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Querida comunidad contextataria:
En el momento en que escribo estas líneas, queridos lectores, recuerdo haber manifestado en mi carta anterior que, tal vez, esta sería una buena ocasión para contarles cómo conocí el amor en este país, razón por la cual decidí venir a vivir en él. Pero en perspectiva, narrarles minucias de una historia tan personal y anecdótica me parece hoy realmente irrelevante, pues considero que, dado el escenario mundial que compartimos, hay temas de mayor interés, mucho más urgentes y necesarios, que deberíamos abordar públicamente. De cualquier forma, lo que sí he de reconocer es que justamente esa condición existencial, la de asumir el riesgo de una vida nueva en un país distinto, me ha motivado, pero sobre todo me ha obligado a suscitar nuevas relaciones de colaboración profesional con periodistas en España para trabajar desde este lado del Atlántico y contribuir a crear otras rutas, así como los necesarios vínculos para que el buen periodismo continúe realizando su función en el mundo.
Sin embargo, tengo que confesarles que, si no fuera por mis colegas de CTXT, no habría podido contar con un espacio en un medio de comunicación desde el cual poder ejercer mi profesión desde poco después de mi llegada hasta hoy. ¡Y miren que experiencia y formación sí tengo!, porque he trabajado más de veinte años en prensa escrita, radio y televisión en México, después de conseguir terminar mi carrera a caballo entre un primer trabajo e infinidad de largos desvelos para seguir estudiando. Pero, más allá de los detalles de mi trayectoria y la expresión de mi agradecimiento a los colegas de esta revista, me preocupa el horizonte futuro que se vislumbra, no sólo para los periodistas que estamos aquí, sino para todos los que permanecen allá, en mi amado continente de origen, y que muchas veces se ven obligados a ejercer su profesión bajo amenazas de muerte que, aciagamente, se suelen cumplir. Es indignante ver la situación que atraviesa esta profesión –que es, antes que nada, una vocación–, ya que, aunque el admirable Ryszard Kapuściński haya dicho que los cínicos no sirven para este oficio, lo cierto es que este mismo oficio se ha ido llenando, preocupantemente, de cínicos y charlatanes. A esto se refería también, por su lado, el gran escritor y novelista Pascal Bruckner cuando describía cómo es que en nuestro mundo continúa levantándose el imperio de los iletrados e inmorales que quieren reinar socialmente en exclusiva. De hecho, son estos cínicos quienes han buscado por todas las vías que los seres verdaderamente vocacionales y cultos pasen por idiotas, por extraños especímenes de una tribu en vías de extinción que reverencia todavía, y pese a todo, el trabajo, el rigor, la honestidad y la reflexión. Los cínicos de los que les hablo han ido usurpando el lugar de los verdaderos periodistas, que saben muy bien que la formación integral del individuo y el estudio son la conditio sine qua non para un trabajo que pretende investigar y aspira a comprender algo mejor este complejo mundo, y que han sabido sacrificar su propia vanidad para que sean los otros y sus historias las que lleguen a los lectores.
Insisto en que todo ello entraña una gran entrega que puede incluso suponer la de la propia vida. Esto es lo que les ocurre a muchos colegas en México y otros lugares, que han sido acallados por medio de asesinatos atroces y cobardes. En contra de nuestra profunda misión y en demérito de la misma, esa sufriente realidad es la que está contribuyendo a que el periodismo sea hoy un bien inestimable, pero cada vez más difícil de encontrar porque en lugar de esos periodistas heroicos, los países menos expuestos a semejante violencia, irónicamente, han entregado la función informativa a una plaga de negociantes para quienes la verdad ya no es lo importante, ni siquiera la que atañe a la lucha política, y lo único que cuenta es convertir la información en una mercancía, aunque sea a costa de la ignorancia y el “colaboracionismo” de una ciudadanía indolente. No hay más que observar en esa realidad todo el desprecio que supone haber convertido lo público, y al público, en un simple índice de audiencias. Porque los medios han pasado de ser formadores de opinión a creadores de consumidores sin criterio, encargándose principalmente de propagar la desinformación, la confusión y el alejamiento con respecto a las realidades político-sociales.
Así es como el imperio de los mercaderes del periodismo continúa su avance; como avasalla y ataca lo mejor del exigente espíritu de las democracias, amparándose tras el falso estandarte de una supuesta libertad informativa que luego no es sino profanada por la falta de justificación y argumentos. No hay más que ver, en este sentido, el premeditado daño que infligen diariamente algunos medios, y por eso denuncio aquí los crímenes contra el buen periodismo, los actos canallas de esos vendedores de información. Pero ¿cómo detectar dónde queda aún algo de buen periodismo? Para empezar, no sería una mala forma el observar lo que hacen todos aquellos espacios que, como CTXT, siguen optando por el enriquecimiento de la diversidad de pensamientos y culturas, pero sobre todo por el análisis crítico. Esa sensibilidad es un buen síntoma para un medio que no busque uniformar el criterio ni forjar nuevos “seres unidimensionales”, sino abrirse desde el ejercicio periodístico a una visión más amplia, crítica y, claro está, autocrítica. Al menos, eso sigo buscando y por eso continúo aquí, escribiéndoles a ustedes en agradecimiento por mantenernos vivas y vivos para seguir ejerciendo nuestro mejor periodismo.
Un abrazo.
Querida comunidad contextataria:
En el momento en que escribo estas líneas, queridos lectores, recuerdo haber manifestado en mi carta anterior que, tal vez, esta sería una buena ocasión para contarles cómo conocí el amor en este país, razón por la cual decidí venir a vivir en él. Pero en perspectiva,...
Autora >
Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
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