expandir la mente
Bibliotecas en el fin del mundo
Sobre el valor (y las estrategias) de las pequeñas bibliotecas
Mario Crespo 7/03/2022
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El cielo era de un gris plomizo. Pesado. Húmedo. Británico. Tal vez por eso no me percaté de la anomalía que suponía encontrar una cabina de teléfono londinense en las postrimerías de la Sierra de Guadarrama. Se trataba en realidad de una recreación convertida en biblioteca de intercambio. Una iniciativa municipal por la que, según pude saber después, los vecinos (y no vecinos) pueden tomar un libro a cambio de dejar otro en su lugar. Una idea que no es única y que ya se había puesto en práctica en otros municipios.
En Ciudad Rodrigo (Salamanca), por ejemplo, había un proyecto similar que a la postre se hizo viral en las redes sociales cuando unos vándalos prendieron fuego a la bibliocabina que custodiaba los más de mil ejemplares de su colección. A diferencia de la de Hoyo de Manzanares, esta iniciativa no era institucional, sino que estaba gestionada por una asociación. Tras la difusión del incidente, las propuestas solidarias para ayudar fueron tan numerosas, tan masivas, que los responsables se vieron obligados a no aceptar más donaciones para la reposición de su fondo.
Lo interesante de las bibliotecas no es lo valiosa que sea su arquitectura, su estética, sino su función, una biblioteca es más útil cuanto más lejos llega
Las bibliotecas de intercambio ofrecen un servicio impagable a la ciudadanía, pues no solo proveen entretenimiento y conocimiento, sino que además fomentan la solidaridad basándose en el principio del libre acceso a la información. En el polo opuesto encontramos bibliotecas como la del Trinity College (Dublín) o la Joanina (Coimbra), que destacan por su arquitectura, por el valor de sus inaccesibles fondos y por su belleza, pero ¿acaso realizan una labor tan importante como las de las pequeñas bibliotecas de fortuna que alcanzan lugares remotos, que se organizan en situaciones extremas o que sobreviven en los confines del mundo; bibliotecas que parecen acompañar a algunas personas justo antes de su muerte?
Lo interesante de las bibliotecas no es lo valiosa que sea su arquitectura, su estética, sino su función, es decir; una biblioteca es más útil cuanto más lejos llega, cuando es capaz de alcanzar sitios donde la distribución de libros y los servicios públicos solo brillan por su ausencia, cuando, en otras palabras, democratiza el acceso al conocimiento.
La llegada de los libros era una fiesta. Un acontecimiento. Y así sigue sucediendo en muchas pequeñas localidades el día que llega el bibliobús
Un buen ejemplo de ello sería el servicio de bibliobús, que recorre las zonas rurales exentas de bibliotecas. El bibliobús permite a los habitantes de los pueblos aprovisionarse de libros, realizar desideratas y hacer acopio de lecturas hasta la siguiente visita del vehículo. La labor del bibliobús a lo largo de los años ha sido la de un colonizador cultural, ha sido ecuménica en su expansión bibliográfica, permitiendo que muchos habitantes de la España vaciada se hayan formado y hayan disfrutado de la lectura. El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books, 2017) narra cómo la poeta creó, junto a Phyllis Turnbull, la primera biblioteca infantil ambulante de España, que recorría pueblos pequeños para acercar la poesía a sus habitantes, la mayoría analfabetos. Cada visita era un evento popular para los lugareños. La llegada de los libros era una fiesta. Un acontecimiento. Y así sigue sucediendo en muchas pequeñas localidades el día que llega el bibliobús.
Con una función similar, pero a través de un medio más apto para terrenos escabrosos, encontramos el biblioburro, que alcanza zonas de difícil acceso en la selva colombiana, o el bibliocamello, que lleva libros hasta las aldeas más remotas del desierto en Kenia, e incluso el biblioelefante, implementado en Omkoi (Tailandia) al carecer la región de escuelas y bibliotecas.
Transportar libros no es fácil; pesan mucho, ocupan espacio y, si no se tratan con delicadeza, se dañan. Su alcance depende de la disponibilidad de los medios de transporte. Las bibliotecas, por lo tanto, no llegan con facilidad a los pobres, a los que están aislados, a los que viven lejos o escondidos entre valles. Son en muchos casos los animales de carga los que paradójicamente permiten el acceso a la información, los que alfabetizan y culturizan en una perfecta simbiosis entre el hombre, la bestia y la naturaleza salvaje.
Obviamente, el tamaño de la colección que este tipo de bibliotecas puede ofrecer (un número limitado por el espacio que crean unas alforjas o el interior de un vehículo), no es comparable al de una biblioteca permanente, así que, en estos casos, la selección de los bibliotecarios es crucial. Pero ¿es el fondo de catálogo lo más importante de una biblioteca?, ¿poseen las bibliotecas funciones distintas?, ¿cumplen algunas la misión de entretener durante periodos de ocio en sociedades burguesas, como las bibliopiscinas o las bibliotecas de hotel?, ¿es este el objetivo primordial de una biblioteca o poseen más valor las bibliotecas remotas que sirven para educar a poblaciones analfabetas?
En el capítulo 6 de la serie británica The Terror, la expedición que pretende encontrar el Paso del Noroeste queda atrapada en el hielo hostil del invierno. Una situación que provoca que comience a cundir la desesperación entre la tripulación. En una secuencia, el marinero que hace las veces de bibliotecario le recomienda un Jenofonte a un compañero. Pero lo hace con la intención de levantar su moral, de ayudarle a pensar, de modificar y educar su mente y dirigirla hacia algo positivo, tal vez para afrontar la cercanía de la muerte, pero en ningún caso para que se entretenga, pues el entretenimiento no tiene mucho sentido cuando el único objetivo de tu vida es sobrevivir día a día, hora a hora e incluso minuto a minuto. Esta escena refleja perfectamente la labor de una biblioteca, que no solo sirve para proveer entretenimiento, sino también para educar, para formar el intelecto de las personas, para preparar y perfeccionar su espíritu y afrontar situaciones límite.
Son en muchos casos los animales de carga los que paradójicamente permiten el acceso a la información, los que alfabetizan y culturizan en una perfecta simbiosis
Aunque mayormente enfocada al entretenimiento, el tipo de biblioteca más parecida a la de The Terror sería la de los cruceros, que ofrece libros lejos de tierra firme; estanterías que se mecen con las olas, despacio, como si los ejemplares tuvieran vida propia. Lecturas para gente que pasa muchos días viviendo en un barco, con mucho tiempo libre por delante. Incluso quienes no suelen leer por costumbre, a diario, se lanzan a bucear bajo las páginas. Da igual el formato: revistas, catálogos o incluso artículos de prensa leídos en el móvil o la tablet. Un crucero es como un confinamiento; estás semiencerrado, a veces solo, o con tu familia, y tu relación con el mundo puede ser una novela; viviendo la vida de otros, en otras latitudes y otros paisajes, incluso en otras épocas. O quizá leyendo información acerca de temas de tú interés, o temas desconocidos de los que aprender, con la prosa escupiendo sabiduría. Y es que una biblioteca, sea del tipo que sea, esté donde esté, ha de promocionar a la postre el amor por la lectura, el fomento de algo tan importante para la educación de una población.
La misión de una biblioteca es garantizar el acceso libre y voluntario a la información en diferentes formatos, ya sea en papel o soportes digitales o audiovisuales; es, en otras palabras, una forma de preservar y transmitir el conocimiento para facilitar la educación, pues una sociedad informada es una sociedad más segura, es una sociedad más libre, es una sociedad más democrática, más sana, es, en otras palabras, una sociedad con criterio.
Dicho lo cual, existen tipologías muy variadas y, sobre todo, objetivos bibliotecarios distintos; la función de una biblioteca en, por ejemplo, una aldea remota de Kenia, Etiopía, Uganda o el litoral maliense, tiene un valor singular, pues no solo fomenta la lectura, cura el analfabetismo y ayuda a expandir la mente, sino que también modela y sana los espíritus de los más desesperados, les ayuda a pensar, a estar con ellos mismos. Y además demuestra y certifica que la educación y la cultura no son patrimonio de la burguesía occidental, no son un bien de consumo, sino un derecho universal que todo el mundo, grandes y pequeños, ricos, pobres y mediopensionistas, merece, ya sea en un pueblo, en una aldea, en un barco o en el mismísimo fin del mundo.
El cielo era de un gris plomizo. Pesado. Húmedo. Británico. Tal vez por eso no me percaté de la anomalía que suponía encontrar una cabina de teléfono londinense en las postrimerías de la Sierra de Guadarrama. Se trataba en realidad de una recreación convertida en biblioteca de intercambio. Una iniciativa...
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Mario Crespo
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