Paul Rocher durante la presentación de su libro en Madrid.
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Paul Rocher es economista y diplomado en ciencias sociales por Sciences-Po París. También se dedica a investigar el uso y el impacto de las llamadas armas no letales, con el foco puesto en Francia pero con una perspectiva internacional. Su investigación se ve reflejada en su libro Gasear, mutilar, someter (Katakrak, 2022), por el cual se encuentra de gira en España, presentando su traducción al castellano. En el Ateneo La Maliciosa de Embajadores, en Madrid, nos reunimos con él para que nos hable de las conclusiones a las que pueden llevarnos los datos que ha descubierto acerca de estas armas que tienen, de facto, tanto el poder de ser letales como de causar números escalofriantes de víctimas de mutilación.
En el Estado español conocemos de primera mano la represión estatal, encarnada, a día de hoy, especialmente por la violencia policial. Cuando hablamos de armas no letales, ¿entendemos que nos referimos a armas cuya fuerza no puede matar? ¿Si es así, qué consecuencias, físicas y políticas, tiene este tipo de armamento incluso antes de llegar a ser letal?
Supuestamente, se consideran armas no letales aquellas que no pueden ni matar ni causar discapacidades permanentes. Pero hay pruebas que muestran que estas armas pueden hacer ambas cosas: matar y mutilar. Hablamos de gases lacrimógenos, balas de goma, granadas, cañones de agua y la clásica porra. Es una definición arbitraria dadas sus capacidades reales. Para definir un arma no basta con considerar propiedades técnicas, también hay que ver los efectos reales.
En el libro Gasear, mutilar, someter, realiza un análisis pormenorizado del aumento de heridos y mutilados en Francia en las últimas décadas. ¿Qué conclusiones podemos sacar?
El punto del que parte el libro es precisamente el aumento de personas mutiladas, asesinadas y heridas. Es un fenómeno francés pero que también encontramos en muchos otros países. En mi investigación, observé las armas que usa la policía cuando hay violencia policial: a menudo, la disponibilidad de armas no letales cambia su comportamiento. Tenerlas a su disposición lleva a los policías a disparar más a menudo y con más rapidez. Sugerir que no son letales implica entender que el arma no es peligrosa, así que dan rienda suelta a su uso.
A menudo, la disponibilidad de armas no letales cambia el comportamiento de la policía
Como economista, usé datos estadísticos para probar esto. Mirando datos de varios lugares vemos que esto ocurre, por ejemplo, en Chile, Cataluña, Estados Unidos… lo mismo pasa en muchos sitios que tienen en común las armas que usan sus cuerpos policiales.
¿Qué rol ha tenido el presidente Emmanuel Macron en todo esto?
Bajo Macron la violencia policial ha alcanzado niveles sin precedentes. Existe un estudio independiente de profesionales médicos que estuvieron presentes en las manifestaciones de los ‘chalecos amarillos’. Basándose en el número de personas a las que tuvieron que atender, establecieron que durante estas manifestaciones hubo más de 24.000 heridas por la policía, algunas de las cuales de gravedad. Si además incluimos a las personas afectadas por el gas lacrimógeno, el número sube a las 300.000. Son cifras altísimas.
Macron ha reconocido que existe violencia policial, pero inmediatamente quiso quitarle gravedad al asunto diciendo que la situación no es tan mala como se la quiere hacer parecer. Pero los datos hablan claro: esta violencia no tiene precedentes, y se ha ido incrementando durante las presidencias de Macron.
Teniendo en cuenta lo que nos dice, ¿podemos entonces entender que hay un sesgo de clase en el nivel de violencia que ejerce la policía?
Lo que dispara el uso de la violencia en la policía no es la violación de la ley, es la percepción de desorden que tienen los agentes policiales: no hay objetividad. Sienten rechazo hacia la mayoría de la sociedad, pero especialmente hacia sindicatos, estudiantes, gente joven, gente no blanca… Hacia estos grupos reaccionan violentamente con más facilidad. La clase es un factor importante y también lo es la raza.
¿Qué material utiliza la policía francesa? ¿Tiene relación con la nuestra o con la de algún otro país que actúe de manera represiva? ¿O colonial?
Los principales productores de estas armas están en Estados Unidos, Brasil y Francia. Israel no está entre ellos pero también tiene una industria de armas no letales muy desarrollada. Y las ha estado usando abiertamente durante más tiempo. Por ejemplo, las balas de goma, que son una de las armas que usan la policía francesa y española. En Francia, la policía usa gas lacrimógeno, en España menos.
El mercado de armas no letales es muy dinámico en estos momentos. Hay una cierta globalización de armas no letales, y de violencia policial justamente debido a su uso de armas no letales. Y su utilización se pinta como un rasgo democrático: por eso países como Turquía o Bielorrusia afirman que reprimen de la misma manera que lo hacemos en Francia o España. Pero en nuestros países se crea la narrativa de que hay violencia policial inaceptable, y violencia policial aceptable: la nuestra. Es parte de la narrativa que nos dice que Occidente es civilizado y esencialmente diferente del salvaje Oriente. Una faceta que se está viendo derrumbada por la brutalización del control de masas operado por las armas no letales dentro de las democracias liberales, que cada vez se ven con menor capacidad de criticar a regímenes autoritarios dada la evidente hipocresía de hacerlo.
¿Qué relación existe entre el grado de violencia policial y la intensidad de la movilización ciudadana?
Cada vez que hay grandes manifestaciones hay una subida masiva del uso de armas no letales. Esto no es sorprendente, pero no hay necesidad real de que sea así: no es necesario el uso de la violencia simplemente porque haya mucha gente en la calle. Esto no pasa porque los manifestantes se vuelvan más violentos: los datos muestran que, durante los últimos treinta años, el nivel de violencia procedente de los manifestantes ha sido bastante estable. Ha habido episodios, evidentemente, pero en general observamos que es bastante estable. Sin embargo, el nivel de violencia policial ha subido vertiginosamente.
Es la propia policía la que decide qué dirección toma una manifestación en términos de violencia
La policía sabe perfectamente qué tipo de comportamiento genera tensiones. Por ejemplo, bloquear el propio inicio de una manifestación es algo que resulta muy irritante para los manifestantes, es un impedimento al desarrollo de sus derechos democráticos. La policía realiza varios movimientos de este tipo intencionadamente, con el objetivo de crear tensiones. Y es la propia policía la que decide qué dirección toma una manifestación en términos de violencia. A veces lo han admitido incluso los cuerpos policiales.
¿Por qué es importante que prestemos atención a este abuso de la violencia?
La crítica a estas armas es importante porque es un tema de salud pública; y cuando digo salud, no es solamente física, sino también mental. Un equipo de investigadores turco-francés demostró que durante las manifestaciones de los ‘chalecos amarillos’ la gente que había presenciado la violencia terminó sufriendo consecuencias psicológicas. Cuando además eres víctima de esa violencia, evidentemente, esto ocurre con mayor intensidad.
Además, es importante tratar este tema porque toca derechos democráticos fundamentales. Si tienes miedo a perder un ojo cada vez que te manifiestas, no puede decirse que estés ejerciendo este derecho libremente.
Por otra parte, la disponibilidad misma de estas armas lleva a la policía a atacar más. El problema no es el uso equivocado del arma, el problema es el arma en sí misma. Si quieres preservar salud y derechos eliminando la violencia policial, se hace necesario caminar hacia la prohibición de estas armas.
¿Qué rol tiene el capital en todo esto?
Estas armas no caen del cielo. Se han popularizado particularmente desde los años noventa, en las fases más neoliberales del capitalismo. Creo que hay un nexo claro entre esta época del capitalismo y las armas no letales. El Estado puede reproducir el orden social de dos maneras: a través del consentimiento y a través de la violencia. Si quieres tener el consentimiento de la población, debes convencerla.
El neoliberalismo es, a niveles particularmente monstruosos, coger de los pobres para dárselo a los ricos. Es redistribución de la riqueza, pero al revés de cómo debería darse. Así, el consentimiento de las masas se debilita. Esto aumenta las posibilidades de que el pueblo presente un problema para la clase dominante. Si no puedes convencer a la población de que lo que estás haciendo es bueno, te queda la opción de usar la violencia. Pero, si la usas de manera demasiado evidente, eso puede reforzar la falta de consentimiento y la revuelta, así que tienes que usarla inteligentemente: esto es justamente lo que los gobiernos pretendían cuando comenzaron a comprar armas no letales masivamente. Pensaban que esto les permitiría reprimir las manifestaciones sin ejercer violencia, pero ahora sabemos que hacer algo así no es posible.
Para encontrar la raíz del problema, por lo tanto, hay que mirar a este periodo neoliberal del capitalismo. Que en España, por ejemplo, tiene un nexo con su entrada en la Unión Europea y la liberalización que implicó. La policía es una característica del capitalismo. Las políticas a favor del capital son la raíz del uso de las armas no letales.
Paul Rocher es economista y diplomado en ciencias sociales por Sciences-Po París. También se dedica a investigar el uso y el impacto de las llamadas armas no letales, con el foco puesto en Francia pero con una perspectiva internacional. Su investigación se ve reflejada en su libro Gasear, mutilar,...
Autora >
Tiare Gatti Mora
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