¿La nueva marcha sobre Roma? (I)
Donde todo empezó
El autor comienza su viaje por la Italia de 2022 en Trento, lugar en el que un siglo antes los fascistas vieron que el Estado liberal podía capitular. Allí confirma la mezcla de desinterés y cansancio de la población con la política
Steven Forti 5/08/2022
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“A principios de octubre de 1922, los fascistas hicieron una especie de prueba general de lo que sería la marcha sobre Roma”, nos explicaba el bueno de KITT mientras cruzábamos la llanura Padana. “Eligieron la Venecia Tridentina, una región recién anexionada tras la victoria en la Gran Guerra. El 1 de octubre, capitaneados por Achille Starace y Roberto Farinacci, reagruparon en Bolzano unos dos millares de camisas negras provenientes de otras regiones”.
“Oye KITT, ¿Starace es el tontaina ese que se puso luego paranoico con los ejercicios de gimnasia? Y Farinacci, ¿es el que perdió un brazo por pescar con bombas a mano en Etiopía?”, le pregunté. “Así es”, replicó. “Pusieron a sangre y fuego la ciudad”, continuó sin darme demasiada bola, “y asaltaron el ayuntamiento, obligando a la dimisión del alcalde Julius Perathoner. Los carabinieri no movieron ni un dedo”. Por lo general, KITT no era la alegría de la huerta, pero ese día, además de no hacerme ni caso, era más serio que Heidegger. No entendía el porqué. Acabábamos de salir de vacaciones y nos esperaba un mes lejos de la ciudad y del trabajo. Para quien se perdió la serie del año pasado, KITT es mi coche fantástico: me lleva a todos lados, me cuenta cosas, me hace, en fin, de baby sitter.
“Conquistada Bolzano, los fascistas se movieron hacia Trento”, retomó su relato KITT. “Ahí cercaron el palacio del delegado del gobierno, Luigi Credaro, que en los años anteriores había intentado encontrar un compromiso con la minoría alemana de la región. No hizo ni falta que los escuadristas asaltaran el palacio. Desde Roma, fue el mismo gobierno liberal el que avaló el ultimátum fascista y Credaro fue destituido”. No entendía por qué KITT me estaba contando todo aquello, pero me parecía interesante.
“Hablando en plata, a las camisas negras no les podría haber ido mejor”, comentó Atenea tras romper un largo silencio. “El Estado liberal mostró toda su debilidad: el camino estaba despejado para la conquista del poder”. Pensaba que nuestra diosa se había quedado dormida, pero los dioses nunca duermen. Ni cuando están de juerga en el Olimpo. Menos aún Atenea que, como siempre, siendo diosa, dice verdades como puños. KITT asintió satisfecho, alegrándose de no estar solo con el menda en este nuevo viaje veraniego. “Por cierto, corazón, no me llames Atenea. Acuérdate que a este lado del Mediterráneo soy Minerva”, quiso aclarar nuestra diosa. Pequeño paréntesis: Minerva/Atenea es la diosa de la sabiduría y de la guerra, la mujer divina que me protege de los líos en los que acabo metiéndome.
Cruzamos el río Po. La sequía lo había dejado irreconocible. Paramos en un área de servicio cerca de Cremona: el calor era horroroso, la humedad insufrible y los mosquitos me comieron vivo. Pensé en el mar Egeo y la paz del espíritu de las islas griegas. “Oye, ¿cuándo llegamos al Peloponeso?”, pregunté con una cierta dosis de naïveté. Silencio. “¿Os han comido la lengua?”, espeté, socarrón. KITT no sólo no contestó, sino que pisó el acelerador. “No vamos a tu querida Grecia, bombón”, me susurró al oído Minerva. “Este año nos quedamos por Italia. En octubre se cumplen cien años de la marcha sobre Roma y, visto lo visto, es posible que los nietos de Mussolini lo celebren por todo lo alto desde el Palacio Chigi. No estaría mal dar un vistazo para ver cómo está el patio”.
El escenario dibujado por Minerva me puso los pelos de punta. Mientras miraba a los Alpes allá al fondo, imaginé a Giorgia Meloni el próximo 28 de octubre organizando celebraciones oficiales en recuerdo de la “revolución fascista”. Giorgia, la que repite incesantemente que es mujer, madre, italiana y cristiana. Giorgia, la que quiso poner en el logo de su partido, Hermanos de Italia, la llama tricolor del Movimiento Social Italiano. Giorgia, la que presentó en sus listas a la nieta del Duce. Empecé a agobiarme. “¿Adónde vamos?”, solté para romper un silencio desgarrador. “Donde todo empezó”, me contestó, telegráfico, KITT. Se me tuvo que dibujar una expresión de mindundi en la cara para que Minerva aclarase: “Vamos a Trento, cariño, donde los camisas negras hicieron las pruebas generales antes de marchar sobre la capital del Estado e instaurar la dictadura”. Ahora entendía por qué KITT nos contó todo aquello. No estaba mal empezar un viaje en la Italia de 2022 justo donde un siglo antes los fascistas vieron que el Estado liberal podía capitular en tres, dos, uno…
Llegados a la ciudad del Concilio, llamé a mi amigo Iorio. Fue el concejal más joven de Rifondazione Comunista en Trento en los tiempos en que Bertinotti todavía era alguien. Nos llevó a tomar unos vinos en un bar del centro, a pocos metros de la plaza del Duomo donde se encuentra la estatua de Neptuno. Minerva se mosqueó al ver ahí a su tío, con el que sigue enfadada por lo de la ciudad de Atenas: sólo faltaba ahora una pelea entre dioses. Como si no tuviéramos ya bastantes problemas.
La Plaza del Duomo de Trento, con la estatua de Neptuno / S. F.
“Estoy preocupado, claro está”, nos explicó Iorio. “Con esta absurda ley electoral, en las elecciones del 25 de septiembre la derecha obtendrá casi seguramente la mayoría absoluta. Pero también creo que no conseguirán hacer mucho y que a Meloni le pasará como a los grillini: en cinco años la gente verá que los de Hermanos de Italia son unos incapaces y los enviarán a casa”. Me pareció demasiado optimista. “Hemos aguantado a Berlusconi por dos décadas. Al final las instituciones han demostrado ser sólidas. Italia no es Hungría o Polonia. Salvini me da más miedo que Meloni, si te soy sincero”, zanjó. “A mí lo que me da más rabia es que Meloni puede ser la primera mujer en la historia italiana en ocupar la presidencia del gobierno”, añadió Marianna, su novia. “En el fondo, el problema tiene que ver con la izquierda. ¿Qué propone? Al final la gente vota a Meloni, Salvini o los 5 Estrellas, o se queda en casa, justamente por eso. ¿Dónde está la izquierda?”.
En vez de tranquilizarme, lo que nos contaron Iorio y Marianna me hundió en una profunda preocupación. Minerva y KITT pensaban lo mismo: al menos por una vez estábamos de acuerdo. Magro consuelo. Lo de Meloni no sería un nuevo gobierno Berlusconi. Obviamente, el Cavaliere está metido en el ajo, pero vale lo que vale: un cero a la izquierda. “Está más chocho que Ratzinger desde que es papa emérito”, soltó KITT. “Además, es solo la muletilla pseudo liberal de una coalición ultraderechista que tiene en Orbán a su modelo”, añadí. “Oye, si Berlusconi es liberal, aunque pseudo, yo soy Teresa de Calcuta”, concluyó Minerva. Efectivamente.
El fantasma de Hungría nos impidió descansar aquella noche. Nos despertamos al amanecer y, para despejar la cabeza, nos fuimos de excursión a las Dolomitas con Eugenio, un buen amigo trotamundos. KITT nos llevó por el valle de Non, donde se producen las manzanas Melinda, luego por el valle de Sole y finalmente pilló el estrecho valle de Pejo. Desde allí, caminamos por un sendero entre los bosques. En un par de horas llegamos al refugio Larcher, a 2.600 metros de altura, justo debajo de los picos del Cevedale.
Con un litro de Marzemino y un plato de gulash y polenta, empezamos a hablar de la situación política. El padre de Eugenio fue comunista toda su vida. “Berlusconi era su obsesión. Y la corrupción de la clase política”, nos contó. “Por eso votó al Movimiento 5 Estrellas en los últimos tiempos. Y los votará también ahora, aunque estén más acabados que Antonio Machín”. “Lo que implica”, intervino Minerva, “que la derecha puede ganar por goleada”.
Tampoco el día entre las cumbres de los Alpes disminuyó nuestro agobio. Un par de cenas familiares y un paseo entre bares, tiendas, carnicerías y supermercados nos confirmó la mezcla de desinterés y cansancio de parte de la población. “La gente está tan asqueada con los políticos que casi prefiere que gane Meloni para que lo reviente todo. O no ve el peligro real de lo que implicaría un gobierno ultraderechista como éste”, resumió KITT. “Lo que pasa”, comentó Minerva, “es que aquí se sigue llamando centroderecha a la coalición de Meloni y Salvini. Al final, los posfascistas y los liguistas están normalizados desde principios de los años noventa”. Si en Trento, donde el centroizquierda ha gobernado por un cuarto de siglo y la calidad de la vida es de las más elevadas de todo el país, la gente piensa esto, ¿qué puede salir mal?
“A principios de octubre de 1922, los fascistas hicieron una especie de prueba general de lo que sería la marcha sobre Roma”, nos explicaba el bueno de KITT mientras cruzábamos la llanura Padana. “Eligieron la Venecia Tridentina, una región recién anexionada tras la victoria en la Gran Guerra. El 1 de...
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Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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