Carta a la comunidad de CTXT
Ojalá algo de agosto en septiembre, octubre…
Amador Fernández-Savater 26/09/2022
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A la comunidad lectora de CTXT:
Antes de que se desvanezcan completamente los últimos efluvios de agosto, permítanme compartirles una reflexión sobre el verano y la felicidad.
Ya les estoy oyendo: “¿Pero cómo se atreve, con la que está cayendo? ¡Qué frivolidad!” Pero, ¿acaso es trivial pensar sobre nuestra felicidad? Freud, en su fenomenal ensayo El malestar de la cultura, dictamina que los seres humanos “aspiran a la felicidad más que nada, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo”. Para quien tenga la fortuna de poder vivirlo como discontinuidad radical con el tiempo normal de trabajo, el verano es sin lugar a dudas un tiempo de felicidad.
¿En qué consiste ese gozo, esa plenitud veraniega? Apunto tres ingredientes posibles:
– Hay una recuperación de las potencias de la sensualidad, en esa vida que de pronto se pone a girar en torno a las comidas, los baños, los juegos, el sueño, la luz, los niños, los paisajes. El cuerpo recupera sus prerrogativas, ya no como cuerpo productivo, siempre alerta, disciplinado para no perder tiempo y acumular ocasiones, visibilidad y contactos, sino más bien como cuerpo disponible al disfrute, a la deriva, a la pérdida.
– Hay una recuperación del tiempo, ya no la relación ansiosa y angustiada que tenemos normalmente con los pendientes y los posibles, sino un tiempo dilatado, apto para los encuentros aleatorios, para el juego y la experimentación con los sentidos, para dejarse llevar por caminos, cosas, seres. Nada que hacer y sin embargo ¡podemos hacer tanto!
– Hay una recuperación de lo que podríamos llamar fecundidad no productiva, porque el verano es tiempo de humus, de lecturas, de meditaciones, de balances, de vivencias, de regeneración de las energías, sin obligación de eficacia inmediata (es decir sin la presión al rendimiento) pero en absoluto vacío. Un tiempo de deseo, donde las actividades no están cortadas de las ganas y del disfrute.
Podemos tirar la siguiente conclusión provisional: la felicidad del verano consiste en un tremendo apagón. Pero, ¿apagón de qué? Apagón de lo que precisamente Freud en el ensayo citado establece como “principio de realidad”.
Si lo han leído recordarán la tesis: los seres humanos somos estructuralmente desdichados –llenos de neurosis, de fobias, de psicosis, de ansiedades– porque en algún momento de la infancia se nos impone un principio represivo de realidad. La renuncia forzada a las pulsiones vitales como condición necesaria para la vida en sociedad. A partir de aquí viviremos para siempre escindidos: entre el principio de placer y las obligaciones de la realidad, entre el trabajo para ganarse la vida y el deseo de disfrutarla, entre el tiempo dilatado del juego y el tiempo ansioso de las urgencias cotidianas.
El verano nos permite paladear entonces por un momento lo que era la vida antes del “pecado original”: condena al trabajo, al tiempo que pasa (rápido), a la muerte. Todo esto, repetimos, para quien sabe y puede disfrutar de la discontinuidad radical del verano en lugar de convertirlo en un trabajo más, lleno de actividades obligatorias, urgentes y estresantes.
El viejo Freud asumía que el principio de realidad (represivo) era necesario para la vida en sociedad, así que recomendaba aprender a vivir con ello y lidiar del mejor modo posible con el malestar inherente a la renuncia a lo más vital. El verano sería entonces una burbuja infantil irresponsable sin continuidad posible en la vida adulta y oficial, una mera compensación que el principio de realidad nos ofrece para que no se nos haga tan duro y amargo su dominio.
Otros se resisten al pesimismo, lo cual no quiere decir que pretendan vivir en “vacaciones permanentes”, sino darles continuidad a las marcas de agosto y que algo de su sensualidad, de su tiempo dilatado y de su fecundidad no productiva se cuele por las rendijas del resto de los meses y los enriquezca, que haya algo de agosto en septiembre, octubre, noviembre…
Pero paro ya de hablarles del tiempo de la felicidad y les dejo con las cosas serias del otoño. ¡Hay que ver lo mal que está todo! ¡La culpa es del Gobierno!
Un saludo.
A la comunidad lectora de CTXT:
Antes de que se desvanezcan completamente los últimos efluvios de agosto, permítanme compartirles una reflexión sobre el verano y la felicidad.
Ya les estoy oyendo: “¿Pero cómo se atreve, con la que está cayendo? ¡Qué frivolidad!” Pero, ¿acaso es trivial pensar...
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Amador Fernández-Savater
Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.
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