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Estimado lector/a:
Pues aquí, escribiendo una carta. Una carta es un objeto que contiene un mensaje particular y único, que no existiría sin esa carta. De no ser así, una carta sería algo redundante. Un trámite. Una circular, o un aviso de Hacienda. Esta carta está en el trance de ser única, pues tiene un remitente y destinatario, y viene, además, dotada de serie de la intención previa de explicarles algo. Concretamente, algo de UK. UK, la exUE, es un sitio muy práctico para hablar de la UE, del mundo, de usted, de mí. El fracaso de Liz Truss es, desde ese punto de vista, un aviso a UK, a la UE, al mundo, a usted, a mí. ¿De qué se nos avisa? ¿Qué ha pasado en UK?
En primer lugar, por empezar por algún lugar, ha pasado que ha sido imposible bajar tramos de impuestos a los más ricos, así como rebajar funciones sociales en el Estado. Lo que está muy bien. Con esto se sella un cambio iniciado con la anterior crisis, aquella en la que se fue al garete un Estado –Grecia– y varios millones de barrios y vidas en el Sur de Europa. UK, como todo el mundo, reconoce un cambio en la época. Reconoce que es necesaria cierta regulación en los mercados, que el mercado es Leviatán 2.0. Un bicho a tener en cuenta. Y, por ello mismo, otro bicho, junto al Estado –otra bestia igual de borrosa e indescriptible a tramos–, que debe ser atado de alguna forma y en alguna parte, o estamos perdidos. Se inicia una época, u otro cacho de nuestra época, consistente en cierta regulación y en cierto retorno del IRPF, un impuesto simpático, que hace varias décadas era útil para realizar cierto reparto. Ese cierto retorno –todo apunta ello– no será para tirar cohetes. Se subirá algún tramo superior del IRPF, que seguirá dando mucha risa, si bien el invento IRPF continuará siendo aquello en lo que se ha convertido. Una trampa para asalariados, en la que los asalariados declaran más ingresos que los propietarios de los sitios donde trabajan, que en España declaran una media de 1.500 pepinos mensuales. Aún así, esto es positivo, comparado con el desmadre desregulador que aún imperaba en la anterior crisis, y que fue una banda sonora existente y estridente durante la pandemia.
Pero, lamentablemente, eso no es lo que ha pasado. El mundo con cierto Bienestar y con IRPF no ha ganado una batalla. O la ha ganado de potra. O no solamente ha pasado eso. Han pasado varias cosas a la vez. Y también, por lo mismo, todo lo contrario a un combate épico y ético por el Bienestar. Es más, ha sucedido que los mercados especulativos han atacado a UK, porque han visto un pelotazo y una presa fácil, tras calcular someramente que una reducción de impuestos en UK podría dificultar su pago de deuda. Diversos –miles, tal vez millones– inversores han sacado tajada con la bajada de impuestos en UK mientras ha durado la propuesta. Y, en cierta manera, también la han revertido, pues esa bajada era un reclamo para la especulación, que se ha intentado paliar revirtiendo las políticas de Truss, y echándola a la calle. Leviatán 1.0 ha burlado lo que ha podido a Leviatán 2.0. Bajo este punto de vista han sucedido dos cosas en UK: a) un intento de bajar los impuestos, y b) un ataque especulativo sobre un Estado. La cosa a) informa de un nuevo matiz que gana la época –los impuestos–, pero la cosa b) informa de algo categórico: quién manda, quién es el límite de la política o la política misma, quién autoriza o desautoriza –el mercado–. No se desanimen. En la vida es importante saber. O no haces nada. Y esta semana, por lo mismo, sabemos más del mundo, y de cómo cambiarlo, que la anterior.
Lo que ha pasado en el mundo dibuja, no obstante, un mundo poco obvio, difícil de leer y con reglas que nadie se atreve a formular, pues dibujan un mundo en el que la política, la democracia, los Estados –el Estado, el único punto en el que la Democracia fue parcialmente posible– pierden varios enteros y mucha capacidad motora frente al mercado. Y, lo que es lo mismo, un mundo en el que las izquierdas –la posibilidad de que personas se agrupen en torno de ideas acerca de la igualdad y la libertad, y que hagan políticas con ellas– deben de ser oportunistas. Deben relacionar la cosa a) con la cosa b), y estar a la que sale. Deben saber, como el mercado, que hay resquicios y oportunidades para realizar sus fantasías. Es poca cosa. Y, a la vez, mucho. Pero, y con esto esta carta entra en su tercer acto, les invito a desconfiar de izquierdas que propongan más y más rápido –en la política claro; otra cosa es la vida, lo que ocurre en la calle, en el trabajo–. Las izquierdas que vociferan y comunican una agenda de cambios apabullante, fundamentalmente, y como su nombre indica, comunican. Comunicar es diferente a informar. Comunicar es animar a la tropa, sentimentalizándola. Lo que es un recorrido diferente al informativo. Para informar se utiliza la descripción de la realidad, sus datos. Y, para organizarlos, quien quiere y puede utiliza puntos de vista, detectables, legibles, discutibles por el lector o el espectador. Comunicar es el grado cero de casi todo. No sirve ni para que hablen los enamorados, esos tipos y tipas que nunca se aburren porque siempre hablan de ellos mismos, si bien necesitan decir datos ciertos. Hemos llegado hasta esta época –que se empezó a formular en los años ochenta del siglo XX, precisamente en UK– simplemente porque la información pasó a ser comunicación. Una izquierda que comunique es la secuencia lógica de la época. Pero, por lo mismo, es la época, esa cosa asfixiante, sin sentido y, particularmente, sin sentido informativo.
Les doy las gracias por permitirnos informar y no comunicar. Gracias por permitirnos y ayudarnos a dibujar la época, en vez de exigirnos algo más fácil y en principio apasionado como pasarnos el día contestando a los fakes de los malos, como si fueran verdad, como si no fueran comunicación. No se debe contestar ni analizar fakes. El periodismo, y gracias a ustedes lo conseguimos, consiste en controlar el poder –esto es, el Estado y el Mercado– y describir la época con ello. Con cada descripción, muere un gatito poseído por Leviatán, 2.0 y 1.0.
Atentamente:
Guillem Martínez
Estimado lector/a:
Pues aquí, escribiendo una carta. Una carta es un objeto que contiene un mensaje particular y único, que no existiría sin esa carta. De no ser así, una carta sería algo redundante. Un trámite. Una circular, o un aviso de Hacienda. Esta carta está en el trance de ser única, pues tiene...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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