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La tumba de la tolerancia
Meloni es tu familiar que por whatsapp envía chistes racistas sin que nadie le llame la atención por no generar un conflicto
Gerardo Tecé 27/09/2022
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Dicen que es un voto de castigo contra el sistema, pero cuesta imaginar cómo se puede castigar a un sistema injusto votando precisamente a sus matones a sueldo. Hagan el experimento de buscar declaraciones de líderes ultraderechistas europeos criticando a grandes banqueros y empresarios. Si después de hacerlo aún les quedan dudas, comparen la buena salud de las bolsas tras la victoria de la fascista Meloni con el pavor desatado tras la victoria de Tsipras. Miren los plácidos titulares de prensa tras la llegada de la italiana admiradora de Mussolini y compárenlos con el caos desatado por la llegada de un griego demócrata de izquierdas. Dicen que surge por el hartazgo contra la clase política. Pero algo no cuadra cuando cada líder europeo de ultraderecha tiene a sus espaldas un currículum de décadas de poltronas y sueldos públicos sin saber lo que es doblar esa espalda. Un saludo a Santi Abascal, que nos estará leyendo. Dicen que es por el descrédito de la política en sí, pero resulta de lo más extraño imaginar que buena parte de la población quiera devolverle el crédito a la política apoyando a quienes la entienden como un vertedero de gritos, bulos, insultos y amenazas contra colectivos indefensos. No, no es nada de esto. Lo único que explica que se extienda de nuevo por Europa lo peor de la condición humana –nacionalismo, racismo, homofobia, machismo, incultura– es la tolerancia mal entendida. Los demócratas hemos permitido que pase.
No sabemos si Europa volverá a ser la tumba del fascismo. Sí sabemos que la tolerancia está cavando su propia tumba
Ganamos la Segunda Guerra Mundial, Hitler se pegó un tiro en su ridícula boca, Mussolini hizo el show del murciélago y decidimos que el mal había sido derrotado. Así que los buenos íbamos a apostar ciegamente por nuestro modelo de convivencia y tolerancia. Tan fuerte fue la apuesta que íbamos a ser capaces de convivir incluso con los intolerantes. Y aquí estamos. Meloni no es necesariamente una líder neofascista italiana que acaba de lograr el poder político en una de las grandes economías europeas. Meloni es tu familiar que por whatsapp envía chistes racistas sin que nadie le llame la atención por no generar un conflicto. Meloni es el compañero de trabajo que alegremente opina en el desayuno que la mujer está yendo demasiado lejos con ese asunto de la igualdad. Es la misa en honor a un asesino que trascurre cristianamente y sin incidentes o el tipo que cada semana sigue vendiendo en el Rastro llaveros y fotografías que homenajean a un genocida sin miedo a que alguien llegue y le tumbe el puesto de una patada, porque tiene la suerte de vivir en una sociedad democrática y tolerante. Tanto que invitamos a los intolerantes a divertirse a ‘El Hormiguero’. Meloni es el alumno que puede reventar la clase, insultar al profesor y acosar a sus compañeros sabiendo que la ley le protege, que nadie puede ponerle una mano encima. Es el padre que impone en el colegio que a su hijo se le veten contenidos relacionados con los derechos humanos, la historia o la sexualidad. Pasado un tiempo, al futbolista Eric Cantona le preguntaron si se arrepentía de aquel día en el que, durante un partido, saltó una valla para patear la boca de un aficionado ultra. Viéndolo desde la madurez, el futbolista contestó que sí se arrepentía: de no haberle dado más fuerte a aquel nazi.
Pasa el tiempo y seguimos evitando conflictos en nombre de la democracia y la convivencia. Cuando pase el tiempo suficiente, en el grupo de whatsapp de tu familia no sólo no se le podrá llevar la contraria al racista, sino que se convertirá en administrador. En el trabajo tendrás que callar, no ya por la buena convivencia, sino por miedo a ser señalado como cómplice de feminazis –expresión a menudo usada contra demócratas y nunca contra nazis reales como Meloni, a propósito. Cuando pase el tiempo suficiente, las misas en homenaje a genocidas no serán una noticia curiosa, sino la normalidad y el tipo del Rastro vetará a los vecinos vendedores de productos subversivos. Cuando pase el tiempo necesario, los del pin parental denunciarán al colegio: le dijeron a mi hijo que venía del mono y no de la costilla de Adán. Cuando sea demasiado tarde, ‘El Hormiguero’ será un nido de Águilas.
Cada día, los fascistas de Europa son algo más cotidiano, más familiar. Tanto que por qué no votar lo conocido y familiar, qué miedo puede generar eso. En la Segunda Guerra Mundial entendimos lo que era el fascismo. Nunca entendimos que pisotearlo cada día era el único método de supervivencia que tiene la convivencia. El fascismo se disfraza. Si defiende una sociedad de rubios de metro ochenta, se disfraza del Hitler. Si defiende la bravura de la raza española, del ridículo Franco. Si defiende una Italia machista, se disfraza de mujer. Si los demócratas no saben detectarlo, si no abandonan de una vez por todas su papel de respeto y convivencia mal entendida, si no entienden que ante los intolerantes sólo cabe intolerancia absoluta, castigo y persecución continua, volveremos a pasarlo mal. No sabemos si Europa volverá a ser la tumba del fascismo. Sí sabemos que la tolerancia está cavando su propia tumba. Que pasen Trancas y Barrancas.
Dicen que es un voto de castigo contra el sistema, pero cuesta imaginar cómo se puede castigar a un sistema injusto votando precisamente a sus matones a sueldo. Hagan el experimento de buscar declaraciones de líderes ultraderechistas europeos criticando a grandes banqueros y empresarios. Si después de hacerlo aún...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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