Cine
“Annette”, o por qué los hombres que se odian a sí mismos se empeñan en ser amados
La nueva película de Léos Carax, un musical escrito por el dúo estadounidense Sparks, plantea una aproximación a la violencia y la explotación machista tan creativa como desconcertante
Jaime Lorite 25/10/2021
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Parecía que nunca llegaría a ocurrir, pero Léos Carax ha dirigido, por fin, un musical. Annette culmina unas inquietudes presentes desde el inicio en la filmografía del autor francés: los códigos del género musical se podían encontrar en esa ruptura de pareja a través del telefonillo en Chico conoce chica (1983), sincronizada para durar lo mismo que un tema de los Dead Kennedys, o en la carrera de Denis Lavant por las calles de un París futurista, a ritmo de David Bowie, en Mala sangre (1986). También en esos apartes donde los personajes comunicaban transparentemente sus sentimientos, en un registro más propio de las canciones que de la comunicación hablada. Aquí lo ha hecho con la complicidad del veterano dúo de rock estadounidense Sparks, cuya música de evocaciones operísticas siempre apuntó, igualmente, a cristalizar en este formato.
Frente a los significados abiertos de su película anterior, la radical Holy Motors (2012), Annette es un trabajo accesible. Si, en aquel título, Carax introducía un prólogo con los espectadores de un cine durmiendo a pierna suelta, algo comúnmente interpretado como crítica del momento de falta de ideas, hastío y adocenamiento del medio, en Annette la cámara vuelve a colocarse frente al patio de butacas, pero estos ocupantes, ahora, están muy activos. Emocional e hipersensible, es un público que se rebela contra lo que no le gusta y que no entiende bromas ni dobles sentidos, lo que razonablemente lleva a preguntarse si esta es la manera en que Carax ve a los espectadores en 2021 y cuánto de su estrategia narrativa tiene que ver con ello.
La primera parte de Annette aborda el romance entre un humorista (Henry), interpretado por Adam Driver, y una soprano (Ann), a la que da vida Marion Cotillard. Ya desde los primeros compases, Henry desprecia a Ann y el trabajo que realiza: en su opinión, solo la comedia presuntamente visceral que él hace es auténtica, la cruda verdad, mientras que lo de ella es un teatrillo, un simulacro de tragedias, entonaciones afectadas y reverencias. Esto no le impide rentabilizar a nivel de imagen su noviazgo, que publicita en sus espectáculos o apareciendo oportunamente a recoger a su pareja ante los fotoperiodistas al final de las funciones.
Henry y Ann se casan y tienen una hija, Annette. Esta dicha, sin embargo, va acompañada de la decadencia profesional de Henry, cuyos chistes misóginos y racistas acaban pasándole factura ante el público. Aunque el punto de vista de la narración, al principio, se reparte entre los dos personajes, la perspectiva dominante es, sin duda, la de él, cuya caída en desgracia, pensamientos y acciones más siniestras acabarán ocupando el centro de la narración. De los intereses de Ann apenas llegamos a saber nada.
Adoptar la mirada del monstruo en un relato de esta naturaleza no es algo insólito. Este año, la autora estadounidense Emma Cline publicó Harvey, novela que imaginaba cómo vivió el productor Harvey Weinstein la víspera de conocer la pena de 23 años de cárcel que se le impuso en marzo de 2020 por delitos sexuales. Con la elección de este punto de vista, Cline no buscaba ni justificar a Weinstein ni hacer que nadie se compadeciera, sino entender el privilegio y el sistema de pensamiento que llevaba a alguien a sentirse impune y no experimentar remordimiento. Los motivos por los que Léos Carax sigue a un personaje tan reprobable como Henry no parecen ir en esa línea. De hecho, es discutible que Annette contenga denuncia social; no en mayor medida que la que pueda encontrarse en cuentos infantiles, a cuya lógica frecuentemente remite (en los arquetipos, en el reflejo de una paternidad perversa, en la magia...). Lo que desconcierta, una vez más, es el retrato del público. El público que, por no reírle las gracias, ha acabado con la carrera de Henry y borrado el espacio de expresión donde daba salida a sus cavilaciones más oscuras; cavilaciones que ahora forman parte de su realidad.
Es discutible que Annette contenga denuncia social; no en mayor medida que la que pueda encontrarse en cuentos infantiles, a cuya lógica frecuentemente remite
Henry no es un personaje simpático. La crítica Déborah García apuntaba, en una reseña en su Patreon, que nunca se había visto un personaje tan negativo en la filmografía del director francés. Los papeles hasta ahora interpretados por el actor Denis Lavant podían leerse como alter egos del cineasta: de los cuatro largometrajes en los que aparece, en tres se llama Alex y en uno se llama Oscar, nombres que forman, como acrónimo, el de Léos Carax –cuyo nombre de pila real, asimismo, es Alexander–. Sería disparatado, por sus atroces implicaciones, decir que ocurre lo mismo con el personaje que aquí interpreta Adam Driver, pese a que, desde la primera proyección de Annette en Cannes, se ha especulado con el peso que tiene en la historia de la película la muerte de la actriz Yekaterina Golubeva, pareja de Carax, que se suicidó en 2012. Y algo hay. En uno de los planos que abren la película, Léos Carax presenta a la hija que tuvo con Golubeva, Nastya, a quien dedica Annette. Déborah García también señalaba cómo el aspecto fantasmagórico de Marion Cotillard, ataviada en algunas escenas con un largo camisón gris, recuerda a Golubeva en Pola X (1999), única película en la que director y actriz trabajaron juntos.
También debe tenerse en cuenta, en este sentido, lo que la actriz Asia Argento reveló recientemente en su autobiografía Anatomía de un corazón salvaje: que era pareja de Léos Carax y estaba acompañada por él en el Festival de Cannes de 1997, cuando fue violada por Harvey Weinstein. El testimonio de la intérprete fue, a nivel mediático, uno de los instantes clave del movimiento #MeToo.
Más que como alter ego, Henry parece representar una enmienda a los hombres de las películas del director, casi siempre con un pathos violento, pero que aquí no está romantizado. En Chico conoce chica, el protagonista intentaba asesinar a su mejor amigo al saber que su novia le había dejado por él. En Los amantes del Pont-Neuf (1991), el romance entre un hombre y una mujer vagabundos se iba tornando enfermizo por la posesividad del primero, que incluso quemaba viva a una persona mientras destruía los carteles de “Se busca” con la foto de su amada, a fin de ocultarle que existía un remedio a su enfermedad para que ella siguiera dependiendo de él.
Como si el protagonista del cuento El corazón delator (1843), de Edgar Allan Poe (quien, no por casualidad, figura en los agradecimientos de la película), no solo no quedara perturbado oyendo bajo el suelo de su casa los latidos del hombre al que asesinó, sino que cobrase entrada para escucharlos, Henry, acabado como humorista, encuentra otro medio para lucrarse gracias al abuso de poder, la violencia y la explotación machista: su hija. Sin entrar en detalles, algo sorprendente es que, en el número musical de cierre, se acaba proponiendo como remedio a la instrumentalización por parte de hombres abusadores permanecer en la sombra, desaparecer.
En otro número previo, un coro de mujeres se pregunta, respecto al tenebroso Henry, por qué los hombres que se odian a sí mismos se empeñan tanto en que los amen. Cabría plantearse, también, por qué protagonizan incluso las historias donde son villanos. Quizá Annette, narración supuestamente en la órbita del #MeToo, sea en realidad, y al margen de sus virtudes cinematográficas, algo más frívolo; su discurso, una mera provocación en torno a la sociedad del espectáculo y ese villano, por tanto, otro bien distinto: la turba que confronta a Henry desde el principio hasta el final, que Carax dibuja como mojigata. La turba hipócrita que contribuye a que la niña y su imagen sean explotadas. Pero, sobre todo, la turba que hizo que Henry, pobre, dejara de contar chistes.
Parecía que nunca llegaría a ocurrir, pero Léos Carax ha dirigido, por fin, un musical. Annette culmina unas inquietudes presentes desde el inicio en la filmografía del autor francés: los códigos del género musical se podían encontrar en esa ruptura de pareja a través del telefonillo en Chico conoce...
Autor >
Jaime Lorite
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí