esta temporada es un equipo que solamente comparece cuando ya la ha perdido todo y eso rara vez funciona. Es tan asustadizo y tan frágil que se disuelve con el primer bofetón. Se le ve incómodo caminando con un traje que quizá le quede grande.
Aunque el inicio del partido, como tantas otras veces, no apuntaba mal del todo. Sorprendía la formación del Atleti con cuatro atrás. Sobre todo porque dos de los cuatro eran Vrsaljko y Hermoso. Podría haber salido bien, porque sabemos que Simeone tiene esa magia que acaba dando sentido a cosas que no parecen tenerlo, pero no fue el caso. Salió como parecía. Mal. Antes de ello, asistimos a una especie de espejismo, o de déjà vu, o de extraño despertar. El Barça tenía el balón y se repetía la típica fotografía de estos partidos en la que el equipo catalán se enfrenta a un Atleti con bloque bajo. Algo que es bueno o malo en función de cómo se desarrollen los acontecimientos. De hecho, pareció bueno durante un rato. Una buena salida de balón hizo que Luis Suárez combinase con Carrasco y éste abriese el marcador de disparo cruzado.
Bien.
No.
No habíamos llegado al minuto diez y ahí se terminó el espejismo. Sin tiempo para la alegría, apareció esa caricatura de Atleti que tantas veces hemos visto este año. Un Atleti que es como esa figuras de humo que aparecen en algunos espectáculos de magia. Una forma preciosa que flota en el aire con elegancia y misterio, pero que desaparece con un simple soplido.
Era un gol de mala suerte y su rival no estaba siendo mejor, pero este equipo carece de la personalidad de antaño y acusa los golpes de forma exagerada. Se hizo pequeñito
El soplido llegó en forma de error de Hermoso. El mismo de siempre, para no extenderme más. Eso provocó una extraña jugada por la derecha que acabó con un balón colgado al segundo palo que enganchó Jordi Alba de volea. Normalmente esos balones se van a la grada de animación. A este Atleti le entran por la escuadra. Era un gol de mala suerte y su rival no estaba siendo mejor, pero este equipo carece de la personalidad de antaño y acusa los golpes de forma exagerada. Se hizo pequeñito. Adoptó ese modo flan, tan típico y desesperante. En ese momento el equipo era incapaz de dar un pase, de pegar un grito o de encontrar las líneas del campo. Ni intensidad, ni físico, ni seguridad defensiva, ni balón. Todo fallaba. Todo era mediocre.
El Barça olió el miedo y alimentándose de la debilidad del contrario se hizo grande. En ese panorama, lógicamente, apareció el segundo gol, precedido de otro roto en la banda de Hermoso, con un remate de cabeza al que Vrsaljko llegó tarde. Y también apareció el tercero, con el enésimo remate a balón parado que le hacen al Atleti esta temporada. Araujo recogió el rechace a un cabezazo de Piqué que había pegado en el larguero. ¿Pero saben lo más gracioso? Pues que al descanso el Atleti había tenido las mismas ocasiones que el Barça, con la diferencia de que João y Savic habían desperdiciado las suyas.
El partido se reanudó como si no hubiese parado. Con un Barça hambriento y con un Atleti indolente. Con un panorama tan esperanzador, lógicamente, llegó el cuarto de los catalanes. A Wass le ganaron la espalda como si fuese un benjamín, ningún defensa colchonero fue capaz de despejar un balón centrado al área y Alves, con 38 años, remató a puerta estando más rápido, más atento y más metido en el partido que el veinteañero que lo cubría. Bien es verdad que el veinteañero era João Félix. ¿Pero saben lo más gracioso? Que con todo lo dicho antes, el Barça había tirado cuatro veces a puerta y había metido cuatro goles.
Se mascaba la goleada histórica, pero los cambios a la desesperada de Simeone contuvieron la hemorragia y maquillaron algo el orgullo. A base de intensidad y poco más, los de Simeone aparecieron por primera vez en el partido. Y hasta marcaron un gol y todo. Un cabezazo de Luis Suarez que recogió un remate de Giménez.
La cosa pudo ponerse verdaderamente picante cuando Alves perdió la cabeza y metió los tacos en la rodilla de Carrasco sin venir a cuento. El Atleti tenía 20 minutos por delante para jugar con uno más y hacer la machada, pero lo que hizo fue regalarnos otra suerte de ridículo. Ese que aparece cuando el equipo tiene que fabricar fútbol. Lo que vimos, otra vez, fue esa incapacidad recurrente para construir juego. Contra un Barça que simplemente estaba ordenado y jugaba a ese “otro fútbol”, que tanto le gusta a Xavi, el Atleti fue incapaz de rematar a puerta.
No soy vidente, ni entrenador, ni tengo la solución. Tampoco me creo las soluciones de los que, sin ser videntes o entrenadores, dicen tenerla. Tengo claro que la situación es crítica, que el panorama no ayuda a ser optimista y que cada vez queda menos tiempo. También tengo claro que los que están ahí son los únicos que pueden solucionarlo y que tirarles piedras, metáforas o insultos no creo que ayude, ni reme a favor. Llamadme ingenuo, pero como decía Eduardo Galeano, ojalá podamos tener la valentía de arriesgarnos a estar juntos.
Creo que fue Di Stéfano el que, siendo entrenador del Valencia, le dijo a su portero algo así como que no le importaba que no parase los balones que iban a portería, pero por favor no metiese dentro las que se marchaban fuera. Pues algo así es lo que me sale decirle hoy al Atlético de Madrid. Sí,...
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