Querida comunidad de CTXT:

A buena parte de los jueces parece importarles poco que en España tengamos una Justicia caducada y dedicada a la política. A Ayuso no le importan los muertos de las residencias madrileñas, igual que a Sánchez y a Marlaska poco o nada les importan los de la valla de Melilla. A Feijóo y sus barones no les importan los impuestos, esos que sirven para construir un país. En el PSOE parece no importar demasiado el derecho a la vivienda o la vigencia de una Ley Mordaza que prometieron derogar. A Vox no le importa la diferencia entre realidad y manipulación. A la mayoría de nuestros representantes no les importa que el rey Juan Carlos se fuese de rositas tras sus andanzas o que el tipo presentado como padre de la democracia diera el visto bueno al golpe del 23F. A parte de la izquierda no le importa tanto los objetivos sociales por los que pelea como quién sale o no en la foto intentando conseguirlos. A nadie parece importarle en Europa el uso de la diplomacia para frenar la deriva de la guerra en Ucrania, ni quién destroza los gasoductos que deben traernos calor este invierno. No importa que el fascismo vaya ganando gobiernos como el tonto del pueblo gana tómbolas, ni importa tampoco que se imcumplan los pactos climáticos y vayamos a dejar una mierda de planeta. Cuando hay tanta gente importante a la que deja de importarle lo fundamental, el fenómeno se contagia y al ciudadano de a pie acaba por no importarle estar o no informado. Con razón. Intentar informarse es, en demasiados casos hoy día, el primer paso para estar aún más desinformado.

De un tiempo a esta parte el número de lecturas en CTXT ha bajado. No es solo cosa nuestra. Toda la prensa de este país anda en las mismas. El lector, cansado de que nada importe ya, vive sumergido en una especie de estado de letargo, de dejadez depresiva que supone una maravillosa puerta abierta para que los expertos en desfachatez hagan su agosto. Esta semana, durante la reunión del Consejo Editorial de CTXT, debatíamos cómo podía ser que el discurso de la bajada de impuestos tuviera tan buena acogida. Especialmente en un momento en el que tanta gente necesita que se le eche una mano desde lo público con la gasolina, la electricidad, las becas, el cultivo, la alimentación, la dependencia... Cómo podía ser que, al escuchar “bajada de impuestos”, a la mayoría no le salte una alarma –DANGER, DANGER– que traduzca esa egoísta propuesta como “cierre del ambulatorio de la esquina para que te acabes sacando un seguro privado en el que recibirás peor atención a mayor coste del que te ahorraste en impuestos”. Cómo es posible que pequeños medios libres y de servicio público tengamos que reunirnos no para proponer un mundo nuevo y mejor, sino para recordar los pilares básicos que sostienen el mundo antiguo.

La conclusión a la que llegamos en esa reunión fue similar a la conclusión que cargan en sus mochilas los profesores y profesoras que llevan décadas rodando de instituto en instituto con la duda permanente de si su trabajo sirve para algo: hay que insistir en la pedagogía, tenemos que esforzarnos por explicar este mundo de la mejor manera que sepamos. Tenemos que mantener los valores. Hay momentos, y este es uno de ellos, en los que la retaguardia es la vanguardia. En los que el único éxito posible es mantenerse fiel, cueste lo que cueste, canse lo que canse, esté uno lo solo que tenga que estar. En mitad de este mundo gobernado por el sudapollismo, lo único que queda en este modelo de prensa en el que creemos es insistir en vigilar al poder, en señalar las gotas de sudor de sus p*****. Aquí seguiremos porque insistir hoy es vencer mañana. Tu ayuda nos permite seguir reuniéndonos para estrujarnos los sesos a ver cómo explicamos que pagar impuestos no es un castigo sino construcción de lo común, que las guerras no se paran con más armas sino con más diplomacia, que no es lo mismo realidad y bulo, que si prometiste algo en la oposición debes cumplirlo en el gobierno, que esa factura de la luz tiene letra pequeña que debes revisar, que falta atención psicológica en la sanidad pública, que los ricos deben pagar en proporción a lo que tienen, que sin justicia social no hay convivencia, que sin periodismo vigilante estamos todos, ciudadanos que somos periodistas y ciudadanos que son albañiles, limpiadoras, maestras, cajeros de supermercado o fontaneros, bien jodidos. Gracias por seguir ahí en estos momentos. Gracias por insistir.