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¡Albricias, el sol! Junio es el mes del solsticio de verano. Los hombres primitivos, que vivían más cerca de la naturaleza que nosotros, celebraban con júbilo la llegada del solsticio de junio, reían, cantaban, bailaban, hacían el amor, levantaban hogueras, se emborrachaban de vino y de euforia, dejaban sueltos sus instintos más elementales. Sabían lo que hacían. El sol, el astro rey del que tanto dependían sus vidas, alcanzaba su punto cenital. En junio los días son más largos y las noches son más cortas. Hay más tiempo para ser conscientemente feliz. Las jornadas de luz son más luminosas, más espléndidas, saben más a gloria, y las sombras encogen sus oscuras amenazas. El sol está más cerca, la fuente de la vida nos deslumbra con su benévola presencia, con su proximidad casi táctil, con su evidencia incuestionable. Es el padre sol que nos mira cara a cara. Los hombres primitivos sabían agradecérselo mejor que nosotros. Sol a raudales, sol a borbotones, sol a chorro libre. Sol hasta decir basta. Y todo esto en el mes de junio, de la diosa Juno, que es el mes más simbólico, más simbolicamente humano, porque es el mes en el que la luz llega a su cénit y al mismo tiempo es el mes en el que la luz inicia su declive, destino de su fracaso, porque desde el mismo momento en que llega a lo más alto empieza a bajar. La glorificación del Bien y el presentimiento del Mal. Entre un mes de mayo ambiguo y un mes de julio infernal, el mes de junio es el mes de la felicidad efímera y de las esperanzas amenazadas. Nos recuerda nuestra frágil condición de víctimas, nuestra vulnerable naturaleza de condenados. Pero que nos quiten lo bailao. El gozo de haberlo vivido a plena conciencia de su fugacidad. Mientras tanto, el sol está en el cielo, como una lección de optimismo. Es un crimen que Putin siga matando inocentes. El sol está en el cielo. No importa que Trump pueda volver. El sol está en el cielo. Aunque Franco resucitara. El sol está en el cielo. No importa que la guerra nuclear sea posible. El sol está en el cielo. No importa que haya enfermedades, dolor y muerte. El sol está en el cielo. No importa que tengamos contrariedades, disgustos, pesimismo, tragedias, días negros. El sol está en el cielo. Sí importa que el salario mínimo sea insuficiente. El sol está en el cielo. No importa que el odio sea una costumbre constante en el género humano. El sol está en el cielo. Como un mes de junio eterno.
¡Albricias, el sol! Junio es el mes del solsticio de verano. Los hombres primitivos, que vivían más cerca de la naturaleza que nosotros, celebraban con júbilo la llegada del solsticio de junio, reían, cantaban, bailaban, hacían el amor, levantaban hogueras, se emborrachaban de vino y de euforia, dejaban sueltos...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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