Imaginación radical
La hora de la imaginación chilena
Boric tiene el desafío de garantizar los derechos secuestrados tras décadas de neoliberalismo, pero debería intentar ir más allá
Bernardo Gutiérrez 10/02/2022
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11 de septiembre de 1979. Salvador Allende pronuncia su discurso de reelección ante una multitud entregada. Tras abortar el golpe de estado de 1973, Chile se erige como la tercera vía, alejada tanto del capitalismo como de la dictadura del proletariado. Allende elogia en su discurso la era cibernética inaugurada por Synco (Sistema de Información y Control), una tecnología que combina datos y coordina la producción del país. Muchas delegaciones de América Latina están en Santiago de Chile para estudiar la replicación de Synco en sus países. El ciberbolivarismo parece el camino hacia un futuro brillante para el continente.
La novela SYNCO, de Jorge Baradit, especula qué habría sucedido si el golpe de Estado de 1973 hubiera fracasado en Chile. Con sus cables telefónicos que se hunden “en la tierra como una aorta plástica”, el Synco de la novela convierte a Chile en “un organismo armónico”. La información fluye a través de pantallas, terminales, artefactos. Todo está conectado. El Synco real fue un proyecto dirigido por Stafford Beer para intentar coordinar la producción de las empresas que Allende había nacionalizado. Combinando máquinas de télex, un ordenador central monitoreaba la producción en tiempo real. Gracias a la aplicación Cibernet de Synco, el Gobierno llegó a driblar el caos provocado por una huelga de camioneros.
El centro de operaciones era la sala Opsroom, con una estética de película de ciencia ficción: pantallas con datos, sillas giratorias con botones en sus laterales, cojines naranjas. Las imágenes de la Opsroom alimentaron la leyenda de la cibernética chilena. En 2016, Chile escenificó incluso una reproducción de la Opsroom (The Counterculture Room) en la Bienal de Diseño de Londres, que conmemoraba el quinto centenario del libro Utopía de Tomás Moro. ¿Qué habría pasado en Chile si Allende hubiera seguido gobernando? ¿Existiría el neoliberalismo tal como lo conocemos?
OpsRoom de Synco, 1972. Imagen: © Gui Bonsiepe. Cortesía de la London Design Biennale.
Imaginación interrumpida. La investigadora Eden Medina explica en un libro que cuando los militares golpistas entraron en 1973 en la Opsroom, preguntaron: “¿Esto están usando para el control del país?”. Poco después, destruyeron la sala. La breve era Allende quedaba clausurada. El sueño cibernético, interrumpido. Ciberfolk, el dispositivo que permitiría que la gente opinara desde sus casas sobre el Gobierno, nunca llegó a instalarse. Y Chile devino el laboratorio neoliberal mundial.
La llegada a la presidencia de Gabriel Boric marca el fin de un ciclo que tal vez haya sido solo un largo paréntesis. Repara el cortocircuito que Pinochet provocó en la imaginación de la política chilena. Y abre una ventana de oportunidad histórica. La primera vez que visité Santiago de Chile todavía se respiraba la efervescencia de la revolución pingüina de 2006 de los estudiantes de secundaria. Las paredes bramaban contra la privatización de la educación (y de la vida). Me sumergí en un torbellino de entrevistas en Santiago y Valparaíso: líderes estudiantiles, una mujer trans que se preparaba para ser concejala, adolescentes queer, rockeros con ojeras que parecían maquilladas con pólvora, emos, poetas de ropas góticas, anarquistas, hackers, indígenas cultivando en las periferias. Escuché conciertos punk en sótanos a reventar y sentí la tierra temblar. Algo sacudía Chile. Acabé perdiendo mi cuadernillo y salí del periódico donde trabajaba. Nunca publiqué aquel reportaje. Tras el insurgente 2011, coincidí en algunos encuentros internacionales con estudiantes chilenos que nos explicaban la vieja-nueva revuelta contra la privatización de la vida (y la educación). Los indignados del mundo levantaban las manos y pregonaban la no violencia. Los revoltosos chilenos de 2011 montaban barricadas en los colegios.
En 2014, volví a Chile para participar en un encuentro en la municipalidad de Santiago. Nos recibió Giorgio Jackson, uno de los líderes estudiantiles convertidos en diputados (los otros eran Gabriel Boric y Camila Vallejo), con quien acabamos articulando la Red de Innovación Política Latinoamericana. La revuelta chilena continuaba, dentro y fuera de las instituciones. Soplaban vendavales de cambio. Cuando Chile estalló en octubre de 2019, leía fascinado sobre la insurrección mientras me preguntaba qué estarían haciendo quienes protagonizaron mi cuadernillo extraviado. La imaginación chilena tomaba ya forma huracanada: vimos manifestantes con láseres atacando a la policía, mapuches derribando estatuas, brigadas populares al mando de la alimentación y la salud de los barrios, pacos (policías) a los que no les vendían comida en las tiendas, Las Tesis creando una coreografía planetaria, frases-lemas-imaginarios exportados, “el violador eres tú”, “la normalidad era el problema”, escudos callejeros con el acrónimo A.C.A.B. (“All cops are bastards”) que nació hace un siglo en las huelgas británicas.
Desafíos. El pingüinazo de 2006 era el síntoma de un malestar más profundo. El Estado chileno abandonó en los últimos cuarenta años a la mayoría de la población. Y en medio del sálvese-quien-pueda del mercado, la gente fue autoorganizándose. El bello relato del colectivo Vitrina Dystópica retrata cómo la lucha contra la privatización total de la vida creó las protoinstitucionesdel futuro: barrios reinventados con asambleas territoriales, cooperativas de abastecimiento que compran directamente a los productores, movimientos como No+AFP para garantizar las pensiones de trabajadores precarios que carecen de sindicato, otra relación con la tierra y el agua (Movimiento por la Defensa del Agua, la Tierra y el Medio Ambiente, Modatima), coordinadoras populares para casi todos los ámbitos.
El gran desafío de Gabriel Boric no es apenas calmar a los mercados, como apuntan los medios, sino desmercantilizar la vida y posibilitar bienestar para la mayoría. Para los jóvenes de las periferias urbanas, como apunta Vitrina Dystópica, la representación tradicional no existe. Para ellos no hay parlamento, no hay policías, no hay sindicatos, no hay Frente Amplio. Solo existen las coordinadoras. Las redes de mutuo apoyo. Otro tipo de instituciones: comunitarias, autónomas, anticapitalistas. Sistemas vivos de autoproducción regidos por la autopoiesis acuñada por Humberto Maturana y Francisco Varela en De máquinas y seres vivos, publicado en 1972, dorado año allendiano. Autopoiesis, decíamos: la cualidad de un sistema (molecular, social) capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo.
¿Cómo se desplegará la imaginación política en la era Boric? ¿Qué dispositivo sociotécnico podría desempeñar el papel de Synco? En la novela de Jorge Baradit –que también dibuja características oscuras del ciberbolivarismo–, Salvador Allende contrata a poetas y niños para diseñar campos de energía solar. Y crea el Instituto de la Tradición mapu kimun-ngülam para canalizar la sabiduría de los pueblos originarios e investigar las fuerzas mágicas y curativas de la ancestralidad. Chile, toda una república socialista mágica.
Boric tiene el desafío de garantizar los derechos secuestrados tras décadas de neoliberalismo, pero debería intentar ir más allá. Tiene la oportunidad de rescatar la imaginación gubernamental chilena interrumpida por Pinochet y combinarla con la imaginación tejida por la sociedad civil. Urge poner la vida en el centro. Redistribuir riqueza con políticas públicas, sin dañar las protoinstituciones autónomas que han surgido. Combinar la protección de lo público y de los bienes comunes. Boric tiene a mano inspiradoras experiencias latinoamericanas. Por citar algunas: las gobernanzas indígenas existentes de Tijuana a Ushuaia; las visiones cosmopolíticas que intentan desacelerar la razón y deshacer el hechizo del capitalismo; la innovación cultural de Brasil durante la era Lula y de la cultura viva y comunitaria; el proyecto ecuatoriano Buen Conocer, que apostaba por el conocimiento libre y sin patentes...
Chile vuelve a ser un laboratorio. Y bien podría sincronizar hits de experiencias de diferentes épocas y regiones del mundo: logros de las socialdemocracias del norte, políticas públicas del ciclo municipalista español, el eje del Buen Vivir cocinado en Bolivia y Ecuador, las fábricas recuperadas argentinas o el cooperativismo de plataforma que recorre el mundo... Si cuando Giorgio Jackson era diputado ya se enfrentaba al capitalismo de plataforma con proyectos como #MiJefeEsUnaAPP, ¿qué podrá llegar a hacer ahora que es ministro secretario general de la Presidencia?
El gran reto del gobierno Boric no es, pues, calmar a los mercados. Carolina Pérez Dattari, asesora de la Convención Nacional que escribirá la nueva constitución, apunta hacia el verdadero desafío: que uno de los lemas de las revueltas de 2019 sea realidad: “El neoliberalismo nace y muere en Chile”.
11 de septiembre de 1979. Salvador Allende pronuncia su discurso de reelección ante una multitud entregada. Tras abortar el golpe de estado de 1973, Chile se erige como la tercera vía, alejada tanto del capitalismo como de la dictadura del proletariado. Allende elogia en su discurso la era cibernética...
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