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Reyna, para sus allegados y familiares. Nacida en 1925, con ascendiente gallego y asturiano. Una joven argentina estudiante de historia medieval que en los años 50 se convirtió en alumna aventajada de un reputado exiliado, republicano y católico, Claudio Sánchez-Albornoz. Reyna Pastor de Togneri, casada con un arquitecto de origen italiano que le dio su segundo apellido durante unos años; dos hijos. Adquirió conciencia política en una Argentina que vivía en el pulso entre los “milicos” y gobiernos peronistas, que la llevaron al marxismo en lo político y al materialismo histórico en lo académico; viajera que pasó temporadas en Francia en los sesenta y entabló amistad con los grandes de la segunda y tercera generación de Annales. Reyna Pastor, una mujer exiliada de la dictadura argentina en 1976, separada, que inició su vida en Madrid, donde acogió y ayudó a otros huidos hasta que llegaban a asentarse y aun después.
Todas estas dimensiones, y algunas más, tenía la intelectual inquieta y brillante, la mujer elegante, ética y valiente, la impulsora de proyectos de investigación y de contactos a los dos lados del Atlántico, la militante política comprometida con la justicia que falleció el sábado 19 de marzo en Madrid. Nuestra maestra.
Querida Reyna,
Te conocimos en la segunda mitad de los años ochenta en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, en el vetusto edificio de la calle Duque de Medinaceli, cuando ya eras “grande” –como solías decir para referirte a que eras mayor–; cuando abriste las ventanas de una institución cuyo departamento de Historia Medieval se parecía más a un seminario de teología franquista que a un centro de investigación moderno. Eras de figura alta, erguida, con el pelo negro; imponente en todos los sentidos. Los becarios/as de tu proyecto teníamos muchas ganas de aprender, pero también algunas cosas que enseñar. Lo sabías, porque siempre confiaste en los jóvenes y nos trataste como iguales, mostrando el reconocimiento y el valor que para ti tenían el compromiso y el rigor. Los cargos nunca determinaron los intercambios intelectuales de tu equipo: los invitados/as a los seminarios que organizabas lo eran por sus aportaciones y no por su estatus, su poder o sus redes clientelares; trabajar en proyectos contigo era compartir conocimiento con generosidad, y también debatir, fuerte y apasionadamente a veces. Así eras de singular en unos centros de investigación más bien reacios a la autonomía de pensamiento, la creatividad y la originalidad de todo nuevo investigador/a. A ello iba ligado otro aprendizaje, que conecta lo afectivo y lo profesional: enseñar a escuchar y respetar el trabajo de los demás. Cuando acabábamos las reuniones de proyecto, nos instabas a seguir con nuestras tesis doctorales, consciente de que era fundamental para nuestras carreras, y de que no podíamos convertirnos en fuerza de trabajo precarizada, reducidos a sacar adelante proyectos de investigación; porque la tuya había sido una trayectoria dura.
Cuando entraste en el CSIC ya tenías importantes publicaciones. Entre tus libros estaban Del Islam al Cristianismo (Ediciones 62, 1972), Conflicto social y estancamiento económico en la España Medieval (Ariel, 1973) y Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y la consolidación de la formación feudal (Siglo XXI, 1980). Solo más tarde algunos supimos que este último libro era el resultado de una segunda tesis doctoral, que el cicatero mundo académico español te obligó a hacer. Bajo la dirección de Gonzalo Anes en Historia Económica, ahí vertiste tu rico aprendizaje en las dos orientaciones del marxismo académico, el volcado a los estudios de estructuras económicas y el preocupado por comprender el poder de los subalternos para organizarse y resistir, hasta confrontar a los grupos dominantes.
Tus ámbitos de interés estaban definidos siempre en la confluencia de varios campos y perspectivas, y regidos tanto por el interés por la teoría social como por el compromiso político con el presente de los grupos populares: la historia económica, con un componente de antropología estructural de los años sesenta; las comunidades campesinas, con especial acento en la agencia y capacidad de respuesta colectiva; los intercambio, mercados y las relaciones de producción, de la familia, de los vínculos culturales.
Esta combinación te permitió estar en lo mejor de la producción de la teoría social y de la historiografía de aquellos años que, junto con una atracción insaciable por todo lo que supusiera una renovación en la explicación del cambio en las formaciones sociales medievales, te permitieron tener una mente abierta, dispuesta a dialogar con enfoques críticos con el materialismo histórico estructuralista, ya fueran los debates sobre la autonomía del Estado que traía la sociología histórica, las críticas procedentes del marxismo analítico, las metodologías de las redes de relación o la creciente consideración hacia el lenguaje, el discurso y los estudios culturales. Esto iba a desembocar en libros que volvieron a abrir horizontes, al explorar las estructuras familiares y la pequeña propiedad campesina en la Galicia medieval como una sociedad compleja que no respondía a la dicotomía entre señores y campesinos.
No sorprende que fueras una de las pioneras de la historia de las mujeres en España. Hace ahora ya treinta años, en 1991, con otras historiadoras con las mismas ganas de establecer en España la historia de las mujeres, te embarcaste en la fundación de la Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres (AEIHM). Creasteis una red internacional que era también un ámbito de militancia, con el objetivo de establecer lazos con investigadoras de diversos países y que, tomando ímpetu de la historia de género y el feminismo, aspiraba a pasar de ser una mera ampliación del catálogo de “temas de estudio”, a plantear una redefinición integral y radical del análisis de lo social. Fueron años también de un decidido compromiso por dinamizar y modernizar la institución en la que trabajabas, aunque ello te distrajera de la investigación, que siempre fue tu objetivo principal. Esos años de lucha no fueron ajenos a algunos de los sinsabores que comporta tener poder dentro del mundo académico.
Tu figura y tu trabajo no han creado una “escuela” propiamente dicha en este país. Quizá no hubo tiempo, quizá era una noción demasiado antigua para tu forma de concebir la transmisión de conocimiento; tal vez el contexto laboral de tus discípulos no lo permitió, o fuera la posterior vorágine explotadora y por el estatus que ha engullido el espacio para la investigación en España. Aun así, has dejado un reguero de investigadoras y profesionales en Argentina, en Francia, en Italia, en España; una pequeña comunidad de gente especial como tú, que se encuentra a gusto trabajando el pasado entre la teoría social y el conocimiento de lo remoto, entre la antropología, la economía y las fuentes históricas en distintos períodos de la Edad Media y que te tiene presente cada vez que, en el ejercicio profesional, se encuentra ante una encrucijada por mantener un compromiso ético.
Hasta pronto, Reyna. Buen viaje: que el camino sea tan interesante, fructífero y transgresor como el que dejas atrás, con tus hijos y tus dos nietas, y que desde la distancia tu comprometido desvelo por la marcha del mundo lo convierta finalmente en un rincón más apacible y cabal. Seguimos…
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Esther Pascua Echegaray es profesora de Historia Medieval en la UNED.
Reyna, para sus allegados y familiares. Nacida en 1925, con ascendiente gallego y asturiano. Una joven argentina estudiante de historia medieval que en los años 50 se convirtió en alumna aventajada de un reputado exiliado, republicano y católico, Claudio Sánchez-Albornoz. Reyna Pastor de Togneri, casada con un...
Autora >
Esther Pascua Echegaray
Autor >
/ Pablo Sánchez León
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