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Giorgia Meloni ha presentado su candidatura para ser la próxima primera ministra de Italia, si su coalición obtiene la mayoría en las elecciones del próximo 25 de septiembre, y a juzgar por las encuestas actuales, tiene casi garantizado que lo conseguirá. Se espera que la coalición de “centroderecha” formada por su partido Fratelli d'Italia, la Lega de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi obtenga entre el 45 y el 47% de los apoyos, y que la formación de Meloni obtenga aproximadamente la mitad de este total. Según el sistema electoral italiano, esta votación daría a los partidos de derecha una clara mayoría de escaños.
El lado opuesto de la política italiana ha visto el rotundo fracaso del intento, organizado por el Partito Democrático de Enrico Letta, de construir una amplia coalición de centroizquierda. En su lugar, se ha fragmentado en varias formaciones rivales. En el centro hay una alianza entre dos partidos ultraneoliberales (Italia Viva, de Matteo Renzi; y Azione, de Carlo Calenda). Estos destacan su continuidad con las políticas del gobierno saliente del tecnócrata Mario Draghi. En el lado de la izquierda liberal y pro-OTAN, los demócratas de Letta solo han conseguido reunir el apoyo de algunas fuerzas menores con orientaciones contradictorias. El ecléctico Movimento 5 Estrellas, rompiendo su anterior pacto con los demócratas, ha rechazado un entendimiento con otras fuerzas. La izquierda radical, que abandonó el Parlamento en 2018, se ha reorganizado en la Unione Popolare, liderada por el exalcalde de Nápoles Luigi de Magistris.
Con tantas posibilidades de dirigir el próximo gobierno, Fratelli d'Italia se mueve en dos direcciones tácticas. En primer lugar, ha dado prioridad a la cuestión de la candidatura de Meloni para liderar un posible gobierno de derechas. El objetivo es presumir de su propia legitimidad popular y evitar las maniobras postelectorales de los aliados que buscan imponer una figura ajena a los distintos partidos. En segundo lugar, intenta presentar un perfil tranquilizador como partido fundamentalmente prosistema.
La formación de Meloni se creó en 2012 reivindicando su continuidad con la corriente neofascista encarnada durante cuatro décadas por el Movimento Sociale Italiano (MSI)
¿Conservadores europeos?
La formación de Meloni se creó en 2012 reivindicando su continuidad con la corriente neofascista encarnada durante cuatro décadas por el Movimento Sociale Italiano (MSI) antes de su transformación, en la década de 1990, en Alleanza Nazionale. Al tener sus raíces en un MSI vinculado tanto sentimental como ideológicamente a los 20 años de gobierno fascista, la cuestión de la naturaleza de los Fratelli d'Italia ha surgido continuamente en los últimos años. Este foco de atención ha crecido especialmente desde que pasó de ser una fuerza marginal a lo que las encuestas acreditan como el primer partido de Italia.
La semana pasada, Meloni emitió un vídeo en varios idiomas para descartar la etiqueta de fascista o neofascista. Sin embargo, esta relación de continuidad o ruptura no es tan sencilla como se suele presentar, tanto por parte de quienes presentan de forma simplista una continuación del pasado como por parte de quienes la niegan rotundamente.
Actualmente, Fratelli d'Italia se presenta como un partido “conservador”, para lo cual hace gala de la presidencia de Meloni del partido Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), de ámbito continental. Esta formación, que agrupa a varias fuerzas dentro y fuera de la Unión Europea, y está alineada con el grupo correspondiente en el Parlamento Europeo, surgió como una iniciativa de los conservadores británicos y del partido gobernante en Polonia, Ley y Justicia (PiS). Con la salida de Gran Bretaña de la UE, los tories han dado un paso atrás, pero siguen manteniendo una relación de colaboración. Los partidos formalmente vinculados al ECR fuera de Europa son el GOP (Partido Republicano estadounidense) y el Likud de Israel.
El objetivo que persigue Meloni no es renegar de la continuidad con la derecha neofascista de la posguerra, sino insertarla en una corriente más amplia que goce de mayor legitimidad
Desde el punto de vista ideológico, el objetivo que persigue Meloni no es renegar de la continuidad con la derecha neofascista de la posguerra, sino insertarla en una corriente más amplia que goce de mayor legitimidad para gobernar un país de Europa Occidental. El fascismo histórico queda “relegado al pasado” y se condenan algunos aspectos del mismo que difícilmente podrían repetirse en el presente. Sin embargo, se mantienen otras referencias ideológicas básicas.
Tradición contraria a los principios de la Ilustración
En sus Tesis de Trieste –aprobadas en el segundo congreso del partido, que tuvo lugar en diciembre de 2017, y que continúan siendo consideradas su manifiesto de referencia– la actividad del partido se sitúa en el contexto de una batalla ideológica de larga duración que se remonta al menos a la Revolución Francesa. “Nuestra civilización”, escribe Fratelli d'Italia, “es ahora agredida en sus estructuras constitutivas por un ataque concéntrico llevado a cabo en nombre de la lucha contra los prejuicios, con el mismo esquema ideológico que la Ilustración inauguró por primera vez su cruzada en nombre de la razón contra la autoridad de la tradición”. Y lo que más se reprocha a la Ilustración es precisamente esa elevación de la razón por encima de la tradición.
Los partidarios de la “sociedad abierta”, leemos, quieren imponer “políticas sociales y culturales que, en nombre del progreso, pretenden arrancar los fundamentos del modelo de civilización que los pueblos europeos han creado durante milenios”. De este modo, el enfrentamiento opone la Ilustración, la razón y el progreso a una identidad que deriva de la tradición y que debe encarnarse en la autoridad. El propio Benito Mussolini (aunque ideológicamente ecléctico cuando le convenía) se jactaba de que el fascismo se oponía a los “principios de 1789” franceses.
Este es el marco en el que opera el conjunto de valores de Fratelli d'Italia. De él se deriva, en primer lugar, un nacionalismo de motivación étnica. La retórica patriótica, muy presente en la propaganda de lo que se ha autodefinido como “movimiento patriota”, se basa en la nación como “organismo vivo”.
Para la extrema derecha, la Primera Guerra Mundial es un momento primordial en la formación histórica de la identidad italiana. Se ve como una continuación del Risorgimento, del que nació el Estado unitario italiano. El conjunto de acontecimientos que abarcan desde la derrota militar en Caporetto, en otoño de 1917, hasta la victoria sobre las Potencias Centrales en Vittorio Veneto, en octubre de 1918, se ensalza como el verdadero crisol de la identidad nacional. La sacralización de la guerra y el culto a los muertos (únicamente del lado italiano, por supuesto) se consideran esenciales para la construcción de una identidad nacional que debe defenderse de los elementos corrosivos.
Anticomunismo
Se trata de una representación que se nutre más de mitologías que de auténticas reconstrucciones históricas. Sin embargo, la exaltación de la Primera Guerra Mundial también se considera implícitamente necesaria para encubrir en lo posible la Segunda Guerra Mundial, en la que se alinearon las fuerzas liberales y comunistas contra el bloque nazi-fascista. También se intenta borrar la Resistencia y el movimiento partisano como referente ideal de la Italia democrática.
El comunismo se sigue considerando un enemigo absoluto porque se percibe como la conclusión más extrema de ciertas ideas de la Ilustración, incluido el internacionalismo
El comunismo se sigue considerando un enemigo absoluto porque se percibe como la conclusión más extrema de ciertas ideas de la Ilustración, incluido el internacionalismo. La propia idea de conflicto social, inherente a la perspectiva de la lucha de clases, se cree que destruye la identidad nacional.
Mientras se alardea abiertamente de un nacionalismo de base étnica, en el que las identidades nacionales están fijadas en el tiempo, y son incapaces de evolucionar y cambiar, existe una concepción jerárquica de las relaciones sociales que permanece como una corriente subterránea. La idea de que la igualdad es una aspiración por la que hay que trabajar (de hecho, se cuenta entre los valores constitucionales de la República Italiana creada en 1946) también se toma como parte del patrimonio de ideas revolucionarias que contrasta con la “tradición”. Esta visión jerárquica se combina en Fratelli d'Italia con referencias a Margaret Thatcher y Ronald Reagan, cuyo neoliberalismo inspira el enfoque económico del partido.
Durante décadas, el MSI neofascista estuvo dividido entre diferentes estrategias económicas. Había partidarios del corporativismo y de los “socializadores”, inspirados en las proclamas demagógicas de la República de Salò de 1943-45 (nominalmente dirigida por Mussolini, pero subordinada en todos los aspectos al ocupante nazi). Sin embargo, estas cuestiones económicas se dejaron de lado en gran medida ya durante su transformación en Alleanza Nazionale, bajo el liderazgo de Gianfranco Fini.
La visión neoliberal establecida desde principios de la década de 1980 en los principales países capitalistas, con su componente de darwinismo social, ha resultado aceptable y compatible con la ideología de los herederos del MSI porque acepta como inevitables las diferencias de poder, riqueza y autoridad entre los individuos. Sin embargo, estas diferencias ya no están rígidamente determinadas por una estructura social fija e inmutable, sino que surgen de la competencia entre los individuos, que tiene lugar principalmente en el terreno económico.
La condena de algunos aspectos del fascismo, reafirmada por Meloni al inicio de la campaña electoral, no es del todo nueva, porque Fini ya había introducido planteamientos similares, e incluso su líder histórico, Giorgio Almirante, aunque alternados con reivindicaciones explícitas de adhesión al fascismo. Esta condena no excluye la continuidad con el marco ideológico (etnonacionalismo, darwinismo social, anticomunismo) en el que se inserta el fascismo histórico.
La condena de algunos elementos desprestigiados del fascismo no se convierte en un compromiso con el antifascismo
En cierta medida, Fratelli d'Italia sigue aplicando el mismo principio que guió a uno de los primeros dirigentes del antiguo MSI, Augusto De Marsanich, según el cual prometía “no restaurar” (la dictadura fascista), pero también “no repudiar” el régimen como parte del patrimonio histórico de la derecha italiana. Sin embargo, la condena de algunos elementos desprestigiados del fascismo no se convierte en un compromiso con el antifascismo. En los medios de comunicación cercanos a los Fratelli d'Italia, la resistencia partisana contra el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial sigue siendo representada únicamente como responsable de acciones criminales y antinacionales.
Prosistema
El acto de equilibrio de Meloni consiste, de este modo, en reivindicar la continuidad con la derecha neofascista al tiempo que se gana la aceptación como fuerza política prosistema. Los elementos básicos del paradigma dominante son dos: 1) el compromiso con el bloque occidental articulado en torno a la OTAN; 2) la defensa de la primacía de las empresas sobre el trabajo.
Los movimientos de Fratelli d'Italia han logrado que el conjunto de la coalición de la derecha italiana se posicione claramente a favor de la ampliación de la OTAN, el apoyo militar a Kiev y las sanciones a Rusia
Sobre el primer punto, Fratelli d'Italia ha aportado las más amplias garantías. El MSI, tras una fase inicial de incertidumbre, se puso del lado del bloque atlántico, favoreciendo la adhesión a la cruzada ideológica anticomunista frente a los discursos de otros elementos de extrema derecha sobre una “tercera” fuerza separada de Estados Unidos y la URSS. El partido de Meloni ha secundado, desde el principio, el apoyo militar a Ucrania en su conflicto con Rusia. Ha defendido abiertamente el envío de armas ofensivas y no sólo defensivas, apoyando el alineamiento del Gobierno de Draghi con la política del Gobierno de Biden.
A lo largo de los años no han faltado las declaraciones de elogio a la política de Vladímir Putin (principalmente en lo que respecta a su “batalla cultural” y su oposición a una supuesta “dictadura LGBTQ”) o de simpatía hacia el húngaro Viktor Orbán. Pero la principal alianza que ha construido Fratelli d'Italia es con la derecha polaca. Las diversas formaciones de la derecha radical europea nunca han sido capaces de encontrar un terreno organizativo común, aunque convergen en muchas cuestiones ideológicas y programáticas, precisamente por sus diferentes actitudes hacia Rusia.
Por razones históricas y geopolíticas, una parte de la derecha siempre ha adoptado posiciones sumamente hostiles hacia Rusia, al tiempo que expresaba una visión ideológica similar a la de Putin en muchos aspectos. Los movimientos de Fratelli d'Italia han logrado que el conjunto de la coalición de la derecha italiana se posicione claramente a favor de la ampliación de la OTAN, el apoyo militar a Kiev y las sanciones a Rusia.
Desde el punto de vista económico, la adhesión de Fratelli d'Italia al paradigma neoliberal va de la mano del apoyo al equilibrio presupuestario como limitación de la acción gubernamental. La supresión de la “renta ciudadana” (un paquete de prestaciones a los demandantes de empleo introducido en 2019); la reducción de impuestos suavizando el principio de la tributación progresiva; el apoyo a las infraestructuras a través de “grandes proyectos”; y las intervenciones en materia medioambiental estrictamente subordinadas al interés económico. Desde este punto de vista, la política económica de Fratelli d'Italia puede considerarse menos populista no solo que la defendida por el Movimento 5 Estrellas, sino también que las defendidas por la Lega de Salvini y Forza Italia.
La política económica de Fratelli d'Italia puede considerarse menos populista no solo que la defendida por el Movimento 5 Estrellas, sino también que las defendidas por la Lega de Salvini y Forza Italia
Para Meloni y su partido queda la asignatura pendiente de la relación con la Unión Europea. La primera preocupación es garantizar a sus conciudadanos que los fondos del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNR), asignados a Italia por la Comisión Europea en Bruselas, seguirán llegando según lo previsto. En el momento de su negociación por parte del Gobierno dirigido por Giuseppe Conte (Movimento 5 Estrellas), Meloni intentó oponerse a la solicitud de financiación europea apuntando, en cambio, al posible uso de los Derechos Especiales de Giro proporcionados por el Fondo Monetario Internacional. Esta propuesta fue considerada extraña por muchos economistas.
A pesar de que el partido ha descartado la posibilidad de un Italexit o de abandonar el euro, sigue siendo muy hostil a un desarrollo federalista de la UE. En algunos discursos, Meloni ha comparado a la UE con la URSS, entendida como una jaula que oprime a sus Estados miembros. Propone una Europa organizada como una confederación de Estados soberanos, pero al mismo tiempo defiende su desarrollo como un “mercado libre”, siguiendo el enfoque que caracterizó la presencia británica en la UE tanto en la versión de Thatcher como en la de Tony Blair.
El programa electoral acordado por la derecha de cara a las elecciones de este mes evita hacer propuestas especialmente controvertidas y utiliza fórmulas más bien vagas. Declara que Italia confirma su “plena adhesión al proceso de integración europea”, pero centrándose en una Unión “más política y menos burocrática”. Sin embargo, también quiere que esta Europa reafirme su identidad “judeocristiana”.
En su libro Io Sono Giorgia (Yo soy Giorgia), la líder de Fratelli d'Italia defiende una idea de Europa que no se identifica con la superación de los nacionalismos que produjeron dos guerras mundiales, sino con la guerra como seña de identidad. Estas abarcan desde la batalla de Poitiers en 732, que frenó la “marea islámica” hasta la defensa de Constantinopla por parte de Constantino XI, pasando por la batalla de Lepanto en 1571, que consiguió “frenar el avance turco”. Como en la batalla de Italia en Caporetto en 1917, la guerra es siempre el conflicto que termina con la supresión incluso física del enemigo, lo que alimenta las fantasías bélicas de “la soldado Meloni” (autodefinición con la que termina esta obra autobiográfica).
Malabarismos
Cabe destacar que la extrema derecha italiana se encuentra atrapada en no pocas situaciones de malabarismo político-ideológico. Al haber estado siempre en la oposición de los sucesivos gobiernos desde su creación a finales de 2012, Fratelli d'Italia se ha beneficiado de la permanente inestabilidad del sistema político italiano. En particular ha podido reunir apoyos gracias a la crisis de sus dos aliados. Primero Forza Italia se desplomó con el declive del liderazgo de Berlusconi, y luego con el rápido ascenso, seguido de un declive igualmente rápido, del carisma de Salvini.
La derecha italiana, gracias a su articulación entre partidos portadores de identidades distintas y liderazgos fuertes, ha sido capaz de mantener una amplia reserva de apoyos que casi siempre ha oscilado entre el 45 y el 50% del electorado. Únicamente el auge del Movimento 5 Estrellas a lo largo de la década de 2010 fue capaz de arrebatarle una parte importante de los votantes de derechas, pero pronto volvieron, sobre todo gracias a la comunicación populista de Salvini, el líder de la Lega.
En cuanto al centroizquierda, las dos estrategias seguidas por el Partido Democrático desde su formación en 2007 han fracasado. Había apostado por convertirse en una fuerza que pudiera interceptar el apoyo de todos los que no votan a la derecha, eliminando a todos los competidores (la vocación “mayoritaria” de Walter Veltroni, su principal líder). También aspiraba a la suma de una coalición heterogénea de fuerzas, en la que los demócratas mantendrían un liderazgo indiscutible (el “campo amplio” de Letta, su actual líder). Sin embargo, ante el éxito de la derecha, la única alternativa que puede ofrecer es otra coalición tecnócrata, que no se basa en el apoyo de los votantes, sino en una alquimia favorecida por el bizantino sistema electoral italiano.
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Traducción: Paloma Farré.
Este artículo se publicó antes en inglés en Jacobin.
Giorgia Meloni ha presentado su candidatura para ser la próxima primera ministra de Italia, si su coalición obtiene la mayoría en las elecciones del próximo 25 de septiembre, y a juzgar por las encuestas actuales, tiene casi garantizado que lo conseguirá. Se espera que la coalición de “centroderecha” formada por...
Autor >
Franco Ferrari
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