1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

el conflicto eterno

Para Washington la guerra nunca termina

El objetivo bélico de Estados Unidos no es salvar a Ucrania, sino arruinar a Rusia. Y eso lleva tiempo

Diana Johnstone 22/03/2022

<p>Capitolio de los Estados Unidos (Washington D.C.).</p>

Capitolio de los Estados Unidos (Washington D.C.).

Pxfuel

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Y va para largo. La “guerra para acabar con la guerra” de 1914-1918 derivó en la guerra de 1939-1945, conocida como la Segunda Guerra Mundial. Y esta tampoco ha terminado nunca, principalmente porque para Washington fue la Guerra Buena, la guerra que originó el Siglo Estadounidense: ¿por qué no el Milenio Estadounidense?

El conflicto de Ucrania puede ser el detonante de lo que ya llamamos Tercera Guerra Mundial. Pero no se trata de una guerra nueva. Es la misma guerra de siempre, una extensión de la que llamamos Segunda Guerra Mundial, que no fue la misma guerra para todos los que participaron en ella.

La guerra rusa y la estadounidense fueron muy muy diferentes.

La Segunda Guerra Mundial de Rusia

Para los rusos, la guerra fue una experiencia de sufrimiento, destrucción y dolor colectivo. La invasión nazi de la Unión Soviética fue absolutamente despiadada, impulsada por una ideología de desprecio a los eslavos y odio a los bolcheviques judíos. Se calcula que murieron 27 millones de personas, aproximadamente dos tercios de ellas civiles. A pesar de las pérdidas y el sufrimiento abrumadores, el Ejército Rojo logró cambiar el rumbo de la conquista nazi que había sometido a la mayor parte de Europa.

Esta gigantesca lucha para expulsar a los invasores alemanes de su tierra es conocida por los rusos como la Gran Guerra Patriótica, la cual alimentó un orgullo nacional que ayudó a consolar al pueblo por todo lo que había pasado. Pero, independientemente del orgullo generado por la victoria, los horrores de la guerra suscitaron un auténtico deseo de paz.

La Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos

La Segunda Guerra Mundial de Estados Unidos (al igual que la Primera Guerra Mundial) ocurrió fuera de sus fronteras. La diferencia es enorme. La guerra permitió a Estados Unidos emerger como la nación más rica y poderosa del planeta. A los estadounidenses se les enseñó a no transigir nunca, ni para evitar una guerra (Múnich) ni para ponerle fin (“rendición incondicional” era el estilo americano). La intransigencia justa era la actitud adecuada del Bien en su batalla contra el Mal.

La economía de guerra sacó a Estados Unidos de la depresión. El keynesianismo militar surgió como la clave de la prosperidad. Nació el Complejo Militar-Industrial. Para seguir ofreciendo contratos del Pentágono a todos los miembros del Congreso y beneficios garantizados a los inversores de Wall Street, necesitaba un nuevo enemigo. El miedo a los comunistas –el mismo miedo que había contribuido a crear el fascismo– sirvió para ello.

La Guerra Fría: la continuación de la Segunda Guerra Mundial

En resumen, después de 1945, para Rusia la Segunda Guerra Mundial había terminado; para Estados Unidos, no. Lo que llamamos Guerra Fría fue la voluntad de los dirigentes de Washington de que continuara. Se perpetuó con la teoría de que el “Telón de Acero” defensivo de Rusia constituía una amenaza militar para el resto de Europa.

EE.UU. se vendió como el poder definitivo del Bien, así como el único lugar divertido para vivir. Los rusos eran monótonos y siniestros

Al final de la guerra, la principal preocupación de Stalin en materia de seguridad era evitar que volviera a tener lugar una invasión de ese tipo. En contra de las interpretaciones occidentales, el control permanente de Moscú sobre los países de Europa del Este que había ocupado en su camino hacia la victoria en Berlín no estaba motivado tanto por la ideología comunista como por la determinación de crear una zona de amortiguación a modo de obstáculo a una nueva invasión desde Occidente.

Stalin respetó los límites de Yalta entre el Este y el Oeste y se negó a apoyar la lucha a vida o muerte de los comunistas griegos. Moscú advirtió a los líderes de los grandes partidos comunistas de Europa Occidental de que evitaran la revolución y acataran las reglas de la democracia burguesa. La ocupación soviética podía ser brutal, pero era decididamente defensiva. El respaldo soviético a los movimientos pacifistas era absolutamente genuino.

La formación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el rearme de Alemania confirmaron que, para Estados Unidos, la guerra en Europa no había terminado del todo. La displicente “desnazificación” estadounidense de su sector de la Alemania ocupada estuvo acompañada de una fuga organizada de cerebros alemanes que podían ser útiles a Estados Unidos para su rearme y espionaje (desde Wernher von Braun hasta Reinhard Gehlen).

La victoria ideológica de Estados Unidos

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos dedicó su ciencia e industria a la construcción de un gigantesco arsenal de armas mortíferas que causó estragos en Corea o Vietnam sin lograr la victoria estadounidense. Pero la derrota militar no eliminó la victoria ideológica de Estados Unidos.

El mayor triunfo del imperialismo estadounidense ha sido la difusión de imágenes e ideología para justificarse, principalmente en Europa. El dominio de la industria del entretenimiento estadounidense ha difundido su particular mezcla de autoindulgencia y dualismo moral por todo el mundo, especialmente entre los jóvenes. Hollywood convenció a Occidente de que la Segunda Guerra Mundial básicamente la ganaron las fuerzas armadas de EE. UU. y sus aliados en la invasión de Normandía.

Estados Unidos se vendió como el poder definitivo del Bien, así como el único lugar divertido para vivir. Los rusos eran monótonos y siniestros.

En la propia Unión Soviética, mucha gente se sentía atraída por la autoglorificación estadounidense. Al parecer, algunos incluso pensaban que la Guerra Fría había sido un gran malentendido y que si éramos muy amables y simpáticos, Occidente también lo sería. Mijaíl Gorbachov era propenso a este optimismo.

Jack Matlock, exembajador de Estados Unidos en Moscú, cuenta que, en la década de 1980, el deseo de liberar a Rusia del lastre que suponía la Unión Soviética estaba muy extendido entre la élite rusa. Fueron los dirigentes, y no el pueblo, los que lograron la autodestrucción de la Unión Soviética y dejaron a Rusia como Estado sucesor con las armas nucleares y el veto de la ONU a la URSS bajo la presidencia empapada de alcohol de Boris Yeltsin y la abrumadora influencia de Estados Unidos durante la década de 1990.

La nueva OTAN

La modernización de Rusia durante los últimos tres siglos ha estado marcada por la controversia entre los “occidentalizadores” –los que ven el progreso de Rusia en la emulación del Occidente más avanzado– y los “eslavófilos”, que consideran que el atraso material de la nación queda compensada por algún tipo de superioridad espiritual, quizá basada en la democracia sencilla de la aldea tradicional.

En Rusia, el marxismo fue un concepto occidentalizador. Pero el marxismo oficial no eliminó la admiración por el Occidente “capitalista” y en particular por Estados Unidos. Gorbachov soñaba con que “nuestra casa común europea” viviera una especie de democracia social. En la década de 1990, Rusia sólo pedía formar parte de Occidente.

Lo que ocurrió después demostró que todo el “miedo comunista” que justificaba la Guerra Fría era falso. Un pretexto. Una falsedad diseñada para perpetuar el keynesianismo militar y la guerra especial de Estados Unidos para mantener su propia hegemonía económica e ideológica.

Ya no había Unión Soviética. Ya no había comunismo soviético. No había bloque soviético ni Pacto de Varsovia. La OTAN ya no tenía razón de ser.

Violando promesas diplomáticas no escritas pero manifiestas a los líderes rusos, la OTAN acogió a Polonia, Hungría y la República Checa como nuevos miembros

Sin embargo, en 1999, la OTAN celebró su 50 aniversario bombardeando Yugoslavia y, de este modo, pasó de ser una alianza militar defensiva a una agresiva. Yugoslavia había sido un país no alineado que no pertenecía ni a la OTAN ni al Pacto de Varsovia. No amenazaba a ningún otro país. Sin autorización del Consejo de Seguridad ni justificación para la autodefensa, la agresión de la OTAN violó el derecho internacional.

Exactamente al mismo tiempo, violando promesas diplomáticas no escritas pero manifiestas a los líderes rusos, la OTAN acogió a Polonia, Hungría y la República Checa como nuevos miembros. Cinco años después, en 2004, la OTAN acogió a Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y las tres Repúblicas Bálticas. Mientras tanto, los miembros de la OTAN se veían arrastrados a la guerra de Afganistán, la primera y única “defensa de un miembro de la OTAN”, es decir, de Estados Unidos.

Entender a Putin, o no

Entretanto, Yeltsin había elegido a Vladímir Putin como su sucesor, en parte sin duda porque, como antiguo oficial del KGB en Alemania del Este, tenía ciertos conocimientos sobre Occidente. Putin sacó a Rusia del caos causado porque Yeltsin aceptó el tratamiento de choque económico diseñado por Estados Unidos.

Putin puso fin a las estafas más flagrantes, lo cual provocó la ira de los oligarcas desposeídos que utilizaron sus problemas con la ley para convencer a Occidente de que eran víctimas de una persecución (un ejemplo: la ridícula Ley Magnitsky).

Putin estaba profundamente ofendido por la continua negativa de Occidente a comprender el significado de la guerra en Rusia

El 11 de febrero de 2007, el occidentalizador ruso Putin acudió a un centro de poder occidental, la Conferencia de Seguridad de Múnich, y pidió la comprensión de Occidente. Es fácil de entender, si hay voluntad. Putin cuestionó el “mundo unipolar” que imponía Estados Unidos y subrayó el deseo de Rusia de “interactuar con socios responsables e independientes con los que pudiéramos colaborar en la construcción de un orden mundial justo y democrático que garantizara la seguridad y la prosperidad no sólo de unos pocos elegidos, sino de todos”.

La reacción de los principales socios occidentales fue la indignación, el rechazo y una campaña mediática de 15 años en la que se presentaba a Putin como una especie de criatura demoníaca.

De hecho, desde ese discurso no ha habido límites en los insultos de los medios de comunicación occidentales dirigidos a Putin y a Rusia. Y en este trato despectivo vemos las dos versiones de la Segunda Guerra Mundial. En 2014, los líderes mundiales se reunieron en Normandía para conmemorar el 70º aniversario del desembarco del Día D por parte de las fuerzas estadounidenses y británicas.

En realidad, esa incursión de 1944 encontró ciertas dificultades, a pesar de que las fuerzas alemanas se concentraban principalmente en el frente oriental, donde estaban perdiendo la guerra frente al Ejército Rojo. Moscú lanzó una operación especial precisamente para alejar a las fuerzas alemanas del frente de Normandía. Aun así, los avances aliados no pudieron derrotar al Ejército Rojo hasta llegar a Berlín.

Sin embargo, gracias a Hollywood, muchos en Occidente consideran el Día D como la operación decisiva de la Segunda Guerra Mundial. Para honrar el acontecimiento, Vladímir Putin estuvo allí y también la canciller alemana Angela Merkel.

Al año siguiente, los líderes mundiales fueron invitados a un fastuoso desfile de la victoria que se celebraba en Moscú para conmemorar el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial. Los líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania decidieron no asistir.

Esto era consecuente con una serie interminable de gestos occidentales de desprecio hacia Rusia y su contribución decisiva a la derrota de la Alemania nazi (acabó con el 80% de la Wehrmacht). El 19 de septiembre de 2019, el Parlamento Europeo adoptó una resolución sobre “la importancia del recuerdo europeo para el futuro de Europa” que acusaba conjuntamente a la Unión Soviética y a la Alemania nazi de desencadenar la Segunda Guerra Mundial.

Biden participó directamente en la remodelación del gabinete de Kiev, ya que a su hijo se le concedió un puesto ventajoso en la empresa ucraniana de gas Barisma

Vladímir Putin respondió a esta afrenta gratuita en un largo artículo sobre “Las lecciones de la Segunda Guerra Mundial” publicado en inglés en The National Interest con motivo del 75º aniversario del final de la guerra. Putin respondió con un cuidadoso análisis sobre las causas de la guerra y la profunda incidencia en las vidas de las personas atrapadas en el homicida asedio nazi de 872 días en Leningrado (actual San Petersburgo), incluidos sus propios padres, cuyo hijo de dos años fue uno de los 800.000 que perecieron.

Es obvio que Putin estaba profundamente ofendido por la continua negativa de Occidente a comprender el significado de la guerra en Rusia. “Profanar e insultar la memoria es mezquino”, escribió Putin. “La mezquindad puede ser deliberada, hipócrita y bastante intencionada, como las declaraciones que conmemoran el 75º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, que mencionan a todos los partícipes de la coalición antihitleriana excepto a la Unión Soviética”.

Y durante todo este tiempo, la OTAN continuó expandiéndose hacia el este, apuntando cada vez más abiertamente a Rusia con sus profusas maniobras bélicas en sus fronteras terrestres y marítimas.

La toma estadounidense de Ucrania

El cerco a Rusia dio un salto cualitativo cuando Estados Unidos tomó Ucrania en 2014. Los medios de comunicación occidentales relataron este complejo acontecimiento como un levantamiento popular, pero los levantamientos populares pueden caer en manos de poderes con sus propios objetivos, y este fue el caso. El presidente electo Viktor Yanukovich fue derrocado con violencia un día después de haber aceptado la celebración de elecciones anticipadas en un acuerdo con los líderes europeos.

Miles de millones de dólares estadounidenses y los tiroteos asesinos protagonizados por militantes de extrema derecha impusieron un cambio de régimen dirigido abiertamente por la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland (“A la m___ la UE”) que provocó un liderazgo en Kiev elegido en gran medida en Washington y deseoso de unirse a la OTAN.

Para EE.UU. y la mayor parte de Occidente, lo que fue una acción humanitaria en Kosovo fue una agresión imperdonable en Crimea

A finales de año, el gobierno de la “Ucrania democrática” estaba en gran medida en manos de extranjeros avalados por Estados Unidos. La nueva ministra de Finanzas era una ciudadana estadounidense de origen ucraniano, Natalia Jaresko, que había trabajado para el Departamento de Estado antes de dedicarse a la empresa privada. El ministro de Economía era un lituano, Aïvaras Arbomavitchous, antigua estrella de baloncesto. El ministerio de Sanidad fue asumido por un antiguo ministro de Sanidad y Trabajo georgiano, Sandro Kvitachvili.

Posteriormente, llamaron a Mikheil Saakashvili, expresidente georgiano caído en desgracia, para que se hiciera cargo del conflictivo puerto de Odesa. Y el vicepresidente Joe Biden participó directamente en la remodelación del gabinete de Kiev, ya que a su hijo, Hunter Biden, se le concedió un puesto ventajoso en la empresa ucraniana de gas Barisma.

El impulso vehementemente antirruso de este cambio de régimen suscitó la resistencia de las zonas del sureste del país, habitadas en gran parte por personas de etnia rusa. Ocho días después de que más de 40 manifestantes fueran quemados vivos en Odesa, las provincias de Lugansk y Donetsk se movilizaron para separarse como acto de resistencia al golpe.

El régimen instalado por Estados Unidos en Kiev inició entonces una guerra contra estas provincias que continuó durante ocho años, matando a miles de civiles.

Desde 2014, EE.UU. y Gran Bretaña han transformado subrepticiamente a Ucrania en un auxiliar de la OTAN, psicológica y militarmente volcado contra Rusia

Un referéndum devolvió entonces Crimea a Rusia. Obviamente, la devolución pacífica de Crimea era vital para proteger la principal base naval de Rusia en Sebastopol de la amenaza de toma de posesión por parte de la OTAN. Y dado que la población de Crimea nunca había aprobado que Nikita Khrushchev transfiriera la península a Ucrania en 1954, la devolución se llevó a cabo mediante una votación democrática, sin derramamiento de sangre. Esto contrasta con la separación de la provincia de Kosovo de Serbia, lograda en 1999 mediante semanas de bombardeos de la OTAN.

Sin embargo, para Estados Unidos y la mayor parte de Occidente, lo que fue una acción humanitaria en Kosovo fue una agresión imperdonable en Crimea.

La puerta trasera del Despacho Oval que conduce hasta la OTAN

Rusia seguía advirtiendo de que la ampliación de la OTAN no debía incluir a Ucrania. Los líderes occidentales vacilaron entre afirmar el “derecho” de Ucrania a unirse a cualquier alianza que eligiera y decir que no ocurriría de inmediato. Siempre era posible que el ingreso de Ucrania fuera vetado por un miembro de la OTAN, quizás Francia o incluso Alemania.

Pero mientras tanto, el 1 de septiembre de 2021, Ucrania fue adoptada por la Casa Blanca como mascota geoestratégica especial de Washington. El ingreso en la OTAN se redujo a una formalidad tardía. Una Declaración Conjunta sobre la Asociación Estratégica entre Estados Unidos y Ucrania emitida por la Casa Blanca anunciaba que “el éxito de Ucrania es fundamental en la lucha global entre la democracia y la autocracia”, el actual dualismo ideológico autojustificativo de Washington, que sustituye al Mundo Libre frente al Comunismo.

Continuó explicando con todo lujo de detalles un casus belli permanente contra Rusia:

“En el siglo XXI, no se puede permitir que las naciones redibujen sus fronteras por la fuerza. Rusia violó esta regla básica en Ucrania. Los Estados soberanos tienen derecho a tomar sus propias decisiones y a elegir sus propias alianzas. Estados Unidos está con Ucrania y seguirá trabajando para que Rusia rinda cuentas por su agresión. El apoyo de Estados Unidos a la soberanía e integridad territorial de Ucrania es inquebrantable”.

La situación jurídica y sobre todo humana es mucho más grave en Donbás de lo que nunca fue en Kosovo

La Declaración también describía claramente la guerra de Kiev contra Donbás como una “agresión rusa”. Y hacía esta inflexible afirmación: “Estados Unidos no reconoce ni reconocerá nunca la supuesta anexión de Crimea por parte de Rusia…” (el énfasis es mío). A esto le siguen las promesas de reforzar la capacidad militar de Ucrania, claramente con vistas a la recuperación de Donbás y Crimea.

Desde 2014, Estados Unidos y Gran Bretaña han transformado subrepticiamente a Ucrania en un auxiliar de la OTAN, psicológica y militarmente volcado contra Rusia. Por mucho que este sea nuestro parecer, a los dirigentes rusos esto se asemejaba cada vez más una preparación para un ataque militar total contra Rusia, la Operación Barbarroja de nuevo. Muchos de los que intentamos “entender a Putin” no previmos la invasión rusa por la sencilla razón de que no creíamos que a Rusia le conviniera. Seguimos sin creerlo. Pero ellos vieron el conflicto como inevitable y eligieron el momento.

Ecos ambiguos

Putin justificó la “operación” rusa de febrero de 2022 en Ucrania como necesaria para detener el genocidio en Lugansk y Donetsk. Esto recordaba a la doctrina de la responsabilidad de proteger promovida por Estados Unidos, en particular el bombardeo de Estados Unidos y la OTAN en Yugoslavia, supuestamente para evitar el “genocidio” en Kosovo. En realidad, la situación jurídica y sobre todo humana es mucho más grave en Donbás de lo que nunca fue en Kosovo. Sin embargo, en Occidente, cualquier intento de comparar Donbás con Kosovo es criticado como una “falsa equivalencia” o un “y tú más”.

Pero la guerra de Kosovo entraña mucho más que una analogía con la invasión rusa de Donbás: es una causa.

El racismo del Batallón Azov, incorporado a las fuerzas de seguridad ucranianas, armado y entrenado por estadounidenses y británicos, se hace eco del de los nazis

Principalmente, la guerra de Kosovo dejó claro que la OTAN ya no era una alianza defensiva. Más bien, bajo el mando de Estados Unidos, se había convertido en una fuerza ofensiva que podía autorizarse a sí misma a bombardear, invadir o destruir cualquier país que quisiera. Siempre se podía inventar el pretexto: el peligro de un genocidio, una violación de los derechos humanos, un líder que amenazaba con “matar a su propio pueblo”. Cualquier mentira dramática serviría. Con la OTAN extendiendo sus tentáculos, nadie estaba a salvo. Libia proporcionó un segundo ejemplo.

También cabía esperar que el objetivo de “desnazificación” anunciado por Putin sonara en Occidente. Pero, en todo caso, ilustra el hecho de que “nazi” no significa exactamente lo mismo en Oriente y Occidente. En los países occidentales, Alemania o Estados Unidos, “nazi” ha llegado a significar principalmente antisemita. El racismo nazi se aplica a los judíos, a los gitanos, quizás a los homosexuales.

Pero para los nazis ucranianos, el racismo se aplica a los rusos. El racismo del Batallón Azov, incorporado a las fuerzas de seguridad ucranianas, armado y entrenado por estadounidenses y británicos, se hace eco del de los nazis: los rusos son una raza mixta, en parte “asiática” debido a la conquista mongola medieval, mientras que los ucranianos son europeos blancos puros.

Algunos de estos fanáticos proclaman que su misión es destruir Rusia. En Afganistán y en otros lugares, Estados Unidos apoyó a los fanáticos islámicos, en Kosovo apoyó a los mafiosos. ¿A quién le importa lo que piensen si luchan de nuestro lado contra los eslavos?

Objetivos de guerra contradictorios

Para los dirigentes rusos, su “operación” militar tiene por objeto impedir la invasión occidental que temen. Todavía quieren negociar la neutralidad ucraniana. Para los estadounidenses, cuyo estratega Zbigniew Brzezinski se jactó de haber atraído a los rusos a la trampa de Afganistán (dándoles “su Vietnam”), se trata de una victoria psicológica en su guerra sin fin. El mundo occidental está unido, como nunca antes, en el odio a Putin. La propaganda y la censura superan incluso los niveles de la Guerra Mundial. Seguramente, los rusos quieren que esta “operación” termine pronto, ya que les resulta costosa en muchos sentidos. Los estadounidenses rechazaron cualquier esfuerzo por impedirla, hicieron todo lo posible por provocarla y sacarán todas las ventajas que puedan de su continuación.

Volodímir Zelenski ha implorado al Congreso de Estados Unidos que conceda a Ucrania más ayuda militar. La ayuda hará que la guerra continúe. Anthony Blinken dijo a la emisora pública estadounidense NPR que la respuesta de Estados Unidos es “negar a Rusia la tecnología que necesita para modernizar su país, para modernizar las industrias clave: defensa y aeroespacial, su sector de alta tecnología, la exploración energética”.

El objetivo bélico de Estados Unidos no es salvar a Ucrania, sino arruinar a Rusia. Y eso lleva tiempo.

El peligro es que los rusos no sean capaces de acabar con esta guerra y los estadounidenses hagan todo lo posible por mantenerla.

---------------

Este artículo se publicó originalmente en inglés en Consortium News, el 16 de marzo. 

Traducción: Paloma Farré.

Y va para largo. La “guerra para acabar con la guerra” de 1914-1918 derivó en la guerra de 1939-1945, conocida como la Segunda Guerra Mundial. Y esta tampoco ha terminado nunca, principalmente porque para Washington fue la Guerra Buena, la guerra que originó el Siglo Estadounidense: ¿por qué no el Milenio...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autora >

Diana Johnstone

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

4 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. joamella

    Más allá de los brochazos sobre la historia, lo que dice el artículo es un modo de verla que en occidente no se contempla por la mayoría de los medios de comunicación. Si la opinión pública occidental estuviera libremente informada, creo que la invasión de Ucrania no hubiera tenido lugar. No sé si el objetivo de EEUU es arruinar Rusia, lo que si está claro que a EEUU no le importa arruinar a cualquier país, y en concreto arruinar a Europa. Objetivamente ese es el papel que ha jugado desde finales del sigo XIX. Su política ha sido la de sembrar cizaña y cuando el campo está devastado acudir con insecticidas y fertilizantes USA para recuperarlo. Las vidas de todos los seres humanos valen lo mismo, sea ruso o ucraniano, de Kiev o de Crimea o de Gambia. Todo nacionalismo es una patraña, sea el ucraniano, el ruso o el americano o el chino o el español. No hay pueblos, hay ciudadanos que cuando están informados aborrecen de los rasgos identitarios que los hacen diferentes de los de otros territorios pues saben que el que sus embutidos les gusten más que los del vecino eso no les hace diferentes a los vecinos. Los fusiles solamente sirven para mantener la guerra, nunca la paz. Me remito a la historia. Los referéndum de independencia son una manifestación de fracaso del diálogo, que difícilmente no conducen en un futuro próximo a enfrentamientos. Los intereses espurios son la causa del fracaso de los diálogos. La falta de información de la ciudadanía convierte los argumentos en meras opiniones sin sustentación. La consecución de beneficios empresariales por encima de los intereses de la ciudadanía transforma a los ciudadanos y al planeta en objetos de uso y cambio sin valor. Todo lo anterior explica la invasión rusa, la actitud de USA, la carrera armamentista, la postura de Europa y la de China. El nacionalismo ucraniano y el ruso son una vulgar historia, tan simple como repetida históricamente.

    Hace 2 años 7 meses

  2. itsasotsoa

    Desde que se inventaron los misiles intercontinentales y los submarinos con armamento nuclear, importa un comino donde tiene el enemigo sus armas. No es un tema de seguridad, sino de "prestigio", lo mismo que en el caso de la crisis de los misiles en Cuba. Muy bien contada la postura de EEUU (al que ya conocemos) y la versión de Putin sobre por qué Rusia tiene miedo y a qué le da supuestamente derecho el tenerlo. Pero el articulista parece seguir la consigna de Putin: Ucrania no existe, o no tiene derecho a ello porque tiene unos 800 habitantes (el famoso batallón) todos nazis. Parece que el artículo no es lo suficientemente largo para decir algo sobre la opresión del pueblo ucraniano desde el tiempo de los zares (mucho antes de que EEUU inventara el imperialismo), sobre los millones de ucranianos víctimas del Holomodor de Stalin, sobre la prohibición de su idioma (ucraniano o ruteno), sobre los millones de ucranianos muertos contra los nazis, sobre la intromisión de Putin en la política ucraniana (a la par con EEUU), sobre que en el Donbás hay dos bandos que se disparaban con las mismas ganas y respectivo apoyo extranjero. En fin, que el artículo empieza bien pero acaba siendo otra película, de las muchas que habrá sobre la guerra de Ucrania, declarada por Putin.

    Hace 2 años 7 meses

  3. infinismundi

    Un país que tiene 6000 ojivas nucleares me da a mí q tiene cero miedo a que lo ataquen o es que ya no funciona la doctrina DMA? Me llama la atención también eso de que Stalin mantenía su dictadura sobre la Europa del Este como colchón para amortiguar un anueva Operación Barbarroja. Uuuhmmmm...

    Hace 2 años 7 meses

  4. Carlos

    Pues es un excelente artículo y para mi tiene toda la razón, felicidades por no publicar tantas mentiras como nos estamos teniendo que tragar últimamente por la propaganda del primo de zumosol gringo y sus lacayos "europedos".

    Hace 2 años 7 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí