Imaginación radical
Cuando la imaginación es acción
Dejar la acción y el hacer en manos de una extrema derecha vitalista es el anticipo del apocalipsis. Urge hacer y practicar otro mundo posible
Bernardo Gutiérrez 30/06/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
En 1967, los eclécticos Yippies (The Youth International Party) montaron un fiestón en la Quinta Avenida de Nueva York para celebrar el fin de una guerra de Vietnam que todavía no había terminado. Dos mil jóvenes montaron un gran alboroto callejero, los espontáneos se sumaban, el poeta Allen Ginsberg entraba en los restaurantes y tiendas abrazando a la gente y gritando “¡la guerra ha terminado!”. Hasta los policías, entonces sin Internet ni información en tiempo real, se unieron a una celebración contagiante. La intervención conectó cuerpos gobernados por diferentes ideologías. La fiesta-acción reforzó las múltiples campañas anti guerra existentes. Legitimó una atmósfera, profundizó un deseo de paz.
La escena se describe en el Manual de guerrilla de la comunicación, relanzado hace unos años por Virus Editorial. Y enlaza con una de las esencias de los Yippies: comunica-acción, imaginar-hacer, prácticas-que-sustituyen-las-teorías. En 1969, John Lennon y Yoko Ono recogieron el testigo del imaginario de los Yippies, con quienes tenían una estrecha relación. La pareja contrató vallas de publicidad en varias ciudades del mundo para desear una feliz navidad con la frase “War is over (if you want it)”. Además, tradujeron la frase a decenas de lenguas y empapelaron paredes por doquier. Décadas después, Yoko Ono continuó con la campaña-acción que conectaba el imagine con el do, el imaginar y el hacer. Desde el sitio imaginepeace.com, incentivó la descarga de los pósters contra la guerra en 108 idiomas. El mensaje artístico, en manos de la gente. La acción descentralizándose al máximo, desbordando el mundo del pensamiento, haciéndose carne-deseo.
Hilvanando la acción y el pensamiento
John Lennon decía que la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Y en este mundo pandémico, mientras los intelectuales de izquierda generan tupidas nebulosas conceptuales para auscultar el futuro, la vida está ocurriendo de formas no previstas. Si las catástrofes naturales han despertado históricamente la solidaridad y el altruismo, como recoge Rebecca Solnit en su ensayo Un paraíso en el infierno, la pandemia covid19 parece haber activado el sálvese quien pueda. El relato que elogia el individualismo (“voto a quien me deje hacer lo que yo quiera”) es la sensación del momento. Lo más alarmante es que las bestias de la extrema derecha presumen de no leer libros y de ser hombres de acción. Es su estrategia: reforzar la dicotomía entre acción e ideas, acusar a los intelectuales de crear teorías alejadas del pueblo, tildar cualquier discurso o creación cultural crítica como adoctrinamiento.
Dejar la acción y el hacer en manos de una extrema derecha vitalista es el anticipo del apocalipsis. Para empezar, la dicotomía acción-ideas es totalmente falsa. Se puede desmontar la dicotomía-callejón-sin-salida haciendo –comprar productos de proximidad, desplazarse a pie o en bicicleta, plantar flores en los alcorques etc –, pero también recurriendo a cierto corpus académico. Desde los años noventa, el antropólogo indio Arjun Appadurai evoca una “imaginación radical” que no está vinculada a procesos mentales, sino a acciones colectivas. Mezclando ciertas ideas de Cornelius Castoriadis con realidades del sur global, Appadurai acuñó conceptos preciosos como “comunidad de sentimiento” (un grupo que empieza a sentir e imaginar cosas en forma conjunta) o el “saber circulatorio” (saberes colectivos que inventan formas clandestinas de resistencia). En la década de los dos mil, Marcelo Expósito y Chantal Mouffe escribían sobre una “imaginación política radical” hecha de acciones artísticas y sociales que abren brechas en la realidad, muestran futuros posibles e insinúan una democracia radical basada en la heterogeneidad y el pluralismo.
“Occupy Wall Street redescubre la imaginación radical”, escribía David Graeber. Imaginación que emerge de la acción, de los haceres colectivos, del estar juntos. Mundos que no beben apenas de ideas y conceptos, sino que están anclados en prácticas sociales. Los imaginarios, hoy más que nunca, no se ocupan apenas de especular sobre cómo funciona el mundo y cómo podrían funcionar los vacíos, los huecos, las insuficiencias. Tampoco son apenas representaciones simbólicas de lo que ocurre, sino un lugar de elaboración de deseos y una búsqueda de formas de vida. Un relámpago de memorias del ciclo insurgente de 2011: bibliotecas organizadas en plazas, escuelitas infantiles en medio de acampadas o edificios ocupados, sucursales bancarias ocupadas-transformadas en centros socio culturales, huertos brotando en rotondas y espacios en desuso, pícnics y meriendas vecinales abiertas a la participación de desconocidos, paseos y derivas sin rumbo por la ciudad, estar sin más (sin consumir) en la ciudad. ¿Dónde quedó la imaginación radical y los haceres del ciclo que se abrió en 2011?, ¿el ciclo acabó o está temporalmente suspendido?, ¿la pandemia arrasó con la vida colectiva?, ¿la redujo a la familia nuclear?, ¿cómo hackear el relato individualista que funde el neoliberalismo con los idearios de la extrema derecha atávica?
Por seguir legitimando el mundo de las ideas-conceptos, valdría la pena rescatar las miradas del campo de los Estudios Culturales de Birmingham, que ahondan en las hegemonías de prácticas o hegemonías de experiencias. La hegemonía construida solo con discurso ha demostrado ser insuficiente. Contraproducente incluso. La hegemonía de prácticas está basada en las pequeñas acciones, en desviaciones y acciones de la vida cotidiana que no siempre devienen en grandes revoluciones. La disputa reside en la construcción de sentidos, significados, identidades y modos de ser y estar. Porque, a fin de cuentas, sentarse a beber cervezas en la terraza de un bar puede interpretarse como la concreción de la libertad individual o como un mecanismo de construcción de comunidad. No solo hace falta hacer y practicar otro mundo posible, sino leer bien las cosas que la gente está haciendo colectivamente en este tercer año de la peste, y construir con todo ello un relato que interrumpa el individualismo de dirección única que puede acabar para siempre con el planeta.
En 1967, los eclécticos Yippies (The Youth International Party) montaron un fiestón en la Quinta Avenida de Nueva York para celebrar el fin de una guerra de Vietnam que todavía no había terminado. Dos mil jóvenes montaron un gran alboroto callejero, los espontáneos se sumaban, el poeta Allen Ginsberg entraba en...
Autor >
Bernardo Gutiérrez
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí