Célia Xakriabá / diputada indígena
“En Brasil, la guerra tiene lugar en los territorios indígenas”
Bernardo Gutiérrez Belo Horizonte , 27/09/2022
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Célia Xakriabá (Minas Gerais, 1990) dirige la conversación con un ritmo envolvente. Equilibra la densidad de su discurso con imágenes poéticas. Inventa incluso metáforas usando palabras inexistentes en los diccionarios de portugués. La mulheração son mujeres en acción, luchando. La saboranía alimentar pone sabor a la soberanía alimentaria. Alguien que destruye el mundo con formas de vida insostenibles en nombre de la civilización es un civil lesado (lesado es alguien medio bobo). Célia recibe a CTXT en la Embaixada do Cocar, epicentro de su campaña, en el barrio de Santa Teresa de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, estado en el que concurre a diputada federal por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
Célia Xakriabá es una de las 181 personas indígenas que han decidido presentarse en las elecciones brasileñas de 2022, todo un récord histórico. Y una de las 82 que aspiran a ocupar un asiento en el Congreso Nacional de los Diputados, algo que hasta la fecha solo han conseguido Márcio Juruna en los años ochenta y Joênia Wapichana, elegida por el estado de Roraima en 2018. Célia Xakriabá es una de las candidatas indígenas con más posibilidades de llegar al Parlamento de Brasilia. Por un lado, es la heredera de la popular diputada Áurea Carolina, icono del movimiento negro y de las culturas urbanas, que ha decidido no presentarse e intentar transmitir su capital social hacia la joven indígena. Por el otro, Xakriabá combina un discurso profundo, con narrativas contagiosas cocinadas en las redes sociales, donde es una verdadera influencer (141.000 seguidores en Instagram). A sus 32 años, esta doctoranda en Antropología, que ya ha pasado cuatro años en el Congreso Nacional como asesora, se ha ganado el apoyo de pesos pesados como Leonardo Boff (referencia en la teología de la liberación) o Wagner Moura (actor). [Tras el recuento de la primera vuelta de las elecciones brasileñas, Célia Xakriabá es ya oficialmente diputada].
La Embaixada do Cocar, el cuartel general de la campaña Célia Xakriabá, ocupa una casa alquilada en el izquierdista barrio de Santa Teresa de Belo Horizonte, cuna del histórico movimiento musical clube da esquina de Milton Nascimento. En la “embajada”, el equipo de Célia –jóvenes, casi todas mujeres, algunas personas indígenas– resuelve llamadas, responde correos, escribe en una pizarra, compra billetes de avión o de autobús para que la candidata recorra el extenso estado de Minas Gerais antes de las elecciones del 2 de octubre. Un inmenso cocar, la vestimenta con plumas usada por diversos pueblos indígenas en la cabeza, es la puerta de entrada al interior de la casa. Célia sueña con una bancada do cocar parlamentaria con la suficiente autonomía y fuerza para marcar el rumbo al posible gobierno Lula, que se ha comprometido a crear un ministerio de los pueblos originarios.
La cura de la tierra
Nada más comenzar la entrevista Célia Xakriabá da la vuelta a la primera pregunta: “¿Está en riesgo la democracia en Brasil?”. Tras su respuesta, no hay vuelta atrás. Su discurso se estira, fluye, invoca nuevas preguntas. “Estas elecciones van más allá de las diferentes temáticas: educación, cultura... No van únicamente de democracia, sino de la tierra. Lo que está en riesgo es el planeta. No va a existir bandera ni diversidad si no existe planeta. Retomar la diplomacia internacional de Brasil pasa por cuestiones ambientales, y eso impacta automáticamente en la economía”. Célia alude a los conflictos territoriales de los Xakriabá, en el norte del estado de Minas Gerais, provocados por compañías de minería y de agricultura industrial. Menciona ríos desviados, minería desaforada, monocultivos de eucaliptos. Narra cómo durante el gobierno de Bolsonaro se han multiplicado los conflictos en tierras indígenas: “Si la pandemia era una amenaza, la violencia genocida acentuada durante el gobierno de Bolsonaro fue mucho mayor. Si no moríamos de covid, moríamos por invasiones territoriales, por ataques y por la ausencia de gobierno. Ellos decidieron aprovechar la pandemia para passar a boiada (una expresión de Ricardo Salles, exministro de Medio Ambiente, que significa literalmente “dejar pasar al ganado”). En cuatro años de ausencia de gobierno han aumentado los conflictos ambientales, territoriales, el garimpo ilegal (extracción de oro), la violación de niñas Yanomami, la quema de santuarios Guarani-Kaiowá, que hasta hace unas semanas vivían un escenario de guerra. En Brasil, la guerra de Ucrania ocurre en los territorios indígenas”.
Con Bolsonaro, si no moríamos de covid, moríamos por invasiones territoriales, por ataques y por la ausencia de gobierno
El gobierno Bolsonaro no solo se comprometió a no demarcar nuevas tierras indígenas, sino que intentó aprobar el Marco Temporal, que significaría la ilegalización de las tierras indígenas demarcadas después de la Constitución de 1988 y la liberación de licencias de explotación de dichos territorios. El número de asesinatos a indígenas también se ha disparado. La muerte del indigenista Bruno Araújo Pereira y del periodista británico Dom Phillips en el río Javarí es la punta del iceberg. En 2021, el peor año del siglo según el informe Violencia Contra los Pueblos Indígenas de Brasil, 176 indígenas fueron asesinados. Además, aumentó un 180% el número de invasiones a tierras indígenas. “Muchos productos brasileños que se exportan implican una invasión de territorios indígenas. Fomentan trabajo esclavo, violencia y conflictos territoriales. La expansión agrícola mata nuestros territorios. Es un proceso que viola a personas pero que también viola a la tierra”, afirma Célia. Bolsonaro, que estuvo con Vladimir Putin en Moscú antes del inicio de la guerra para garantizar los agrotóxicos (pesticidas) para la industria agrícola de Brasil, es una especie de embudo de la conversación. Casi todas las críticas parecen dirigidas hacia él, aunque no se le cite expresamente. “Esta agricultura acaba envenenando muchas vidas. En el territorio Guarani-Kaiowá, las madres pierden a sus hijos dentro de la barriga, porque mueren envenenados”, matiza la candidata.
Cosmovisión, tierra y feminismo
Célia Xakriabá recuerda que cuando llegó a Belo Horizonte para estudiar en la universidad se asustó porque estuvo tres días sin ver la tierra. “No la encontraba porque estaba escondida. La gente se aleja de la tierra, impermeabiliza la tierra, asfalta la tierra y pierde su relación de parentesco con ella. Cuidas lo que amas. Y no te puede gustar algo que no conoces. La mayoría de los niños no sabe que los alimentos se producen en la tierra. Creen que nacen en las estanterías de los supermercados”, afirma Célia. El giro que la bancada do cocar va a proponer en el parlamento tiene que ver con toda una cosmovisión basada en prácticas comunitarias de convivencia con la naturaleza: “La gente tiene que entender que el medio ambiente no somos nosotros, nuestra cultura, que hacemos parte de algo mayor. Cuando nos critican por estar con un móvil en la mano, les decimos que no queremos ser igual que ellos. Porque solo consiguen ser buenos humanos aquellos que saben ser tierra, aquellos que saben ser agua”.
Solo consiguen ser buenos humanos aquellos que saben ser tierra, aquellos que saben ser agua
Las personas más ricas, en palabras de Célia, no son las que tienen más dinero, sino las que “tienen la autonomía de su saboranía alimentar”. No son las que tienen más dinero, sino las que tienen más tiempo. “Una lucha para combatir el cambio climático es una lucha contra el tiempo, contra la violencia, contra el feminicidio. Solo vamos a tener soberanía cuando la lucha no sea solo contra el tiempo, sino por la retomada del tiempo”, asegura la candidata del PSOL, insinuando otro ritmo y otra temporalidad posible.
El discurso y las propuestas de Célia Xakriabá vienen de la mano del feminismo. Si históricamente los líderes indígenas brasileños más conocidos han sido hombres –el mencionado Márcio Juruna, el yanomami Davi Kopenawa o Ailton Krenak, todo un best seller en los últimos años–, Célia representa a una nueva generación que dialoga con las voces del feminismo internacional.
Célia trabaja mano a mano con Sônia Guajajará, que fue candidata a vicepresidenta de Brasil en 2018 por el PSOL, considerada una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2022 por la revista Time. “Nosotras, mujeres indígenas, hemos discutido la bioeconomía. Tenemos un proyecto de reforestación para la cura de la tierra. La reforestación es mucho más que reforestación de hectáreas. La gente está deforestada por dentro. Para combatir a la mineração (minería), solo resta la mulheração. Necesitamos fortalecer a las mujeres que hacen políticas con el útero. Si estamos preparadas para cuidar de la tierra, estamos preparadas para cuidar de la política”, sostiene energéticamente Célia.
Un ministerio para los pueblos originarios
Cuando a Célia Xakriabá se le pregunta sobre el ministerio de los pueblos indígenas que Lula prometió al inicio de la campaña electoral, deconstruye la pregunta. Huye de la lógica ministerial. Busca transversalidades. “No es suficiente con tener un ministerio indígena. Necesitamos presencia indígena en el Ministerio de Medio Ambiente, porque nosotros somos el medio ambiente. Por otro lado, la composición de ese ministerio necesita que tengamos autonomía en el congreso, que los líderes electos puedan discutir colectivamente. También tiene que existir presencia indígena en el Ministerio de Educación, en el Ministerio de Cultura... Porque queremos retomar no solamente el Ministerio de Cultura, sino el misterio de la cultura. El misterio de la cultura vive dentro de nosotros, porque nosotros sabemos qué es ser hacedores de cultura”.
Los pueblos originarios no somos ni un 1% de la población brasileña, somos el 5% de la población del mundo, y protegemos el 83% de la biodiversidad
Célia se asoma con ilusión a la nueva era que puede comenzar después del 2 de octubre: “Los pueblos indígenas estamos preparados. Estamos en condiciones de pensar un proyecto político de Buen Vivir. Los territorios indígenas representan la solución para frenar las cuestiones climáticas según la ONU. No somos ni un 1% de la población brasileña, somos el 5% de la población del mundo, y protegemos el 83% de la biodiversidad. Si somos buenos haciendo esto, ¿cómo no vamos a ser buenos para estar en la política?”.
No obstante, Célia Xakriabá insiste en que las políticas públicas serán insuficientes para curar la tierra, si no van de la mano de un proyecto de transición de economía y de consumo. Y de una nueva transición humanitaria. “La deforestación empieza todas las mañanas cuando desayunas en casa –afirma con ironía–. La idea es generar procesos de transición que empiezan con la transición de tu propio hábito”.
Célia Xakriabá (Minas Gerais, 1990) dirige la conversación con un ritmo envolvente. Equilibra la densidad de su discurso con imágenes poéticas. Inventa incluso metáforas usando palabras inexistentes en los diccionarios de portugués. La...
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